22.- El Mago Mutante (2/2)
—¿De qué hablas?— inquirió Prípori.
—¡No te hagas la tonta!— alegué, mientras mantenía tres esferas concéntricas de chorros de agua entrelazados como mallas, de 121 cruces cada una, a mi alrededor, mientras las hacía girar a la máxima velocidad que podía— ¡Tú eres la dastal vagabunda de la universidad! ¡Admítelo!
—¿La qué? ¡Yo no soy ninguna vagabunda!— bramó.
—¡Ese no es el punto! ¡Tú te conviertes en una dastal para ir a la universidad! ¿O no?
—Aunque lo hiciera, no podría esconder mis extensiones mentales— me espetó— ¿No crees que un animal con mente de mago sería un poco sospechoso en una universidad llena de magos, donde cualquiera pudiera encontrarme? Soy una terrorista buscada, no puedo arriesgarme así.
—¿Pero qué otra magivita puede haber además de ti?— reclamé.
—No soy la única maga espectacular del mundo, o incluso de Luscus. Podría ser cualquiera.
Eso me dejó pensando ¿Y si era otra maga que espiaba en la universidad? O no necesariamente espiando, quizás era una abuelita magivita que iba a ver a su nieta disfrazada por alguna disputa familiar, quizás era un acosador que iba a ver a su ex al trabajo. Quizás... quizás Prípori no era la única opción.
Deshice las esferas de agua y aterricé frente a ella.
—¿Entonces no eras tú?
—Awww ¿Querías que yo fuera tu dastal vagabunda?— me hizo cariño en la cabeza como a un niño chico— ¿No estás un poco joven para comenzar con juegos de rol?
No entendí bien a qué se refería con eso último, pero decidí que era un chiste y lo ignoré de momento.
—Lo siento, supongo que te confundí con alguien más.
—¿Y esta dastal? ¿No has sentido sus extensiones aunque te acerques?— inquirió Prípori.
—No. Por eso pensé que podías ser tú. Debe ser una magivita.
—¿Y no se te ha pasado por la cabeza que sea solo una dastal inocente?
—¡Claro que sí! Pero se comporta tan raro... es como si fuera una persona.
—O quizás está amaestrada— sugirió— muchas veces, la respuesta de un puzle suele ser la solución más simple.
Agaché la cabeza, derrotado. Por muy "inteligente" que el comportamiento de la dastal fuese, me parecía más el de un animal amaestrado que el de una persona mutada. Prípori tenía razón.
—Tranquilo, chico. No pasa nada. Ya que estamos con el tema de animales ¿Por qué no avanzamos más en tu mutación?
—¡Sí, por favor!— exclamé, listo para olvidar la vergüenza que sentía en ese momento.
—¡Muy bien!
Esta vez me hizo cambiar el color de mi pelo y piel. De momento solo podía alterar los niveles de melanina en la superficie de mi cuerpo, por lo que no podía cambiar a colores como azul o verde, pero no me iba a quejar por progresar un poco.
Cuando volvíamos a la casona, Prípori me preguntó cómo iba todo en la universidad. Yo le comenté sobre mis clases aburridas, los maltratos de los nobles y el torneo, que se había vuelto un tema de conversación.
—¡Ah, verdad! ¡Queda poco para ese torneo!— exclamó— ¿Por qué no participas?
—¿Tú también?— alegué— no tengo razón para hacerlo. Se ve... inútil.
—Al contrario, es perfecto— me espetó— un paso importante para progresar en cualquier área es detenerte un momento para ver hacia atrás y darte cuenta de cuánto llevas. Una prueba como esta será excelente.
—Oh... no lo había pensado así— admití.
—Pero no te obligaré a hacerlo. Tengo otras maneras de ponerte a prueba, de todas maneras.
Eso último me provocó un escalofrío que me recorrió la espalda. Nunca sabía con qué me saldría.
—Lo... lo pensaré— dije al fin.
