16) Comenzando en un nuevo trabajo
Me perdí un buen rato, ¿no?
¿Alguien me extrañó aunque sea un poquito?
No les voy a decir que a partir de ahora las actualizaciones serán más seguidas porque ahora mismo estoy atascada en un mal de responsabilidad que cada vez es más profundo y del cual es difícil salir. Per ya casi vienen esos capítulos a los que solo les tengo que hacer unos retoques, porque estos he tenido que reescribirlos en su mayoría porque no me gustaban y creo, no me crean del todo, que ya después de ahí veremos el horizonte y las maravillas que nos traerá.
Espero que me tengan un poquito de paciencia porque nunca los dejaré abandonados ni a la historia, y también disfruten de las locuras de mi mente, porque esto lo hago con cariño para mí y con más cariño para compartirlo con ustedes.
Al final me dicen qué les pareció el capítulo. Me anima mucho más a escaparme un rato y escribir saber que a alguien le está gustando lo que estoy haciendo😉
En tanto su mirada se posó en la mía la dirigió hacia la pared que quedaba al otro lado de la habitación, como si verme le quemara los ojos y no quisiera denigrar la poca dignidad que me quedaba.
Recogí la toalla de inmediato, me la puse y salí corriendo al armario. Cuando estuve ahí gruñí con frustración.
Nada más a mí me pasan estas cosas.
Como pocas veces hacía, maldije al mundo por ser tan cruel. ¿Tuvo que ser justo cuando estaba entrando? Ahora de seguro pensaba que era una depravada o una exhibicionista. No lo juzgaría si estuviese armándose mil hipótesis en la cabeza y recogiendo sus cosas para dormir abajo.
¿Cómo iba a enfrentar eso?
Dejándolo por un lado me vestí por la pijama más grande que tenía. Pensaba que de esa forma no pensaría mal de mí, como si el sol fuese capaz de taparse con un dedo, o en este caso dos piezas de ropa bastante holgadas.
No saldría de ahí en un buen rato.
Y no lo hice. Me quedé en el armario lo que pudieron ser años pero nada más fueron quince minutos, y después de llenarme de valor, diciéndome que Jayden no iba a juzgarme por esto, decidí salí.
Me temblaban las manos. Él estaba en la cabecera de la cama con la cabeza apoyada de la pared y los ojos cerrados, como si estuviese pensando algo. No sé cómo, pero ya estaba vestido con su pantalón de vestir y nada más... como siempre.
La vergüenza se instaló en mis mejillas con un sonrojo. ¿En serio me vio desnuda? Debía ser una broma o un mal sueño. ¿Cuántos casos de mejores amigos que accidentalmente se veía desnudos habían? Ninguno que yo supiera.
Como si me sintiera, sus ojos se abrieron y se centraron en mí mientras trababa de llegar a la cama... Me detuve de inmediato.
Se me quedó viendo, yo me le quedé viendo, ninguno decía nada y la verdad había que decirla... Nos sentíamos incómodos.
Él no sabía que decir, yo menos. Si me esforzaba un poco podría escuchar mis latidos en mis orejas, así que no veía por ninguna parte mi capacidad para romper el silencio ni nuestras miradas.
Después de unos segundos él lo hizo, apartando la vista de mí y acabando con ese momento de tortura vergonzosa.
—Jayden: Eso fue extraño —soltó con la vista clavada en su manos.
Hubiese preferido que no dijera nada. No, de hecho prefería que dijera eso a pesar de que ahora mis mejillas parecieran el rojo en el semáforo. Aun colorida me acerqué a él y me senté en la cama.
—Vane: Más que extraño —concordé.
—Jayden: ¿Te parece mejor si lo olvidamos? —Más que mejor—, a fin de cuentas no llegué a ver mucho.
Y ahí se fueron mis ganas de seguir en la misma habitación, es más, en el mismo ecosistema. ¿A los peces no les gustará la compañía? Soy buena contando chistes marinos.
Hice un mueca, creo que hasta solté un suspiro lastimero porque me miró con arrepentimiento.
—Jayden: Eso no ayuda, ¿cierto?
