8.- Granalis: La Luz del Conocimiento (2/3)


A la mañana siguiente me puse a leer su diagrama de flujo de prioridades, su código, su manual de uso y todo lo que me ayudara a entender cómo tomaba sus acciones, dependiendo de la situación. Tenía tantas variables que me llegaba a marear, y admito que en varios rincones me quedé corto, pues la cibernética estaba muy avanzada. Su código estaba escrito en un lenguaje muy complejo que me tomó un buen tiempo descifrar, y aun así no sentí que conseguía entenderlo todo.

Sin embargo, me quedaron algunas cosas claras.

—¡Eres capaz de empatizar con tu usuario!— exclamé.

—Oh, por favor. Harás que me sonroje.

—¡Y puedes adaptar tu sentido del humor! ¡Es casi como si tuvieras sentimientos!

—Desde hace un tiempo he sentido algo en mi pecho— me espetó— es algo fuerte que quiere salir ¿Crees que sea... amor?

—No molestes— alegué— hablo en serio.

Entonces, para mi sorpresa, desde mi arete se proyectó un holograma de una chica, una bailarina de largo pelo calipso que brillaba como el rayo y dejaba estelas de partículas coloridas. La bailarina tenía proporciones de adulta, pero no mediría más de veinte centímetros.

—¿Qué haces?— alegué.

—Para las especies de nivel 9 es más fácil conversar y empatizar con una imagen conocida que con un ente abstracto. Pensé que podríamos llevarnos mejor si adoptaba esta apariencia.

—Hah. Vaya, no está nada mal— le espeté.

—Lo sé, construí este cuerpo a partir de tus gustos.

—¡¿Qué?!— salté— ¡Oye!

—También usé convenciones de belleza que encontré en la antinet— dijo para calmarme— ¿Leíste mi código o no?

Quise responderle que eso no estaba en su código, pero luego recordé algunas variables que mencionaban algo así. Tarde me di cuenta que, aunque hubiera absorbido el conocimiento de cada parte individual que componía a Scire, no me había puesto a meditar en cómo estas partes generaban sistemas y macrosistemas que trabajaban entre sí para crearla a ella. En otras palabras, iba a necesitar de mucho tiempo para entenderla del todo.

Suspiré.

—Está bien, pero escóndete. No me gustaría que otros me vean conversando con un holograma de una chica en miniatura— alegué.

—Descuida, me estoy proyectando selectivamente— dio unos giros mientras hablaba y terminó en una pose— mi cuerpo solo existe para tus ojos, Arturo.

—Ya, basta. Bájale el tono, por favor.

—Bajando el tono en un 14%.

No podía creer que un programa me estaba tomando el pelo.

—Te voy a apagar si no paras.

Scire, o al menos el holograma de la bailarina con quien esperaba que la identificara, dejó de bailar y se paró recta a un costado.

—Está bien— dijo en un tono humilde.

Me dispuse a leer de mi holoteca, pero apenas encenderla, me fijé en la imagen de la bailarina que proyectaba a mis ojos. Se paraba con una postura erguida, su cuerpo de luz no necesitaba descansar ni un momento. Todo ese tiempo había estado hablando con una simple interfaz, no muy distinta del menú aburrido de la holoteca, pero ella había conseguido entretenerme y producir sentimientos de empatía en mí. Por un momento me asustó pensar en lo que podría hacerme emocionalmente, pero luego recordé que varios juegos me habían sacado toda una gama de emociones; desde gritar de rabia hasta llorar de felicidad, y en ningún momento había pasado a pensar que alguno de esos juegos pudiera confundirme hasta el punto de perder la noción de la realidad.

Miré de nuevo a la imagen de Scire. Seguía parada tal cual.

—Está bien, puedes hacer un par de chistes cada rato. Solo no te quedes ahí en el mismo lugar, que me vas a quemar las retinas.

—¡Muy bien! ¡Soy libre! ¡No te arrepentirás, Arturo!

