3.- Explorando la Universidad (2/2)


—¿Mago Gavlem?— me llamó la bibliotecaria.

Me giré a ella, como si me despertara de una buena siesta. Me mostró el aparato electrónico donde necesitaba mi firma.

—Ah, claro, disculpe.

Puse mi mano un segundo sobre el aparato para que leyera mi huella digital. Lo hizo de inmediato.

—Gracias, mago— dijo mientras guardaba el aparato— puede usar la biblioteca física todos los días de 6:00 a 22:00 horas.

Me rasqué la cabeza, algo confundido.

—Si nos dan estas bibliotecas holográficas...

—Holotecas, para abreviar— me recordó.

—Si nos dan estas holotecas ¿Por qué tienen libros físicos?

—A mucha gente le gustan más los libros que ver un holograma. Otros dicen que se pierde información al transformar libros físicos a holográficos, a otros simplemente les gusta tener un lugar específico para leer. Hay muchas razones.

—Oh... bueno, gracias.

Ya había visto bastante de la universidad, así que decidí que el resto del día me iba a entretener con mi nuevo juguete. De inmediato me dirigí a una mesa solitaria y reabrí mi holoteca.

Comencé a buscar libros. No sabía por dónde empezar, mas pronto encontré uno que me interesaba. Lo abrí, y para mi sorpresa, advertí un botón que servía para agregarlo en una lista de "leer después".

—¡Es lo que siempre he querido!— pensé.

Me puse a buscar libros para añadirlos a mi lista de lectura. Me entretuve tanto que de repente pasó una hora y no había leído nada, así que decidí que debía comenzar al menos algo.

Exploré los 256 libros en mi lista y me puse a leer uno que se llamaba "Introducción a la magia". No hacía daño partir por lo básico.

Leí el capítulo introductorio con atención, aunque algo aburrido, porque no hablaban de magia, sino que del libro. El tono era lento e infantil, como si le explicaran algo difícil a un niño, así que me salté hasta el contenido de verdad.

Al principio decía cosas que ya sabía; presentaba las extensiones mentales en términos fáciles de entender y hablaba de algunos ejemplos que los magos podían llegar a realizar. Pero luego llamó mi atención describiendo a grandes rasgos las dos áreas principales de magia con sus mayores divisiones.

Comenzaba por la Magivita, que se centra en controlar procesos al interior de seres vivos. El libro explicaba que dada la complejidad y escala de estos procesos, la Magivita no realiza grandes cambios de energía o movimiento de masas como la Magiorbis, sino que practica la precisión. Los magos de Magivita deben usar hechizos, posturas, gestos de manos e incluso sensaciones para adaptar su mente, y sus extensiones mentales, a la postura que les permite realizar el cambio que se requiere.

—Vaya, eso tiene mucho sentido— pensé.

"La Magivita se divide en cinco ramas principales: la medicina, la generación de afecciones, la modificación de atributos naturales, el control sobre otros seres vivos y la mutación.

Por otro lado, la Magiorbis se compone de trece distintos tipos de magia, ordenados en seis niveles: En el primer nivel están los estados de la materia básicos, que son sólidos, líquidos y gaseosos; en el segundo nivel está la materia orgánica, en el tercer nivel están los tipos de energía básicas, que son el calor, el sonido, la luz y la electricidad; en el cuarto nivel están los tipos de trabajo, que son energía cinética y potencial gravitatoria; en el quinto nivel está el plasma; en el sexto y último nivel se encuentra la energía nuclear".

Me llamó la atención, primero, que pusieran juntos a los sólidos, líquidos y gaseosos. Comenzaba a entender por qué me llamaban Novaorbis de segundo tramo. También noté que la materia orgánica estaba separada de estos tres y puesta en su propia categoría. Siempre había más o menos entendido que la materia orgánica, y mucho más la materia viva, era complicada de controlar con magia, pero no me lo había cuestionado hasta ese momento. Nunca se me pasó por la cabeza controlar cosas como ropa o papel.

Curioso, me dirigí a uno de los estantes, saqué un libro cualquiera y lo llevé a la mesa. Intenté tomar control y levantarlo, pero todo lo que conseguí fue moverlo un poco.

