19) Historias románticas

Cuando les dije que sería en poquito, hablaba en serio, jejeje.

¡Sorpresa!

Quise compensarlos por su paciencia y su apoyo. Son muy amables conmigo y es por ello que hoy quise traerles este capítulo. Se suponía que lo haría ayer (este también lo reescribí y lo amé), pero no llegué a editarlo a tiempo.

Espero que les guste la sorpresa, y que dejen algún comentarios por ahí, yo siempre los leo aunque tarde un poco en responder.


En cuanto desperté supe que me sentía mejor. Al abrir los ojos no se sentían irritados, cosa que agradecí. Me quejé todo el día del baño con agua fría, pero si soy sincera funcionó. Seguía sintiéndome agotada, pero por lo menos no me palpitaba la cabeza y no sentía como si estaba ardiendo en algún desierto.

A mi lado había un castaño con cabello revuelto, dormido. Su calidez me invadía, pues una de sus piernas estaba entre las mías, y una de sus manos descansaba de forma inconsciente sobre mi trasero. No quise pensar mucho en ello, y por eso ignoré la presión en el estómago cuando me percaté de ello.

Me fijé en sus rasgos sin poderlo evitar. Jayden solía tener mejillas un poco regordetas, ahora se veían más firmes, menos rellenas. Sus ojos estaban cerrados por obvias razones, y me dieron muchas ganas de ver sus ojos castaños abiertos, siempre me decía mucho con ellos y era agradable. Su cabello, regularmente peinado, estaba echo un desastre, y su boca se encontraba entreabierta.

Me dije que verlo tan atractivo se debía a mi reciente estado de invalida.

Cuando terminé de repasar las líneas de su rostro traté de levantarme sin hacer ruido, pero no conté con que mi cuerpo se sintiera como si le hubiese pasado un camión encima, por lo que me quejé y Jayden se removió entre la sabana.

Con un bostezo abrió los ojos, pestañeó varias veces, acostumbrándose a la luz, y después se centraron en mí a unos pasos de la cama. Como si algo lo estuviese llamando sus ojos bajaron a mi short, y ni bien lo hizo desvió la vista. Con el ceño fruncido miré mi short y se me cayó el arma al cuerpo cuando noté que se me subió más de lo debido.

Me lo acomodé sintiendo mis mejillas arder.

¿Por qué jamás dejaba de pasar vergüenza?

Jayden: Buenos días —susurró con la voz ronca. En la mañana siempre se escuchaba así, la mía también.

Volvió a verme... a los ojos.

Vane: Buenos días.

Jayden: ¿Cómo te sientes hoy?

Se sentó en la cama y se estiró. Mis ojos no se perdieron ver sus músculos tensarse y relajarse de esa forma tan llamativa.

Debo estar muy enferma, pensé.

Vane: Mejor. Ya no me duele la cabeza y creo que la fiebre disminuyó.

Mientras él se levantaba fui al baño a lavarme los dientes. Sentí sus pasos seguirme. Se recostó del marco de la puerta y un segundo después me miró a detalle. Miró mis ojos, mi nariz, mis mejillas que comenzaban a teñirse de rojo, mi boca... y no pasó de ahí. Volvió a mis ojos.

Jayden: No creo que debas ir a trabajar hoy.

Vane: ¿Cómo?

Rodó los ojos con fastidio.

Jayden: Sabes que estás pensando en la forma de escabullirte de aquí desde que abriste los ojos —dijo como si fuese la cosa más evidente del mundo, pero se suponía que no lo era. En ocasiones odiaba ser tan fácil de descifrar—. Vanessa, te conozco más que tú misma.

Vane: Eso es técnicamente imposible. No puedes conocerme más que yo misma.

Jayden: ¿En serio? – Alzó las cejas con burla. Se veía relajado, en la puerta del baño, recostado del marco con lo brazos cruzados, y sin camiseta, salvó los pantalones de dormir y descalzo. Yo me sentía incluso cohibida por lo que pasó hace poco ahí afuera... Casi me vio el trasero—. De acuerdo, si eso crees. Pero no saldrás de esta casa hoy.