—Vane: No —zanjé—. En serio me pregunto por qué estás cosas me pasan a mí. La vida me está demostrando que no le agrado, que algo le hice y se está cobrando con creces.
—Jayden: No fue tan malo. —Lo miré con los ojos abiertos.
¡¿Acaso olvidó que hace unos minutos le mostré cómo Eva recibía a Adán en el jardín del Edén?!
—Vane: Me viste desnuda —le recalqué.
—Jayden: No eres la primera a la que le pasa. —Se encogió de hombros con algo de indiferencia, como si el asunto pudiese olvidarse de lo más sencillo.
Mi ceño se frunció y un sentimiento extraño se centró en mi pecho.
—Vane: ¿A muchas se les ha caído la toalla delante de ti?
¡Rayos! Eso debía ser mucha suerte.
Sus ojos se abrieron de inmediato y comenzó a negar con las manos, nervioso.
—Jayden: No, no, claro que no —se apresuró a decir—. Dios, pero que mente tienes. Digo que no eres a la primera a se le cae la toalla frente a alguien.
—Vane: Aaaaaah, yo pensaba. —Me sonrojé por pensar en ello. No era una persona pervertida, pero fue lo primero que me pasó por la cabeza cuando dijo que no era la primera a la que le pasaba.
¿Qué esperaba que pensara?
—Jayden: Eres terrible —me ofendió.
—Vane: fue tu culpa por no especificar bien —Me acomodé en la cama y le di el frente, dejando el momento incomodo de lado... Como dije, con Jayden era difícil sentirse incómodo—. ¿Tú conoces a alguien a quien le haya pasado?
En contra de lo que esperé, sus mejillas comenzaron a sonrojarse y algo me dijo que no se daba cuenta. Su mirada me esquivó y se dirigió hacia la pared detrás de mí. En mi cabeza se abrió pasó el entendimiento y con todas mis fuerzas contuve reír.
—Vane: Jayden —alenté cuando no me respondió.
—Jayden: Sí —contestó a mi pregunta como si no quisiera hablar del tema.
Mis cejas se alzaron con diversión. Era divertido hacerlo sentirse incómodo y abochornado. Sé que está mal y no me gustaría que me lo hiciera, pero muy pocas cosas lo afectaban y quería aprovechar cada oportunidad que tuviese. A fin de cuenta eso hacen los amigos.
—Vane: ¿Y quién es? —Me incliné hacia adelante.
—Jayden: Una persona.
—Vane: ¿Y cuál es el nombre de esa persona?
Se giró a verme con determinación.
—Jayden: ¿Para qué quieres saber?
Hice uno de esos pucheros que sabía, manipulaban a todo el mundo. Aprendí que funcionaba a los once, cuando mis padres dejaron de castigarme porque lo hice y casi me puse a llorar en medio de la cocina hecho un desastre por mi intento de cocinar. De seguro por eso era un tanto caprichosa e insistente.
—Vane: Porque me siento incómoda y saber que a alguien más le pasó lo mismo me haría sentir un poco mejor... Más cómoda.
Sus ojos se entrecerraron un momento, estudiándome. Traté de no decirle nada con mis expresiones, pero creo que fallé porque de un momento a otro simplemente sonrió como si supiera lo que planeaba y tuviese la vida resuelta.
—Jayden: Buenas noches —dijo, antes de acostarse dándome la espalda y cubrirse con las sabanas.
Mis ojos se abrieron y de inmediato me rehusé a dejarlo en paz hasta que no me dijera, es por ello que me arrojé sobre él y lo escuché quejarse pero también reír.
—Vane: Vamos dime —le ordené sin quitarme de encima.
—Jayden: Por supuesto que no. —Se rió cuando lo golpeé con suavidad, en forma de broma.
—Vane: Que me digas.
—Jayden: Eres muy agresiva, ¿Lo sabías? —Se removió y se volvió a reír cuando lo golpeé otra vez con mis puños miniatura. A veces odiaba ser tan pequeña, todos eran más grandes que yo.
Resoplé y lo moví.
—Vane: Vamos, dime.
