32.- La Maga Traidora (1/2)


Cuando salimos por el otro lado, Prípori nos llevó a la base y sanó las heridas que nos habíamos hecho en la última pelea. También activó a los robots para que comenzaran a prepararnos algo de comida, algo que agradecí enormemente. Mientras tanto, se vistió y nos hizo pasar a la sala de estar para que le explicáramos el tema.

Los tres relatamos lo que había ocurrido desde el primer día del torneo. Entremedio, apareció un robot anunciando que la comida estaba lista, por lo que partimos al comedor a servirnos. Prípori no tenía problemas en compartir con cualquiera, eso era muy generoso de su parte. Yo no sé si tendría la fuerza de voluntad para hacer lo mismo.

Terminamos nuestro relato entre bocas llenas, trastabillándonos a cada rato e interrumpiéndonos sin querer unos con otros. Después de varios minutos llegamos a la parte donde apareció ella. Prípori evitó tomar la palabra hasta ese instante.

—Ya veo. Tuvieron que aguantar mucho de ese sujeto— dijo comprensiva— más encima viniste a pedir ayuda, pero yo no estaba. Creo que te fallé, Arturo. Lo siento.

—No, está bien— me apresuré a decir— nos salvaste al final, así que salió todo bien.

Ella me sonrió con cariño.

—Ahora entiendo mejor lo que ocurrió. Tenían pocas posibilidades, se enfrentaban a un enemigo con mucho poder, tomaron un enorme riesgo contra sus vidas e hicieron lo mejor que las circunstancias les permitían ¿Qué piensan hacer ahora, que ya no tienen que escuchar a ese Balurto?

Los tres nos miramos las caras, pensativos.

—No estoy seguro de que podamos volver— admitió Coni— mucha gente nos vio. Aunque lleváramos máscaras y todo ¿Creen que hayamos evitado que nos reconozcan?

—Se le hará difícil a la policía, y Balurto no se atreverá a hacerles nada— indicó Prípori— mandaré a alguien a investigar cómo está todo, pero creo que de momento pueden volver sin muchos problemas. Solo necesitarían actuar como que no hicieron nada.

—No creo que sea tan fácil— le corregí—estoy seguro que el profesor Hista me reconoció. Con lo obsesionado que está con el orden de la sociedad, seguro que me delatará a la policía en cuanto pueda. En cuanto a ustedes, no estoy seguro— les dije a mis amigos.

—Dudo que me haya reconocido a mí— comentó Coni— pero si supo quién eras, no tardará en pensar en nosotros dos. No es que tengas muchos amigos, Arturo.

—No se preocupen por eso. Podemos forjar pruebas para disuadirlo, al menos de denunciarlos— nos espetó Prípori— después de todo, si nadie le cree que fueron ustedes, de nada servirá que él lo sepa.

Dejé escapar una bocanada de alivio.

—Gracias, Prípori.

—¡Qué bien! ¡Quizás hasta podamos volver a clases los tres como de costumbre!— exclamó Coni.

Este y Jrotta me sonrieron, animados, mas yo negué con la cabeza.

—No... creo que no quiero volver— musité.

—¡¿Qué?!— exclamaron ambos.

Me apoyé sobre el respaldo de la silla. Aunque me había llenado de comida, comenzaba a tener hambre otra vez. Miré al cielo, pensativo.

—Allá afuera hay gente muy poderosa, mucho más poderosa que Aurelio o incluso que los Qabera. Me matriculé en la universidad para ganar poder, aumentar mi destreza mágica, pero apenas he avanzado un poco. Es solo gracias a Prípori que tuve el poder suficiente para protegernos a los tres. Había permanecido en la universidad por capricho, para estar con ustedes, pero desde hace un buen tiempo estoy convencido de que debo concentrarme en mi entrenamiento. Prípori, por favor, déjame quedarme aquí para entrenar con más frecuencia.

Esta asintió solemnemente.

—Lo tendrás mucho más difícil que hasta ahora ¿Estás bien con eso?

—¡Sí, maestra!— exclamé.

—Muy bien ¿Qué me dicen tus amigos?

Ambos se giraron a ella, extrañados.

—¡¿Nosotros?!— exclamó Coni— ¿Nos podemos quedar a entrenar?

—Claro que pueden, mientras compartan nuestros valores. Pero tendrán que pasar a formar parte de nuestro equipo: de los polímatas ¿Qué me dices tú, Coni?

Este miró su plato, meditativo. Jrotta buscó mi mirada un momento. Se me hacía raro ver sus ojos en una instancia tan cotidiana como la sobremesa.

—Yo me matriculé para convertirme en un mago poderoso y ayudar con el problema de monstruos en mi mundo— recapacitó Coni— además, Arturo estará aquí, mientras que en la universidad habrá más abusones. Preferiría quedarme, si estás bien con que eventualmente deba ir a mi hogar.

—¿Y tener a uno de mis chicos en otro mundo? ¡Claro! Me encantaría— aceptó Prípori.