Me enjuagué la boca y lo encaré, cruzándome de brazos.

Vane: ¿Por qué no?

Jayden: Sigues enferma —dijo simplemente, como si eso sirviera de excusa, pero no la servía. Yo debía trabajar, debía cumplir con una responsabilidad y ya me siento mejor. Debía demostrarles a las personas que no era tan débil ni frágil como siempre veían. Sí, tengo mis sentimientos y suelo dejarme llevar por ellos, pero soy una mujer de carácter, puedo decidir si quiero algo, y me molestaba que muchos lo dudaran.

Y más me molestaba que el hombre frente a mí me tratara como si fuese una niña. 

Vane: ¿No será que te gusta mucho quedarte aquí y me usas como excusa?

Se contuvo para no reír, y con aire burlón se acercó a mí, sin ser consciente que estaba a un paso de darle una patada en la rodilla y decirle lo molesta que estaba. Pero cuando lo tuve frente a mí se me olvidó todo. Dios, sí que era alto. 

Se inclinó hacia adelante, para quedar cerca de mi rostro y dejarme ver a detalle esos lindos ojos castañas que brillaban con burla.

Jayden: Eso jamás —y como si hiciera eso todos los días besó mi nariz—. Eres adorable cuando te sonrojas.

Vane: No estoy sonrojada —Evité llevarme las manos a las mejillas.

Jayden: Hace un rato lo estabas, y cuando te hablé de los comentarios fuera de tono —Apreté los puños a mis costados. ¿Por qué tenía que mencionarlo ahora?—. Y en este momento lo estás. Me dan ganas de apretarte las mejillas.

Las miró con fascinación.

Vane: ¿Qué te está pasando? —le pregunté confundida.

¿Desde cuñando Jayden era tan... lindo?

Jayden: Creo que también me estoy enfrentando. En todo caso me daré una ducha. Tú ve a desayunar y nada de salir de casa, ¿bien?

Vane: No pensaba hacerlo.

Jayden: ¿Qué te ibas a poner hoy? —Es que me conocía, en serio lo hacía.

Resoplé, vencida.

Vane: Uno de los trajes azules.

Sonrió con victoria. Esa era yo, no me gustaba decir mentiras porque era pésima en ellas, y no podía intentarlo porque me salió muy mal. En parte eso influenciaba a que las personas pensaran de mí que soy tierna y muy inocente, y lo admito, puede que no sepa ciertas cosas porque me avergüenza pensar en ellas, pero eso no quiere decir que soy una santurrona de cinco años a la que hay que hablarle como si fuese un bebé. Lo único que agradecía era tener a las personas correctas a mi lado, ellas siempre sabrían cómo tratarme, aunque me hiciera enojar de vez en cuando. Una de esas personas era Jayden, quien, tras unos segundos en silencio, levantó su mano y acarició una de mis mejillas con delicadeza. No entendía lo que estaba pasando, pero sí que me gustó mucho su tacto y las cosquillitas que me hacía en la piel.

Jayden: Te conozco más que tú misma. —Esta vez no hubo felicidad ni burla en su tono, lo decía como si lo lamentara, y sin ser consciente de que cerré los ojos, los abrí. Me miraba con atención, me estudiaba y parecía triste de lo que mi rostro le demostraba.

Vane: ¿Qué pasa? —pregunté con el ceño fruncido. Creí que estábamos bien.

Él se alejó sin volver a sonreír, algo cambió en su actitud y me confundió.

Jayden: No es nada. Ya ve a desayunar.

Con el ceño fruncido salí de la habitación y bajé las escaleras. No me gustó lo que pasó ahí arriba. Parecíamos estar bien, él incluso me acarició la mejilla. Y después dijo que me conocía más que yo misma, como si entendiera algo que yo todavía no, y eso de alguna forma me desanimaba. O quizás estaba exagerando porque seguía enferma. Así que dejando eso de lado entré en la cocina con un extraño sentimiento en el pecho que no quise sentir, y saludé a Esmeralda. Ella me sirvió mi desayuno y me preguntó cómo seguía.

