27) La recuperación con Jayden

Lo sé, lo sé, me he perdido un tiempo. Lo lamento a todxs lxs que están leyendo, lxs llevo sin control. Pero tranquilxs, el motivo de que desapareciera estas semanas es porque estaba muy ocupada terminando algo, ya estoy más libre y espero actualizar más seguido.

Siempre olvido esto, así que lo diré aquí. ¿A algunx le gustaría que le dedicara algún capítulo? Si es así pueden decírmelo aquí y yo no tengo problemas.

Ahora ya vayan a leer este capítulo. Al final me dicen qué tal les parece y qué creen que pasará a continuación. Trataré de traer la próxima actualización lo más pronto posible.

Muchas gracias por su paciencia, personitas del mundo, son las mejores 😘

La recuperación de Jayden se tomó poco más de tres semanas, veintidós días para ser exactos. En esos veintidós días las cosas entre nosotros cambiaron. En mi mente se borró todo lo que no fuera su recuperación y que estuviese bien, en la suya no sé qué cambió, pero sé que algo lo hizo.

Algunos días lo veía distante, como pensando en cosas importantes, en otros parecía indiferente hasta de la vida. Y muchos momentos en los que me veía sus ojos brillaban y me sonreían, cosa que nunca pensé fuera posible.

Con él me sentía especial y eso era lo que empezaba sentir, algo especial.

No quise pensar en ello.

Lo ayudaba en casi todo, a vestirse, a comer, como dije, me convertí en su enfermera personal. En lo único que no lo ayudaba era a bañarse y el muy hijo de Lucía sabía cómo sacar provecho de ello.




Había una cosa que Jayden no toleraba jamás... Estar quieto, y más en contra de su voluntad. Si por él fuera se pasara todo el día haciendo algo o estar con alguien. Así que me pareció muy extraño que justo hoy estuviese descansando arriba sin emitir una queja, esas eran sus cosas favoritas. No había momento en el día que no maldijera por tener el yeso, y eso que apenas teníamos cinco días aquí.

Con el ceño fruncido miré la hora en mi celular y suspiré.

A veces sentía que estaba tratando con un niño.

Me levanté del sofá de la sala de estar y subí las escaleras. Entré en la habitación sin tocar la puerta y lo encontré sobre la cama, con un brazo sobre su rostro y el otro a un lado, enyesado. Su respiración era pausada... Demasiado pausada.

Vane: Deberías conseguir una clases de actuación —acusé con las cejas alzadas. Poco después se quitó el brazo del rostro y me miró.

Me contuve para no sonreír. Me miraba con si lo hubiese descubierto en medio de un robo, y no solo eso, sino que sabía por qué yo estaba aquí. Esa era otra, que no le gustaba bañarse. Según él, todo el proceso de bañarse sin mojar el yeso lo agobiaba mucho, y evitaba a toda costa entrar en el baño.

El muy descarado de atrevió a bostezar.

Jayden: ¿Qué hora es? —preguntó.

Vane: Sabes qué hora es.

Él se incorporó en la cama con pose inocente.

Jayden: No, no sé. Acabo de despertar.

Vane: ¿De tu engaño? —acusé con las manos en la cadera. Él se mordió el labio para no sonreír. No me creería que estaba dormido, en los ojos se le veía esa chispa que siempre lo acompañaba, cosa que en la mañana no tenía.

Jayden: ¿Engaño? ¿Qué engaño? —Me miró con inocencia.

Resoplé.

Vane: Vamos ya, a bañarse.

Él hizo una mueca.

Jayden: No me has dicho qué hora es.

Vane: Jayden —advertí, consiguiendo que él resoplara y, con esfuerzo, se pusiera de pie.

Así de alto se me removieron las entrañas.

Jayden: Esto no está bien.

Mi ceño se frunció.

Vane: ¿Qué?

Él no me contestó, sin embargo se acercó a mí con pasos decididos de sus pies desnudos, y al llegar a mí pasó su brazo derecho por mi cintura, acercándome un poco a él. Mi corazón se disparó a la velocidad de la luz.

Sin ser consciente de que mi respiración empezaba a ser irregular agachó la cabeza y me miró con insinuación.

Jayden: Que no me ayudes a bañarme.