—¡¿Cómo no lo vi hasta ahora?!— me pregunté, alucinado.

Me sentía como un niño en navidad, explorando cada capítulo como si fuera un juguete nuevo.

Leí ese y luego otro libro que hablaba sobre la diferencia entre controlar materia orgánica y los tres estados básicos de la materia. Al final de este último comenzó a darme hambre, así que me detuve.

Cuando vi la hora, me di cuenta que eran las cinco.

—¡¿Tanto ha pasado?!— pensé atónito.

Y eso que apenas sentía que había comenzado.

Pero no podría concentrarme bien con el estómago vacío, así que me dirigí al comedor para saciarme. Esta vez encontré más personas que durante la mañana, pero seguíamos siendo pocos en comparación a la capacidad total del casino.

Luego de comer, mientras regresaba relajado y lleno hacia la biblioteca por los trabajados caminos de la universidad, un ladrido me llamó la atención. No tardé en notar a un extraño animal, similar a un zorro de mi mundo, pero de color azul, más pequeño y con una cola levantada como los gatos. Era un animal muy lindo. Lo noté corriendo por un costado del camino en la dirección contraria, pero de repente se detuvo, se giró hacia mí, se me acercó tranquilamente y se paró a mi lado, mirándome inquisitivo. Tenía dos grandes ojos rosa que parecían querer atravesar mi alma.

—¡Rrrrah!— exclamó.

—Ah... hola— lo saludé.

—¡Rrrah!

Me llevé la mano a la cabeza, extrañado. Supuse que ese animal estaría acostumbrado a que la gente le diera comida, pero yo no tenía nada. Quizás había notado el olor del casino en mi ropa y pensaba que yo tenía algo.

—¿Cómo lo digo? No tengo nada para darte— le dije.

—¡Aw, aw! Aw— ladró juguetón.

—¡Ahí estás!— exclamó una voz viril.

Al levantar la mirada, noté a uno de los guardias corriendo hacia mí, o más bien, hacia el animal.

—¡Maldito dastal! ¡Ven aquí!— exclamó en un tono agresivo.

El animal echó a correr sin mucha prisa, pero aun así dejó atrás al guardia con toda facilidad. Pronto ambos se perdieron detrás de un edificio.

—¿Dastal?— repetí para recordarlo— qué bonitos son.

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El camino a la biblioteca se me hizo mucho más corto que la primera vez, lo cual era de esperar, porque ya no estaba perdido.

Sin embargo, cuando iba a mitad del patio, escuché que alguien mencionaba a un lúmini. Al girarme, encontré a un anciano conversando con un hombre de mediana edad. Al menos uno de ellos era un mago.

—¿Lúmini?— pregunté desde la distancia.

Ambos se giraron hacia mí. El hombre de mediana edad no parecía muy interesado en explicarse con un joven, pero el ancianito me sonrió.

—Ah, qué mago tan joven ¿Qué edad tienes, chico?

—19— contesté.

Me acerqué a ellos para no tener que levantar la voz.

—Estábamos hablando de Yahirel, nuestro lúmini.

—¿"Nuestro" lúmini?— repetí.

—Sí, el lúmini que vive en la universidad ¿Acaso eres nuevo por aquí?

—Sí, señor.

—Vaya, vaya, eso lo explica. Está en la cámara del conocimiento, en el subterráneo del patio central, por si te interesa.

¡Un lúmini en la universidad! ¿Cómo no me iba a interesar?

—Gracias, señor— dije para despedirme.

Rápidamente volví hacia el edificio principal, busqué el acceso al subterráneo, me perdí un poco, terminé encontrándolo donde menos lo esperaba; en el mismo patio. Partí hacia abajo casi saltando por las anchas escaleras, llegué a un pasillo oscuro y vacío como antes de entrar a una sala de cine, lo atravesé a paso veloz, crucé una puerta y llegué a una cámara enorme.

La iluminación general me encegueció por momentos. Necesité de unos segundos para acostumbrar mi vista. La cámara tendría el tamaño de un estadio, con forma de anfiteatro circular. Por los lados tenía gradas alfombradas, mientras que al centro, sobre una plataforma circular de unos diez metros de radio, se encontraba el origen de la luz: el lúmini.