Le dije que mejor, pero la verdad es que comenzaba a dolerme la cabeza otra vez.

Jayden bajó unos minutos después con ropa de estar en casa. Traté de descifrar su estado, este simplemente me sonrió como si nada pasara y se sentó frente a mí. Esmeralda sirvió su desayuno, el cual comió mientras revisaba su celular constantemente.

Teniéndolo así no pude evitar mirarlo otra vez. Sus pestañas castañas oscuras, su nariz extensa, sus pómulos ligeramente contraído y la forma de sus labios. Se veía más maduro, con más experiencia, y por supuesto, más atractivo. Ya no quedaba nada de ese adolescente con aires arrogantes.

Seguía pensando que mi reciente atracción por su rostro y sus facciones se debía  mi fiebre.

Vane: ¿Qué haces? —pregunté al verlo tan concentrado en su celular. Incluso hacía muecas de vez en cuando y movía el dedo sobre la pantalla de vez en cuando.

Jayden: Quiero ver si todo va bien.

Vane: ¿Con qué?

Jayden: Con tu regalo de San Valentín —Trajo sus ojos de su celular a mí un segundo, sin percatarse de lo que sus palabras provocaron en mí—. Falta poco y necesito que todo quede bien.

Vane: ¿Todo? – pregunté aún más perdida.

Jayden: Es una sorpresa, ya lo verás.

Vane: Bueno —Levantó la vista otra vez con el ceño, como si no me entendiera—. ¿Qué?

Jayden: ¿No insistirás? —Parecía realmente perdido en eso.

Sonreí con un poco de burla.

Vane: No.

Jayden: ¿Por qué? —Ahora dudaba de mí, me miraba como si quisiera descifrar mi desinterés, porque claro, yo sentía mucha curiosidad por lo que me estaba preparando, pero no le insistí ni un poco y eso es extraño en mí.

Vane: Porque te comprendo. Así como tú no quieres que yo sepa de tu regalo, yo no quiero que tú sepas del mío y por ello no puedo insistir.

Y lo comprendió todo. Dejó su celular por completo de lado y se centró en mí, con las cejas alzadas en diversión.

Jayden: Así que me compraste algo.

Vane: Algo así. ¿Tú me compraste algo?

Jayden: Algo así —expuso las mismas palabras. Parecíamos estar en un juego por quién dice menos pero quiere saber más—. ¿Es grande?

Vane: No mucho. ¿El mío?

Jayden: Algo.

Mis cejas se alzaron con incredulidad.

Vane: ¿Cabe en una habitación? —Fue mi siguiente pregunta, mientras me acomodaba mejor en la silla y me dedicaba su rostro en busca de cualquier rastro que me indicara algo. Él hacía lo mismo, pero a diferencia mía, parecía tener mucha experiencia en esta área.

Jayden: Esa es la idea —Mis cejas se alzaron mucho más. ¿Tan grande era?—. ¿Y lo mío?

Vane: Cabe en un caja de medianas proporciones.

Eso llamó su atención.

Jayden: ¿Me gustará? —preguntó.

Vane: Eso espero, costó mucho esfuerzo. —Le sonreí con socarronería. Me gustaba este juego—. ¿Y a mí?

Jayden: Hago todo lo posible para que así sea.

Vane: Debe ser muy especial entonces.

Jayden: Digamos que me estoy esforzando para que lo sea.

Vane: Entonces ya somos dos. —Nos miramos por algunos segundos. Yo quería saber qué me daría. Si hacía lo posible para que cupiera en una habitación algo grande debe ser, y la verdad hay que decirla, cuando Jayden dice que se esfuerza salen cosas grandes. Y algo me decía que él también estaba maquinando.

Pero después de unos segundos sonrió con diversión.

Jayden: ¿Te parece si pasamos el día fuera? Tomar aire fresco te ayudará mucho.

