15) Un año nuevo... diferente

La semana pasó dentro de casa. Como pocas veces pasaba aquí, comenzó a nevar y eso significaba una cosa... Más frío. Lamentaba no poder disfrutar de la nieve, pero tampoco quería arriesgarme demasiado a congelarme los dedos o morir de hipotermia. Solo salí casa de mis padres porque insistían en verme, al departamento de Génesis, y después de ahí me pasé los días encerrada con Jayden.

Tampoco estuvo tan mal.

Tenía planeado volver al departamento a ver a Génesis, por lo que desperté temprano, fui al baño, luego al armario, y dejando a un Jayden dormido bajé a hacer el desayuno. Si era sincera, no me acostumbrada del todo a todo esto. Cada que iba al departamento sentía añoranza por las cosas que hicimos, las miles de locuras que armamos, lo que maduramos. Ese departamento nos vio en todas nuestras facetas y lo extrañaba. Vivir con Jayden no estaba mal, me agradaba compartir mi tiempo con él, pero no era lo mismo. Con mi mejor amiga hacíamos locuras que eran increíbles, nos pasábamos los días estudiando y la escuchaba chismear y quejarse todo el tiempo. En este momento me estoy tomando un descanso, por así decirlo. En la segunda semana del año próximo comenzaría a trabajar y me generaba añoranza ver cómo las cosas cambiaron tan rápido.

¿Por qué decía esto? Porque era el último día el año y era justamente hoy cuando pensaba lo rápido que pasaba el tiempo, lo que hice o no hice. Cuando faltaban horas para terminara era que me sentaba a analizar las cosas y extrañar las que ya no eran.

No tenía muchas ganas de preparar el desayuno, por lo que decidí prepararle unas tostadas y café a Jayden, y cereal con leche para mí. Una vez todo listo lo dejé en la mesa y comencé a comer con algo de desanimo.

Se sentía tan vacío tanto espacio. Y los empleados no regresarían de sus vacaciones hasta la segunda semana de Enero, así que la casa seguiría así... Solitaria.

Cuando me iba a llevar la cuchara a la boca otra vez Jayden entró a la cocina. Se había duchado por su cabello húmedo, y por los jeans azules y una camisa negra, con las mangas recogidas hasta los codos. Sin poder detener a mi vista, y como ya se me estaba haciendo costumbre, lo repasé a detalle.

Entró en la cocina y se acercó. Alcé mi mejilla a la espera del beso de todos los días, pero este nunca llegó. Cuando lo miré, con el ceño fruncido, lo que me recibieron fueron sus labios... Sobre los míos.

Fue un beso fugaz, hasta inocente, pero Jayden no era inocente y por esa razón no podía creer que el gesto lo fuera.

Vane: ¿Y eso? —pregunté con el ceño fruncido cuando se separó.

Él sonrió mientras tomaba asiento, fresco.

Jayden: Un beso —Su contestación vaga no me hizo gracia. Como si hoy fuese su día favorito (cosa que no dudaba), se giró a verme y me regaló una sonrisa—. Debemos acostumbrarnos ¿recuerdas?

Vane: Claro que recuerdo —y sí que lo hacía. Desde la semana pasada cuando me besó por sorpresa no he parado de pensar en si es buena idea todo esto. Sí, al principio me pareció bien, incluso un poco lógico, pero ya no tanto. Hasta hoy no nos habíamos besado—. Pero no puedes besarme así —reproché.

Jayden: De hecho debo hacerlo así. No puedo preguntarte cada vez que te vaya a hacer.

Vane: Esa es una buena idea.

Jayden: Esa no es una idea, y no es buena —puntualizó—. Las cosas están así, y sé que por el momento no es de tu completo agrado, del mío tampoco, pero debemos acostumbrarnos, y hasta el momento no hemos hecho nada por hacerlo.

Suspiré.

Vane: Lo sé, es solo que... No sé, siento que las cosas están cambiando mucho —Me prestó atención con un gesto de sus ojos—. ¿En serio crees que esto es normal? Llevamos siete años sin vernos, siete, y en serio me alegra que estés aquí, pero me agobia todo lo que está pasando. Primero la boda, el hecho de vivir juntos ahora, estar atados de esta forma en la que todavía me cuesta asimilarlo, y además tenemos que besarnos... Es una locura.

Sonrió de lado.

Jayden: Es más que una locura —Me guiñó un ojo—, y cree en mí cuando te digo que te entiendo. Tampoco me está siendo fácil sobrellevar las cosas, mucho menos organizarme, pero saldremos adelante, como siempre. —Me regaló una sonrisa sincera esta vez.

Su confesión me ayudó un poco. Seguía pensando que esto era una locura y terminaría mal, pero tenía razón en algo, y era que dejar las cosas pasar no iba a resolver nada, estábamos juntos en estos, podríamos sobrellevarlo.