—¡No puede ser!— exclamé en mi mente.

Bajé por las gradas, ansioso. Noté que alrededor de la plataforma había una barrera. Cualquiera podía saltarla fácilmente, pero obviamente hacerlo me metería en problemas, y tampoco es que nadie necesitara hacerlo; comunicarse con un lúmini solo requiere meditar en su presencia.

Emocionado, me senté en una de las gradas. No era el único ahí; había otras personas por aquí y por allá, de distintas edades y especies. A pesar de que el lúmini era la fuente de luz, al mirarlo directamente los ojos no me irritaban.

—¡Hola!— exclamé en mi mente— ¡¿Tú eres Yahriel?!

Así le decían en la universidad. Los lúmini no usan nombres entre ellos.

Se me había olvidado cómo se sentía que un lúmini insertara conocimiento en mi mente. Era al mismo tiempo aterrador y placentero. Supongo que es normal sentirse así frente a un ser que puede destruir toda la vida en el planeta en un parpadeo, pero elige no hacerlo.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?— pregunté.

Llevaba 1300 años, desde su nacimiento.

—¡Fascinante! ¡¿Y no has ido a ningún otro lado en todo ese tiempo?!

Los lúmini pueden visitar otras regiones del espacio sin mover su cuerpo físico. No ven el universo en términos de moléculas y ondas, sino que en términos de información.

—¡¿Puedes hacer eso?!

Tuve que hacer una pausa para digerir esa idea. No podía ser que mi cerebro de nivel 9 me limitara a entender sus conocimientos. Quería abrirme la cabeza y arrojarle mi encéfalo completo para que lo expandiera con su magia superior.

Quise preguntarle muchas cosas, pero antes que nada, supuse que no hacía mal preguntar por mis seres queridos.

—¿Cómo están mi mamá y mis hermanos?

Los tres están durmiendo ahora mismo. Altiro se raspó la rodilla jugando con Lautaro, este limpió la herida y trató de imitar a su madre cuando desinfecta una herida, pero terminó haciéndolo llorar más. Gina los retó a ambos por andar haciendo maldades. Gina está planeando una junta con sus amigas de la universidad. Está preocupada por Arturo y Liliana. No le parece que jóvenes como ellos debieran tener la responsabilidad de todo un mundo sobre sus hombros.

Respiré hondo y solté el aire de a poco. Saber sobre mi familia, que estaban bien, que no tenían que preocuparse de soldados enemigos, ni monstruos, ni dioses, me dio algo de calma.

—¿Cómo están Lili y Érica?— quise saber.

Érica está pensando en hablar con un chico que le gusta, pero no lo hará, porque en diez segundos lo verá besándose con otra muchacha. Liliana está buscando la ciudad de fantasmas. Pronto encontrará una pista en una casona de la mafia.

—¿La mafia? No me digas que le harán algo.

Intentarán matarla, pero no lo conseguirán. Después de eso, las posibilidades divergen demasiado para asegurar nada.

—¿Divergen? ¿O sea que puedes ver los posibles futuros hasta cierto punto?

Yahriel podía entender el universo, predecir cada posibilidad a ocurrir. A veces las posibilidades divergen en unos segundos, a veces se tardan días. Su capacidad de predicción depende del nivel de información en el universo.

Tuve que taparme la boca para no gritar de la emoción. Lo que me contaba era demasiado loco.

Me quedé hablando un buen rato con el lúmini. Le pregunté sobre magia y tecnología, sobre ciencia y descubrimientos. Le pregunté si la gente pregunta mucho sobre cómo erradicar el hambre, la pobreza o las enfermedades. Él me dijo que sí, pero que poco importa que se lo preguntaran personas que no estaban listas para entender el proceso. Supuse que tenía sentido.

También le pregunté sobre el Encadenador.

—¿Cómo es posible que el dios que controla las cadenas, no pueda acceder al corazón de estas cadenas?— inquirí.

Esperé la respuesta del lúmini, pero nada apareció en mi cabeza. Lo miré fijamente, pensando que quizás le pasaba algo, pero parecía estar perfectamente.

—¿Por qué te quedas callado?— alegué.

Porque no estaba listo para esa información.