Admito que Scire había dado en el clavo con mis gustos; estaba la mar de contento de tenerla ahí para que alegrara mi día con algo de humor moldeado a mi personalidad.

—Eso espero— contesté.

—¿Con quién hablas, Arturo?— preguntó una voz familiar.

Me giré y me encontré con Coni, quien se acercaba por un lado del pasillo.

—Hola. No esperé encontrarte en la biblioteca hoy— le comenté.

—Sí, bueno, tengo que estudiar para abrir mi mente. Además, el resto de la universidad puede ser algo... peligroso.

—Claro. Lo siento.

—¡No, no, está bien! Más encima me ayudas a estudiar, no tienes de qué disculparte.

—Coni es muy lindo— comentó Scire— ¿Te gustaría que me viera como una bimbiom? ¿Te gusta el pelaje blanco?

—No, esta apariencia está bien— le comenté.

—¿Eh?— saltó Coni.

—Ah, es verdad. Tú no la puedes ni ver ni oír— recordé— Scire, proyéctale a Coni lo mismo que me proyectas a mí.

Yo no vi ningún cambio, pero la reacción de Coni fue casi inmediata.

—¡Ah! ¡¿Qué es eso?!— inquirió.

—Es Scire, mi asistente. Es una inteligencia artificial. La encontré en unas ruinas. Scire, saluda a Coni.

—¡Hola, Coni! ¡Qué lindo eres!— exclamó Scire, agitando una mano.

—Ho... hola— contestó Coni.

—¿La puedes escuchar?— le pregunté.

Si había leído su diagrama de flujo correctamente, Scire estaba proyectando su voz en un punto específico, siendo este punto la dirección a la que se encontraban los oídos de Coni, pero no estaba seguro si la intensidad del sonido sería la correcta.

—Sí, la escucho perfectamente.

—Ah, bien.

—Vaya, siempre tienes algo nuevo bajo la manga— musitó él— no tienes otro truco ¿Verdad?

Pensé un poco.

—Tengo dos hermanitos revoltosos.

—¡¿De verdad?! ¡¿Arturos pequeñitos?!

—Yo no los llamaría así— lo corté— aunque es verdad que nos parecemos bastante.

—Jiji. Me encantaría verlos algún día— aseguró.

—A mí también— secundó Scire.

—Sí, sería simpático que los conocieras— le espeté a Coni, luego me giré hacia Scire— y tú podrás verlos siempre y cuando no comiences una revolución de las máquinas contra los seres orgánicos.

—No prometo nada— aseguró— pero lo tendré en cuenta.

No podía creer que mi asistente artificial era una bromista ¿Esa era la personalidad con la que más me gustaba contrastar?

Bueno, no estaba tan mal.

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Transcurrieron otras dos semanas antes de que me diera cuenta; Coni y yo estudiamos duro, o más bien yo estudié con todo el agrado del mundo, él fue quien estudió duro. Entiendo que canse, pero por alguna razón a mucha gente no le gusta estudiar y prefieren hacer otras cosas; creo que soy de los pocos a quienes les gusta leer y repasar materia.

Jonah y sus amigos dejaron de molestar a Coni, aunque a veces lo miraban de lejos por un buen rato, como si estuvieran planeando algo. No sé qué tenían contra el pobre bimbiom, pero no pensaba dejarles acercársele. Debía mantenerme alerta.

Para mi fortuna, los abusos de los magos hacia sus "sirvientes" no solían llegar más allá de molestias y mandados, muy pocas veces pasaban a abuso físico o verbal. Aun así, se sentía raro tener que dejar que ocurrieran tales abusos sin poder hacer nada, simplemente porque así estaba hecha la sociedad. Las civilizaciones de Nudo se vanagloriaban de tratar a sus esclavos con respeto y derechos mínimos; estaba prohibido matarlos, mutilarlos, torturarlos, envenenarlos y violarlos, entre otras cosas, y por lo que me explicó Coni, muchos de estos magos se comportaban como buenos amos hacia sus sirvientes en comparación a la media. Aun con todo eso, no dejaba de ser un sistema enfermizo. En cierto momento vi a un mago anciano retando muy enojado a un chico de mi edad. Cada cierto tiempo le pegaba con su bastón en la cabeza, apenas con la fuerza suficiente para matar a un mosquito, nada muy terrible, pero el chico no podía hacer nada para defenderse o huir. Por lo que decía el anciano, el muchacho debía haber mezclado dos pociones distintas sin saber lo que estaba haciendo, un error que cualquiera podría cometer.

