7.- Días Entretenidos en la Universidad (2/2)
Pronto se hizo tarde, así que nos retiramos a nuestros dormitorios. Para mi sorpresa, Coni se fue a un edificio diferente, alejado por unos 200 metros del que yo usaba. Me explicó que mi sección correspondía a los magos, mientras que en la suya dormían los aprendices. Me tomó un poco por sorpresa que el edificio de los aprendices fuera casi el doble de grande que el de los magos, pero entonces recordé que nuestro curso consistía de casi 70 alumnos. Tenía sentido que hubiera varias habitaciones. Y eso que estos eran los dormitorios de las personas becadas o con pocos recursos; los dormitorios de los nobles y ricos estaban al otro lado de la universidad.
Nos despedimos, nos fuimos cada uno por nuestro lado, entré a mi habitación y me tendí sobre la cama.
No había hecho mucho ese día; las clases habían sido relajadas y apenas había tenido que usar magia. Sin embargo, me sentía agotado. Me pregunté si se debía a los nervios, o quizás a interactuar tanto; primero con el grupo de Jonah, luego con Coni.
—¿Scire?— la llamé.
—Aquí estoy— anunció.
—¿Qué sabes sobre los bimbioms?
—Bimbiom, término singular y plural. Los bimbiom son una especie de nivel 9 de la familia de los rodenos. Se caracterizan por sus orejas largas y su pelo sedoso. Su estatura promedio es de 1,50 metros aproximadamente. Son herbívoros, pero se les ha visto royendo huesos. Sus dientes incisivos superiores crecen constantemente, por lo que la profesión de dentista es altamente necesaria para las civilizaciones de su especie.
Se oía bien. Me encontré esperando con ansias el próximo día para hablar más con Coni.
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Desde entonces no hubo mucho problema por un buen tiempo. De repente pillaba a Jonah mirándonos feo, pero ni él ni sus amigos intentaron hacer nada, tampoco intentaron acusarnos con la universidad. Me imaginé que mi puesto como mago me daba algo de peso, seguramente mis conexiones con el imperio noni ayudaban; dado que Luscus y la universidad pertenecían al imperio vole, podría verse mal que expulsaran a un alumno recomendado por el mismo gobierno noni cuando ya había pocos nonis formándose en el lugar.
Coni y yo estudiamos juntos para las pruebas, aunque la materia que los profesores pasaban yo ya me la sabía al derecho y al revés. Sin embargo, explicarle a Coni las cosas más difíciles me ayudó a ver los detalles más difíciles de otra manera, lo cual siempre ayuda.
En clases, el profesor Hista nos explicó que a fin de mes realizaríamos el ritual para "recibir la granalis".
—La manera de realizar el ritual es bien simple, pero se las explicaremos cuando queden unos días. Lo que sí importa es que tienen que estudiar mucho; su mente debe estar preparada para expandirse un poco, porque créanme que, aunque sean campeones mundiales en hacer trampas en las pruebas, no conseguirán engañar a ningún lúmini. Así que estudien, estudien y estudien.
Se escuchó un lamento de aburrimiento y fatiga general a través de la sala.
—Lo bueno de la granalis es que les ayudará a preparar su mente a la magia. Les dará un poquito de control en el área de su especialidad, con lo que podrán usar algo de magia.
Al parecer muchas personas no lo sabían, porque se oyó un murmullo de sorpresa y emoción colectivo. Admito que yo tampoco lo sabía. Me pregunté si me ayudaría a aprender magia en las áreas en las que todavía no tenía control.
—Esto no funcionará para los estudiantes que ya son magos— aseguró el profesor.
—Maldita sea— pensé.
—¿Hay un mago?— escuché a algunos preguntar al aire.
Coni me miró inquisitivo. Se acercó a mí para susurrar, los nervios paralizaron mi respiración al tener su cara tan cerca.
—¿Los demás no saben sobre ti?— preguntó.
—No es que me importe— indiqué— aunque prefiero no ser el centro de atención.
—Oh.
—No se preocupen si no reciben la granalis— continuó el profesor Hista— si el lúmini no se las entrega, habrá otro ritual al mes siguiente, a menos que decida dormirse por una semana. En cualquier caso, no se confíen, hay aprendices que pasan años en la universidad sin conseguir nada. Y sí, son los que menos se toman en serio sus estudios. Pero para los que reciban la luz, tampoco se confíen: los efectos solo duran entre 15 a 18 meses. Si no pueden volver a recibirla al próximo año, sus efectos se acabarán y se quedarán estancados en sus estudios hasta que puedan volver a recibirla. Tengan cuidado y estudien.