—Yo...— Jrotta habló con una voz queda— ¡No sé! No quiero separarme de mi jardín de huesos ni de mi familia, pero tampoco quiero quedarme sola en la universidad— me miró a mí, triste— No quiero despedirme de ustedes, son los únicos amigos que he hecho en muchos años y los mejores que he tenido en mi vida ¡No sé qué hacer!

Medité un momento.

—¿Prípori? ¿Qué te parece que Jrotta venga una vez al día, como yo?

—¿Qué? ¿Venía una vez al día?— se extrañó Jrotta.

—¡Ah, por eso desaparecías de repente!— exclamó Coni.

—Eh... sí, perdón por no decirles— musité.

Sin embargo, ninguno de los dos se mostró molesto, lo cual me alivió. Sentí que un pequeño peso dejaba mis hombros.

—Siempre pensé que tendría algo que ver con sus estudios o su mundo, pero está bien— indicó Jrotta.

—Sí, descuida. No es como que fueras a hacer cosas malas— me espetó Coni— pero vaya, los polímatas. Estás lleno de sorpresas.

Sonreí, contento de que se lo tomaran tan bien. Entonces los tres miramos a Prípori, la cual no parecía muy complacida.

—Tú eres una noble ¿No?— le preguntó a Jrotta— como decía, pueden quedarse siempre que compartan nuestros valores, pero no entrenaré a una maga elitista que busque oprimir a personas menos afortunadas. Debo ir con cuidado de a quién entrego mis conocimientos.

Sus palabras me golpearon como un glaciar. Como nos había salvado y nos había llevado ahí, esperé que estuviera dispuesta a ayudarnos a los tres, no solo a Coni y a mí. Sin embargo, lo que decía tenía bastante sentido. Ella era la líder de los polímatas, después de todo.

—¡Jrotta no es elitista!— exclamó Coni, sorprendiéndome— o por lo menos, ha aprendido que otras personas también tienen valor ¿Verdad, Jrotta?

Ella lo miró, primero desconcertada, luego con una sonrisa de esperanza. Se giró a Prípori con emoción para repetir lo que Coni había dicho con el mismo fervor, pero al encontrar sus ojos rosa, bajó la mirada, tímida.

—La verdad, ya no sé qué pensar— admitió— desde que tengo memoria, me han dicho que soy mejor que la mayoría, que tengo más derechos solo por nacer en una familia noble. Sin embargo, estos meses he notado que no soy ni mejor, ni buena, ni merezco más por algo que no me he ganado. He visto a nobles actuar como sabandijas rastreras; he visto a gente sin magia demostrando enorme valor, astucia y compasión. Arturo es uno de los magos más capaces que he visto, pero trata a todos como iguales; Coni es apenas un aprendiz, pero tiene muchas cualidades que ni yo ni Arturo tenemos, y me ha ofrecido su amistad a pesar de que al principio yo no lo trataba más que como a una alimaña. Así que... admito que no lo sé. No estoy segura de que su forma de ver el mundo sea la adecuada, Vicio, pero sé que no he terminado de aprender. Si me lo permite, preferiría entender su punto de vista antes de rechazarlo. Pero entiendo que no busque a una maga completamente dedicada a su causa.

Prípori suspiró, se sujetó la nuca con las manos y miró hacia el cielo.

—Así que una chica insegura ¿Eh? —ladeó su cabeza dos veces, pensativa—... sí, está bien. Te aceptaré como recluta entre los polímatas, a ti y a Coni. Les enseñaré sobre nuestra visión.

Coni abrió los ojos de par en par, emocionado.

—¿Entonces... puedo venir a visitarlos?— inquirió Jrotta.

—A entrenar— recalcó Prípori— somos un equipo revolucionario, no un café. Te puliré hasta que tu mente brille y luego te usaré para librar a Luscus del yugo del Directorio de Magos, junto con el resto de los polímatas. Es eso o dejar de ver a tus amigos, no aceptaré nada entremedio.

Jrotta lo meditó consternada. Se notaba que tomaba las palabras de Prípori muy en serio.

—Eh... Está bien— contestó al fin— haré lo que usted me pida.

—Muy posiblemente debas enfrentar las creencias de tus padres— apuntó.

—¡¿Hacerles daño a mis padres?! — saltó Jrotta.

—No, no, para nada. Los polímatas no hacemos daño a la gente, solo a los sistemas... aunque tenemos permitido defendernos si nos atacan directamente. Pero no, no iremos a hacerles daño a tu familia.

—Oh... entonces... sí, supongo que está bien.

Prípori asintió con media sonrisa asomándosele por los labios.

—Muy bien, Jrotta. Desde ahora tú y Coni pueden dirigirse a mí como "maestra".

Ambos se pusieron de pie al mismo tiempo y se irguieron.

—¡Sí, maestra!

Sus respuestas exageradas me hicieron reír un poco.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top