9.- La Iniciativa de Coni
Después de meditar bien en las nuevas posibilidades de universidad, me di cuenta que sería mejor decantar mis emociones para elegir la opción que más me convenía en vez de la más atractiva. Decidí que me tomaría un par de días para enfriar mi cabeza.
Coni y yo salimos de la universidad el sábado en la mañana, nada de estudios, ese día era para celebrar que había pasado la prueba de Yahriel al primer intento. Había leído un par de recomendaciones para visitar el museo general de Luscus, así que nos dirigimos allá. Como siempre, tomamos el bus hacia el centro, porque todo parecía estar en el centro de Luscus.
El museo era un edificio enorme, el lado con su entrada tomaba toda una cuadra. No sé por qué me esperé un museo típico en donde iríamos a ver cuadros durante cinco segundos antes de pasar al siguiente. En vez de eso, nos recibió una asistente artificial holográfica, que tomó la apariencia de una volir con uniforme de asistente de museo. Ella nos guio a través de pasillos y escaleras laberínticos, que se reordenaban constantemente para formar nuevos caminos. Nos llevó a galerías de arte holográficas y en vez de dejarnos solos, nos dio la opción de explicarnos en qué consistía cada una y por qué se había creado de la manera en que era, lo que nos permitió apreciarlas de maneras que nunca me habría esperado.
Seguidamente nos llevó a otra sala donde simulaban distintas eras de la historia y la prehistoria, incluso fases en que el planeta aún se estaba formando. Encontrarme ahí en medio de todo ese alboroto y mirar cómo iban sucediendo los eventos sacó un poco del niño en mí. Más encima, como no se trataba de una persona, podíamos pausar y retroceder la simulación como nos diera la gana.
Curioso, intenté entablar una conversación con la asistente holográfica como haría con Scire, pero pronto me di cuenta que no era capaz de hacerlo, solo respondía preguntas sobre lo que veíamos en el museo o el museo en sí. Supuse que la tecnología actual aún no llegaba al nivel de detalle que habían alcanzado los antiguos para crear a Scire. La asistente nos llevó a varias salas especializadas, todas con una presentación espectacular, dignas de un museo de renombre como el Gran Museo de Luscus. Viajamos al interior de una célula para ver procesos biológicos, a las estrellas para ver cómo la gravedad deformaba el espacio alrededor, a la antigüedad para apreciar batallas entre vole antiguos y monstruos, a la cuarta gran guerra de Nudo del milenio 14, apreciamos la danza de los mejores bailarines de la historia del milenio 47 y la música de los mejores compositores de los milenios 22, 38 y 51.
Una de las últimas salas me llamó la atención; se trataba de la historia de la magia y trataba sobre cómo se formó el Panteón de Eruditos, que hasta donde entendía, era la organización que gobernaba toda institución de magos. Ellos controlaban al Directorio de Magos de Luscus, quienes eran los que dirigían a todas las instituciones que tuvieran que ver con magia en Luscus, como la universidad y la división de magia de la policía. Es decir, el Panteón de Eruditos eran los jefes de los jefes del director de la universidad.
La sala mostraba varios hologramas pausados, con escenas editadas para mostrar varios elementos importantes a la vez. Según lo que nos decía, los primeros magos comenzaron a aparecer en Nudo cerca del sexto siglo después de que se abriera la gran Red de Mundos, pero su efecto no comenzó a verse sino hasta el siglo 18. Desde ahí muchas instituciones intentaron controlar a los magos, algunas sometiéndolos como esclavos, otras alabándolos como dioses, pero todas resultaban en desastres causados por el egoísmo de algunos pocos y la inseguridad de los demás. A través de varios mundos y eras se dieron toda clase de organizaciones y caos respecto a la magia, hasta que poco a poco, desde los milenios 8 al 14 aparecieron organizaciones de magos que se organizaban solos. Algunas conquistaban y mataban, otras ayudaban y salvaban, pero la mayoría consiguió cierta estabilidad y duraron mucho más que las anteriores. Finalmente, en el milenio 14, una de estas naciones de magos comenzó a pelearse con otras y se expandió a otros mundos. En pocos milenios consiguió plantar gobiernos de magos en todos los mundos importantes de la red, y absorbió a las naciones de magos más pequeñas. Esta civilización de magos terminó siendo la antigua y perdida civilización de antiguos que precedió al Panteón de Eruditos.
