25) Interrogantes y adjetivos

Yo: Este capítulo será corto, no hay mucho que decir y no quiero escribir mucho relleno.

El capítulo: Pues no, mi ciela, no se va a poder corto, así que te la apañas porque yo vengo a arrasar con tus lectorxs.

Espero que lo disfruten y gracias por todo el amor que le dan a la novela, jamás me cansaré de decirlo😉

Al final me dicen qué les pareció el capítulo y me ponen sus hipótesis, me parecen muy interesantes las que han hecho hasta ahora y me gustaría saber las que se formularán después de este capítulo.


Cuando llegamos al hospital mi corazón estaba latiendo desesperadamente, y las ideas en mi cabeza no cesaban de torturarme. Traté de callarlas en el camino, pero era como si solo las alentara a venir y llenarme de muchas posibilidades.

Con las manos sudadas me giré hacia Erick, quien amablemente se ofreció a traerme después de que lo puse en contexto. Y no lo negaré, lo aprecié mucho más de lo que ya lo hacía, porque aunque aparentemente no le agradaba Jayden, sus ojos se abrieron cuando se lo dije. Dejó su molestia con él de lado y no le importó terminar con la salida antes porque yo necesitaba llegar al hospital.

Vane: Gracias por traerme, y por todo lo que estás haciendo por mí —le dije con sinceridad, consiguiendo que su mirada se volviera más cariñosa de lo que por sí era. Una sonrisa cálida se abrió paso entre sus labios, y un segundo después alzó su mano para acariciar mi mejilla con ese mismo cariño, transmitiéndome calma. Por dentro mi corazón le agradecía la atención y la calidez que le trasmitía con un solo gesto.

Erick: No tienes que agradecer nada —contestó—. Espero que se encuentre bien. Me llamas para avisarme ¿de acuerdo?

Mis ojos se abrieron solos.

Vane: ¿Quieres saber cómo sigue?

Él rió como si le hubiese hecho el mejor chiste del mundo, todavía sin quitar su mano de mi mejilla. El gesto podía prestarse para malos entendidos, pero por la mirada en sus ojos supe que lo hacía con interés, que realmente le preocupaba mi salud, mi bienestar y el de quienes me rodeaban, porque así era él. Era increíble.

Erick: Oye, tal vez no es mi persona favorita, pero tampoco le deseo el mal. —Me giñó un ojo—. Ahora ve, y gracias por la tarde, fui muy divertido.

Vane: Gracias a ti. Y no te preocupes, cuando sepa qué pasó aquí te llamaré y saldremos otra vez. Todavía debes decirme eso que no llegaste a decirme en el restaurante, y también por qué ahora no te agrada Jayden.

No pensé que su rostro se contrajera por la mención de su desagrado por Jayden, pero lo hizo, y no solo eso, también hizo una mueca con la boca.

Erick: Eso lo pondremos a discusión después.

Besó mi mejilla y me dejó salir del auto. En ese momento me llegó a la mente otra vez Jayden y mi corazón pesó. ¿Qué pasó? ¿Cómo? La cabeza me daba vueltas, todas mis preguntas se remontaban a cuando salió de casa furioso al vernos a Erick y a mí juntos, y el resto. ¿Por eso tuvo un accidente? ¿Por salir tan rápido? ¿Y si está grave?

Erick no se fue hasta que no me vio entrar al hospital. No bien lo hice mi corazón pesó un poco más. No me gustaban estos lugares, y el pensamiento de que a Jayden tampoco me afligió mucho más. Sentía mis manos temblar por las ideas que me rondaban, pero callé los pensamientos y me acerqué a la recepcionista con la intención de preguntarle. Según Lucía, quien se las arregló entre sus sollozos para decirme dónde estaban, era aquí.

Sin embargo, no llegué a decir nada porque una voz a mi espalda me interrumpió.

—Vanessa —habló una voz femenina, muy conocida.

Me giré hacia Lucía con el corazón en la boca. Ella se veía afligida, se notaba que había llorado desde hace un rato, y mi corazón pesó mucho más. ¿Tan mal estaba?

