10) La boda

¡Volví, como había prometido! Dije que sería más responsable y debo ser más responsable. Si quieren pueden escuchar la canción mientras leen, le da cierto detalle a las palabras.

Pregunta:

¿Qué creen que pasará en el capítulo?


Estaba intentando calmar mis nervios, pero cuando papá entró estos explotaron y la idea de esconderme en el pacífico se hizo más razonable.

Hace un rato mamá y las chicas salieron de la habitación a petición mía, quería estar sola y ellas me lo permitieron. Caminé por toda la habitación buscando calmarme. A pesar de todo, y de que me vaya a casar con alguien a quien conozco de prácticamente de toda la vida, me sentía muy nerviosa, y no era sólo por la cuestión de que tenga que casarme con él, sino que ese era problema, que me tenía que casar y no quiero.

Sin embargo sabía que si no lo hacía todos podríamos tener consecuencias. Pensaba en eso para calmarme. 

Papá cerró la puerta detrás de él. Iba vestido de un traje negro bastante elegante, y la mirada en sus ojos me advirtió de sus siguientes palabras.

Fer: no me voy a cansar de pedirte perdón por ésto. Lo siento, lo siento mucho. Tú mamá me lo advirtió y no le hice caso. Ahora siento que hice algo mal y aunque me hayas perdonado siento que no lo merezco.

Vane: ya no importa, lo hecho hecho está. Además, sé que lo hiciste por nuestro bien.

Negó.

Fer: soy un hipócrita ¿no crees?

Esta vez fue mi turno de negar. Me acerqué a él y tome sus manos, sintiendo mi corazón pesado.

Vane: bien, tienes razón, hiciste algo mal, muy mal de hecho —me reí con nerviosismo porque en vez de ayudar empeoraba las cosas—, pero estás aquí disculpándote y eso es lo importante. Sé que si tuvieras la opción de cambiarlo lo harías. Y de cierta forma debo agradecerte, porque esa decisión nos mantiene aquí donde estamos. ¿Quién quita que si no hubiese sido por eso tú no estarías muerto el día de hoy? ¿o mamá? O tal vez estaríamos en la calle sin nada para comer. Eso es lo que pienso ahora.

Fer: no es cierto —lo miré con el ceño fruncido, ¿Cómo que no era cierto? —. Te tiemblan las manos, estás a un paso de usar la puerta que está detrás de ti. Pero para tu mala suerte, señorita, esta mañana la cerraron y cuando pedí la llave me dijeron que no me la podían dar. Así que nuestro escape al pacífico no se va a poder.

Reí mientras me lanzaba a su brazos y lo apretaba. Amaba a papá a pesar de todo. Las ideas venían a mi mente cuando estaba sola, incluso llegaba a enojarme con ellos por negociar conmigo. Pero cuando los tenía en frente y veía que en serio me querían esas cosas desaparecían.

Vane: qué mala suerte.

Fer: lo sé. Estaba pensando una excusa para cuando no aparecieras, pero salió todo mal y ni siquiera comenzamos —Volví a reír. Un segundo después me separó de su pecho, tomó mi rostro entre sus manos y me miró con un amor infinito que me hizo sonreír—. Estoy muy orgulloso de ti. Eres una mujer madura, sabes perdonar y tienes un corazón enorme. Me alegra decir que soy tu padre, y saber que de mí salió algo tan bien hecho como tú.

Lo volví a abrazar, sintiendo un nudo en la garganta.

Vane: soy tu hija favorita, ¿verdad?

Fer: ¿Y lo dudas? —Reí— No le digas nada a Jeyson. Todavía cree que lo quiero.

Vane: me da pena. Mamá me quiere más a mí, tú me quieres más, y todo el mundo me quiere más. ¿Es porque no le gusta bañarse verdad? —esta vez escuché su risa y no pude evitar acompañarlo.

Fer: te amo, tesoro. No me voy a cansar de decírtelo.

Vane: y yo también te amo, papá. Mucho.

Fer: ¿más que a tu mamá?