Desde entonces, el Panteón había pasado por varias reformas, y se había vuelto una institución que mediaba entre los grandes poderes de la red para el beneficio de las masas. O eso es lo que decía la inteligencia artificial del museo, subordinados del mismo Panteón.
Hubo muchas más guerras, pandemias y desastres naturales de por medio, incluso un puñado de súper villanos que estuvieron a punto de destruir toda la civilización conocida, pero fueron derrotados por valientes héroes y sus respectivos grupos de amigos con la fuerza de la amistad, pero esos solo eran detalles.
Cuando salimos, tenía ganas de quedarme. Tenía la sensación de que debía haber algo que nos habíamos perdido, pero ya lo habíamos visto todo. Entonces me di cuenta que habían pasado tres horas y tenía mucha hambre.
—Ya es algo tarde para almorzar— comenté.
—¿Tú también tienes hambre?— inquirió Coni.
—Sí. Disculpa, debí programarlo mejor. No tengo la costumbre de salir con amigos.
—Está bien, no necesitas estar pendiente de todo— aseguró él.
—Ah... sí, tienes razón.
—¿Vamos a comer, entonces?
—¡Claro!— exclamé— ¡Elige lo que quieras, yo invito!
—¡Muy bien!
Fuimos a un restaurante por ahí cerca. No estaba nada mal.
—Aún no puedo creer que todos los héroes derrotaran a los súper villanos con el poder de la amistad— admitió Coni, mientras comía papas fritas— ¿Te imaginas si uno de esos villanos hubiese tenido un amigo? Podrían haber usado el poder de la amistad para el mal, quizás incluso lanzar un rayo de la amistad del mal y competir con el rayo de la amistad del bien de los héroes... o algo así.
—No creo que la amistad se pueda manifestar en rayos— apunté.
—¿Pero te imaginas si pudiera? ¡Sería increíble!
—Sí, supongo.
Me sorprendía lo imaginativo y divertido que podía llegar a ser Coni. No estaba al nivel de un comediante, claro, pero era suficiente para ponerme contento, para recordarme que soy un ser humano y no una máquina de aprender.
—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?— me preguntó de repente.
Yo me erguí y abrí los ojos de par en par, espabilándome.
—¿Qué?
—¿No tengo nada? ¿Entonces me estabas mirando porque te gusto?— bromeó.
—¡No!— exclamé— ¡No es por eso! Digo... ¡Me caes bien! Pero...— me llevé las manos a la cabeza, nervioso— lo siento, no me di cuenta que te miraba.
—Tranquilo— me espetó— tranquilo, solo era una broma.
Continuó comiendo. Me sentí aliviado de que fuese tan maduro y tranquilo.
—Soy un desastre sin las instrucciones de Lili— pensé.
—Pregúntale algo sobre el museo— me sopló Scire.
—¿Eh?— salté.
—¿Eh?— contestó Coni.
—Ah... disculpa. No era...— tarde me di cuenta que Scire me había hablado únicamente a mí.
—Es para que no quedes como un tonto— me explicó ella.
Quise responder a su menoscabo, pero eso solo me dejaría peor. Decidí hacerle caso de momento ¿Pero qué podía preguntarle?
—¿Te gus... ¿Qué fue lo que más te gustó del museo?— inquirí.
—¡Oh, no sé!— exclamó— ¡Ay, es tan difícil decidir! Creo que eso del espacio exterior ¡No tenía idea que el interior de un agujero negro fuese así! ¡Estuvo muy entretenido!
—¡Es verdad! ¡También me sorprendió a mí!— salté.
—En mi mundo no somos muy... eruditos. Casi no hay bimbiom científicos en la red. Bueno, casi no hay bimbiom en la red. Somos pocos en comparación a voles o nonis, incluso en comparación a humas o lontes.
—¿Eh? ¿Los humanos somos pocos?— me extrañé.
—No son los más comunes, pero son bastante conocidos. Pero los bimbiom somos casi nuevos para donde sea que vayamos fuera de nuestro mundo. Bueno, supongo que hay muchas especies así.
—Vaya, no había pensado en eso— admití— la población de una especie dentro de la red afecta aspectos de su vida y sus relaciones con otras especies.
—Te fascinan las cosas más raras ¿Eh?
—¿De verdad? No lo había notado.
Coni sonrió con gracia.
—¿Y qué fue lo que más te gustó a ti del museo?
—Ah...
Tonto de mí, no había preparado una respuesta para la misma pregunta que había hecho.
