5.- La Asistente de Laboratorio (1/2)
Miré a los alrededores. Me hallaba en un lugar cerrado, de suelo, paredes y cielo metálicos. Había mucho polvo y todo se veía oxidado y deteriorado, pero las luces funcionaban. Por un instante entre la biblioteca y ese lugar me pareció que todo se había vuelto negro. Eso podía significar que recordaba algo del espacio indefinido entre puentes, lo cual sería la primera vez en la historia, o bien que había llegado a ese lugar y que las luces se habían encendido un instante más tarde. De los dos, el segundo caso se me hacía mucho más probable.
Si las luces se habían encendido un instante después de mi llegada, eso me dejaba con cuatro casos posibles que se me ocurrían en ese momento: primero, que habían estado titilando y por casualidad llegué justo en un instante en que estaban apagadas. Pero la iluminación no titilaba, por lo que no me pareció probable. La segunda posibilidad es que alguien más hubiese encendido las luces desde otra parte. También, un caso de baja probabilidad. Tercero, que mi presencia en ese lugar había activado algo para que las luces se encendieran de inmediato, lo cual me indicaba que ciertos sistemas debían estar operativos a pesar de la apariencia general. Cuarto, que al completar el rompecabezas, los viejos sistemas de ese lugar se habían reactivado remotamente. Las últimas dos opciones me parecían igualmente probables, y fuera cual fuera de entre estas dos, me daba esperanzas de que podría usar algo ahí para regresar.
También observé que los niveles de oxígeno, presión y temperatura no eran muy distintos de lo que se percibía en la biblioteca de la universidad. Estuviera donde estuviera, era probable que me encontrara en un lugar dentro de la tropósfera de algún planeta habitable.
Me hallaba en una sala circular, con varias consolas de formas, controles y botones que no reconocía de ningún lado. Detrás de mí se veía una máquina con una plataforma integrada, que me imaginé era donde se había generado el otro extremo del puente. Sin embargo, este puente había desaparecido incluso antes de darme cuenta. Por el otro lado se veía una puerta abierta.
Continué hacia un pasillo igual de oxidado.
—¿Aló?— llamé en voz alta.
Nadie contestó. Andar gritando me daba una lata terrible, así que me rendí a estar solo después de un intento.
En el pasillo noté una especie de consola con una pantalla rota. Parecía bastante compleja, igual que las máquinas que había visto en la sala anterior. Me pregunté si ese lugar sería alguna especie de nave o base militar o hasta un laboratorio. Parecía un lugar muy técnico, hecho para gente especializada.
Apenas girar en la primera esquina, una compuerta intentó abrirse apenas a unos metros frente a mí, pero el óxido le impidió moverse más de unos centímetros.
—¿Qué hay allá?
En ese momento, dos pares de gruesos dedos metálicos surgieron por la comisura de la compuerta, sujetaron ambos lados y la rompieron con un estruendoso chirrido. El ruido fue tan fuerte que me obligó a taparme los oídos, pero no pude lamentarme por mucho. Desde el hoyo apareció una figura cilíndrica, con dos piernas, dos brazos y un ojo rojo en el centro de su torso. Su cuerpo estaba compuesto de un extraño metal que, a diferencia de las instalaciones alrededor, no parecía oxidado.
—¿Un robot?— me extrañé.
Estaba hecho de metal y se movía autónomamente. Si no había nadie vivo en ese lugar, significaba que lo que tenía frente a mí era, en efecto, un robot.
Me acerqué a él, curioso. Quería saber cómo funcionaba, qué propósito tenía, cómo se seguía moviendo a pesar de todo el tiempo que claramente ese lugar había permanecido abandonado. Sin embargo, antes de dar tres pasos, el robot giró la mitad de su brazo sobre un eje donde estaría su muñeca y me apuntó con un cañón.
De inmediato di un salto hacia atrás y detuve una ráfaga de balas en el espacio frente a mí. El robot me disparaba porque me consideraba una amenaza, seguramente atacaba todo lo que se moviera o lo que tuviera pulso. Cuando me sacudí la sorpresa, intenté controlarlo con mis extensiones mentales para romperle el brazo y sacarle los circuitos, pero nada ocurrió.