Mis cejas se alzaron.

Vane: ¿Y eso lo sabes porque eres doctor o estudiaste medicina?

Él sonrió con diversión.

Jayden: Algo de medicina sé. Podría decirse que era mi sueño, pero tuve que renunciar a él por otras obligaciones. —Sabía que mentía. Jayden odiaba los hospitales, no podía gustarle ser doctor.

Vane: Es una lástima. Pero mírale el lado bueno, puedes intentarlo justo ahora. Si haces que me sienta mejor para mañana demostrarás de qué estás hecho.

Jayden: Esa es una buena idea. Ya me veo con título... Doctor Jayden Hernández, suena bastante bien.

El resto del desayuno la pasamos hablando de su profesión y su asistente Flor, la inocente Flor que estaba secretamente enamorada de su jefe, pero este tenía a alguien más en su vida, una chica que en más de una ocasión desestabilizó su mundo y buscaba hacerlo una vez más. Eso no fueron mis palabras, que conste, fueron las suyas.

Después de tomar un baño bajé a la cocina y juntos salimos al patio, donde pasamos el resto del día. Seguíamos en ese pequeño momento de querer saber absolutamente del otro, nuestros pasatiempos, nuestras posturas antes ciertos temas. Hablamos incluso de política, y debía reconocer que fue muy interesante. Estar con Jayden era interesante, punto.

El jardín era un lugar al que pocas veces veníamos. Teníamos piscina y no hemos estado en ella, debería ser un pecado. Junto a ella había un comedor de cristal con una sombrilla encima, y algunas tumbonas del otro lado de la piscina. El resto era una pequeña caseta al fondo, mucho césped bien cortado por el jardinero, y varios arbustos. Era una casa agradable, así como el vecindario.

A la hora del almuerzo le dije a Jayden que yo iría a decirle a Esmeralda que comeríamos fuera, siguiendo con la broma de los doctores. Pero no bien entré en la cocina me detuve. Mi nombre salió de la boca de Tara, una de las sirvientas. Se veía mal lo que estaba haciendo, pero no pude ocultar mi curiosidad y me escondí un poco para que no me vieran.

Jayden me daba la espalda, por eso no me veía fisgoneando en estas cosas.

Tara: En serio, señora Esmeralda, no parece que estuviesen casados por obligación.

Eso no me sorprendió. Ellos sabían la situación, eran un equipo discreto, y digamos que no era sencillo guardar ciertos secretos. Por supuesto obviamos nuestros detalles, pero dejamos a entender que este matrimonio no era precisamente por amor, y que en caso de necesitarlo contaríamos con su ayuda y discreción.

Esmeralda: Niña ponte a trabajar —la regañó Esmeralda.

Tara: Es que los miro y los veo así, no super enamorados, pero hay química, ¿sabe? Siento que se enamorarán. Será como una de las telenovelas. Ella se enamora de él y él le confiesa que siempre estuvo enamorado de ella —Suspiró soñadora. ¿Pero qué decía?—. Aunque ninguno quiere dar el siguiente paso, ¿usted por qué cree que será?

Esmeralda: No todo en la vida es cuestión de velocidad, hay relaciones que se toman su tiempo, sus espacios. Hay cosas que deben cambiar lentamente y con paciencia. No como tú, que a cuanto hombre aparezca ya quieres abrirle el corazón. Debes tener cuidado, y dejar de hablar de temas que no te incumben. Su relación no tiene por qué debe ser de nuestro interés.

Tara: Es que interés es lo que hay —Volvió a suspirar soñadora, y por alguna razón me la imaginé dando vueltas por la cocina con cara de enamorada—, es obvio. Me encantaría que se enamoraran. Algo me dice que cuando se den cuenta de que se aman será un momento mágico, especial. Él la besara y le confesara su amor, y ella temerá que le rompan el corazón, pero verá en sus ojos que él jamás sería capaz de hacerlo, por ello también le dice que lo ama. Las cosas serán un poco extrañas al principio, pero después todo irá sobre la marcha, y cuando se quieran dar cuenta tendrán muchos hijos.