No quería admitirlo, pero el que Prípori hablara del torneo como algo bueno me dio vuelta mi propia opinión de este; de repente ya no sonaba como una pérdida de tiempo.
--------------------------------------
Durante un par de semanas no pasó mucho, solo me dediqué a entrenar cuerpo y mente. Después de uno de los entrenamientos, Marisa notó que yo estaba sacando músculo, y para mi sorpresa, ella tenía razón. A pesar de mi falta de calorías, había conseguido aumentar el volumen de mis brazos un poco, así como definir levemente las líneas en mi torso. Nunca en mi vida había pensado en trabajar mi cuerpo, así que fue una grata sorpresa.
En mi entrenamiento físico, Prípori me enseñó a lidiar con pistolas, por si en algún momento me veía contra un arma que no pudiera controlar con magia, como pistolas de materiales orgánicos.
—Solo usa este truco si no tienes otra posibilidad. Siempre es mejor huir que enfrentarse a alguien armado— me recalcó.
Me indicó que lo primero era alejar el cañón de mi dirección general, porque mi atacante no podría dispararme si no me apuntaba. Me hizo repetir el movimiento lentamente con una pistola de juguete, luego fui aumentando la velocidad hasta que me acostumbré. Ella entonces intentó simular una pelea con pistola, de la cual me "mató" varias veces hasta que conseguí quitársela. Comprendí lo difícil que sería si alguna vez me encontraba en un enfrentamiento de ese tipo.
--------------------------------------
Fuera de eso, Jrotta me fue a visitar por las noches un par de veces más. Sus pesadillas aparecían cada tanto tiempo.
La segunda vez noté que se acurrucaba un poco más cerca de mí que la primera, casi tocándome. Para la tercera vez advertí que me sujetó parte de la ropa mientras dormía, como si tomar una extensión de mi cuerpo le diera valor ante los demonios de la noche. A pesar de que era tanto o más pudorosa que yo, no parecía sentirse avergonzada de dormir en la misma cama que un chico, lo cual me alegraba; me sentía orgulloso de poder brindarle amparo, aunque fuera de sus sueños.
--------------------------------------
Fui avanzando en magia de mutación a grandes pasos. Luego de aprender a cambiar el color de mi pelo, me metí en hechizos más complicados, como cambiar mis uñas a garras o mi pelo a plumas. Después comencé a mutar mis manos por patas, mi piel por escamas, mis dientes por colmillos. Todo era muy entretenido y más fácil de lo que había esperado en un principio. Es decir, era difícil; tenía que tomar en cuenta las estructuras micro y macroscópicas para modificar lo que quería, pero mi cuerpo cedía sin problemas ante los impulsos de mis extensiones mentales, a diferencia de los gases.
Finalmente, cierto día Prípori me dijo que estaba listo.
—Tus extensiones están preparadas. Ya puedes usar ese hechizo de mutación.
—¡¿De verdad?!— salté.
—Recuerdas cómo hacerlo ¿Verdad?
—¡Claro que sí!
El último hechizo de su categoría: la mutación completa. Con él, podría modificar mi cuerpo entero para transformarme en una especie distinta. El resultado no era al azar, después de todo era yo quien realizaba todos los cambios en mi cuerpo, pero mi mente inevitablemente iría a mostrar una tendencia hacia cierto animal en específico. Me habían dicho que era un poco como "saltar de un mundo a otro"; yo me alejaba de mi cuerpo: el mundo en que estaba parado, para dirigirme a otro: el animal al que apuntaba. Pero era posible que la "gravedad" o afinidad que tuviera con otro animal me atrajera con mayor fuerza y terminara "aterrizando" en esa especie.
Listo para comenzar, me quité la ropa y me hinqué para concentrarme bien. Hacía algo de frío, pero al menos, siendo la enésima vez, ya no me molestaba que Prípori me viera desnudo. Tampoco podía dejarme llevar por la vergüenza o la temperatura en un momento así: necesitaría de todo el poder de mis extensiones para un hechizo tan complicado. Para realizar la mutación completa no podría ir poco a poco a través de mi cuerpo. Al contrario, debía hacerlo todo al mismo tiempo o no lo conseguiría.
