32.- La Maga Traidora (2/2)


Luego del almuerzo fuimos a dormir, puesto que nos habíamos desvelado la noche anterior.

Cuando desperté, el sol estaba en otro ángulo. Se oían algunos ruidos desde afuera, así que salí de la habitación y me dirigí al jardín. Ahí se encontraban los hijos menores de Prípori, cuyos nombres había olvidado. Hice una nota mental de escucharlos y aprendérmelos, para evitar situaciones incómodas. Estaban los dos jugando a pillarse. Silvina los cuidaba, o eso parecía que debía estar haciendo. En verdad solo estaba leyendo un libro en uno de los bancos de una esquina.

Nos saludamos, hablamos de la vida unos minutos. Ella estaba relajada, yo también; no había nada mejor después de luchar por mi vida toda la noche.

—Escuché que te mudarás aquí permanentemente— apuntó ella.

—Sí, eso haré. Coni también.

—Ah, es verdad. Coni es ese bimbiom que mamá aceptó de aprendiz ¿No?

—Sí, es mi novio de la universidad. Seguro te encantará, es muy lindo.

—¿Eh? No son de esas parejas que se ponen de la nada a coquetear entre ellos ¿O sí? Porque si se ponen melosos, te juro que les vomitaré encima.

—No, tranquila. A mí tampoco me gusta eso— le aseguré.

Charlamos un poco. Pronto me entró mucha hambre, así que fui a servirme algo a la cocina.

En eso, noté por la ventana a una figura levitando sobre varios metros sobre la colina de la casona. Era Prípori. Tenía las piernas cruzadas como si estuviera sentada en una plataforma invisible. Pensé en dejarla ahí como estaba, pero tenía algunas preguntas y con su familia presente, supuse que se volvería difícil reclamar su atención más adelante. Salté por la ventana, tomé control de un pedazo de tierra para sujetarme y me dirigí hacia ella.

Al acercarme, abrí la boca para hacerle mi pregunta, pero me detuve al notar lo inmutable que estaba; parecía una estatua ¿Quién era yo para interrumpirla? Quizás sería mejor esperar... pero seguramente ya me habría oído ¿Estaría esperando que le hablara? ¿Siquiera me había visto? Estaba de espaldas, quizás no sabía quién era ¿Se molestaría si sabía que le había interrumpido su meditación? Pero era mi maestra, debería estar bien que respondiera mis preguntas ¿Pero no podía tener sus ratos para ella sola?

—La indecisión es algo que deberás aprender a sobrepasar— me espetó de repente.

—¡Ah!— exclamé— lo siento.

—¿Qué necesitas, Arturo? Cuéntale a la vieja de tu maestra.

—No eres...

Pero me di cuenta que había sido un chiste, así que me callé y avancé hasta su lado.

—Antes no quería interrumpir las negociaciones con mis amigos, y luego me entró mucho sueño con la comida, por eso no pregunté, pero allá en el estadio, pensé que el profesor Hista te iba a reconocer de inmediato. No es como si estuvieras usando un filtro de voz.

—¿Hitrasta? Fuimos compañeros de universidad, sí, pero eso fue hace mucho tiempo— indicó— es natural que no reconozca mi voz, aunque seguro se acuerda de mi cara.

—Claro.

Me pasé una mano por la cabeza. Tenía mucha curiosidad, pero no sabía si estaría bien indagar. Sin embargo, eso era algo que solo Prípori podía decirme si estaba bien o no hacer.

—¿Te molestaría... contarme un poco sobre ese período? —inquirí, un tanto nervioso.

—¿Por qué quieres saber sobre mi pasado? —se extrañó ella.

—No estoy muy seguro...— admití— supongo que verlos a ti y a Hista juntos... no sé, se sintió como... como...

Me dio pena. Arrugué la cara, tratando de contener las lágrimas. Para mi fortuna, conseguí embotellármela. No sé qué me dio de repente. Mis ojos no alcanzaron a humedecerse.

Al volverme hacia Prípori, me di cuenta que me había estado mirando, parecía preocupada.

—¿Estás bien, Arturo?— me preguntó.

—Claro... sí, estoy bien— aseguré— solo curioso.