Tragué con fuerza. Su aliento era otra prueba de que no estaba dormido. Esto... Sentí mi piel cosquillear y mis mejillas enrojecer ante la mirada intensa que me daba.

Vane: Ya basta con eso.

Jayden: ¿Con qué? ¿Con que me ayudes a bañarme? Es algo normal, yo te ayudaría si fuese el caso. —Sus ojos brillaron.

Preferí mirar su boca. Pero fue peor. Así como me tenía sentía su calor a mi alrededor y mis hormonas se disparaban a tal punto que me asustaba, así como las intensas ganas de besarlo. Sin más remedio volví a sus ojos.

Vane: Yo no lo permitiría. Ahora vete a bañar.

Jayden: ¿Solo? —Hizo un puchero.

Vane: Puedes decirle a Verónica que venga —En cuanto la sorna salió de mi boca me arrepentí, y no solo porque se notaba lo poco que me agradaba la idea de ella aquí, sino porque los hombros de Jayden se tensaron—. Lo siento.

Él no contestó.

Debía estar pensando en que ella estuvo aquí hace unos días. No entró a la casa, no lo permití. Ese error solo lo cometí una vez y al día de hoy me arrepiento. Ella tampoco insistió en pasar. Se vieron en el parque del vecindario. Cuando Jayden volvió tenía el cuerpo tenso, se notaba muy enojado y casi transpiraba. Ese fue uno de los días en los que se quedó mirando por la ventana, pensando. Al parecer sus problemas no se solucionaban.

Y a mí me seguía alegrando por más mal que estuviese.

Su atención volvió a mí.

Jayden: Mejor no mencionamos eso, ¿sí? —sugirió.

Vane: ¿Por qué no? Es tu novia.

La palabra quemó.

Jayden: Es complicado.

Vane: Ya lo creo.

Jayden: ¿Enojada? —Me miró a detalle, tratando de descubrirlo.

Vane: Si soy sincera, esto empieza a no gustarme demasiado. Se está complicando mucho. Ella es tu novia, se supone que están juntos, pero ahora mismo son como dos enemigos. Y yo no quiero estar en medio de eso.

Jayden: No somos enemigos. Yo la quie... —Se detuvo abruptamente, como si comprendiera que a mí me rompería el corazón que terminara la oración. Aun así me dolió—. Es complicado.

Vane: Bien. Pero no estábamos hablando de esto. Mejor ve a bañarte.

Lo que pareció una buena broma rápidamente se convirtió en una amarga conversación, y él, sin decir otra palabra, entró en el baño.

Suspiré en mi escritorio, deseando que las cosas fuesen más fáciles para nosotros. Me gustaría que todo esto acabase de una buena vez, pero quedaba más de un año de matrimonio. Por mi cabeza varias veces pasó la idea de dejarlo hasta aquí, no era el primer matrimonio que no funcionaba. Pero mis padres, el trato, el contrato aquel, todo rondaba por mí cabeza y me impedía decir que no. Debía resistir un poco más, después sería libre.

La puerta de la oficina empezó a sonar.

Vane: Adelante  —Indiqué. Por ella pasó Eva, mi secretaria, y me sonrió con cariño.

Eva: Ya me voy.

Mi entrecejo se frunció.

Vane: ¿Tan tarde es? —Miré la hora en mi celular. Las ocho de la noche, era muy tarde para Eva, debió salir hace dos horas.

Eva: Estabas muy entretenida con el trabajo.

Suspiré mientras me recostaba de la silla.

Vane: Solo trato de ponerme al día.

Ella asintió, comprensiva.

Eva: Ya déjalo para mañana, has avanzado mucho hoy. Tanto trabajar terminará por agotarte.

Vane: Lo dice la que se quedó dos horas demás por mí. Creo que para dar consejos primero tienes que cumplirlos —bromeé.

Eva: Lo hago porque soy tu amiga. ¿Te quedarás?

Asentí mirando los papeles sobre mi escritorio. Si no quería atrasarme para el evento especial en unos días tenía que adelantar mucho y no lo haría yéndome a casa ahora.

Vane: Sí. De aquí a las nueve me voy.

Ella me miró poco convencida, pero terminó por resoplar y sonreírme con cariño, como cada que me veía. Eva era una buena amiga, y daba grandes concejos, lo descubrí en el tiempo trabajando con ella.