Miré a Coni de reojo. Se veía concentrado. Pobrecito, debía sentirse presionado con tantas expectativas sobre él. Yo lo entendía un poco, siendo uno de los campeones de mi mundo, aunque yo tenía compañeras sobre quienes apoyarme y no estaba apurado por sacar a mi mundo de una crisis.
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Esa misma tarde, Coni y yo nos dirigíamos a la biblioteca luego de cenar, cuando se nos cruzó un extraño animalito similar a un zorro, pero más pequeño, esbelto y de color azul. Era el mismo dastal de ojos rosa de antes.
—¡Rrrrahhh!— exclamó el dastal.
Se aproximó a nosotros y nos saludó moviendo la cola y dando giros. Parecía contento. Yo me agaché a hacerle cariño en la cabeza. Su pelaje se deslizó con suavidad entre mis dedos. Se sentía muy bien.
—¡Es la dastal vagabunda!— exclamó Coni.
Entonces era hembra.
—¿La conoces?— quise saber.
—Solo había oído de ella— Coni también le hizo cariño en la cabeza. La dastal parecía complacida— de cuando en cuando se la ve rondando la universidad. Los guardias nunca han conseguido atraparla, pero siguen intentando. Mucha gente piensa que es una maga que usa magia de mutación, pero muchos otros la han visto al mismo tiempo que todas las profesoras, incluso junto a otras magas de afuera.
—¡¿Una maga?!— exclamé, y me giré hacia la dastal— ¡¿Eres una maga?!
—¡Rrrah! ¡Rah! ¡Rah!— ladró entretenida.
—O quizás solo sea una dastal— supuso Coni.
—Ahora que lo mencionas, no siento sus extensiones mentales— observé— de lo que he leído sobre magia de mutación, no existen hechizos para ocultar las extensiones mentales propias.
—¿Eh?— Coni sonrió, aliviado— supongo que es mejor una dastal simpática a otra maga más ¿No?
—Sí, supongo.
—¡Rrrrah!— exclamó la dastal.
Coni sacó un dulce rojo y se lo dio, cosa que ella aceptó gustosa y devoró en tres segundos.
—¡¿Ah?! ¡¿Cómo hiciste para que lo recibiera?!— alegué.
—Solo escuché que le gustan los frutos rojos— indicó.
—¡Rrrrah!— exclamó la dastal, seguramente en agradecimiento.
Restregó su lomo contra el costado de Coni, luego con el mío y se marchó con toda calma.
—¿Crees que algunos de los animales que se ven en Luscus son magos mutados?— inquirí.
—Dudo que les agradaría dejar la comodidad de sus oficinas para andar desnudos por ahí— supuso.
—¿Desnudos?
Coni me miró con una ceja arqueada.
—¿Qué?— alegó.
Me llevé ambas manos a la cabeza, desconcertado. Hasta el momento lo había dado por hecho, pero en verdad no había leído nada de la magia de mutación que permitiera guardar u ocultar la ropa y luego volver a sacarla una vez el mago regresara a su especie natural. Es más, suprimir materia de esa manera como si no existiera, no era una habilidad que un mago pudiera hacer. Los magos no podían eliminar o crear materia, tampoco pasarla de una dimensión a otra como el timitio o las múnimas.
—¡¿O sea que los magos de mutación se pasean desnudos?!— exclamé.
—¡¿Recién te das cuenta?!— saltó Coni.
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Unas dos semanas más tarde, mientras Coni estudiaba en la biblioteca, yo intentaba practicar con lo que el profesor Hista me había dicho. "Corregir las desviaciones del flujo" se oía fácil, como si pudiera ir tranquilamente hacia cada tuerca mal puesta y apretarlas hasta que mi máquina funcionara a la perfección, pero no estaba manejando una máquina; estaba generando un flujo, y ni siquiera eso, porque ni siquiera podía generar una brisa. Mi mente no podía mover ni un mililitro de aire.
Me recosté contra la silla. Necesitaba despejarme un momento.
—¿Todavía estás en eso?— inquirió Coni, a mi lado.