—No está hecho de un material que pueda controlar— observé.
Rápidamente tomé control de una de las compuertas que había roto y se la enterré en medio del torso. Su cuerpo artificial cayó, partido a la mitad, y se apagó completamente.
Aún curioso, me acerqué para investigarlo. Pasé una mano por su superficie ligeramente rugosa. Estaba hecho de un material similar al metal, pero no precisamente metal. Quizás por eso su cuerpo no se había oxidado. Era posible que estuviera construido con un material en base a carbono, lo cual quería decir que su cuerpo correspondía en mayor parte a materia orgánica, la cual repelía mi control mágico. También sabía de la existencia de cierto material resistente a la magia en general, el mismo que había visto en un laboratorio escondido en una ciudad portuaria del imperio noni. Sin embargo, lo único que importaba en ese momento es que no podía controlarlos.
—No puedo quedarme a curiosear si van a haber otros robots hostiles— me dije.
Continué por el pasillo esperando que no tuviera compañeros.
Desde ahí encontré varias salas, escaleras y más pasillos, y también robots, muchos robots, quizás demasiados. En cierto momento me encontré peleando con veinte al mismo tiempo, en una sala grande, y por el otro lado surgieron otros cuarenta más, disparándome con su puntería perfecta y sin miedo por el daño que pudieran recibir. Mi desventaja era demasiado grande, no podía ganar en esas condiciones, así que tomé uno de los pedazos de metal que me quedaba aún por arrojar y hui flotando sobre sus cuerpos, a toda prisa. Estos me persiguieron, por supuesto, pero sus piernas torpes no les permitían avanzar muy rápido.
Terminé escondiéndome dentro de una de las muchas salas perdidas en ese laberinto.
Tomé un respiro. No había más enemigos en ese lugar, pero no tardarían mucho en encontrarme.
—Tengo que salir de aquí de alguna manera— me dije— debe haber un mapa.
Después de mucho observar, había determinado que ese edificio se trataba de una especie de laboratorio. La gente ahí había investigado algo, aunque no tenía idea de qué, ni para qué, ni siquiera qué tipo de civilización había sido.
—¿Aló?— escuché mi voz.
Me sobresalté tanto que pegué un grito. Rápidamente estudié la sala y me preparé a defenderme.
Entonces escuché mi mismo grito provenir de un parlante. Al fijar la vista, noté un aparato cilíndrico del tamaño de mi mano. Extrañado, me acerqué a examinarlo y lo miré. Tenía una pantalla en una zona superior y unos orificios en la zona inferior, donde me imaginaba que estaría el parlante. No estaba oxidado, así que deduje que estaría hecho del mismo material que los robots. En eso, la pantalla se encendió, y de esta apareció mi cara mirando con sospecha. Reparé en una pequeña cámara sobre la pantalla.
—¿Qué es esto?— me pregunté en voz alta.
—¿Qué es esto?— preguntó el aparato de vuelta— ¿Aló? ¡Aaaaah! ¿Qué es aló? ¡Aaaah! ¿Aaah? ¡Que!
—¡¿Qué...
—¡¿Qué...— contestó.
Lo primero que se me pasó por la cabeza es que, fuera cual fuera su propósito, estaba roto. Sin embargo, la secuencia con que repetía mis propias palabras me llamó la atención.
—¿Me puedes entender? ¿Eres un robot?
—¿Me puedes... robot? Entender ¡Aaaaah! ¿Entender?
No repetía todo exactamente como lo decía, incluso usaba palabras con entonaciones distintas a como yo las había mencionado. "Entender" solo lo había dicho en un tono de pregunta, pero el aparato me lo devolvió como una afirmación.
Mis ojos se abrieron de par en par luego de que una revelación me cruzara la mente como una estrella fugaz.
—No puede ser ¿Eres una inteligencia artificial?— le pregunté— ¿Estás... estás tratando de aprender mi idioma?
—¿Idioma? Entender ¡Puede ser! Una inteligencia artificial ¿Robot? A, E, I, O, U, PFSTRKKTRR ¿Aló?