Prípori miró hacia abajo, noté sus párpados oscuros y brillosos.

—Hista te gustaba ¿No?

—Como profesor... sí, supongo— admití— era... era el único entretenido, el único que parecía entenderme, al menos al principio. Luego... no sé, comencé a conocerlo. Resulta que no era el hombre bueno y carismático que creí en un principio.

Prípori inspiró hondo, luego botó todo el aire durante varios segundos.

—Está bien estar triste. Fuiste traicionado por tu guardián— me puso una mano en la cara. Su caricia más tierna que la de mi propia madre. La tristeza regresó a mi alma como la noche siempre regresa luego del día.

No entendía por qué estaba triste, pero lo estaba. Quise explicárselo para que entendiera por qué de repente arrugaba la cara, pero la pena no me dejó hacerlo. Mis ojos se llenaron de líquido y comenzaron a botar lágrimas. La mano de Prípori me afirmó la cabeza con fuerza y ternura a la vez, me acarició un lado del pelo, pasó su pulgar sobre mi ceja, su palma sobre mi boca, en sus ojos podía ver las ganas de consolarme, de hacerme sentir bien, pero también la calma que viene con la comprensión de que no había manera de apurar ese proceso. Por un momento quise pedirle que ella fuera mi mamá, pero nunca podría admitir algo tan vergonzoso. Esperé que ella no estuviera leyendo mi mente en ese instante.

—Confiabas en él— continuó ella.

Yo asentí.

—Él debió tener tu seguridad en cuenta, pero la tiró por la borda.

Volví a asentir.

—¿Te dijo que debías aguantar ese abuso? ¿Te dijo que no podías hacerle nada a los nobles solo porque eran nobles?

Asentí por tercera vez. Ella me tomó de los hombros y me acercó a su pecho con cuidado. Me di cuenta que ya no era yo quien controlaba la plataforma sobre la que estaba sentado, ni que seguía sentado ahí; era Prípori quien me tenía flotando en el aire. Ella puso mi cabeza contra su pecho y me apretó para tomar mis lágrimas. Yo la abracé de vuelta, no muy seguro de qué hacer; si estaba bien dejarme llevar, si estaba sobrepasando la confianza que me tenía, si pensaría que yo ya estaba grande para ir llorando con un adulto responsable. Esperé que no fuera así, esperé que no le importara consolar a un niño llorón de casi 20 años, porque en ese momento ella era justo lo que necesitaba.

—Ese hombre tiene una perspectiva muy limitada, siempre ha sido así— indicó ella— ya no necesitarás lidiar con él. Ahora estás con nosotros. Estás bien.

Yo asentí mientras lloraba, sin poder contestar con palabras.

Estuve unos minutos así, pero eventualmente mi llanto amainó hasta que cesó por completo. Me separé un poco de ella, suspiré, me limpié las lágrimas y los mocos.

—Lo... lo siento— le espeté, sin saber qué decir.

—No tienes nada de qué disculparte— me espetó con dulzura.

—Gracias— dije con voz temblorosa.

—Siempre estaré aquí.

No la entendía. Debía verme patético, ya había interrumpido su meditación por un buen rato, pero ella lo ignoraba y me ofrecía su completa empatía.

—¿Por qué eres tan buena conmigo?— pregunté después de un rato.

Ella me sonrió.

—Porque tú lo vales, Arturo.

Me acarició la cara otra vez, este gesto me sacó más lágrimas. Afortunadamente, no me largué a llorar como antes, sino que conseguí calmarme. Prípori me sentó en la plataforma de roca, ella se sentó a mi lado.

—Ay, Arturo— me sujetó por la cintura, como para decirme que ella sí me acompañaría— está bien, te contaré una historia para que se te pase ¿Te gustaría saber cómo me rebelé contra la universidad esclavizante?

Abrí los ojos de par en par, sorprendido.

—¿De verdad? ¿Me lo dirás?

—Sí, no es algo que vea necesario ocultarte— me aseguró— es lo que querías saber en un principio ¿No? ¿Mi pasado con Hista?

