18) Estar ardiendo
Tarde pero seguro.
Disfrútenlo y disculpen que me desaparezca tanto, jejeje.
Lo primero que pensé fue que no quería abrir los ojos. En cuanto la alarma comenzó a sonar junto a mí la apagué con un dolor de cabeza que amenazaba con taladrarme el alma. Después de ello traté de dormir un poco más, pero el sueño se me dificultó. El dolor de cabeza, el repentino frío, la mente perturbada y la garganta apretada me impidieron descansar.
Sentí que pasó una eternidad cuando resoplé y desistí. Con pesadez abrí los ojos.
¿Qué me pasaba? Anoche solo me dolía un poco la cabeza.
La verdad cayó sobre mí casi un instante después... Me enfermé.
Renegué dentro de mí. No, no, no. No puede ser.
La cabeza me palpitó, y dejando ese problema de lado por un momento me concentré en abrir los ojos, entrecerrándolos un poco al sentir la luz de afuera irritarlos más. ¿Cuánto tiempo pasó?
Me levanté con pereza, envolví la sabana alrededor de mi cuerpo porque sentía que me congelaba, aunque también sentía que sudaba. Mi cuerpo pesaba mientras caminaba por los pasillos rumbo a la cocina para ir por un analgésico, y me obligué a pensar que no podía no ir a trabajar hoy.
Puedo estar enferma, pero tengo una responsabilidad y debo cumplir con ella.
Cuando pasé la puerta de la cocina vi a Jayden sentado en la mesa con un traje negro y camisa blanco puestos. Saber que todavía estaba aquí me alivió un poco, eso quería decir que no era tan tarde, aunque sentí que pasó una eternidad desde que apagué la alarma hasta que abrí los ojos.
Busqué a Esmeralda con la mirada para pedirle la pastilla, pero no la encontré por ningún lado, así que arrastrando la sabana por el suelo me acerqué a alacena del fondo.
—Jayden: Todavía no es Halloween —se burló con un tono cómplice Jayden, sin ser consiente de que estaba a un paso de cerrar los ojos y quedarme dormida en medio de la cocina.
—Vane: Pensé que podría comenzar antes. —Mi voz salió carrasposa y apagada.
Tragué saliva. Eso sonó horrible.
Jayden me miró con el ceño fruncido, como si al fin se diese cuenta de mis estado. Pero yo tenía otras metas ahora mismo. Así que me acerqué a la alacena, tomé la perilla, tiré de ella y... No abrió.
Volví a tirar con todas mis fuerzas pero no abrió. ¿Pero qué le pasa? Tiré una vez más y lo mismo.
Para este punto ya estaba cansada.
Sentí como el aire a mi alrededor cambiaba, un calor casi arrollador se plantó detrás de mí, muy cerca, y una fragancia discreta se coló en mi nariz. Hice una mueca con la nariz. No me gustaba ese olor en ese momento.
Una mano se elevó sobre la mía y con un simple movimiento abrió la puerta de la alacena.
¿Pero qué...?
—Jayden: ¿Todo en orden? —preguntó Jayden detrás de mí.
—Vane: Sí.
Y no lo creyó. Buscó mis codos entre ese lío de sabanas y cuando los encontró me dio la vuelta.
¡Pero qué alto era!
Levanté la vista hacia sus rostro que me miraba con las cejas alzadas. Vaya, tenía un cabello muy lindo.
—Jayden: ¿Segura?
—Vane: Sí. —y otra vez mi voz se escuchó rasposa.
Él, sin creer una palabra llevó una de sus manos a mi frente y me estremecí. Se sentía muy fría. De repente dejó de hacer frío, comenzó a hacer calor, y como si quemara me quité la sabana de encima.
—Jayden: Estás ardiendo —dijo cuando apartó la mano. Me miró con el ceño fruncido, de repente estaba enojado conmigo—. ¿Por qué no me dijiste que estabas enferma?
—Vane: No me ha dado el tiempo... Jayden, estoy enferma... creo. —En contra de lo que pensé no le hizo gracia lo que dije.
Se llevó una mano a la cara y resopló. Parecía entre preocupado y frustrado, y yo no podía dejar ver cómo sus brazos se apretaban a la tela del traje. Tenía brazos grandes, y fuertes.
—Jayden: Debí darme cuenta esta mañana.
Esta vez fue mi turno de fruncir el ceño.
—Vane: ¿Esta mañana?
—Jayden: Sí, estabas más cálida de lo usual. —Mi corazón se detuvo abruptamente.
—Vane: ¿Cómo?
Dejó la seriedad de lado... un poco.