Un poco más animada me levanté, después de terminar mi plato y fui a lavarlo y guardarlo. Para mi sorpresa una idea llegó a mi cabeza, y diciéndome que estaba haciendo algo incorrecto, me acerqué a Jayden para besar su mejilla.

Cuando lo hice sonrió y me miró. Aproveché ese momento para besar sus labios de manera fugaz.

Al momento de separarme sus ojos me miraban sorprendidos, pero más sorprendida estaba yo de que no me incomodara en sobremanera besarlo. He besado a unos cuantos, algunos incluso me gustaban, y la verdad debía decirla, no todos los besos me gustaban. En su mayoría me parecían incómodos y la piel con piel no me producía nada más que algo incómodo en el estómago. En esta ocasión no fue así y me alarmé un poco.

Jayden: ¿Y eso? —preguntó sin creérselo.

Vane: Para que veas lo extraño de todo esto —Le sonreí con un poco de malicia. Sí, sí, acostumbrarnos, todo eso. Sin embargo, no dejaba de ser extraño y él lo quería hacer parecer que no lo era, por lo que tuve que demostrarle lo contrario. Tomé mi abrigo que estaba sobre mi silla—. Iré al departamento. No creo que llegue hasta la noche así que mejor te veo en la casa de mis padres.

Se quedó callado por un momento, con la vista perdida en alguna parte. Cuando volvió a mí creí ver incredulidad en su tono, como si algo lo perturbase.

Jayden: De acuerdo —contestó sin mucho ánimo.

Salí de casa pensando en su extraña actitud, pero cuando la temperatura se coló entre mi ropa me apresuré a entrar en el auto, cerrar la puerta y encender la calefacción.

El frío no es y jamás será lo mío, lo tengo muy claro.

Conduje a casa de Génesis, allí me arreglaría para la cena que organizarían mis padres para recibir el año nuevo juntos como hace tiempo no hacíamos. No lo iba a negar, a pesar de todo me hacía feliz la idea.

Al llegar al departamento me recibió una Génesis curiosa por detalles sobre mi semana, y diciendo que el departamento ya no era lo mismo. Así como yo, ella también estaba nostálgica por mi mudanza, aunque tampoco tenía mucho tiempo para pensar en ello pues se casaría en marzo y debía organizar muchas cosas.

Me llevó hasta la sala llena de revistas sobre bodas, vajillas, vestidos y cosas con las que prometí no volver a agobiarme, y mientras me contaba todo lo que tenía planeado hacer, me propuso ser su madrina. Por supuesto le dije que sí, de hecho estaba esperando la propuesta.

( * )

Salí de ahí casi corriendo, sabiendo la que se armaría cuando llegara a casa de mis padres.

¡No debí haber venido!

¿Cómo pude olvidar con quién me encontraba?

Génesis tenía un talento natural para distraerte durante horas. Comenzabas a hablar con ella y cuando te dabas cuenta se te había ido todo el tiempo. Y la muy hija de su hermosa madre en medio de conversaciones sobre el lugar que estaban buscando para la boda, me dijo de forma vaga:

Génesis: Oye, ¿no tenías una cena hoy?

Dejé la revista que estaba revisando para verla, y con el ceño fruncido asentí.

Vane: Sí, ¿por?

Se encogió de hombros con indiferencia.

Génesis: Es que se te está haciendo tarde.

Así, ni siquiera se mostró preocupada o alterada, me dijo que estaba llegando tarde y nada más ¡nada más! Ahora mamá me iba a dar un discurso, lo veía venir.

Estacioné en casa de mis padres una hora después. Por esa razón iba tarde. Desde el departamento, donde habíamos decidido mudarnos porque la universidad nos quedaba muy cerca, hasta casa de mis padres era un largo trayecto. Una vez ahí bajé el espejo y comencé a retocarme un poco el maquillaje, pues no me había dado más tiempo que bañarme, cambiarme por unos pantalones negros y una camisa de tela fina rosa pálido, además de mis zapatos bajos. No quería que la nieve me hiciera perder un tacón esa noche.

Bajé del auto cuando estuve lista, y sintiendo el estómago retorcerse entré en la casa. Lo que me recibió fue la mirada de mi madre cruzada de brazos, junto a las escaleras. Sus ojos dijeron lo que salió de su boca un segundo después.

Vale: Llegas tarde.

Mamá podía aceptar muchas cosas, menos la tardanza y la falta de alimentación. Esos eran sus puntos sensibles, así como los de el resto de su familia.

Sintiéndome como cuando tenía diez años, me acerqué a ella con una sonrisa inocente.

Vane: Hola, mamá —saludé con la voz más ligera de lo normal.

Vale: Hola.