—Eh... la... la prehistoria— dije.
Era lo que más me había gustado de lo que había ofrecido el museo, pero lo que más me había gustado en el museo, habían sido Coni y sus expresiones de dicha y sorpresa cada vez que entrábamos a otra nueva sala y veíamos cosas nuevas. Pero no me atreví a decírselo.
—¡La prehistoria estuvo espectacular!— concordó él— ¡Sobre todo ese ancestro de los dragones que disparaba ácido de su trompa! ¡Ni sabía que existía algo así!
—Sí ¿Verdad?
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Luego de comer hasta hartarnos, fuimos a pasear. Entramos a un parque "mágico", que tenía arcos de fuego y agua suspendidos en el aire, en zonas a las que los visitantes no alcanzaban, y plataformas en las que la gente se podía subir para que los llevaran a pasear por el cielo. Las plantas brillaban y emitían lucecitas que se elevaban al cielo y se desperdigaban a medida que ascendían. También tenía un montón de adornos como banderas y vendedores de comida, y estaba bien arreglado. No estaba muy seguro de cómo lograban algunos de los efectos, pero sabía bien que la mayor magia de todas es que Luscus contara con lugares como aquel, con una enorme calidad y costo de mantenimiento, y gratis.
Paseamos tranquilamente, conversando de tonterías. Después de un mes de conocernos ya no había mucho que pudiéramos contar que el otro no supiera. Coni ya sabía de Lili y Érica, y que juntos habíamos derrotado a Tur para recuperar nuestro mundo poco antes de mi ingreso a la universidad. Yo había aprendido un poco sobre la historia de su pueblo y su país, e incluso sobre los miembros de su tribu. Me gustaba que fueran tan distintos a lo que conocía hasta el momento, aunque seguro había muchas cosas que aún no sabía.
—¿Entonces todos los puentes de toda la red son controlados por un solo tipo? ¿Y ese tipo quiere matar a tu amiga?— saltó Coni, mientras hablábamos de puentes.
—Sí, ese parece ser el caso— indiqué.
—¿Parece? ¿No dijiste que lo habías enfrentado?— alegó.
—¿No crees que es raro? Un dios con el poder para ir a donde sea que quiera, excepto un solo lugar en todo el universo. Podría ir y capturar a Érica cuando se le diera la gana, podría capturarme a mí para asegurarse de que Érica haga lo que él quiera. Aunque tenga que hacer muchas preparaciones antes de sacrificar a Érica para obtener la famosa llave que necesita, no le conviene dejarnos libres ¿Qué crees tú?
Coni se pasó una mano por el lomo de su oreja.
—Que no te ha dicho toda la verdad— indicó— o quiere algo más. Una amenaza que te deja libre, pero que mantiene el peligro latente. Suena como que quiere que se preparen para enfrentarlo.
—¿Verdad?
—¿Pero qué lograría con eso? Falta información.
Me dejé reposar sobre una baranda. Noté que al otro lado había una gran fuente con un robot cubierto en una capa de goma muy similar a piel, asemejando algún animal acuático de amigable apariencia.
—En fin, solo quería saber tu opinión. No creo que vaya a aparecer de repente— dije.
Me giré hacia atrás por si aparecía de repente, pero no lo hizo. Coni descansó en la baranda conmigo.
—Sé que es un poco raro, pero te envidio. Tu aventura se oye muy divertida— admitió.
—¿Eso crees?
Supongo que alguien en mi situación debía sentirse ofendido y recordarle de las muchas veces que había estado a punto de morir, pero yo no tenía ganas de hacerlo.
—Sí, tienes razón— concluí al final— ha sido una aventura divertida hasta ahora. También te conocí a ti, lo cual fue bueno.
—¡¿De veras?!— exclamó él, más contento de lo que me había esperado.
—Sí, por supuesto. Me gusta estar contigo.
Esperé que me devolviera el cumplido con alguna especie de chiste, pero no lo hizo. Coni me miró detenidamente a los ojos. Mi primera reacción fue desviar la mirada, pero luego de unos segundos me recompuse y se la devolví, algo nervioso.
—¿Coni?— lo llamé.
—Tú me gustas, Arturo— me espetó— siempre me calma estar contigo. Me di cuenta en la prueba con el lúmini. Si te parece bien, me gustaría... me gustaría ser más íntimo... contigo.