—Jayden: Me abrazaste toda la mañana. Estabas casi sobre mí, ¿no te diste cuenta?
Negué con la cabeza, abochornada.
—Vane: No, claro que no.
—Jayden: Qué raro, creo que te escuché ronronear. —Mis ojos se abrieron con sorpresa.
Dios por favor no.
—Vane: Dime que estás bromeando —le supliqué.
—Jayden: No, a mí también me tomó por sorpresa. —Suspiró y dejando ese tema de lado, algo que no quería porque necesitaba saber qué cosas hice en mi inconsciencia, tomó el botiquín que estaba ahí—. Ve a la cama.
—Vane: Estoy bien —me rehusé. Solo debía tomar una pastilla, dejar que el dolor de cabeza e ir por un baño para después ir al trabajo. Y si conocía un poco a Jayden sabía que esa no era su idea.
—Jayden: Ve a la cama —repitió.
—Vane: Jayden.
Sus ojos bajaron a los míos con molestia. Seguía sin creer que fuese tan alto. Aunque desde que lo volví a ver soy consciente de ello, especialmente hoy creo que se veía más grande que yo, más impotente y fuerte, y la mirada en sus ojos logró intimidarme un poco.
—Jayden: Sube... a la habitación... y ve... a la cama —me ordenó—. Iré en un momento.
Resoplando subí a la habitación. No quería pelear con él hoy, tampoco quería faltar al trabajo, pero de solo pensar en revisar papeles se me irritan los ojos, y el cuerpo de por sí cansado se me cansa mal. Pero no podía faltar. Todavía me siento cohibida con el puesto. Es mucho que administrar, y siento que algunos me miran como si fuese muy joven para la presidencia. He tratado de ser lo que el puesto requiere, eso va en contra de mi personalidad un tanto infantil, pero aun así siento que muchos esperan que el lugar me quede grande, o me miran como si me quedara mucho camino por recorrer.
Lo sé, todo eso lo sé, y es por ello que no me quería quedar en cama hoy por muy enferma que estuviera. Tenía que seguir demostrando de qué estoy hecha, si ellos podían tomarse una pastilla e ir al trabajo, yo podía hacer lo mismo.
Mientras reflexionaba sobre esto la puerta se abrió y por ella pasó Jayden con un vaso de agua y la pastilla que no me dio tiempo a tomar. Como estaba sentada en el borde de la cama no hizo más que sentarse a mi lado y tenderme las dos cosas, con insistencia. Me escudriñó todo el proceso, cuando le devolví el vaso lo dejó a un lado, y en el momento en el que intenté darle las gracias introdujo un termómetro en mi boca. Ni siquiera sé de dónde lo sacó.
Me trataba como a una niña pequeña. Tanto era así que unos minutos después sacó el termómetro y su ceño se frunció al ver el resultado.
—Jayden: Treinta y ocho —Me miró con acusación—. ¿Qué demonios pasó?
Mi ceño se frunció.
—Vane: ¿Por qué estás enojado? No fue mi culpa enfermarme.
Como si se diese cuenta de que se estaba portando como no debía, suavizó la expresión.
—Jayden: No estoy enojado, preocupado es la palabra —Me miró con insistencia—. ¿Tienes una idea de por qué tienes la temperatura tan alta?
—Vane: Ayer me mojé sin querer. —Tan rápido como llegó su calma desapareció. ¡Parecía mi papá!—. Fui por unos cafés, no pensé que comenzaría a llover de la nada.
—Jayden: Estaba nublado —aclaró.
—Vane: Pero no me di cuenta. Se me hizo tarde y no me fijé en el clima —y esta vez fui yo quien se enojó—. ¿Por qué no me levantaste?
—Jayden: Te veías cansada —Se encogió de hombros—. Así como esta mañana. Debes descansar —resolvió.
—Vane: No puedo. Debo ir a trabajar, tengo muchas cosas que hacer.
Sus cejas se alzaron con algo de diversión.
—Jayden: ¿Me dirás a mí que no descansarás? Qué poco me conoces.
—Vane: Pero esa es la verdad, siento que ya no te conozco. —Bajé la cabeza. No lo conocía, o al menos no como antes.
Él, que estaba a un paso de ponerse de pie se detuvo y me miró con ternura, como si además de preocuparle, le afectara que no lo conociera.
—Jayden: No he cambiado. Sigues siendo quién más me conoce.
—Vane: No lo creo.
—Jayden: Lo eres.
Sin decir una palabra se levantó y se acercó a la puerta.
—Jayden: Ahora entra a la cama y más te vale que estés ahí cuando vuelva. Le diré a Génesis no podrás trabajar hoy. Después llamaré a Juanca.