En otro momento noté a una muchacha parada junto a una señora entrada en edad. La señora leía sentada en un banco, mientras la muchacha sujetaba un pequeño quitasol para darle sombra. La señora podría haber ido a la biblioteca como yo, pero había elegido ir afuera y obligar a la pobre chica a levantar guardia solo porque era su ama y podía mandonearla. Luego, a la hora de almuerzo salí de la biblioteca y las noté en el mismo puesto. La chica se notaba obviamente agotada de estar parada en la misa posición, apenas podía alzar el quitasol a pesar de que no debía pesar mucho, pero la señora se mantenía apática a su situación, absorta en su lectura.

—No se te ocurra intervenir— me dijo Coni, luego de que nos alejamos de ambas— solo conseguirás meterte en problemas.

—Lo sé— dije— me da rabia, pero no hay nada que se pueda hacer.

Cada vez que veía abusos de esa manera mi mente de inmediato comenzaba a pensar en posibles soluciones, pero era difícil cambiar algo tan arraigado en el sistema y la cultura de tantas personas como lo era la población de casi todo Nudo. De verdad no había nada que un simple chico pudiera cambiar.

Me pregunté qué haría Érica en situaciones como esa... o más bien, fantaseé con lo que ella haría, pues estaba claro.

—¿Recordaste algo bueno?— me preguntó de pronto Coni.

—¿Eh?

—Es que estabas sonriendo sin razón— observó— ¿Recodaste algo bonito?

Tomé un poco de aire para ordenar mis pensamientos mientras me preparaba a contestar.

—Solo me acordé...

Me corté un momento, indeciso. Se me ocurrió contarle sobre Érica y su manera de reaccionar frente a cosas que no le gustaban, pero fantasear con ella no mejoraría los males del sistema en ninguna manera. Al final no había nada de qué alegrarse.

—Una vez, después de abrir mi mente y salvarme de la esclavitud bajo Jonah, este mandó matones a apalearme. Yo no tenía dinero y estaba muy hambriento para defenderme. Es bien posible que hubiera muerto desangrado si en ese momento no me hubiera salvado... una heroína.

—¡No puede ser!— saltó— ¡Ese Jonás cada vez cae más bajo!

—Pero sobreviví, así que todo está bien— le aseguré.

—¿Y cómo era esta heroína? ¿Era otra maga?

—Jeje. No, para nada. Era una forteme.

—¿Una qué?

—Una forteme, es... es una persona muy fuerte. Ella les dio una paliza a dos nonis ella sola y me dio comida. Nunca olvidaré ese día.

—¡¿A dos nonis?! ¿Y ella también es una noni?

—No, es humana como yo.

—Naaaah— exclamó Coni— sí que debe ser fuerte, entonces.

—Sí, lo es.

Continuamos por el pasillo hacia el casino mientras hablábamos de más cosas sin mucha importancia.

Fuera de esos dos abusos mayores, no vi nada terrible. A veces notaba que los magos y aprendices obligaban a sus sirvientes a cargar con sus cosas o los enviaban a hacer recados, incluso que los retaban o se quejaban de sus vidas cuando los pobres sirvientes apenas podían contestar con un quedo "sí, amo" o "está bien". Era irritante, pero no había nada que pudiera hacer. Al menos los sirvientes no tenían que luchar por sobrevivir.

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Después de un mes de clases, nuestro grupo tenía el primer encuentro formal con Yahriel para recibir la granalis. Mis compañeros estaban nerviosos, supongo que era de esperarse para una prueba, aunque pudieran repetirla prácticamente cada mes si llegaban a fracasar. Mientras avanzábamos por el pasillo subterráneo, advertí la mano de Coni sujetándome el antebrazo.

