28.- Cómo Hacerle Daño a Alguien Intocable (2/2)


Sin esperar, me dirigí al dormitorio de los aprendices nobles. Los alrededores y la fachada del edificio eran más elegantes y tenían un acceso más amplio que el de los aprendices plebeyos, por supuesto. La seguridad también era diferente, pero estaba más pensada para alejar intrusos de afuera que magos de magiorbis como yo.

Jonás tenía su casa en la ciudad, pero sabía que también tenía su propia habitación dentro de la universidad y que la usaba la mayoría de las noches, seguramente para escapar de su hermano. Me importaba un coco su relación con los miembros de su familia en ese momento, solo tenía ojos para Coni.

Pensé en tocar el portón de entrada, en ese momento cerrado con un sistema electrónico, pero de todas maneras tenía planeado armar un revuelo, así que tomé control de las bisagras para arrancarlas. Sin embargo, la puerta se abrió antes de que pudiera hacerle daño. Extrañado, me asomé hacia adentro, pero no encontré a nadie.

—¿Scire?— la llamé.

—Querías abrir esa puerta ¿No? Mejor lo hacía yo, para evitar hacer saltar la alarma— me espetó.

Suspiré, aliviado. Scire me había evitado un montón de peleas innecesarias en ese momento. Comprendí que necesitaría calmarme y pensar mejor si quería salvar a Coni de donde fuera que estuviera.

—Gracias, Scire.

Entré a paso rápido. Lamentablemente, ahí también había un guardia, un sirivi intimidante con un palo anti disturbios en una mano. El guardia se plantó entre las escaleras y yo.

—¿Lo puedo ayudar, mago?— inquirió.

—Sí, gracias. Puedes decirme dónde está Jonás Balurto— le espeté.

—Me temo que no son horas para visitar a otros aprendices. Tendrá que...

Lo enterré y continué mi camino.

—¿Scire? ¿Sabes dónde está Jonás?— pregunté mientras subía las escaleras.

—Puerta 307.

Eso era en el tercer piso. Floté hacia allá, forcé la puerta con magia, entré y encendí la luz. Jonás estaba desnudo en su cama. Ver su cuerpo expuesto no me produjo ni el más mínimo placer.

—¡¿Quién mierda...— me miró— ¡Oh, por la gran puta! ¡¿Qué haces aquí?!

Se volvió a tapar con las sábanas.

—Ándate antes de que llame a seguridad.

Yo me acerqué a él de dos zancadas, le arranqué las sábanas de un tirón y le tomé la cara para obligarlo a mirarme.

—Alguien raptó a Coni— aseguré.

—¿A quién?

—¡Conicalín Dópoty, mi novio!— exclamé— ¡¿Adónde lo llevaste?!

—¿De qué mierda hablas, plebeyo inepto? ¿Por qué me interesaría ese estúpido de tu novio?

Lo tomé del cuello. Él intentó liberarse con un golpe a mis brazos, pero yo le mandé un combo a la nariz. Jonás no estaba en posición de defenderse de mí.

—¿Entonces fue Aurelio? ¿O Qabera? ¿O alguien de su familia, o alguien que trabaja con ustedes, o para ustedes? ¡¿Quién fue?!

—¡Ah, maldito infeliz!— bramó— Asaltarme en la noche; no vas a durar mucho más en la universidad. Anda despidiéndote.

Levanté un puño otra vez, Jonás se protegió con los brazos.

—¡No lo sé! ¡Te juro que no sé nada! ¡Nadie me ha informado de ningún secuestro!— exclamó.

—¿Nada?— repetí, desesperanzado.

—Pero... te advertí que iba a haber consecuencias ¿No? ¿No es obvio quién lo raptó?— alegó— esto no fue por algo que ese bimbiom hubiera hecho, fue para llegar a ti... era algo que yo planeé hacer.

—Algo que intentaste, cuando Aurelio te lo impidió— recordé— ¿Entonces fue él?

Jonás se rascó la cabeza, sus ojos aún desacostumbrados a la luz.

—Te digo que nadie me ha dicho nada al respecto. Estoy tan perdido como tú— me aseguró— aunque... si alguien de la familia hubiese querido secuestrar a ese bimbiom insignificante, seguro lo habrían llevado a la fábrica de hologramas.