Eva: De acuerdo. Buenas noches.

Vane: Nos vemos mañana.

Ella salió de la oficina y yo me entregué por completo en el trabajo una hora más. Cuando vi que casi no avancé nada, decidí quedarme otra hora más. Jayden se enojaría, pero no era nada con lo que no haya lidiado ya.

Desde que salió del hospital trabajo desde casa, pero hay muchas cosas que no se pueden hacer desde ahí, por lo que aquí el trabajo empezó a acumularse sin que nadie pudiese evitarlo. De vez en cuando venía, pero era imposible mantener el paso si estaba en casa y a la vez cuidaba a Jayden. Lo haría otra vez sin dudarlo, porque sé que él haría lo mismo por mí.

Aunque también haría y diría muchas cosas.

Mis mejillas se sonrojaron al pensar en cierta noche.




Día 17, Jayden seguía insoportable. No mentira, pero me gustaba usar una bitácora para referirme a sus estados. Ahora mismo estaba tranquilo. Acostado en mi regazo y mirando la pantalla frente a nosotros, en el sofá de la sala de estar. Mi mano en su cabello acariciándolo y él casi sonriendo, aunque la escena de adelante era sangrienta en el momento.

Vane: No puedo creer que te gusten estas cosas. Solo mírate la sonrisa – bromeé.

Él sonrió más.

Jayden: No me conoces. Me encanta la violencia. —Sin dejar de ver al frente alzó la mano y tomó la mía. La acarició un poco y después la puso en la parte frontal de su cabello, casi en la frente. Entendiendo lo que quiso decir lo acaricié ahí—. Y ahora me gustan más.

Sonreí con diversión.

Vane: Eres terrible, ¿lo sabías?

Jayden: Me lo han dicho mucho, cierta castaña de ojos azules que siempre me riñe por todo. —Se giró a verme con los ojos encendidos en diversión y determinación—. Duerme conmigo hoy.

No lo pensé.

Vane: No.

Jayden: Ya estoy bien.

Vane: No.

Jayden: Solo por hoy.

Me acerqué a él hasta quedar a centímetros de sus ojos. Una vez ahí sus ojos me parecieron mucho más lindos que de costumbre. Su respiración pausada se coló en mi sistema y me mareó por un segundo.

Vane: Dije que no.

Jayden: Haremos algo, tú duermes conmigo hoy y yo no molesto. O podríamos hacerlo así. Tú duermes donde siempre hoy y yo voy a irrumpir, cualquiera de las dos está bien para mí. —Adornó "el acuerdo" con una sonrisa inocente.

Vane: Yo tengo una contrapropuesta.

Jayden: Adelante.

Vane: ¿Qué tal si cada uno duerme cómo hasta ahora?

Él hizo una mueca con la boca.

Jayden: Esa idea no me agrada. Mejor nos quedamos con la mía, la primera. —Traté de refutar pero volvió a ver la pantalla— O mira, lo están matando, presta atención.

Lo taladré con los ojos y el muy canalla se hizo el desentendido. Sin embargo tomó mi mano y la llevó a su cabello otra vez. Con un suspiro seguí acariciándolo.

Dormía en la habitación de abajo para no lastimarlo. Y aun así me encontraba entrando en la habitación a las diez de la noche para dormir con él. Muy dentro lo agradecía, no era lo mismo dormir sola, ya no me gustaba. Él sonrió desde la cama al verme entrar.

Jayden: Bienvenida. —Su inocencia y la sonrisa en su rostro me dieron ganas de lanzarle algo.

Vane: No me hagas retractarme.

—Jayden: Siempre puedo ir a irrumpir. —Abrí la boca para refutar—. Y tengo las llaves. —La cerré.

Sin contestarle fui al armario y me cambié, pensando en si debía matarlo mientras dormía con una almohada. 

Al salir los ojos de Jayden se abrieron grandemente. Poco después tragó con dificultad.

Vane: ¿Qué? —pregunté confundida.

Jayden: ¿Siempre duermes así?

Vane: Cuando no hace frío, sí. ¿Por?