La sola idea de haberme encontrado con algo tan único, tan fenomenal, me emocionaba al punto de querer gritar. Mi primer impulso fue tomar el aparato y llevármelo a un rincón para decirle todas las palabras que pudiera pensar hasta que consiguiéramos mantener una conversación. Sin embargo, el ruido de los robots marchando y abriéndose paso a través del laboratorio me interrumpió antes de que pudiéramos siquiera comenzar. Estaban muy cerca, necesitaba huir de nuevo.
Con el aparato en mis manos, salí de la sala y eché a correr. Los robots me dispararon por la espalda. Podía detener sus balas siempre que supiera de dónde venían, pero no podía hacerlo eternamente.
Llegué a una sala grande con varios pisos conectados por un gran hoyo al medio, como un centro comercial. Sin pensarlo mucho, tomé un tubo de metal de una pila de escombros y me arrojé hacia el vacío. De inmediato noté que al fondo, siete pisos más abajo, había un montón de chatarra rota con algunas salientes puntiagudas que apuntaban peligrosamente hacia arriba. Usé el tubo de metal que había agarrado para desacelerar mi caída y flotar gentilmente hacia el segundo piso, por donde continué. Corrí por varios pasillos y giré en varias esquinas, para finalmente esconderme en otra sala abandonada.
—Esto ya no es un laboratorio— me dije en voz alta— es toda una central de inteligencia. Algún grupo importante invirtió mucho aquí.
Hablaba a propósito para alimentarle palabras al aparato con la inteligencia artificial. Era posible que quisiera matarme como todos los otros robots, pero en una de esas conseguía sacarle información de dónde estaba y cómo podía salir.
—Central de inteligencia. Laboratorio— repetía con mi voz.
Miré la pantalla, mi propia cara me sonreía sobre un fondo negro.
Desconcertado, alejé el aparato para mirarlo mejor. Hasta el momento solo había reflejado lo que le entraba por la cámara, pero ahora gesticulaba con un realismo orgánico, como si fuera un personaje de un juego muy avanzado.
—¿Aló?— me llamó.
—Copiaste las facciones de mi cara para simular expresiones— noté— eres una inteligencia artificial bastante avanzada, incluso para estándares de Nudo.
—¡Entendiste!— exclamó.
—¿Cómo vas con mi idioma? ¿Has aprendido suficiente para conversar?— inquirí.
—¿Conversar? ¿Qué estás tratando?
—Quiero que me digas una manera de salir de aquí— le indiqué— hay varios robots persiguiéndome, intentan matarme... ah, me llamo Arturo, por si acaso. Arturo.
Me señalé con el pulgar para dejárselo bien claro.
—Conversar. Tratando. Copiaste idioma.
"Tratando de copiar el idioma". Me imaginé que significaba que aún le faltaban palabras.
Intenté alimentarle frases enteras para que pudiera basarse en algo de contexto. Me mantuve alerta al ruido general de los robots, pero estos se tardarían un poco en alcanzarme por ese último salto que había dado. Eso me dio el tiempo suficiente para entregarle lo básico a la inteligencia artificial para comunicarse.
—Entender— aseguró— Para Arturo, huir de robots, necesitas acoplarme, a, consola central.
—¿Qué conseguiré con eso?
—Arturo vino por, puente, artificial. Arturo, debe volver por, puente, artificial. Puente disuelto. Consola central, debe, reiniciar.
—¿Y tú puedes generar otro puente si te acoplo?
—Entender.
Supuse que quería decir "entendido" o "sí".
—¿Cómo llego a la consola central?— le pregunté— necesito un mapa.
—Yo, guiarte.
Entonces, para mi sorpresa, desde la cámara proyectó un holograma de la central de inteligencia. El holograma se acercó a nuestra posición hasta que pude ver la sala en donde nos encontrábamos. Noté una flechita blanca, debía ser la ubicación del aparato. No vi ninguna marca para los robots, me imaginé que el aparato no estaría hecho para mostrar posibles enemigos.
—Muy bien— dije.
—¡Muy bien!— repitió la inteligencia artificial.
En el holograma había otro punto resaltado: una sala ubicada en la cima de la estructura, al final de una zona alejada de donde nos hallábamos. Debía haber varios robots en el camino, pero era la mejor opción que tenía, y mientras antes llegara, más fácil podría salir.