Vane: bueno, es hora de casarme —me separé de él y lo escuché reír mientras se acercaba a mí y besaba mi frente—. Estoy nerviosa —confesé.

Fer: lo sé. Pero voy a estar ahí todo el tiempo. Si necesitas algo me miras y haré un escándalo para que puedas salir corriendo a tomar aire. Vi una película en la que una señora fingía tener un infarto para que su nieto fuera por la mujer que quería, puedo hacer algo parecido.

Salimos de la habitación riendo. Caminamos hasta la puerta del salón, y al estar ahí, nos colocamos detrás de las damas de honor con sus vestidos celestes. La puerta se abrió, y dejó ver a mi sobrino llevar la sortijas, y la hermanita de Ben dejar las flores por todo el pasillo, ambos juntos, robándose el suspiro de más de uno. Después de ellos entraron la damas de honor de dos en dos, atrayendo las miradas hacia ellas. Y cuando terminaron su recorrido por el pasillo, se colocaron en el lugar indicado.

Es mi turno de entrar, y estaba más que nerviosa. Sujeté más fuerte el brazo de papá por inercia. Él me susurró que todo iba a estar bien, logrando calmarme mínimamente. Debía casarme, y eso es suficiente motivo para estar estérica, aunque afortunadamente no era el caso.

La música nupcial comenzó a sonar algunos segundos después, y esa fue mi señal. Con tan sólo pensar que debía pasar por ese pasillo me temblaron las piernas... ¡Rayos!, nunca pensé que casarse era tan terrorífico hasta este día.

Papá y yo entramos al salón, haciendo que todos se levantaran y nos vieran. Caminamos a paso lento por todo el corredor y no fue precisamente porque así debía ser. Mis nervios estaban tan presentes que me fue imposible caminar con normalidad. Y las miradas de todos no era que me facilitara mucho el recorrido que digamos.

Intentando no concentrarme en lo que estaba pasando, miré hacia el frente y vi a Jayden allí, con un traje azul oscuro que lo hacía ver muy guapo, por decir algo con respecto a su aspecto. Junto a él estaban sus padrinos, y el sacerdote estaba justo en el centro del altar.

Caminamos hasta llegar al lugar indicado. En los ensayos no estaba tan nerviosa como ahora, y es en este momento en el que valoro todo el profesionalismo de la decoradora para que todo saliera bien. 

Papá me dejó junto a Jayden y se alejó con una sonrisa, una sonrisa falsa. Se trataba de deber. No siempre hacemos lo que queremos, sino lo que debemos. Y ésta era una de esas situaciones.

Miré a Jayden,  en sus ojos vi reflejada la tristeza aunque estuviese sonriendo. Lo entendía, él quería estar aquí con Verónica, no conmigo; él quería casarse con Verónica, no conmigo. Pero sabía que él también estaba haciendo ésto por él, por Verónica y por su familia.

La ceremonia comenzó luego de eso. El sacerdote leyó un capítulo de la biblia y habló acerca de lo que significa el matrimonio. Después de hacer todo lo que ensayamos, era hora de los votos matrimoniales. Usaríamos los de la iglesia. Sería descabellado mentir de tal manera delante de Dios, decir cosas que no eran ciertas se consideraba como pecado, y ninguno de los dos quería pecar más de lo que ya lo estábamos haciendo.

—Jayden Hernández, ¿Aceptas por esposa a Vanessa Méndez, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en la adversidad y en la prosperidad. Juras serle fiel hasta que la muerte los separe?

Jayden: acepto. —Lo conocía tanto que sabía cuándo estaba triste e intenta ocultarlo, este era uno de esos momentos.

Tomó mi mano mirándome a los ojos, y colocó el anillo en mi dedo anular. 

Se suponía que el día de tu boda deberías estar feliz, radiante por la idea de compartir tu vida con alguien, ilusionada a más no poder y con el corazón en la boca. Sin embargo, cuando puso ese anillo en mi dedo sentí que me estaban condenando al sufrimiento y el engaño.

Se sintió mal.