—Jayden: Bueno, bueno. —Se giró con una sonrisa divertida en la cara y con ella me miró. Sus ojos brillaban y era obvio que todo esto dejó de incomodarlo y ahora solo le divertía mi insistencia—. Sabes que fui yo.
Rodé los ojos.
—Vane: Claro que sé que fue a ti, ¿pero quién te vio?
Él volvió a reír y terminó de acomodarse y así yo estaba sobre su pecho y sus manos descansaban en mi espalda baja. En cualquier otra ocasión y con cualquier otra persona me hubiese sentido incomoda, pero me gustaba estar así con Jayden. Me hacía sentir cómoda y agradable.
Lo miré a los ojos con la expectación en ellos.
Él rodó los ojos, sabiendo que siempre conseguía lo que quería y lo molestaría toda la noche si no me decía.
—Jayden: Mi mamá.
—Vane: Eso no tiene nada de malo. —Qué decepción. Yo pensando que era más interesante.
—Jayden: A los veintiuno.
Eso si me interesaba. Hace un segundo intentaba alejarme de él pero con la nueva información me acomodé incluso mejor.
—Vane: Dímelo todo —lo alenté con mis oídos bien parados y listos para escuchar.
Él rió.
—Jayden: Por supuesto que no.
—Vane: Por supuesto que sí. Estamos en confianza, ¿no ves? —Nos señalé y la posición que fácilmente podría malinterpretarse.
—Jayden: sí —Se inclinó hacia adelante, acercándose a mí, y después de sonreír me besó la nariz. Por alguna razón mi corazón se sobresaltó, al igual que mis nervios. Se dejó caer en la almohada como si nada. Yo me descoloqué—. Pero hay cosas que es mejor no decirlas.
Me quedé callada.
¿Qué demonios fue eso?
—Jayden: ¿Estás molesta? —preguntó con el ceño fruncido en confusión, yo no podía hablar. Todavía sentía como me cosquilleaba la nariz—, ¿En serio te vas a enojar por esto?
Traté de alejarme de él, pero me sujetó de la cintura y afianzó su agarré ahí manteniéndome quieta. Por lo que estaba sintiendo eso se me hizo más extraño... más íntimo.
Oh, Dios.
—Jayden: Bien, bien, te lo diré —contestó con resoplido—. No fue la gran cosa. Un día mamá entró a mi habitación a buscar la ropa sucia y yo me iba a cambiar. Me miró desnudo... Durante un rato, con la excusa de que me dio la vida y todo lo que tenía salió de ella. Me traumó de por vida con eso.
Su ceño se frunció cuando me le quedé viendo. Y se frunció más un segundo después.
—Jayden: ¿Por qué estás sonrojada?
¡¿Qué?!
Me levanté de un salto y por lo improvisto del momento me dejó ir sin poner resistencia.
—Vane: Tengo calor – Me miró como si estuviese loca. ¡Estaba haciendo frío afuera, acabamos de darnos una ducha porque nos congelábamos y encima yo era hipersensible al frío!— Digo... es que... Ay Dios, ni sé qué decir. ¿Mejor dormimos ¿no?
—Jayden: ¿No dirás nada sobre lo que te dije? —Se incorporó y me puse más nerviosa.
—Vane: No, ahora no, tal vez mañana. No se lo diré a nadie, te lo prometo —hablaba rápido, y más rápido me acosté a su lado y apagué la lampara—. Buenas noches.
Se quedó callado un rato. Me sentí ansiosa, quizás pensaba recriminarme o le parecía extraña, pero después de un rato susurró un extrañado:
—Jayden: Buenas noches.
Sabía que me estaba comportando raro, pero la situación de por sí lo era y no me gustaba nada.
( * )
Entré a la cocina con una gran sonrisa en la cara. Hoy era lunes de la segunda semana, eso significaba una cosa... Comenzaría a trabajar como presidenta de las empresas de papá, ahora mías.
Las cosas con Jayden volvieron a su lugar. Fue un pequeño momento de locura que tuve aquella noche, a fin de cuentas tenía mucho sin relacionarme con nadie y comenzaba a hacerme efecto. Lo mejor era no darle importancia porque podría volverse un problema.