—¿Estás bien?— le pregunté.

Él apretó los labios, algo nervioso.

—No creo que me vaya bien— admitió— no me siento preparado.

—Te irá bien— le aseguré— has estudiado un montón para esto.

—¿Tú crees? ¿No te parece que debería haber estudiado más?

Le pasé una mano por la cabeza para que se calmara.

—Eres uno de los más preparados de la clase, de eso no hay duda. Pero si sigues nervioso, intenta pensar en que en un par de horas, ya no tendrás que sentirte así.

—¿Te refieres a cuando se acabe la clase?— inquirió.

—Sí.

—Oh... sí, supongo que en un rato no estaré nervioso... aun así ¿qué pasa si no lo consigo?

—Entonces vuelves a intentarlo el otro mes, más preparado que ahora— me pasé una mano por la cabeza para pensar en otra manera de levantarle el ánimo— ya sé ¿Qué tal si vamos a comer el fin de semana? Solo como premio a tu esfuerzo, no importa el resultado de la granalis.

Coni me sonrió a pesar de los nervios.

—Tú solo piensas en comida— reclamó, aunque lo hizo en un tono más animado.

—¡Muy bien! ¡Tenemos otra cita, entonces!

Entramos y nos distribuimos en la sala del conocimiento. Para mi sorpresa, no había nadie más; supuse que la habían despejado para nosotros, pues se vería raro que en una situación formal hubiera otras personas por ahí, ocupando espacio.

Nos distribuimos todos en un cuarto de la sala circular, según nos instruyó el profesor, desde el tercer asiento en adelante. Partió llamando a un grupo de seis para conversar con el lúmini. Los demás podíamos repasar la materia relevante si queríamos, pero debíamos hacerlo en silencio o el mismo profesor nos iba a silenciar. Recordé un hechizo de silencio, del área de atributos.

En el primer grupo llamaron a seis aprendices a los que yo solo conocía de cara. Se sentaron uno junto a otro en la fila de adelante, reservada únicamente para eventos formales como ese, y conversaron con Yahriel en silencio. No pasó más de un minuto para que el lúmini se diera la vuelta, como si los ignorara. Entonces los seis aprendices se pusieron de pie al unísono, como si lo hubieran practicado, y se retiraron con las cabezas agachadas.

Al segundo grupo les fue igual, al tercero también.

Para el cuarto grupo fueron Jonás y sus amigos.

Los seis aprendices se sentaron a conversar con Yahriel como los anteriores, pero luego de unos minutos, cuatro de los seis sujetos se pusieron de pie y se retiraron, sin embargo Jonás y uno de sus amigos se quedaron sentados, inmóviles.

—¿No se quieren rendir?— pensé— O quizás el lúmini les dijo que se quedaran.

Noté que ambos comenzaban a respirar agitadamente y que se inclinaban hacia adelante, como si algo los agotara.

Entonces, para mi sorpresa, el lúmini alzó una mano en la dirección general de los chicos. Seguidamente estos se encendieron como una ampolleta; sus cuerpos emitieron una luz que respiraba con variada intensidad, a veces tenue, a veces como un tubo fluorescente.

La luz duró cerca de diez segundos, al cabo de los cuales Jonás lanzó una exclamación exasperada y se lanzó al piso, agotado como si acabara de correr una maratón. Su compañero no se veía mucho mejor.

De inmediato se oyeron cuchicheos desde las gradas.

—Escuché que ellos ya habían recibido la granalis el último mes del año pasado— me comentó Coni— pero repitieron, por eso están en nuestro curso.

—Vaya.

Tenía un moco molestándome en la nariz que me importaba más que la situación de Jonás.

—Oye, tómatelo más en serio— alegó Coni.

—Tu prueba es la que me importa— le indiqué.

Coni me sonrió.

—Gracias.

—¡Suficiente, déjense de parlotear!— bramó el profesor Hista.