—Vanessa Méndez, ¿Aceptas por esposo a Jayden Hernández, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en la adversidad y en la prosperidad. Juras serle fiel hasta que la muerte los separe? —Lo pensé por unos segundos, intentando convencer a mi mente para que dijera lo que mi corazón objetaba. Al final las palabras dejaron mi boca una segunda vez.

Vane: acepto.

Con un nudo en la garganta puse el anillo en su dedo anular. Cuando lo hice sentí como nos condenábamos los dos. Ya no había nada que hacer y por la mirada que me dio supe que pensaba lo mismo.

—Si hay alguien que objete contra este matrimonio, que hable ahora o que calle para siempre —el salón se quedó en completo silencio. Aunque sabía que nadie objetaría, algo dentro de mí quería que lo hicieran. Pero no fue así—. Bien. Por el poder que me ha otorgado el estado de California y la iglesia, los declaro marido y mujer. Lo que ha unido Dios no lo puede separar el hombre—Miró a Jayden con una sonrisa cálida—. Puede besar a la novia.

Ahí recordé ese detalle. Todos mis vellos se erizaron.

Jayden tomó mis manos antes de que pudiera reaccionar del todo. Él también estaba tenso, pues todos nos estaban viendo. Se acercó a mí hasta el punto en donde un sólo movimiento podía romper todo tipo de distancia. Dudó un segundo, así que yo rompí la distancia y lo besé con los ojos cerrados para no ver lo que estaba haciendo. 

Nos separamos cuando los aplausos comenzaron a escucharse. Su mirada se fue hacia Verónica, quien estaba sentada en la segunda fila del lado derecho. Ella no pareció inmutarse, o al menos eso parecía. Si me esforzaba un poco podía ver su rostro tenso al igual que su sonrisa.

Nos miramos una vez más y salimos del salón tomados de las manos, siendo seguidos por todos. Subimos a la limusina que nos esperaba afuera para llevarnos al salón de la fiesta. Al entrar y acomodarnos fui la primera en hablar. Debía disculparme por haber reaccionado así. De seguro él tenía algo planeado, y yo me apresuré a actuar y besarlo. E incluso, quizá y sólo quizá, pude también haberle buscado un problema con Verónica.

Vane: lo siento. No debí haberte besado de esa manera —comenté antes de darme cuenta de mis palabras y de lo que significaban—. ¿Pero qué estoy diciendo? Jamás debíamos si quiera pensar en la idea de besarnos.

Estaba frente a mí y suspiro. Le afectaba esto tanto como a mí, y eso que apenas comenzábamos.

Jayden: no te preocupes; yo debo agradecerte a ti. No tuve el valor para besarte, lo siento —Al analizar bien sus palabras no pude evitar reír. Me miró con el ceño fruncido—. ¿Qué sucede?

Vane: míranos, disculpándonos por habernos besado en nuestra boda.

Rió.

Jayden: hasta dónde hemos llegado.

Vane: lo sé, aunque es cierto. Piénsalo, ¿Cómo se supone que serán las cosas ahora? Estuvimos hablando al respecto pero no es lo mismo. Antes no estábamos casados y ahora somos marido y mujer. Antes solo estábamos jugando, ahora estaremos juntos todo el tiempo.

Volvió a suspirar cuando comprendió que la broma fue dejada de lado.

Jayden: lo sé, y también estoy frustrado. La situación no es sencilla para ninguno. Pero por lo menos eres tú y no alguien más. Sé que contigo las cosas no serán tan complicadas a pesar de que no sea sencillo... Estaremos juntos en ésto, ¿Sí? —cuestionó con una sonrisa ladeada, logrando tranquilizarme un poco.

Tenía razón, estaba con él, no con alguien extraño. Y lo mejor, o lo peor, dependiendo desde el punto en el que lo viera, es que él es mi mejor amigo. Lo conozco y él me conoce, así que la convivencia entre nosotros no será un problema. Acerca de los problemas, sé que los resolveremos juntos, como dijo y como siempre ha sido.

Vane: por supuesto. ¿Será cómo siempre? —cuestioné, sabiendo la respuesta.