Lo medité un momento. Me lo estaba ofreciendo ¿Pero si lo hacía solo porque yo me había mostrado vulnerable, para consolarme? ¿No se sentiría engañada más tarde? Sin embargo, me sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos; le estaba dando muchas vueltas. Ella misma lo había dicho: no era algo que necesitaba ocultarme.

—Sí, por favor— le espeté.

Ella asintió, luego tomó aire y pensó un momento en cómo partir.

—Supongo que para que entiendas por qué yo asistí a una institución despiadada como esa, tendré que contarte qué me llevó allá primero: Nací de una familia muy pobre, en un mundo perteneciente a uno de los grandes eruditos del Panteón de Magos. La tasa de mortalidad era altísima por la enorme cantidad de contaminantes que se arrojaban a la tierra y el agua. El mundo estaba repleto de fábricas e industria, y al dueño no le importaba disminuir la vida de billones de personas mientras él consiguiera otro cero en su cuenta. No había revolución, solo desesperanza.

>>>>Cierto día, unos cazadores de personas destruyeron mi aldea y capturaron a los sobrevivientes para venderlos por ahí. Por cosas de la vida, terminé sirviendo a una familia noble con bajos recursos. La abuela era una maga, pero estaba muy senil y apenas se podía parar. Nadie más dentro de la familia había abierto su mente a pesar de intentarlo por varios años. En esa familia tampoco me trataron bien, excepto por un niño de mi edad. Él me enseñó a leer a escondidas y me explicó sobre la magia. Hasta ese momento yo no tenía idea de qué trataba, pero quedé fascinada.

>>>>Como los padres trataban de codearse con magos a pesar de ser gente normal, a veces iban a un santuario cercano en donde se encontraba un lúmini. A mí me llevaron varias veces, pero luego de unos cuantos años de servirle, de repente él me miró y me dijo que intentara con los hechizos del libro que más me gustara de la casa de mis dueños. Así que fui a escondidas con mi amigo y probamos con el hechizo más fácil. Para mi sorpresa, funcionó. De pronto podía hacer magia.

>>>>Cuando se enteraron, los padres intentaron esconder que había recibido la granalis, pero no pasó mucho tiempo hasta que aparecieron soldados magos a reclamarme. Después de todo, los magos y aprendices tienen derecho de ser libres. Sin embargo, los aprendices que no tienen recursos para mantenerse por su cuenta, como era mi caso, son llevados a centros especializados en que los preparan para continuar su aprendizaje. Después de varios años, me enteré que mi amigo había avisado de mí a las autoridades, para librarme de mi esclavitud. Lamentablemente, él aún era un niño en ese entonces, y no se dio cuenta hasta que fue muy tarde que eso nos separaría. Los soldados me tomaron consigo y me llevaron a una academia para aprendices jóvenes, porque aún estaba muy chica para la universidad. Luego de dos años practicando ahí, abrí mi mente por fin.

>>>>Seguidamente entré a la universidad y aprendí otros estados de la materia. Era un lugar... desagradable, algo hostil, muy competitivo. Tenía una muy extraña relación con mis compañeros, porque había cupos limitados para pasar de curso, o sea que competíamos con nuestras notas y logros académicos para ganarles a los demás. Los que se quedaban atrás aún podían graduarse, pero solo como suboficiales; se les paga menos, se los mira como inferiores e ignorantes y debían acatar las órdenes de sus superiores oficiales. Fue en eso que conocí a Hitrasta. Él y yo fuimos unos de los pocos magos que conseguimos graduarnos como oficiales de esa tormentosa universidad.

>>>>Después de eso, hice mis años de servicio con relativa calma. Por fin tenía dinero, educación, magia y autoridad. No me importaban los objetivos del directorio de magos que nos controlaba, pero se sentía bien que otros tuvieran que oír mis órdenes, o que pudiera usar la fuerza si alguien no me escuchaba. Sin embargo, eso terminó cierto día en que me mandaron a una misión a mi propio mundo. Mis superiores no tenían idea de que era mi lugar de origen, ni se molestaron en revisar mi expediente. Yo intenté tomarlo profesionalmente, pero... volver a ese lugar me trajo recuerdos. No fue nada bonito.