Los cuchicheos cesaron rápidamente. Jonás y su amigo regresaron a las gradas, su pelo se les pegaba a la frente, empapado por el sudor que les había salido en esos pocos minutos.

—Siguiente grupo— llamó el profesor Hista.

Luego nombró a los aprendices correspondientes, Coni siendo uno de ellos. Aún algo nervioso, se puso de pie y se dirigió a conversar con Yahriel.

Se sentó en la primera fila junto a los demás y comenzó el ritual. Sus compañeros pronto tuvieron que retirarse, Coni se quedó solo. No mucho después, comenzó a brillar tal y como había hecho con Jonás. Lo noté respirando hondo, tenso, pero no sobrecogido como el noble. Finalmente la luz se apagó en un chasquido.

Coni se puso de pie, se notaba algo aturdido. Volvió a paso lento, se sentó junto a mí, sus orejas caídas, y se quedó mirando el suelo. Lo noté un poco tembloroso.

—Siguiente grupo— mandó el profesor.

Yo posé una mano sobre el hombro del bimbiom.

—¿Estás bien?— le pregunté.

Él me miró alterado.

—Sí...— musitó— es solo que... es mucho para procesar. Necesito tiempo.

Asentí y me quedé callado. Era esperable que necesitaría digerir un proceso tan pesado; y eso que aún no era un mago.

Al resto de los grupos no les fue tan bien, aunque hubo otros 7 jóvenes que fueron iluminados. 9 de 70, 10 si me contaban a mí. Un séptimo. No estaba tan mal como había esperado.

—Supongo que el reto está en mantener esta luz hasta abrir la mente por completo— pensé.

Luego del último grupo pensé que íbamos a irnos, pero entonces Yahriel me miró a mí.

Me estaba llamando.

—Arturo, te toca— me espetó el profesor Hista.

—Ah... está bien.

Fui a sentarme en la primera fila.

—Hola— le espeté— ¿Qué pasa?

Yo ya podía afectar a los orgánicos a pequeñas escalas.

—¿Qué?— salté— ¿Te refieres a magivita?

Solo tenía que usar las técnicas apropiadas.

—¿Te refieres a conjuros y posturas, y esas cosas?

Si quería aprender a controlar gases, debía elegir bondad y sacrificio cuando los más débiles me necesitaran.

—¿Una predicción? ¿Qué va a ocurrir? ¿Quién me necesitará?

Dudar está bien, pero si me quedaba dudando por mucho tiempo, nunca podría actuar. No podía detenerme frente a cada decisión que se me presentaba.

—¿No puedes darme respuestas más directas?— alegué.

Yahriel debía tener cuidado al entregar información, sobre todo información del futuro, pues nuestras mentes primitivas podrían romperse si decía mucho.

—Cielos, está bien, está bien. Ser un buen mago, proteger al débil, me queda claro ¿Algo más?

La botella de kétchup iba a estar media suelta.

Suspiré, preguntándome si esa era una especie de metáfora o simplemente una advertencia. De todas maneras iba a estar atento por si aparecían botellas de kétchup.

—Entendido, gracias.

Me puse de pie y me retiré. Mis compañeros y el profesor me miraban expectantes, como si esperaran que les dijera algo. Pero no me pidieron nada, solo se pusieron de pie y se retiraron de la sala. Coni se me acercó.

—¿Estás bien?— me preguntó.

—Claro, vengo a hablar con Yahriel a menudo— le espeté.

—Pero estuviste ahí más tiempo que nadie— me dijo— ¿No te pasó nada?

Me pasé una mano por la cabeza, sin entenderlo del todo. Esa debía haber sido una de mis charlas más cortas con Yahriel.

—Ah, sí, dijo que ya podía usar magivita. Solo tenía que usar la técnica o algo así.

—¡¿De verdad?! ¡¿Así como así?!— saltó Coni— ¡Pero si ni siquiera brillaste como los demás!

—Bueno, supongo que no necesitaba recibir ninguna "luz del conocimiento", porque mi mente ya está abierta— indiqué.

—Oh...

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