Jayden: ¿Por qué nunca me di cuenta? —Inclinó la cabeza mientras estudiaba mi bata de dormir, bata que apenas me llegaba unos dedos sobre los muslos, de tiras y que para mi mala suerte, tenía escote un tanto abierto. Antes me gustaban, eran buenas para el calor, pero al ver los ojos de Jayden recorrerme lento consideré que quizás no era buena idea.

Vane: No sé, a veces estaba dormida cuando llegabas. Otras usaba la pijama de invierno, muchas cosas.

Jayden: ¿Y cuáles días dijiste que te las pones?

Mis ojos se abrieron.

Vane: ¡No seas atrevido!

Él rió. Yo, dándome cuenta que seguía en la puerta, me acerqué a la cama y me senté a su lado.

Jayden: No estoy siendo atrevido. Es solo que me da un poco de curiosidad. Nunca te vi capaz de ponerte algo así frente a un hombre.

Vane: Aun no soy capaz. —Mis mejillas se tiñeron de rojo. Desde que él volvió las tenía muy rojas todo el tiempo.

Jayden: ¿Y yo qué soy? ¿Selena Gómez masculino?

Me mordí el labio para sonreír.

Vane: Bueno, tú eres mi amigo, no debe darme pena, ¿O sí?

Jayden: Yo creo que sí. —Lo miré con el ceño fruncido—. Digo, si quieres seguir manteniendo tu integridad física.

Vane: ¿Eso qué quiere decir?

Jayden: Nada. Mejor vamos a dormir. Si te sigo viendo temo no querer solo ser un amigo.

Mis ojos otra vez se abrieron. Por dentro sentía mi pecho detenerse abruptamente.

Vane: ¡Jayden! —Él rió sin vergüenza, como si dejar esas cosas no le produjeron nada, al contrario que a mí.

Jayden: Bien. Pero no me obligues a no verte en los primeros días. Esto es nuevo, y curioso.

Vane: Y pervertido —le aclaré.

Jayden: Yo soy pervertido. —Y sin más se inclinó hacia su lado y apagó su lampara—. ¿Dormimos o hablamos de las cosas que no te quiero decir para no arruinar tu salud mental?

Vane: Buenas noches. —Apagué mi lampara y me acosté de lado, dándole la espalda.

Él rió otra vez, y poco después sentí cómo su brazo se colaba en mi cintura. Mi respiración se detuvo. Me haló hacia sí. Mi espalda chocó contra su pecho, cálido, firme. Su respiración me llegó al oído cuando se acercó a mí para susurrar:

Jayden: Buenas noches, hermosa.



Cuando me quise dar cuenta eran las doce de la noche y yo todavía seguía con los papeles en las manos. Por lo menos logré avanzar un poco más. Decidiendo dejarlo todo para después, guardé mis cosas y bajé hacia el estacionamiento subterráneo.

Jayden debe estar enojado porque no le avisé que me quedaría hasta tarde, siempre que pasaba nos avisábamos para evitar preocupaciones.

Nunca me fijé en que este lugar podría parecer tan terroríficos hasta ahora. Los estacionamientos vacíos, salvó por mi auto a unos metros, solitario. Las líneas en el suelo, las luces amarillas. Todo parecía salido de una película de terror. Incluso los pasos.

Un momento.

Me detuve. ¿Pasos?

Se escuchaban pasos a los lejos, pasos que se acercaban a mí. Mi corazón se aceleró de forma involuntaria, el pánico llegó antes de que lo pudiese detener. Era ilógico, pero mi instinto y miedos se activaban ante cualquier cosa. Más en un lugar tan vacío y tétrico como este.

Me giré hacia el ruido y no bien lo hice ante mí apareció un hombre muy alto, a unos metros. 

Mi corazón saltó dentro mi pecho.

Vane: ¿Qui-Quién es usted? ¿Qué hace aquí?

Él no dijo nada, con sus largas piernas dio pasos en mi dirección. Su horrible miraba me hizo retroceder.

Vane: No debería estar en este lugar. Es propiedad privada. —Tragué saliva con fuerza. Él seguía avanzando y mis pies no querían reaccionar como debían, los sentía débiles, temblando.

Él levantó su mano y se llevó un dedo a su boca, indicándome silencio. Esa fue una señal para gritar, y cuando lo intenté se acercó mí y me cubrió la boca con una de sus manos.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top