—¿Fábrica de hologramas? ¿Aquí en Luscus?

—Es la fábrica central de la familia Balurto. Somos los dueños, después de todo... al menos Aurelio y madre lo son. Ese bimbiom no vale la pena como para contratar asesinos o lugares secretos para raptarlo, basta con unos matones ignotes como él, en un lugar normal de nuestra propiedad, como la fábrica.

—¿Por qué no en la mansión?— quise saber.

—¿Quién querría llevar a un prisionero a su propia casa? ¿Crees que nosotros mismos iríamos a torturarlos, que tenemos un calabozo con cadenas y celdas? Por favor, somos gente civilizada.

Apreté los dientes.

—Si no consigo encontrarlo en esa fábrica, regresaré por ti. Tenlo presente.

—Si vuelves a la universidad, serás hombre muerto— me espetó— así que por favor, vuelve.

Salí de la habitación a toda prisa. Jonás era una de las fuentes menos confiables a las que podría acudir, pero era mejor que nada y lo que decía tenía bastante sentido.

—Scire, dame la ruta más corta hacia la fábrica de hologramas de los Balurto.

De inmediato se abrió un holograma transparente frente a uno de mis ojos, indicándome un camino. Tendría que cruzar varias cuadras, pero podía hacerlo relativamente rápido.

—¿Debería avisar a la policía?— sugirió.

—No, se pondrán del lado de Aurelio— le espeté.

Sin embargo, se me ocurría a alguien más a quien acudir. Sería un pequeño desvío, pero probablemente valdría la pena.

Rápidamente regresé a mi habitación, tomé mi sombrero puente y me dirigí a la guarida de los polímatas. Partí de inmediato a la casona, donde llamé a todos en voz alta. No podía permitirme buenos modales a esa hora.

Pasé junto a las habitaciones de todos, abriendo sus puertas, pero no encontré a nadie. Otoor era la única en la casona.

—¿Dónde están los demás?— inquirí.

—Owo— dijo, media dormida.

Me parecía que, por su entonación, había dicho que no sabía, o quizás estaba pidiendo un certificado de defunción. El lenguaje de los fufos era difícil.

Como casi siempre los encontraba a todos ahí, no me había esperado ese resultado, pero a veces sucedía. No era lo mejor, pero al menos Otoor estaba ahí. Le expliqué la situación a grandes rasgos y le pedí informar a los demás dentro de lo posible.

—Wowo— dijo ella, señalándonos a mí y a sí misma.

Me pareció que estaba ofreciendo acompañarme, pero negué con la cabeza.

—Gracias, pero será un problema si los dos desaparecemos. Tampoco basta con una nota que quizás no vean, necesito que estés tú para avisarles ¿Me puedes hacer ese favor?

Otoor asintió.

—Gracias.

Sin decir más, partí de vuelta a mi habitación en la universidad, y de ahí a la de Jrotta. La desperté tan abruptamente como a Otoor; encendí la luz de su habitación, crucé la distancia hasta su cama y la zarandeé apenas lo suficiente para que se despertara.

—Jrotta— la llamé sin molestarme en bajar mi voz— Jrotta despierta, es urgente.

—¿Arturo?— me llamó ella.

—Jrotta, alguien raptó a Coni.

Ella se refregó la cara con las manos, medio dormida.

—¿Qué?

—¡Alguien raptó a Coni! ¡Necesito que despiertes!

Abrió los ojos de golpe. Aún no me acostumbraba a verla sin su velo. Por un momento me pareció asustada, luego por fin comprendió lo que yo le decía.

—¡¿Coni?!— exclamó— ¡¿Quién?! ¡¿Cuándo?!

—Creo que fue Aurelio, hace unas horas. Es probable que lo tenga encerrado en la fábrica de hologramas de su familia. Yo iré a asaltar la fábrica, necesito tu ayuda.

Jrotta se sentó mientras yo le informaba de la situación. Parecía confundida. No me extrañaba, era mucho para despertar, pero no tenía tiempo de hacerlo con delicadeza.

—¿Aurelio Balurto? ¿Está seguro?— parecía preocupada.

—Es el mayor sospechoso— indiqué.