Mi boca se abrió por completo. ¿Eso hacía esta chica en su tiempo libre? ¿imaginarse historias sin sentido y por demás románticas? Bueno, debo reconocer que una historia así me conmovería y también me gustaría, pero de eso a aplicarla con Jayden y conmigo habría una gran diferencia. Él jamás me confesaría su amor como un poeta, y yo no le temo a enamorarme... Un momento.

Sacudí la cabeza. ¿Pero qué estoy pensando? Claro que no pasará nada entre Jayden y yo.

Dejando eso de lado entré en la cocina y le avisé a Esmeralda que comeríamos fuera. Tara me miró unos segundos demás, como si temiese que la hubiese escuchado, pero no hice nada para darlo a entender. Por más que la idea me incomodara, su mente era suya y ahí podía imaginar todo lo que quisiera.

Me quedé un poco pensante mientras comíamos, Jayden quizás lo adjudicó a lo mismo que ayer, que no tenía ganas de hablar. Pero no era eso. La sensación de que algo estaba cambiando seguía creciendo, y con lo que dijo Tara se expandió un poco más. Temí que tuviera razón, o en todo caso, que fuese yo quien terminara enamorada de Jayden. Es mi mejor amigo, así lo veo, pero hay ocasiones en las que no lo siento así y si soy sincera, prefiero no pensarlo. Jayden es mi mejor amigo, cambiamos un poco, pero eso no lo cambiaba todo.

Yo jamás lo vería como algo más.

En la tarde dimos una vuelta por el jardín, eran las cinco y todo se veía muy agradable. La brisa movía levemente mi cabello suelto. Jayden iba a mi lado, ambos en silencio.

Vane: Gracias – le dije después de un rato, obteniendo su atención—, gracias por cuidar de mí.

Jayden: Estaré siempre que me necesites - habló de una forma tan natural que se me apretó el estómago.

De esos momentos hablaba, cuando sus palabras me llegaban de forma diferente a como deberían.

Vane: Lo sé. Pero de igual forma agradezco que lo hayas hecho. Eres un poco mandón y todo, pero te quedaste conmigo, hiciste lo que te pedí sin quejarte y ahora estás aquí, pudiendo estar en otras partes. Eso solo lo hace un verdadero amigo, y sé que tu eres el mejor de ellos.

Tenía que aclarar eso último en voz alta.

Él sonrió de forma cálida, mientras me tomaba del brazo para detenernos.

Jayden: Oye, no es problema. Eres una paciente un poco testaruda, pero jamás dejaría que te quedaras aquí sola, no me lo perdonaría. Además, se que tú harías lo mismo, ¿o no? —Tomó mi mentón con su mano y me hizo verlo a los ojos. Estaba más cerca de lo que pensé—. Y sobre lo que dijiste ayer, no piensen en eso, ¿bien? Las cosas no han cambiado, me conoces tanto que incluso me asusta un poco por las cosas que podrías hacer, pero también me alegra. Es como si no todo hubiese cambiado, como si no todo hubiese avanzado —Acercó su rostro al mío. La luz dio de lleno en sus ojos y por un momento sentí que me derretiría ahí mismo—. Eres demasiado importante para mí, Vanessa, y no quiero que te sientas insegura de esto que tenemos.

No esperé que se acercara más y besara mis labios, no esperé que quisiera hacerlo, y no esperé que me gustara tanto como lo hizo. Sus labios me bañaron con la calidez típica suya, los envolvieron con cariño, y por muy incorrecto que se escuchara, sentí unas cosas comenzar a moverse en los profundo de mi estómago.

Se alejó poco después. Yo estoy mareada y descolocada.

Jayden: Y no dejemos que esto que intentamos ahora también nos arruine —dijo sobre mi rostro, como queriendo entrar a mi cabeza y ver todo lo que pasaba por ella.

Pasaban muchas cosas.

Vane: No lo hará, nuestra amistad no se verá afecta por esto. Te lo aseguro.



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