Mi corazón se congeló, mi tórax se paralizó, mi cabeza cesó sus funciones. Por un largo segundo intenté contemplar posibilidades en que Coni hubiera intentado decir algo distinto, que yo estuviera malinterpretándolo todo, pero tal posibilidad no existía. Coni lo había dicho claramente.
Nunca alguien se me había confesado. Esa nueva experiencia me trajo dudas y nervios monstruosos ¿Qué pasaba si él se equivocaba y yo no era suficiente? ¿Qué pasaba si descubría lo aburrido y egoísta que podía llegar a ser? ¿Cómo podía querer a un tonto despistado como yo? Todo lo que hacía durante el día era leer y comer.
Pero Coni me miraba con sus ojos rojos intensos. Me había hecho una pregunta implícita y esperaba una respuesta. Quise decirle que no. Que me olvidara, que se equivocaba, que no me conocía bien, que se arrepentiría.
Sin embargo, al mismo tiempo debía tener la ilusión de que yo lo aceptaría y que sería una pareja perfecta. Pero no lo iba a ser ¿Qué hacía para no herir sus sentimientos? Coni debía estar muy nervioso en ese momento, quizás más que yo.
Entonces sentí un fuerte choque eléctrico desde mi oreja.
—¡Argh!— exclamé.
Fue tan fuerte que me botó al suelo.
—¡Arturo!— exclamó Coni.
—¡Reacciona, idiota!— escuché la voz de Scire.
—¿Qué?
—Entraste en pánico, así que te di una sacudida— me explicó— no sé qué es lo que tenías en la cabeza, pero no te iba a ayudar. Coni no te pidió el mundo, solo te está pidiendo permiso para hacer más cosas contigo, así que piensa en términos simples. Nadie va a morir.
—Ah... ¿Scire?— salté.
Nunca pensé que pudiera hacerle daño a su usuario, aunque fuera para ayudar. Tampoco se me ocurrió que pudiera intervenir en temas tan poco científicos como una relación entre dos personas. Quise discutirlo con ella para descubrir qué parte en su diagrama de flujo le permitía hacer eso, pero me sacudí la curiosidad y volví a la proposición de Coni. Scire tenía razón, Coni no me pedía mucho, pero era importante que yo le diera una respuesta sincera. Me giré a verlo agachado sobre mí, preocupado.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó?— inquirió.
—Después te explico, pero estoy bien— le espeté.
Noté mi cabeza más despierta. La sacudida de Scire había despejado mis dudas, al menos por unos momentos.
—Coni ¿Estás seguro que quieres... que quieres hacer eso conmigo? ¿No crees que soy...— me llevé una mano al cuello, incapaz de mirarlo todo el rato— ¿No crees que soy aburrido?
Él me sonrió con confianza. Cómo me gustaba cuando me miraba así.
—¡Claro que no! ¡Eres fascinante!
—¡¿Qué?!
—Pero si no te parezco lo suficientemente bueno para estar con un mago campeón, supongo que me iré por mi cuenta...
—¡No! ¡Tú eres increíble!— le espeté.
—Oh, no, solo lo dices para levantarme el ánimo.
No sabía si lo decía en serio o en broma, así que me puse de pie, lo tomé por los hombros y lo miré fijamente.
—Tú... también me gustas.
Oh, por Padre, no podía creer que lo había dicho. La voz me tembló un poco al final, las manos también. Lo solté para que no lo notara.
—¿En serio? ¿Estás completamente seguro?— inquirió.
—¡No me molestes! ¡Es difícil decirlo!— alegué.
—Sí, lo sé muy bien— indicó.
—Lo siento.
—No te disculpes. Después de todo, si tú me gustas y yo te gusto... — se acercó a mí y me tomó por la cintura— ¿Qué te parece si hacemos algo con eso?
No podía creer que eso estaba pasando. Estaba muy feliz, pero al mismo tiempo estaba tan nervioso que me quería morir ahí mismo para no tener que aguantarlo más. Lo tomé por la cabeza para asegurarme que no estuviera soñando. Su pelo blanco se sentía suave entre mis dedos, quería acariciarlo todo el día. Su cara ya no me parecía la de un niño, sino la de un hombre adulto seguro de lo que quería, y eso que quería era yo.
Algo torpe, me acerqué a él con cuidado para darle un beso, pero él me sorprendió y me interceptó antes de lo que esperaba.
Nuestro primer beso fue uno corto, pero alegre. Cuando nos separamos, los nervios se habían ido. Solo estábamos los dos, contentos y emocionados por el futuro.
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