Jayden: claro. Tú y yo, el dúo dinámico, ¿Qué podría salir mal? —Alzó la cejas con diversión y reí. Siempre que hacía esa pregunta terminábamos castigados.

Vane: muchas cosas. Pero bien, dejemos todo eso de lado por esta noche. Mañana nos ocuparemos de todo. Lo importante hoy será divertirnos, y en tu caso, hablar con Verónica —Bajé la vista hacia mis manos—. Lo lamento en serio. La verdad es que no sé cómo serán las cosas, y por lo tanto, no sé cómo actuar.

Jayden: no te preocupes por eso. Hablaré con ella; seguro lo entenderá. Y comprendo, ésto no es fácil. Pero como dices, hoy tan sólo dejemos de lado todo y divirtámonos a pesar de que no debería ser así.

Vane: bien. Ahora me gustaría saber cómo conociste la conociste. Se nota que la amas. Y bueno, creo que tengo derecho a saber.

Jayden: ¿Derecho? – cuestionó con una ceja alzada.

Vane: por supuesto. Soy tu mejor amiga y ahora tu esposa. Y como esposo que eres no debes ocultarme nada —le planteé mis conclusiones.

Jayden: como digas, mi amor. —Me guiñó un ojo.

Comenzó a narrarme su historia, algo distorsionada, pero historia al fin.

El viaje hasta el salón de la fiesta fue muy cómodo; hablamos mucho. Él me contó sobre su relación Verónica y sobre cómo le fue en Europa, mientras que yo le hablé un poco acerca de lo que pasó aquí después que se fue.

Al llegar al salón estaba lleno de autos. Afortunadamente había un lugar asignado para nosotros, así que no tuvimos problema en estacionarnos. Bajamos de la limusina sonrientes por la conversación que se quedó pendiente, para posteriormente dirigirnos al salón.

Al entrar éste quedé encantada. Ahora que lo pensaba todo el trabajo que hizo la decoradora quedó perfecto. El salón estaba bellísimo; tenía mesas redondas con manteles celestes, y en el centro tenían una columna de flores blancas y violetas. Estaban estratégicamente colocadas por todo el salón. Las sillas estaban forradas de blanco y encima de ésto tenían listones violetas que las hacían relucir más. En el techo colgaba una lampara dorada de araña, moderna; dejaba encantado a cualquiera que la viera. Y en el fondo del salón una gran mesa rectangular cubierta con un mantel violeta, y esta vez las flores estaban sujetas al mantel, haciendo un camino celeste y blanco. Además, también estaban la pista de baile, la mesa de regalos, la cual estaba abarrotada, y la mesa del bufet y del pastel de seis niveles.

Nos sentamos en la gran mesa, y así comenzó la fiesta en la que se celebraba nuestra boda. Durante el resto de la tarde saludamos a los invitamos y hablamos mucho. Vimos presentaciones artísticas bastantes creativas. Y la parte que más emoción me dio, fueron los discursos. Eran hermosos, algunos como el de Génesis, quien afirmó que nos casaríamos algún día y debió apostar al respecto con el mejor amigo de Jayden, me hicieron reír mucho. Habló sobre nuestra relación y de manera sincera nos deseó que nos fuera bien en esta nueva fase.

Entre conversación y conversación nos llamaron para que bailáramos el primer vals como marido y mujer. Así que sin protestar mucho, porque ya habíamos tomados algunas lecciones de baile, nos acercamos al centro del salón, donde instalaron una pista de baile. Nos colocamos uno frente al otro. Sentía mi corazón ir rápidamente por la adrenalina de bailar delante de todos y porque me estuviesen viendo. Jayden tomó mi cintura con una mano y con la otra mi mano.

En el momento en que la canción comenzó a sonar comenzamos a desplazarnos por la pista sincronizadamente.