Sentí ganas de llorar cuando ella se acercó a mí y sin decir una palabra me abrazó con fuerza. ¿Qué pasaba aquí? Me pregunté, mientras luchaba con todas mis fuerzas para no llorar. Tampoco quería tener cosas malas en mi cabeza, pero verla así no me ayuda a pensar que todo está bien.

Vane: Lucía.

Lucía: Está bien —soltó a mi pregunta no hecha. Sentí mis hombros relajarse, al igual que a la presión en mi pecho. Dios, nada nunca se sintió tan bien como saber que Jayden estaba bien—. Me asusté mucho cuando el paramédico me llamó y me dijo que Jayden tuvo un accidente. Pensé que... pensé que... —No terminó de hablar, pues volvió a llorar sobre mi hombro.

No fue necesario que lo dijera, yo sabía a lo que se refería y por un momento también lo pensé. Sin embargo, no quise considerarlo una posibilidad, no resistiría pensar en una vida sin Jayden. Sí, podía ser un imbécil cuando se lo proponía, era mandón, capricho y por demás celoso, pero era mi mejor amigo, era esa persona sin la que no quería vivir, ahora más que nunca.

Lucía se separó unos segundos después, antes de limpiarse las lágrimas con un pañuelo y tomar una de mis manos, con cariño, de la misma forma en la que me miró.

Lucía: Ven, todos están arriba.

Simplemente asentí. Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar sin que se me rompiera la voz.

Nos introdujimos en el ascensor y subimos a uno de los pisos, ni siquiera le estaba prestando atención a ello, tenía muchas cosas en la cabeza. Cosas que quedaron suspendidas en el aire cuando llegamos, vimos a Robert, el padre de Jayden, Juan Carlos, su mejor amigo... Y ella.

Se me detuvo el corazón cuando vi a Verónica sentada unas cuantas sillas lejos de todos.

¿Qué estaba haciendo ella aquí?

Un sentimiento extraño se filtró en mi torrente, y como si sintiera que la estaba taladrando con los ojos, levantó las vista de sus manos unidas. Quise encontrar más motivos para odiarla viendo cómo también me miraba mal, pero no lo hizo, ella estaba realmente preocupada, en sus ojos odiosamente azules vi la preocupación que sentía por Jayden, y el poco odio que sentía por mí. De hecho, ni siquiera me odiaba. Lo demostró cuando me regaló una ligera sonrisa ladeada.

Me molestó más por eso. Porque mientras yo ardía de rabia teniéndola en frente ella no se preocupaba, pues tenía a Jayden y él siempre estaría para ella.

Suspiré, decidiendo dejar eso de lado. Ahora mi prioridad debía ser Jayden y su salud. Y descubrir qué pasó. Es por ello que, dedicándole un saludo a Robert, el cual respondió antes de fijar la vista en su esposa y recibirla cuando esta se acercó a él, me senté junto a Juanca.

Juanca: No sé nada —Tenía el rostro entre sus manos, sin embargo, al sentirme, con un suspiro las sacó de ahí para mirarme. Juan Carlos era un hombre atractivo, con unos impresionantes ojos castaños que a simple vista podían ser insignificantes, pero que si los mirabas de cerca, podían decirte muchas cosas. Tenía una especie de brillo en ello. Un brillo que en ese momento era opacado por el desanimo—, por si ibas a preguntar —aclaró.

Vane: No te preocupes. Lo importante es que está bien, ¿no?

Juanca: Así es. —Sonrió, como si hubiese recordado algo—. Qué irónico suena esto, que el imbécil es como un imán para los problemas, pero cuando tiene un accidente todos mueven cielo y tierra para saber si está bien.

Vane: Así es él. Tú eres igual.

Él rió con diversión. Claro que sabía de lo que hablaba, Juan Carlos y Jayden eran amigos por una razón, los dos eran muy revoltosos en la escuela y siempre se metían en problemas. Siempre y cuando Génesis y yo no quisiéramos participar de ciertas bromas, Jayden involucraba a Juanca, y este feliz aceptaba todo lo que su mejor amigo le proponía. Éramos un grupo algo grande, aunque para mí mis mejores amigos eran Génesis y Jayden.

Juanca: ¿Qué te puedo decir? La vida sin adrenalina no es vida —Me regaló una sonrisa triste—. Pero esto no es adrenalina, es serio.