Problema como mis celos de mejores amigos. Verónica volvió algunos días después y Jayden, quien se pasó esos primeros días conmigo, comenzó a dejarme de lado por ella. Sé que está bien, a fin de cuentas son novios y todo eso, pero me incomodaba un poco. Nunca lidié con una relación seria de Jayden, él jamás me dejaba de lado para irse con alguien y cuando era así discutíamos, así cuando yo lo dejaba de lado. Eso me daba una muestra de la magnitud de todo esto, del cambio que tuvimos los dos, principalmente él.
A veces, en medio de la noche cuando el insomnio no me dejaba dormir, me preguntaba qué estaba sintiendo Verónica. Si bien me incomodaba su presencia por alguna razón, era consciente de que si para mí era incomodo todo esto, para ella lo era mucho más y me empatizaba un poco con ella. A mí no me gustaría dejar a mi novio con alguien más, de solo pensar en las ideas se aparece ese sentido de propiedad tan inapropiado que tenía.
Lo admito, soy muy celosa.
Hoy desperté por la alarma que estaba segura, comenzaría a odiar con el tiempo. Después bañarme y arrojarle un cojín a Jayden para que se despertara, me cambié y salí de la habitación con la idea de ir por el desayuno.
Esmeralda y el equipo ya estaban devuelta.
—Vane: Buenos días —la saludé cuando entré.
—Esmeralda: Buenos días —saludó ella con una sonrisa agradable.
Me gustaba Esmeralda, era muy tranquila y tenía ese aura de abuela sabía y cariñosa que tanto me agradaba.
Tomé asiento en la mesa y poco después mi desayuno estuvo frente a mí y el apetito que por los nervios desapareció, apareció con ganas de devorarse hasta la mesa.
Sin esperar a Jayden comencé a comer, y poco después lo vi entrar en la cocina con una sonrisa y la mirada brillante de emoción.
—Vane: ¿Feliz?
Su atención se fue hacia mí, y después de saludar a Esmeralda, se sentó a mi lado y besó mi mejilla como le era costumbre.
—Jayden: Emocionado más bien. —Miró todo lo que había sobre la mesa—. Esto es una delicia —Se giró a verme—. Pero tú ya lo sabes. —Se rió y con confianza me quitó un poco del desayuno de la comisura de los labios.
Eran detalles distraídos, cosas que a Jayden le parecía normales no importaba la persona, pero algo dentro de mí comenzaba a verlos de otra manera, otra manera que era incorrecta.
—Vane: Tenía mucha hambre —le contesté y centré mi atención en comer otra vez, en silencio.
Últimamente pasaba mucho cada vez que malinterpretaba sus gestos.
—Jayden: Te pondrás el traje que te regalé, ¿cierto? —preguntó después de un rato.
—Vane: ¿El que te llamaba? Claro —bromeé y él resopló—. Es un símbolo, y si este día se puede hacer más especial de lo que ya es pues mejor que mejor.
El resto del desayuno nos la pasamos hablando de el trabajo y la nueva responsabilidad. Ninguno mintió con respecto a no tener nervios. Tendríamos una gran responsabilidad a partir de ahora y daba miedo, daba mucho miedo. Muchas personas dependerían de mí, de mis decisiones, estaré a cargo de algo grande, y aunque estuviese preparada eso no quitaba que no sabía bien cómo se darían las cosas y que no estaba lista para todo.
Estaba muerta de miedo.
Después del desayuno subí a cambiarme por el traje y Jayden hizo lo mismo. Sonreí cuando vi que ambos llevábamos trajes azules oscuro, cabellos arreglados, sonrisas resplandecientes y reloj, él el que le di en navidad y desde entonces nada más se quitaba para bañarse, dormir, o cuando no salía en todo el día. Le gustaba tenerlo cerca.
—Jayden: ¿Alguna vez te dije que te ves bien formal? —preguntó, después de darle una repasada al atuendo, que debía decir, me quedaba bastante bien.
Se me apretó un poco el estómago.
—Vane: No.