—No he hecho ningún progreso. Sigo en cero— indiqué.
—Vaya, la magiorbis se ve difícil— comentó.
Estuve a punto de decir que era fácil, pero Coni no estaba del todo errado; la magiorbis tenía potencial para ser fácil y simple o difícil y complicada, y todo entremedio.
—Es fácil hacer un simple movimiento que requiera poca energía, una vez tu mente se abre al estado de la materia correspondiente— indiqué— lo difícil es llegar a eso, a entender el estado de la materia.
—¿Y cómo lo hiciste con los otros dos?— quiso saber.
—Comencé con los sólidos— recordé— cuando el lúmini abrió mi mente, pude sentir por un momento la tierra y las rocas a mi alrededor. Fue como si mi mente se fundiera con el mundo mismo. Pude entender todas las fuerzas que eran ejercidas bajo la superficie. Simplemente me dejé llevar. Luego aprendí a controlar los líquidos gracias a un juez; él me dio una metáfora de un baile. Tuve que... aprender a bailar con los líquidos.
—¿Bailar?— se extrañó él.
—Sí. Primero bailé con los sólidos. Fue fácil, solo tenía que dejarme llevar por su fuerza, deslizarme entre sus cavidades. Era como si siempre lo hubiera hecho. Después tuve que bailar con los líquidos y tuve que cambiar de postura; yo tuve que guiarla, ella no hacía nada sin mí.
—¿Guiarla? ¿Los estados de la materia tienen sexo?
—Oh...— me giré hacia Coni, extrañado de mis propias palabras— sí, ahora que lo recuerdo, sí tenían sexo. Ambas eran chicas.
—Oh...— musitó él— ¿Eran bonitas?
Me llevé una mano a la cabeza, intentando recordar.
—¿Supongo? No estoy muy seguro.
—Bueno ¿Y cómo era la de gases?— inquirió él.
—Pues... no sé. No la vi— admití.
—Entonces... ¿Crees que el profesor Hista se haya equivocado?
—¿Qué? Pero si él ya es un mago de gases— le recordé.
—Sí, pero él no mencionó nada de bailes— me espetó Coni.
—No, seguro solo tengo que seguir practicando.
Pero entonces recordé que me había dicho la importancia de los descansos. Me puse de pie.
—Voy a despejarme un rato— le espeté— vuelvo en unos minutos.
—Está bien.
Sentí unos cosquilleos por un lado de la cabeza, pero no me di cuenta de lo que eran hasta que fue muy tarde. Me giré para ir por el pasillo, pero estuve a punto de chocar contra una mujer. Rápidamente me detuve y me alejé un paso de ella.
—Ah, disculpa— le espeté.
Reparé en los cosquilleos y me di cuenta que mi mente reconocía a una maga; la chica que tenía frente a mí. Al mirarla, noté un sombrero extraño con una gran calavera con colmillos puntiagudos. Ella era una volir de piel pálida y túnica oscura. Estaba seguro que la había visto, pero no sabía de dónde, puesto que su cara estaba cubierta por un velo que la cubría entera.
—Buenas tardes— me saludó con una voz fría y queda, como un fantasma.
—Ho... hola— contesté.
—Hace un tiempo lo traté sin el debido respeto que se merece. Ofrezco mis disculpas por las molestias. No me di cuenta que usted también era un mago.
Inclinó la cabeza unos grados, ceremoniosa, y luego se retiró sin escuchar mi respuesta. Abrí la boca para preguntarle su nombre, pero me detuve antes de hacer algo de lo que podría arrepentirme ¿Qué haría si ella se enojaba conmigo por olvidarla? No quise arriesgarme.
—Uy, qué miedo— comentó Coni, una vez la chica se alejó.
—¿Qué cosa?— inquirí.
—Ella... ¿No la conoces? Es Jrotta, una de las pocas nigromantes de la universidad. Posiblemente la única.
—¡¿Nigromante?!— exclamé.
Coni se puso de pie y me tapó la boca, alarmado.
—¡No lo digas tan fuerte!— alegó en voz baja — ¡Te puede echar una maldición o sacarte el alma!
—Lo siento ¿Pero qué es eso de nigromante?— inquirí —no sabía que existían.