Vane: ¿Cómo estás? —inquirí, sin borrar la sonrisa de mi cara. Ella sin embargo no movía un musculo.

Vale: Parada, estoy parada —Abrí mi boca con indignación. ¿Pero por qué me trataba así?— ¿Por qué llegas tan tarde? Todos están aquí.

Vane: Estuve en el departamento —me excusé.

Sus cejas se alzaron, indicándome que le diera una explicación así que lo hice. No esperé que hablarle acerca de la boda de mi mejor amiga la suavizar un poco, pero lo hizo, su ceño se relajó poco a poco.

Vale: De acuerdo —dijo al final con una sonrisa ladeada— Pero no llegues tarde más. Hoy no tenemos tiempo para perder, son muchas las cosas que debemos hacer y poco el tiempo que nos queda antes de dejar este año detrás.

Vane: De igual forma se quedará atrás. —La seguí por el pasillo hacia la sala, donde estaban todos.

Allí estaban mi hermano, su esposa Nora, su hijo Jase, el príncipe de la casa y la razón por la que me encontraba sonriendo ampliamente, Jayden y nuestros padres.

Jase al verme abrió los brazos y salió corriendo en mi dirección, con los ojos brillantes de la felicidad.

Jace: ¡Tía nene! —gritó emocionado.

Nene, así me llamaba. Cuando era más pequeño no sabía decir Vanessa, se quedaba en ne, y lo repetía siempre. Con el tiempo comenzó a acostumbrarse de a decirme nene, y la verdad no me incomodaba, me habían puesto muchos apodos a lo largo de mi vida así que me era normal, incluso divertido ver cómo podían modificar mi nombre.

Llegó hasta mí y sin dudarlo lo cargué y lo abracé con fuerza aunque comenzara a pesar mucho.

Vane: ¡Jace!

Me separé de él y lo dejé en el piso, pero antes de que pudiese levantarme, tomó mi rostro con sus manitas y me plantó dos besos en la cara antes de dejarme ir.

Jace: Estás muy bonita —halagó.

Este niño me tenía comprada, así como el regalo que le regalé poco después. Sus ojos brillaron tanto que incluso yo me emocioné y compartí su emoción. A nuestro alrededor las cosas comenzaron a calentarse poco a poco, hasta llegar al momento agradable en el que compartíamos anécdotas, jugábamos uno que otro juego, y revisábamos los vergonzosos álbumes de pequeños. Quien más tenía que perder era mi hermano, pero se estaba acostumbrado a la atención por sus acciones pasadas, así que simplemente resopló y se alejó hacia la ventada del fondo mientras su esposa reía con sus fotos.

A la hora de la cena todos nos sentamos bajo la mesa del comedor.

Fer: Quiero proponer un brindis —dijo papá, levantándose con una copa en la mano. Se encontraba a la cabeza de la mesa, y no lo podía evitar, en ese momento me sentía tan nostálgica que incluso el pensamiento de que algún día papá se iría llegó a mi mente, y ese día se acercaba cada vez más—. Por la familia —continuó—. Quiero brindar por lo que tenemos hoy y por lo que vendrá. No somos una familia normal, hemos hecho muchas cosas, hemos tomado muchas decisiones, y hemos aceptado responsabilidades, pero al día de hoy, a pesar de todo, estamos aquí, con salud, reunidos en familia y disfrutando de la deliciosa cena que hizo mi esposa, así que estamos bien. Que tenemos problemas, por supuesto, pero seguimos vivos y eso es lo importante. Podemos hacer cosas buenas con las malas, podemos modificarlas como modificamos todo en la vida, porque eso es lo que hacemos aquí. Así que brindo por cada uno de ustedes, que crean y aprovechan sus oportunidad, que no se rinden y saben lo que vale en la vida. Brindo porque tengo a mis amigos de vuelta y porque estamos más unidos que antes —Levantó la copa hacia lo alto, indicándonos hacer lo mismo—. Salud.

—Salud —dijimos todos antes de llevarnos la copa a la boca y beber de ella.

Sus palabras habían llegado a todos porque a todos nos había enviado una referencia. Bueno, a todos menos a cierta personita.

Jace: Abuelo... —dijo Jace, y no solo consiguió la atención de papá, sino la de todos en la mesa— ¿También brindamos porque estamos de vacaciones?

Sin poderlo evitar comenzamos a reír con la clara felicidad del niño por no estar en la escuela.

Fer: Sí, también por eso.

Jace: ¿Y porque Santa nos traerá muchos regalos?

Fer: También por eso.

El pequeño sonrió ampliamente.

Jace: ¿Entonces podemos brindar porque vamos a comer pastel? —Otra vez reímos y él tomó su vaso de jugo de naranja con ambas manos, a la espera de que papá le hiciera caso.

Papá negó con la cabeza, miró a Jeyson como si este tuviese la culpa por el hijo que tenía (cosa que era verdad), y después alzó su copa sin más remedio.