—Jayden: Bueno, te ves hermosa con trajes. —Su sonrisa y sus palabras me descolocaron por un momento.
¿Por qué me decía aquello?
No debes pensar en eso, me recordé. Solo son gestos naturales de Jayden, nada más.
—Vane: Tú igual. —Se alisó el traje como si ya lo supiera. Rodé los ojos—. Eres muy egocéntrico, ¿lo sabías?
—Jayden: Yo no dije nada. —Se encogió de hombres y, después de tomar mi bolso, me acerqué a él, quien tenía la puerta abierta.
Salimos de la casa y después de un beso en la mejilla y deseándonos suerte, cada uno fue a un punto distinto. Él a la empresa de tu padre, yo a la de mi padre, ambos con la tarea de dar lo mejor de nosotros y llevar la compañía a niveles nuevos e inexplorados.
Mi corazón se sentía pesado por la emoción y los nervios. Las manos apenas las controlaba. Pero estaba decidida a no dejarme amedrentar. Yo podía con esto, trabajé por esto, luché por esto, y aunque la forma en la que lo conseguí fue un tanto ruin no me arrepentiría.
Era mi momento y lo sabía.
Al llegar a la empresa dejé de pensar.
Cuando entré a recepción, una que conocía perfectamente, encontré a una chica joven, de cabello corto que llegaba un poco más arriba de los hombros; rubia, delgada, y de ojos castaños amables, detrás de su escritorio como de costumbre.
—Vane: Buenos días, Lana —saludé con una sonrisa.
Lo estás haciendo bien, me animé. Me temblaban las piernas a más no poder pero seguía de pie y sonreía, eso era un gran logro.
—Lana: Buenos días, Señora Hernández —contestó ella con su habitual gesto cordial y amigable—. ¿Cómo está?
—Vane: Muy bien, un poco nerviosa pero sobre todo emocionada, ¿y tú?
—Lana: Feliz de tenerla aquí. —Me guiñó un ojo con un poco de complicidad. Jamás deja de hablarme de usted, pero entre las dos se instaló una complicidad agradable mientras era una aprendiz. Incluso nos dábamos cosas de vez en cuando, claro, sin romper los límites de la confianza profesional.
—Vane: Yo también estoy feliz. ¿Sabes si papá está aquí? —Esperaba que sí. Hoy más que nunca necesitaba que estuviese controlando y supervisando todo lo que hacía.
—Lana: No, el señor Méndez no ha venido hoy. Pero sí envío a alguien —Mi ceño se frunció. ¿A alguien?—. Fue lo único que me pidieron, le comunicara a usted. Está en su oficina.
Esto era extraño. Sin embargo, sabía que si le pedían a Lana no decir nada, ella no diría nada, así que mejor no insistir.
—Vane: De acuerdo. Muchas gracias, Lana —dije como despedida.
—Lana: De nada, es un placer.
¿A quién habrá enviado mi papá para que me vigilara?
Con esa pregunta en mente entré en el ascensor, donde encontré a algunos empleados que se dirigían a distintos pisos. A algunos los conocía, a otros no, pero de igual forma los saludé a todos. Cada uno salía en diferentes pisos hasta que por fin llegué sola al último, en el que antes trabajaba papá y ahora yo. Aquí solo trabajaban los ejecutivos.
Al salir del ascensor lo primero que noté fue ese enorme pasillo que me llevaba al el área de recepción y mi nueva oficina. Y sin más, sintiéndome un tanto extraña por caminar por ahí como presidenta, caminé por ellos hasta que llegué a recepción y saludé a Mildred, la secretaria de papá... Mi secretaria.
La saludé, y decidiendo terminar con la incertidumbre de una vez me asomé a mi oficina. Al abrirla mi boca casi se cayó al suelo. Había alguien muy cómodamente en mi silla. Su pose despreocupada me descolocó casi tanto como la sonrisa que me dio cuando dejó de jugar con un lápiz y me miró.
—Buenos días —dijo con pose relajada y feliz. Alcé mis cejas con incredulidad. ¿Qué estaba haciendo aquí?—. ¿Así es como me saludas?
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