>>>>Nuestra misión consistía en proteger una de las fábricas de unos bandidos que habían estado saqueando la zona. Por varios días no ocurrió nada. Luego, de pronto nos invadieron. Apenas podría considerarlo una pelea; nosotros éramos diez fuertes magos contra apenas cien o doscientas personas normales, apenas armadas con garrotes y cuchillos. Yo ya estaba sensible por encontrarme en ese lugar, pero entonces los pocos sobrevivientes comenzaron a reclamar, y entre sus lamentos, nos dijeron por qué habían estado atacando: resulta que los soldados de la zona les habían arrebatado lo poco que tenían, habían matado a sus hijos y violado a sus mujeres antes de matarlas también. Habían aguantado un infierno por años, por todas sus vidas. Para ese momento yo ya quería escapar de todo eso, pero a nuestro superior no se le ocurrió otra mejor idea que matarlos a todos. Ni siquiera pensaba tomar prisioneros, nada, nos dijo que los matáramos.

>>>>Fue en ese instante que decidí que no volvería a asesinar injustificadamente. Me rebelé contra mi escuadrón, me convertí en una traidora. Hitrasta estaba entre los compañeros contra los que luché.

Prípori recogió su brazo y se abrazó las rodillas. Luego guardó silencio por unos momentos, pensativa.

—Vaya, no esperaba contarte tanto— sonrió al fin.

Para cuando hubo terminado, yo ya me había calmado y podía hablar bien.

—Se oye horrible— comenté toscamente— lamento que hayas tenido que ver algo así.

Prípori suspiró.

—Yo no... yo... — se sacudió la cabeza— tenía que verlo. Era imperativo para convertirme en la mujer que soy ahora. Es lo que los ricos y poderosos han estado haciendo todo este tiempo, desde antes de que naciéramos, y lo harán mucho después de que nos hayamos ido. Aun así, creo que podemos cambiar, al menos podemos salvar a unos pocos.

Me pasé una mano por la cabeza, admirado de mi maestra. Ella de verdad era una maga altruista, alguien que ponía a los demás antes que sí misma. Con lo difícil que era la vida, era difícil ignorar el valor que requería hacerlo.

—En fin, no es como si pudiera pelear contra todo mi escuadrón— continuó ella—Tan solo hui. No creo que Hitrasta se lo haya tomado bien. Entiendo que no quiera volver a verme.

Tragué saliva al darme cuenta que el profesor Hista había estado de acuerdo en matar a los prisioneros de un planeta tan pobre. Me pregunté si habría cometido alguna otra masacre. Sabía que no estaba bien juzgarlo mientras no supiera su versión de la historia, pero se me hacía difícil pensar que Prípori mentiría sobre algo tan importante.

—¿Estás seguro de que quieres quedarte conmigo, Arturo?— me preguntó de repente— no lo haces solo por tus sentimientos a mí ¿Verdad? La emoción de mi presencia no durará mucho. Después me verás solo por lo que soy.

De pronto comenzó a darme mucho calor.

—¡No!— exclamé nervioso— No lo hago por... no es solo por eso.

—Tampoco es que este sea el único lugar en donde te puedes refugiar de los Balurto— continuó— estoy segura de que no se atreverían a enviar matones a tu propio mundo.

—Gracias, pero tampoco es completamente por eso. Hay varias razones, la verdad, pero la principal es la más simple: quiero aprender magia, y tú eres la mejor maestra.

—Awww ¿En serio piensas eso?

—Sin lugar a dudas.

—Jiji. La magia es fascinante ¿No? ¿Te imaginas crecer en un mundo sin ella?

No pude reprimir una risita.

—¡Ay, verdad! ¡Lo siento! ¡Se me olvida que fue tu caso!

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Pronto nos llamaron a comer. Coni y Jrotta conocieron a la familia de Prípori. Luego esta les explicó más o menos cómo nos programaríamos para los entrenamientos, y también les dejó claro que no iban a partir en misiones con ella desde el primer día, puesto que necesitaba asegurarse de que pudieran cuidarse las espaldas contra la policía antes de mandarlos en algo tan peligroso.

Finalmente Jrotta se marchó a través del sombrero-puente, que ella cuidaría a partir de ese momento.

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