—Vane: ¿Para?
Me miró con obviedad.
—Jayden: Hoy me quedaré a cuidarte —y con eso salió de la habitación.
Me sentía tan divida, tan confundida. Por una parte estaba lo que pensarían de mí en el trabajo, y por otra esto que estábamos creando con Jayden. Aunque haya dicho que era quien más lo conocía no lo sentía así, era como si lo hubiesen cambiado y este solo fuese una caratula de quién era.
Y esa era la verdad. En siete años se cambia mucho. Yo cambié ciertas cosas, y veo que él también lo hizo. Quería descubrir qué tanto lo hizo.
Unos minutos después entró en la habitación con una bandeja en las manos. Para ese momento me había quitado y puesto las sabanas dos veces. Me sentía incómoda. Incluso estaba sudando. Él se acercó con la bandeja, negó cuando vio mi frente perlada por el sudor, y después dejó la bandeja sobre mis piernas.
—Jayden: Debes ducharte.
—Vane: Primero debo comer, ¿no?
—Jayden: Es un tanto molesto que en los molesto serios hagas esos comentarios – renegó.
—Vane: Solo me parezco a ti, ¿O me lo vas a negar?
No dijo una palabra, en vez de ello se levantó, fue al baño y me dejó comiendo una sofá de pollo que casi no me supo a nada. Pero he de imaginar que si la hizo Esmeralda debía estar exquisita. Antes de terminarla Jayden salió del baño, y una vez la comida en mi sistema, me pidió que fuera al baño mientras él dejaba la bandeja en la cocina.
Y eso hice, quitándome el suéter que me cubría el cuerpo entré en el baño, me desnudé y entré en la ducha, solo para chillar unos segundos después.
¡El agua estaba helada!
Sentí como si me estuviesen cayendo duras piedrecitas encima, y maldije a Jayden. Dioooooos, tirité.
Ya estaba mojada, así que terminé de bañarme, me lavé los dientes, salí del baño con un humor de perros, y cuando lo vi en la habitación no hice nada por dirigirle la palabra... Eso fue un golpe bajo.
—Jayden: Me preocupo por ti —trató de justificarse.
—Vane: No era necesaria el agua fría —Me giré para encararlo—. Y en todo caso, debiste decirme.
—Jayden: ¿Te hubieses bañado?
No.
—Vane: No debiste hacer eso —dije en su lugar y me encerré en el armario.
El dolor de cabeza cedía poco a poco, pero seguía sintiendo a mi cuerpo pesado. Estaba cansada, y lo único que agradecía era no ir moqueando ni estornudando de aquí por allá, esas son las de gripes que duran varios días, y yo no podría quedarme aquí mucho tiempo.
Me sentí fresca, así que me puse una camiseta y unos short para no acalorarme otra vez.
Salí a la habitación y Jayden seguía ahí sentado en la cama, esperándome.
—Vane: ¿No tienes nada que hacer? —le pregunté, captando su atención hacia mis piernas y después hacia mis ojos.
—Jayden: ¿Cuidar de ti puede ser?
—Vane: Ah, claro.
Resopló.
—Jayden: Ven a dormir.
—Vane: Eres muy mandón, ¿lo sabías verdad?
Se rió. Mi enojo se disolvió un poco, pero solo un poco. No podía ir por ahí perdonándole todo, ¡Y menos que me haya hecho bañarme con agua fría de esa forma!
—Jayden: Claro que sí, es un talento natural.
—Vane: Es un dolor de cabeza —dije mientras me acercaba y me sentaba en la cama.
De inmediato me puse de pie como un resorte. Su atención viajó hacia mi gesto. Era como si me cuestionara en silencio.
-Vane: Hay muchas sabanas —me quejé y comencé a quitar las cobijas bajo su mirada divertida—. ¿No se suponía que debías cuidarme? Ayúdame.
—Jayden: Por lo que puedo ver se te quitó el enojo —ironizó mientras hacía lo que le pedí.
—Vane: Es tu culpa.
—Jayden: ¿Qué estés enferma? —se burló.
Hice una mueca desagrado.
—Vane: Y así soy yo la que hace comentarios fuera de tono en malos momentos.
Él sonrió con diversión, como si ocultara algo.
—Jayden: No digas comentarios fuera de tono, no creo que tengas idea de lo que son. —Mis cejas se alzaron con incredulidad.
—Vane: ¿Disculpa?
—Jayden: No vayamos por ahí, ¿bien?
—Vane: ¿Por qué no? —me crucé de brazos, viéndolo sacar la última cobija de la cama.