Durante el baile mis ojos no se apartaron de los intensos ojos color avellana de Jayden, que miraban con bastante atención. Nos dejamos llevar por la música que sonaba de fondo; y por primera vez en todo un mes no me molestó la idea de haberme casado con él. Porque al estar así me sentía cómoda. Me olvidé en ese instante de todo lo que nos esperaba. Disfruté la canción con el gran hombre que fue mi mejor amigo durante muchos años, y que ahora, el día de hoy, se volvió mi esposo.

Al terminar la canción la conexión que teníamos se rompió y todo volvió a la realidad. Escuchamos los aplausos de los invitados hacerse presente, y luego a éstos invadir la pista.

La noche transcurrió sin más sorpresas, exceptuando el hecho de que mis padres, junto a los padres de Jayden, nos regalaron una casa a las afueras de la ciudad. No se debía ser sabio para saber sus razones. Si fuesen por ellos nos regalarían el mundo, y aunque Jayden y Robert no tengan la mejor relación padre e hijo sabía que se querían, y sabía que Robert era capaz de acabar con el mundo si algo le pasaba a su hijo.

( * )

Terminó la fiesta más tarde de lo que predijimos. Nos despedimos de todos y salimos luego de lanzar el ramo, y ver que la feliz afortunada fue la la prima de Génesis.

Cuando salimos ya no estaba la limusina, en su lugar estaba el auto de Jayden. Pensamos que cortesía de sus padres. Así que sin retrasarnos más entramos en su auto, al que había entrado en algunas ocasiones en este mes, y él condujo hasta el lugar donde se encontraría nuestra casa. Cuando llegamos al lugar ahí estaba una casa impresionante, con grandes proporciones, en un vecindario muy tranquilo.

Luego de bajar del auto y ver un poco mejor el lugar que será nuestra casa durante un año y medio, entramos en ella. Yo ya sabía que habían comprado la casa, todo porque mamá nunca podrá ocultarme nada. La conozco, y sé cuándo oculta algo. Así que ya estaba lista para esta noche. No había visto la casa, por eso mi impresión cuando la vi, pero sí sabía dónde quedaba, y por eso ya tenía una sorpresa para Jayden.

Sin esperar más, porque no teníamos nada que esperar subimos las escaleras y entramos a la que será nuestra habitación, pero no por esta noche.

Estaba cansada, había sido un día largo y lo único que quería era lanzarme en esa enorme cama que tenía frente a mí y no despertar hasta mañana muy tarde. Pero antes tenía un pequeña misión. No la retasaría, sino también lo haría mi hora de dormir.

Vane: tengo un regalo para ti, está abajo en la segunda puerta, después de la sala de estar —comenté todo al mismo tiempo para que se fuera de una vez y me dejara descansar. Me miró con el ceño fruncido. Pero igual proseguí—. Sólo espero que no esté cuando despierte. Es lo único que pido.

Jayden: ¿Que no esté qué?, ¿Vanessa qué hiciste? —cuestionó, o más bien, reprochó con los brazos cruzados.

Vane: nada. Te quise hacer un pequeño regalo, no es malo. Pero debes irte ya —comencé a apurarlo para que se fuera.

Jayden: ¿Un regalo?

Mi paciencia se fue. Parecía un niño pequeño.

Vane: sí, un regalo. Ahora sal de aquí.

Señalé la puerta aun abierta.

Jayden: bien. Pero antes de irme, ¿Debo decir gracias? ¿O me arrepentiré de lo que veré? —estas últimas preguntas las hizo para hacerme la paciencia que no tenía.

Vane: lo sabrás cuando lo veas. Y ahora vete y déjame dormir —sin más ganas de hablar me acerqué a él y di leves empujones para que saliera. Cuando lo tuve del otro lado de la puerta cerré en su cara y la aseguré por si se le ocurría volver a entrar—. Y recuerda, no quiero que esté aquí cuando despierte.

Me quité el vestuario que tenía, me di un baño, me lavé los dientes, me puse una pijama y luego de acomodar la cama me acosté, pensando en cómo sería el primer día de casada, y sobre cómo saldrían las cosas con Jayden a partir de ahora. Aunque el sueño y el cansancio eran más grande que cualquier pensamiento, así que con sólo cerrar mis ojos me quedé completamente dormida.



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