—Espero que puedas generar ese puente como dices— le espeté.
—Puente, bien.
Sin esperar más, salí del refugio temporal y me encaminé hacia el extremo que me indicaba. Atravesé la sala grande donde nos encontrábamos y me dirigí al pasillo por donde el camino giraba hacia la zona de destino. Sin embargo, antes de salir de la zona grande, una gran masa de chatarra cayó ante mí. Tuve que parar en seco y retroceder.
—¡Está colapsando!— pensé alarmado.
Sin embargo, lo que cayó no era un conjunto de escombros, sino que una sola estructura. Tenía seis patas puntiagudas, un cuerpo lleno de cables y tornillos, una cara con tres ojos rojos que me miraban insensibles y una torreta que me apuntaba desde el centro de su cara.
—¡¿El robot jefe?!— salté.
Abrió fuego inmediatamente. Me centré en sus disparos para detenerlos, pero antes de darme cuenta, escuché los chasquidos de balas perdidas en el suelo a mi alrededor. Aunque había intentado detener esas balas, viajaban tan rápido que mi magia no alcanzaba a hacer efecto. En un instante supe que podía matarme si no intentaba otra estrategia, así que abrí el suelo bajo mis pies, me metí adentro y me marché hacia un rincón bajo tierra para huir.
Me desplacé de espaldas a toda prisa, removiendo tierra y roca con mi magia, pero de pronto mis pies chocaron con algo duro que no pude quitar del camino. Intenté controlarlo con mi magia, pero no pude. Me di cuenta que se trataba de una de las patas del robot jefe
—Y si puede enterrarlas, puede atacarme aquí mismo ¡No tengo salida!
Sin esperar más, me desplacé hacia un lado y volé la tierra y el metal sobre mí para saltar. El robot empaló el suelo tras de mí e intentó corregirse de inmediato. Me disparó de nuevo. Yo levanté una placa de metal del suelo y la usé como escudo, pero no tardó en llenarse de agujeros. Rápidamente eché a correr bajo las patas del robot hacia el pasillo. Este se desplomó para intentar aplastarme, pero yo alcancé a remover la tierra y el metal, y meterme por el suelo para finalmente escapar. El robot se giró hacia mí, listo para llenarme de hoyos. Lo único que atiné a hacer fue derrumbar la entrada al pasillo. Tomó un montón de energía, pero conseguí romper y deformar las vigas de acero que sostenían el mayor peso. La roca y el concreto le siguieron, y nos separaron.
Escuché las patas del robot golpeando el suelo al otro lado. No tenía tiempo que perder; de inmediato di media vuelta y eché a correr por el pasillo. En mi carrera tomé un pedazo de metal y me subí encima para viajar más rápidamente.
—¡Muéstrame el mapa!— mandé al aparato.
Sacó el holograma de nuevo. La flecha blanca, o sea yo, apenas había avanzado el total de mi recorrido. Había conseguido escapar de las amenazas hasta el momento, pero no podía confiarme; había gastado mucha energía huyendo del grandote. Necesitaba ser eficiente si quería salir antes de que se acabaran mis reservas.
Subí patinando el aire sobre unas escaleras.
—¿Sabes por qué me atacan estos robots?— le pregunté a la inteligencia artificial.
—Arturo, intruso. Sistemas de defensa, actuar.
Extrañado, hice memoria para recordar cuándo había dicho "intruso" o "defensa", pero dudaba haberlo hecho.
Llegué al tercer piso y continué por una sala larga.
—¿Estás deduciendo palabras a partir de patrones en mi dialecto?— le pregunté.
—Así es.
Cómo quería detenerme a seguir hablando, preguntarle todo tipo de cosas, pero no podía seguir aprendiendo si esos robots me mataban.
—¿Estás de mi lado?— le pregunté.
—No dejaré, morir, Arturo— contestó.
Esperé que eso significara lo que me imaginaba que significaba. No es que su respuesta fuera de mucha ayuda, solo quería saber si intentaba mentir o no. Una inteligencia artificial que miente, eso sería fenomenal.
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