Mi corazón se alteró ante sus palabras.

Vane: ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, preocupaba por sus palabras y el tono que usó.

Su ceño se frunció con confusión.

Juanca: ¿No te dijeron nada? —Negué—. Alguien lo chocó desde atrás... Se rompió un brazo.

Mis ojos se abrieron ampliamente. De un momento a otro tragar se me dificultó.

Vane: ¿En serio?

Juanca: Hasta ahora es todo lo que nos han dicho —Se encogió de hombros, indicándome que eso era todo lo que sabía—. Solo le falta que tenga una contusión. Si le pasa algo lo mataré.

En contra de la situación me reí ligeramente.

El resto de la hora me quedé pensando en sus palabras, incluso podía imaginarme la escena de Jayden chocando y no me gustaba nada. En una de esas imaginaciones el que supuse era su doctor, pues todos se pusieron de pie al verlo, se acercó a nosotros. Habló sobre lo que Juanca me dijo, de su brazo roto, también del cuello ortopédico que le pondrían porque con el golpe de la bolsa de aire pudo haberse fracturado. Nos dijeron que no podían decirnos con seguridad porque Jayden seguía dormido. Y ahí se fueron otras dos horas más, viendo a los doctores y enfermeras caminar de un lado a otra, a las puertas abriéndose, y ese olor que desprendía el hospital invadiéndonos las fosas nasales, todo eso en un silencio tenso que ninguno se atrevió a romper. Al despertar Jayden les hicieron más estudios, y llegando a las siete de la noche más o menos, nos permitieron verlo.

Eso fue lo que más odié de ese día.

El doctor que lo atendía se acercó a nosotros y trató de sonreírnos, se veía cansado pero satisfecho con su trabajo. Yo también estaba satisfecha, todavía preocupada, per aliviada de que las cosas no se salieron de control y solo era esperar los resultados, que según el mismo doctor, no parecían ir por mal camino.

—Ya pueden pasar a verlo —nos informó, consiguiendo suspiros por parte de todos—. Sin embargo, el paciente quiere ver a alguien en particular primero. Dice que es de vital importancia —Mi corazón se aceleró cuando dijo aquello. Él doctor miró la platilla entre sus manos, buscando el nombre—: Verónica —soltó al final.

Mi corazón cayó en picada mientras le veía levantarse con el ceño fruncido, sin entender por qué ella. Sí, ¿por qué ella? ¿Y cómo sabía él que ella estaba aquí? ¿Por qué no yo que dejé todo de lado para venir con él? ¿Qué dejé a Erick de lado?

Me enfurecí tanto que consideré la idea de irme de ahí y dejarlo con su Verónica para que fuera feliz. Me sentía indignada, pero sobre todo avergonzada. Avergonzada de estar en un lugar que no me correspondía y aun así no irme de ahí. Pero más tarde que temprano me di cuenta de que no me iría de ese hospital por muy molesta que estuviese. Jayden, a pesar de todo, era mi mejor amigo, me preocupaba por él, pasé cuatro horas sentada aquí y ni él ni nadie me privaría de verlo, así sea para reclamarle o recordarle lo imbécil que era.

Sin embargo, mis intenciones se suspendieron en el aire cuando Verónica salió de su habitación. Se veía muy pálida, su mirada estaba perdida, creí incluso verla temblar ligeramente. Parecía un papel y por la forma en la que se movía al caminar estaba muy lejos de aquí.

Mi ceño se frunció.

Vero: Ya pueden entrar. —Trató de sonreír, sin embargo su sonrisa no llegó a ningún lado. Antes de pasar por nuestro lado sin decir una palabra, me dio una mirada, y desapareció.

Me desconcerté casi tanto como todo el que estaba ahí.

Primero pasaron los padres de Jayden, pues tenían derecho a ver a su hijo. Robert, por más que quisiera ocultarlo tras su seriedad, estaba preocupada por Jayden, y la pobre Lucía estaba ansiosa por verlo, por que que con Juanca los dejamos entrar sin decir nada. Después Juan Carlos, a quien le cedí el pasó, y por último yo, quería ser la última entrar para así decir todo lo que tenía que decir con tiempo de sobra.