—¡¿Qué?! ¡¿Tan complicado es?!

Al Encadenador no le interesa el universo, solo una persona. Su disyuntiva no es muerte, sino libertad. La tercera y la cuarta cadena son la clave para evitar esa prisión.

Me crucé de brazos, intentando procesar esta información.

—Así que el Encadenador quiere llegar al corazón de las cadenas no por algo que tenga que ver con todo el universo, sino que solo una persona ¿Querrá encontrar a esta persona? ¿Se refiere al señor Sanz? "Su disyuntiva no es muerte, sino libertad" ¿O sea que no piensa matar al señor Sanz, solo encerrarlo? Y además, "la tercera y la cuarta cadena son la clave"... Érica tenía cuatro cadenas, si mal no recuerdo. Una la conecta conmigo, otra con Lili, otra con Papel y otra creo que era con su papá ¿Pero cuáles son la tercera y la cuarta?

No servía que Yahrel hablara con tantos acertijos y códigos que yo no tenía base para descifrar. Lo que más me llamaba la atención es que no pudiera contestar mi pregunta anterior, de por qué el Encadenador no podía acceder al Corazón de las cadenas. Me pregunté qué especificaciones del Corazón de las Cadenas se me escapaban, que no estaba preparado para recibir esta respuesta.

Después de hora y media, sentía la cabeza dándome vueltas, así que me puse de pie y comencé a caminar hacia la salida.

Sin querer, al llegar al pasillo, me topé con un señor canoso. Avanzamos uno al lado del otro hacia la salida, a la misma velocidad. Me pareció algo incómodo, pero no quería detenerme solo porque se sentía raro.

Salimos de la cámara del lúmini hacia el pasillo oscuro y me dirigí hacia la salida a la superficie, pero el señor me siguió a la misma velocidad, y ambos nos vimos caminando de nuevo al lado del otro como si estuviéramos coordinados. Más encima el pasillo era largo y cambiar mi velocidad sería aun más incómodo que al principio. Solo pude esperar que esa extraña caminata terminara rápido.

—¿Quizás debería caminar más rápido?— pensé— No, eso podría tomarse como ofensivo. Solo debo esperar a que termine.

Me había resignado a eso, pero de pronto su voz viril me tomó por sorpresa y me asustó.

—¿Tú también sientes la cabeza frita?— preguntó el hombre.

Me giré a él. Era un señor de mediana edad, esbelto y cerca de mi estatura. Tenía la melena canosa peinada hacia atrás y vestía con ropa formal, principalmente de tonos rojizos.

—Sí...— contesté embobado.

—Eres bastante joven para ser un mago— me espetó.

Solo entonces noté las extensiones de su mente. Se sentían fuertes y recias, un poco como él; a pesar de su edad, parecía listo para correr una maratón. Su cuerpo era delgado como el de cualquier mago, pero mantenía cierta robustez que no se veía mucho en la universidad.

—Ah... gracias— dije, suponiendo que era un cumplido— soy un estudiante nuevo.

—¿En serio? ¿Un novato?— me dio una palmadita en el hombro y una sonrisa de confianza— entonces seguramente nos veremos en clases. Yo enseño aquí, sobre todo a los primeros niveles. Me llamo Hitrasta Caristillo, pero me puedes llamar Hista.

Me tendió la mano, yo se la estreché. Nos detuvimos ante las escaleras.

—Yo...— lo miré a los ojos, pero él me miraba fijamente con una expresión dulce— ah... me llamo Arturo. Gavlem.

—Gusto en conocerte, Arturo.

—Eel... el gusto es mío— trastabillé mientras subíamos las escaleras.

—Muy bien, Arturo. Nos vemos en clases.

Se despidió con un gesto de la mano y se marchó. Yo me quedé embobado un segundo, luego continué mi camino. Me sentí un poco tonto por no haber conseguido hablarle bien, apenas había podido contestar sus preguntas.

—Al menos se veía simpático. Eso es bueno— pensé.

Fui a la biblioteca para seguir leyendo, pero la cabeza me daba vueltas y apenas conseguí concentrarme en algo.

—Debo tener cuidado con el tiempo que paso hablando con Yahriel— me dije.

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