—No... no, tiene razón— se llevó una mano a la frente, frustrada— ¡Claro que lo iba a hacer! ¡No puede hacerle nada a usted directamente! ¡Pero Arturo, es una trampa! Aurelio solo quiere...

—Lo sé. No me importa. Ya rompí las reglas de la universidad al sacarle esta información a Jonás— indiqué— Aurelio ganó, en cierto sentido, pero no puedo dejarlo que haga lo que quiera con Coni. Jrotta...— me agaché junto a ella y la tomé de las manos para transmitirle el peso de lo que le iba a pedir— voy a ir a asaltar la propiedad de un noble. Me enfrentaré a guardias y subordinados de Aurelio que solo hacen su trabajo, es bien posible que mate al mismo Aurelio. No te voy a exigir que vengas conmigo, pero sí te lo pediré como amigo. Coni corre peligro y no creo que pueda salvarlo yo solo.

—¿Solo?— Jrotta miró sobre mi hombro— ¿No hay nadie más?

—Le pedí ayuda a unos amigos, pero no puedo asegurarte que llegarán a tiempo— le espeté— es posible que la gente de Aurelio me mate antes de que mis amigos sepan que necesito ayuda. Solo puedo contar conmigo mismo ¿Puedo contar contigo también?

—Pero... pero enfrentarse a los Balurto ¿No cree que es demasiado? Ni siquiera estamos seguros de si fue él quien lo secuestró, o de si fue secuestrado en primer lugar.

—Había rastros de pelea en su habitación. Aurelio debe estar frustrado luego de su derrota en el torneo.

Jrotta apretó los labios.

—Es verdad, sí, es un caso muy probable— aceptó.

Me miró con preocupación, no sé si por mí, por Coni o por ella misma, pero era suficiente para transmitirme su desacuerdo por la idea de atacar la propiedad de un noble más poderoso que ella. No necesitaba decir nada más.

Me puse de pie, un poco desilusionado, pero aliviado de que me lo hubiera dejado claro. La verdad es que también tenía mis preocupaciones de llevarme a alguien tan frágil a una misión tan peligrosa.

—Hasta luego, Jrotta. Es posible que no nos volvamos a ver, así que... fue un gusto conocerte.

Me despedí con un gesto rápido de la mano y me di la vuelta para continuar con mi camino, pero Jrotta me sujetó de la muñeca.

—¡Espera!— exclamó.

Me volví a ella. Jrotta seguía confundida, incluso asustada, pero se incorporó de todas maneras.

—Iré... iré con usted— dijo con la voz temblorosa.

—¿Estás segura?

—¡Para nada!— bramó— ¡Pero Coni es mi amigo también! ¡No puedo quedarme sentada mientras lo maltratan!

Una sonrisa de oreja a oreja se apoderó de mí, el orgullo me embargó. Jrotta estaba dispuesta a arriesgarse por un plebeyo, porque era su amigo. Sabía que era una buena chica.

—Vístete. Te espero afuera.

Salí y cerré la puerta detrás. No podía quedarme parado sin hacer nada, así que aproveché el tiempo para leer sobre la fábrica de hologramas y buscar todas las imágenes referenciales que pudiera en la antinet. Lamentablemente, Scire no consiguió encontrar ninguna con los planos. Tendríamos que arreglárnoslas con unas fotos a nivel de calle y un par de imágenes de las plantas centrales. Por lo que alcanzaba a ver, era un edificio grande, de varios pisos y áreas amplias. También alcanzaba a ver máquinas grandes en algunas fotos, seguramente una línea de producción automatizada.

De pronto la puerta se abrió, salió Jrotta con su mochila enorme, su sombrero de maga y su velo.

—Estoy lista— me espetó.

Me volteé para prestarle mi espalda. Necesitaríamos movernos rápido y no podía tomarla en mis brazos por el volumen de su mochila. Jrotta entendió sin que necesitara explicarle con palabras y se subió.

—Sujétate bien, iré rápido— le advertí.

—¡Bien!

Abrí la ventana y salté desde el cuarto piso otra vez. Las energías aún me faltaban, pero esta vez ya me esperaba la fuerza aumentada y conseguí frenarme antes de tocar el suelo. De ahí partí hacia la salida a toda prisa.

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