Al abrir la puerta de su habitación se me partió el corazón. Aunque él trató de sonreírme, esa sensación no salió de mi pecho, menos cuando hizo una mueca. Se veía mal, muy mal. Tenía una venda alrededor de su frente, su rostro se veía muy hinchado, la parte derecha estaba llena de raspones, algunos incluso tenían color, y su nariz estaba hinchada también, tenía una marca en el puente. Su labio estaba partido.

Evité llevarme una mano a la boca. Dios. De seguro estaba sufriendo mucho.

Me fijé en su mano izquierda, ahí era donde tenía el yeso.

Jayden: ¿Podrías dejar de verme así? Sigo vivo —bromeó, haciendo que mis ojos se alzaran hacia los suyos.

Me sentí tan mal por pensar en reclamarle hace rato, por querer gritarle que era un imbécil cuando su accidente era un hecho real, cuando incluso pudo haber muerto, y las secuelas de un choque se veían reflejadas en su rostro. Me sentí tan mal amiga en ese momento.

Sin dejar de verlo me acerqué él, quien estaba recostado de la pared de la cama, y me senté en la silla que pusieran a su lado.

Vane: ¿Cómo te sientes? —Fue lo que pregunté, sintiendo una sensación pesada en todo el pecho. No me gustaba verlo hacía. Si era sincera conmigo misma, casi podía sentir sus golpes y la idea me hacía sentir peor.

Él suspiró largo, cansado.

Jayden: ¿Para qué mentirte? Siento como si me hubiesen dado la paliza de mi vida, lo que ya pasó, así que siento como si me hubiesen dado la paliza de mi vida... dos veces.

En contra de lo que quería terminé riendo por su tono juguetón, poco después lo miré mal. Mi intensión era golpearle el hombro, pero así como estaba, ¿le provocaría más daño?

Vane: Estoy hablando en serio —regañé, cruzándome de brazos.

Jayden: Y yo también. —Se hizo el ofendido—. ¿Crees que es divertido que te den una paliza?

Vane: ¡Jayden!

Él rió.

Jayden: No te preocupes, estoy bien. Muy bien. —Mis cejas se alzaron con incredulidad. 

Vane: ¿Muy bien?

Jayden: ¿Exceptuando el tema del dolor? Sí.

Resoplé.

Vane: Es imposible hablar de cosas serias contigo —le reprendí, aunque él no parecía muy dispuesto a escucharme, sí a mirarme con esos ojos castaños tan lindos que tenía. Aunque estuviese todo golpeado sus ojos jamás se verían mal—. En serio me preocupé por ti, tuviste un accidente, ¿Qué esperabas? ¿Qué me fuese a cantar a un karaoke?

Jayden: Ya te dije que estoy bien —respondió con un suspiro—. Sigo vivo, debería quedarles claro.

Vane: Bueno, pero son cosas que no se pueden evitar. Si me pasara a mí, ¿no te preocuparías? —Él sonrió con diversión, de la misma forma en la que me miró, pero no dijo nada—. ¿Qué?

Jayden: Si te pasara a ti, acabaría con el mundo con tal encontrar al imbécil que se atrevió a atropellarte.

Mi corazón se aceleró tanto que por un momento pensé, se saldría de mi pecho. Él hablaba muy en serio, lo veía en sus ojos que ahora me veían con intensidad y me ponían nerviosa.

Vane: ¿Cómo pasó lo del brazo? —terminé por preguntar, para cambiar el tema.

Él lo miró con una mueca de desagrado.

Jayden: Cuando la bolsa de aire salió simplemente lo puse. Fue un auto reflejo, como tú cuando te asustas, que te llevas una mano al corazón —Casi casi me quedé sin aire. ¿Por qué esas cosas tan normales las veía como si fuese lo más especial del mundo? ¿Era él quien las hacía ver así?—. Tampoco recuerdo mucho, después de que me lo rompió el brazo me quedé inconsciente.

Vane: ¿Los golpes en tu cara?

Se encogió de hombros como si tampoco supiera.