—Yo tampoco sé mucho— indicó él— solo sé que son un tipo de magos macabros que controlan almas y huesos a través de su magia. A nadie le gustan, son siniestros. Intenta mantener la distancia.
—¿Almas y huesos?— repetí emocionado— tengo que investigar eso.
—¡¿Qué?!
De inmediato me senté e instalé mi holoteca para buscar libros sobre nigromancia ¡No podía creer que me lo había perdido todo ese tiempo!
—Scire, dime todo lo que sepas sobre nigromancia. Omite todos los textos de ficción.
—Buscando— contestó ella.
—¿Qué te acabo de decir?— reclamó Coni.
—No me estoy acercando a ella, solo estoy investigando— le hice ver— quiero entender esto de la nigromancia.
—¡No, no lo hagas! ¡No te conviertas en uno de ellos!
—¿Y qué hacen los nigromantes que es tan terrible?— pregunté.
—¡Reviven muertos!
—¿Reviven? ¿Has visto a alguien resucitado por un nigromante?
—No, pero sé que lo hacen.
—¿En qué artículo o libro lo leíste? ¿De qué profesor lo aprendiste? O mejor, dime las leyes y teorías que dictan la nigromancia.
Coni me miró con hastío.
—¡Yo solo trato de protegerte!— alegó.
—Je. Lo siento, es solo que me parece que no sabes mucho sobre este tema. Pero descuida, solo quiero entender la teoría. Dudo que de la noche a la mañana me convierta en un nigromante solo por leer un poco ¿Verdad?
Coni apretó los labios, cómicamente frustrado.
—Está bien, quizás exageré— admitió— pero es verdad eso que te digo; los nigromantes no son bien mirados en Luscus, y si la gente básica como yo los evita, imagínate cómo los rechazarán los mismos magos.
Estuve a punto de decir que lo tendría en cuenta, pero algo de lo que dijo captó mi atención.
—¿Gente básica? ¿Acaso hay gente ácida?
Coni sacó un pañuelo y se restregó teatralmente debajo de los ojos.
—Tu chiste es tan malo que me hizo llorar— clamó.
Tuve que contener una risita. Coni me derrotaba limpiamente en una batalla de humor.
—Gente básica se les llama a los no magos— indicó— aunque es un término más formal. La mayoría de las veces oirás "ignotes".
Hice memoria. Me parecía haber escuchado eso de cuando en cuando en conversaciones, aunque nunca le había prestado atención.
—Ya veo. Supongo que es de esperar que haya términos para algo que no es— comenté.
—Aquí en la universidad está bien que te refieras a no magos como ignotes, pero afuera intenta decir "gente básica"; hay algunos muy sensibles al respecto.
—¿Pero por qué hay dos términos?
Coni inspiró hondo y exhaló lento.
—Hasta donde sé, todos decían ignotes hasta cierta fecha, pero pronto comenzó a verse como un término peyorativo—se sentó— después de todo, en esta sociedad los magos son una clase superior.
—¿En toda la sociedad? ¿No solo en la universidad?
Coni me sonrió como si yo fuera un niño iluso e inocente.
—Es sabido que los magos son los que acaparan las riquezas, es casi un estereotipo ¿Por qué crees que hay tantos nobles con sirvientes aquí?
Lo que decía era lógico, pero no lo había visto hasta que me lo arrojó a la cara. Me sentí un poco tonto.
—Entonces es lo mismo en todo Luscus.
—¿Llevas casi un mes aquí y no lo sabías? ¿No has salido...— pero se detuvo al ver mi cara de culpable— cielos, de verdad te pasas todo el día en la biblioteca ¿Eh?
—Sí— admití.
Coni meditó un momento.
—¿Te gustaría salir el fin de semana?— me invitó.
—¿Este fin de semana?
Pensaba leer cinco a seis libros y practicar mi magia, pero Coni se veía emocionado.
—Eh... está bien— acepté.
—¡Muy bien! ¡Nuestra primera cita!— exclamó.
Me llevé un dedo sobre la boca para recordarle que debíamos guardar silencio. Afortunadamente, nadie alrededor reaccionó.
Me pregunté cuánto tiempo estaríamos afuera, y cuántos libros no podría leer por ir en esa cita. Pero me saqué esa manera de pensar a la fuerza; Coni me estaba sacando de mi zona de confort por mi bien, no podía pasarme día tras día encerrado en la biblioteca simplemente leyendo.
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