Fer: Brindemos porque vamos a comer pastel.

( * )

¡Llegó el momento! Todos estábamos fuera esperando ver los fuegos artificiales que alguien por ahí se encargaba de lanzar. Todos estábamos ahí, y lo recalcaba porque éramos todos, no solo mi familia y yo. Durante siete años sentí nostalgia porque Jayden no estuviese a mi lado y me abrazara, ni me dijera que tendríamos otro año de locura. Durante siete años quise llamarlo cada treinta y uno de diciembre para desearle un feliz año nuevo, y aquí estaba, junto a mí a la espera de algo nuevo.

Y en ese momento, cuando solo faltaban cinco segundos para que el numero final de los cuatro dígitos que lo significaban todo en el tiempo cambiara, recordé la suerte que tenía, las personas a mi alrededor, las oportunidades y los momentos vividos. Me di cuenta que cuando el reloj marcara las doce podría tener otra oportunidad para hacer las cosas, para cambiar más, madurar, aprender cosas nuevas y aprovechar el tiempo con quien tenía a mi lado. Y fueron los brazos de cierto castaño con ojos del mismo color que me sacaran de mi ensoñación justo cuando los fuegos artificiales comenzaron a expandirse en el cielo.

Jayden: Feliz año nuevo —susurró sobre mi cabeza, abrazándome, mientras sus manos aguantas me arropaban la espalda y me mantenían sujeta a él.

Lo rodeé con los brazos, sintiendo el calor expandirse a todo mi cuerpo por la emoción de todo lo que pensé y todo lo que se hizo realidad... Estaba tan feliz de tenerlo conmigo otra vez.

Vane: Feliz año nuevo.

Aun sin soltarme Jayden, yo y todos ahí nos dedicamos a ver el espectáculo colorido en la noche oscura, noche que se hizo más especial cuando comenzó a caer nieve y la imagen pareció mágica.

Felicité a nuestros padres, a Jeyson y Nora, y después me tomé mi tiempo con el adormilado Jase, quien se había ido a la cama a las diez porque no podía acostarse tarde y despertó unos minutos antes para ver el año nuevo. De seguro se arrepentía de haberle pedido a su madre que lo despertara por la carita de sueño que tenía y por las mejillas sonrosadas debido al frío.

Eso no nos impidió abrazarnos con cariño. Jase era especial por muchas razones, y pensar en todas ellas me llenaba el corazón de una emoción tan fuerte que pareció fuego. No podría vivir sin mi sobrinito ya, era parte de mí aunque tuviese un papá como el que tenía.



Eran poco más de la una cuando nos despedimos en las puertas y cada quien emprendió un cuidadoso camino a casa. En la radio el tema de conversación era el año nuevo, así como las canciones, y no lo iba a negar, seguí pensando en ello mientras miraba la nieve a través de la ventana.

Tenía muchas oportunidades nuevas este año, ¿qué haría con ellas?

Al llegar a casa fuimos por un baño caliente para sacarnos el frío. La idea de salir en una nevada a ver los fuegos artificiales, no fue tan buena después de todos, sentíamos los dedos engarrotados y la sangre no parecía circular como debía.

Cuando salí, después de un baño en mi habitación mientras Jayden se bañaba abajo, envuelta en  una toalla y más cálida que hace unos minutos, tuve la desdicha de tropezarme con los tacones que dejé en el suelo no sabía cuándo, y sin poder maniobrar para sujetarme la toalla y mantener el equilibrio, terminé por dejar caer la primera.

Suspiré.

Eso estuvo cerca.

La puerta se abrió en ese momento, y toda la sangre que había vuelto a circular por mi cuerpo se detuvo cuando Jayden entró, con una toalla rodada a su cintura y me vio... Desnuda en medio de la habitación.

¡Hoooolaaa!

Disculpen la hora (aunque donde estoy no es tan tarde). Estuve editando el capítulo. En realidad también reescribí este porque no me gustaba el resultado de la primera versión, y apenas lo terminé hoy (se suponía que debía terminarlo y publicarlo ayer), y aquí está.

Si no me equivoco los capítulos que más edición necesitan son los primeros veinte, así que no se preocupen mucho, me voy a encargar de que me vean por lo menos tres veces a la semana por aquí, porque me emociona mucho compartir esta historia con ustedes otra vez, y con mejores cosas.

Les tengo una pregunta (que tal vez dejen en la ignorancia):

¿Qué tal el capítulo. Les gustó?

Se quedó algo tenso, jejeje. No he editado el que viene pero lo haré y lo traeré lo antes posible para no dejarlos con la duda.

Y eso es todo. Buenas noches, personas del mundo, gracias por dedicarles su tiempo a mi historia.

¡Nos vemos pronto!

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