—Jayden: Digamos que si no lo entiendes es por una razón, y yo no quiero ser quien te ilumine la mente.
—Vane: No debe ser tan malo.
Sin decir una palabra terminó con la cobija, la dobló, y cuando iba a pasar a mi lado para dejarla sobre un sofá, se detuvo delante de mí y sonrió de una forma extraña, mientras se inclinaba hacia adelante.
—Jayden: Me gusta que no seas pervertida. —Me besó la frente con cariño, y sin ser consciente de mi estupefacción, se alejó hacia el sofá.
¿Así que a eso se refería cuando decía comentarios fuera de tono? Bueno, ahora que lo dice sí tiene un poco de sentido.
—Jayden: Listo, a dormir —me indicó.
—Vane: Quédate conmigo —le pedí mientras me acercaba a la cama—. No me quiero quedar sola ahora.
No tuve que pedírselo dos veces. Ya no tenía el traje puesto, sino ropa de andar por casa, así que sin ningún problema se metió en la cama conmigo y se me acercó un poco.
—Vane: ¿Podrías traer una de las sabanas? —le pedí y escuché como se reía.
—Jayden: Algo me dice que esto no será la mañana tranquila que tenía en mente.
Me quedé dormida abrazándolo, mientras él acariciaba mi cabello. Y no lo negaré, a veces sentía que esas muestras no eran tan fraternales, pero prefería no pensar en ello.
Dormí alrededor de cuatro horas, desperté porque debía comer. Mi tarde se resumió a estar en cama, con Jayden. Aproveché ese momento para hablar con él, teníamos mucho tiempo sin poder quedarnos así, abrazados y hablando de tonterías sin importancia. Ya no éramos niños que se abrazaban y jugaban con sus dedos mientras se decían tonterías, pero se sentía casi igual, y me gustó.
—Vane: Dime qué cosas cambiaste, qué haces ahora que no hacías antes.
—Jayden: Ejercicio.
Sin poder evitarlo me reí, él me acompañó.
—Vane: No seas tonto, hablo, bueno sí, del ejercicio, pero de otras cosas también, Ya sabes, pasatiempos, nuevos gustos, cosas por el estilo. Dime qué cambió.
—Jayden: ¿Por qué estás obsesionada con eso?
—Vane: No sé, siento que eres diferente. —Sus ojos me miraron desde arriba, incluso yo me confundía.
—Jayden: Quizás no yo no soy diferente. Quizás las cosas son diferentes.
Mi ceño se frunció. Había algo oculto en sus palabras y en sus ojos, pero no entendí qué.
—Vane: ¿Qué quieres decir?
—Jayden: Que tal vez los dos cambiamos cosas, cosas importantes.
El resto de la tarde hablé con él sobre ciertas cosas que cambiamos. Era fácil bromear, y descubrí también que Jayden podía ser paciente, cosa que antes no era su fuerte. A veces simplemente no quería hablar y me quedaba callada, él lo entendía y se quedaba en silencio también. En otras ocasiones hablábamos y reíamos mucho.
Me gustaba esta nueva confianza que estábamos creando, pero no podía quitarme la sensación de que algo había cambiado del pecho. No sabía qué, pero sentía como si la relación con Jayden no fuese la que tuvimos hace siete años.
¿Qué está cambiando ahora?
Bueno, bueno, Vane siente que la relación con Jayden ya no es la misma. ¿Qué estará pasando por su cabeza? ¿Por qué sientes esto?
¿Qué estará pasando por la mente de estos personajes?
Espero que les haya gustado el capítulo. Sé que no les gustan las excusas pero me gusta hablar con ustedes y decirle ciertos detalles de esta historia. Este capítulo también lo reescribí, no me gustó cómo quedó con la primera edición y no podía publicarlo así. Pero digamos que he tenido otras cosas que hacer y me dio un poco de pereza editarlo porque para mí era un desastre.
Espero que les haya gustado, y estoy tratando de organizarme para ser más ordenada y publicar más seguido. Dije que después de los veinte las cosas comienzan a estar mejor, pero me equivoqué, jejeje, es después de los treinta que las cosas salen más fluidas con los capítulos y me siento más conforme con ellos.
Pero calma, que esto no significa que tardaré diez siglos en actualizar.
¿Qué tal el capítulo?
¿Esperan la continuación?
Espero que les haya gustado, y agradecería que votaran y dejaran algún comentario, es muy lindo leerlos.
Y sin más que decir, aquí se despide su escritora, editora, y publicadora. Adiós, personitas del mundo, nos vemos prontito 😉
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