Jayden: Seguramente por lo mismo. Esas cosas son rápidas —trató de aligerar el ambiente, sin embargo yo estaba muy interesada en lo que le pasó.

Vane: ¿Entonces no recuerdas nada del accidente?

Sus ojos se desviaron a la puerta del frente, y supe de inmediato que lo que sea que diría, sería una mentira. Él jamás miraba a los ojos cuando mentía, jamás.

Jayden: No.

Mi ceño se frunció con confusión. ¿Por qué me mentía? ¿Qué pasó en ese accidente? No tuve tiempo de pensar en ello debido a sus ojos puestos otra vez en mí, brillaban con una sonrisa, como sus labios no podían hacerlo.

Jayden: Y ahora que lo recuerdo, pasaste por esa puerta, empezaste a hacerme preguntas y hasta el momento no me has dado un abrazo. Así que, hermosa, ¿por qué no vienes aquí y me abrazas? De paso te aseguras que en serio estoy bien.

Se me detuvo el corazón.

Vane: ¿Acabas de decirme hermosa?

Jayden: Sí —No pareció arrepentido de sus palabras—. Es una forma subliminar de decirte lo linda que te ves hoy. Ahora ven abrázame.

¿Acaso no entendía lo que querían decir sus propias palabras?

Vane: Pero me dijiste hermosa, es como le dices a alguien de cariño, como amor, linda, cielo. ¿No lo entiendes? —Él suspiro. El muy hijo de Lucía parecía pedir paciencia al cielo.

Jayden: Sí, ya lo sé. Ven abrázame.

Vane: Pero Jayden... —me interrumpió, molesto.

Jayden: Hermosa, hermosa, hermosa. Eres hermosa, Vanesa, muy hermosa. Eres una de las personas más hermosas que conozco, tanto que a veces me cuesta dejar de verte. Ahora, ¿Podría dejar eso ya y venir a abrazarme que te lo estoy pidiendo?

Mi boca cayó en picado.

Sin embargo hice lo que me pidió. Me acerqué a él y, teniendo cuidado de no lastimarlo más de lo que estaba, lo rodeé con mis brazos, dejando salir el aire de mis pulmones. Era como si por fin tuviesen calma.

Él me apretó un poco más, soltó una queja, pero aun así no me soltó. Me refugió en uno de sus brazos y ahí me quedé, cerré los ojos y disfruté del momento y el calor que emanaba su cuerpo.

Jayden: ¿Viste que no era tan difícil? —Mi respuesta fue resoplar con aburrimiento, aunque por dentro había una revolución que no parecía con intenciones de detenerse pronto.

El resto de la noche Jayden se la pasó en la habitación, algunos vinieron a visitarlo, como mis padres, Génesis y Ben, la primera le recriminó ser tan despistado. Sus padres se fueron después de las once, Juan Carlos antes de las diez. Nos hizo compañía un rato. Era divertido estar cerca suyo, pero quise echarlo más de una vez cuando hacía reír a Jayden y después este hacía una mueca. No quería que nadie lo lastimara más.

En cierto momento tomé el celular para avisarle a Erick que todo estaba bien, y él me respondió con un: "Está bien, me alegra que no haya muerto". Después mandó unos emojis llorando de la risa. Me hizo sonreír que a pesar de su molesta y de que en serio le costaba admitir que se sentía aliviado por esto, no le fuera indiferente la salud de nadie, ni siquiera la de Jayden.

Con un suspiro me puse de pie. Era hora de irme a dormir a casa. No quería dejarlo solo, pero era lo correcto para que descansara porque el pobre apenas podía mantener los ojos abiertos.

Me miró cuando me acerqué a él. Se veía agotado.

Vane: Ya debo irme. Eso hora de que descanses y yo también —Le di una mirada cuando abrió la boca para protestar, y la cerró, haciéndome sonreír—. Así me gusta, que me hagas caso —Me acerqué a él y con cuidado, del lado que no estaba tan herido, le di un beso en la mejilla—. Buenas noches, Jayden.

Me alejé de él, viendo a sus ojos estudiarme de tantas formas que me puso nerviosa.

Cuando di un paso atrás tomó mi muñeca con su mano derecha, evitando que me alejara más.

Jayden: Quédate a dormir conmigo.


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