Primero hice un repaso de todo lo que debería tener en cuenta durante el proceso; piel, ojos, pelo, esqueleto, cartílagos, sistema cardiovascular, sistema digestivo, sistema nervioso, músculos y todo dentro de mí. Tenía que cambiarlo todo de un momento a otro.
El siguiente paso era imaginarme al animal que quería. No importaba si después salía otra cosa, por el momento debía tener un objetivo en mente.
El tercer paso era la ejecución del hechizo.
Con cuidado me levanté, separé las piernas, alcé los brazos y extendí los dedos. Debía llevar mi mente a un estado simple, abandonar pensamientos completos, centrarme en el momento.
—¡Mutare!— exclamé.
Llevé mis extensiones hacia todos los rincones de mi cuerpo para comenzar la transformación, toda a la vez. Mi cuerpo disminuyó, mi nariz y labios se alargaron, me salió pelaje por toda la piel, una cola pelada y larga se extendió desde mi espalda, mis incisivos se volvieron largos para roer.
Cuando abrí los ojos, ya no estaba hincado. Me encontraba parado sobre el suelo, con mis cuatro cortas patas. Mi pelaje cortaba un poco el aire frío. Mis bigotes se remecían y me indicaban la velocidad del viento, mis oídos agudos captaban sonidos que antes no había percibido, mi nariz me informó de químicos que nunca habría imaginado.
Algo andaba mal; no me había convertido en una lechuza. Me miré, o intenté mirarme a mí mismo. Alcancé a ver patas, un cuerpo peludo, una cola larga de ratón.
—¡¿Soy un ratón?! — pensé alarmado.
Quise golpear el suelo con un puño, pero se me hizo difícil cerrar mi mano. Claro, ya no era una mano.
—¿Estás bien? — inquirió la cosa grande a mi lado- eso no se ve como un ave.
Me tomó unos segundos darme cuenta que era Prípori. Nada a mi alrededor había cambiado, sin embargo me sentía como si estuviera en otro mundo, o más bien, en otra dimensión. Estiré mi cuello hacia atrás con facilidad, luego reparé en mi flexibilidad.
—¿Eres una prata? Vaya, nunca me imaginé que ese fuera tu animal, aunque tiene cierto sentido— me espetó.
Entendía sus palabras, pero me costaba concentrarme en su significado o en la intensión que quería transmitir. Más bien, me asustaba su tamaño y su cercanía a mí. Comencé a temerle, a lo que pudiera hacerme. Comenzaba a sentirme distinto, ya no como Arturo, sino que como un ratón; un roedor pequeño y ágil.
Quise chillar del miedo, pero mi voz sonó tan aguda que me tomó unos segundos darme cuenta que era mía.
—Tengo que escapar— pensé— ¡Tengo que huir de aquí antes de que me pise!
Eché a correr torpemente con mis cuatro patas. Trastabillé, dado que nunca me había movido en un cuerpo con esa forma, mas pronto le agarré familiaridad. Aumenté la velocidad. Busqué desesperado un hoyo donde meterme, cualquier escondite que me escondiera de la mirada amenazante de esa depredadora.
—¿Arturo?— me volvió a llamar la criatura azul atrás de mí.
Giré mi cabeza mientras corría. Sabía que era Prípori, mi maestra, pero en ese momento no podía concebirla como lo había hecho por tanto tiempo. Ahora no era más que un animal grande y peligroso.
Entonces noté una mano sobre mí. Por un momento chillé alarmado, pataleé desesperadamente. Quise escabullirme entre sus dedos, pero no lo conseguí.
En un parpadeo, mi cuerpo volvió a sentirse pesado como un árbol. Mis manos se sujetaron al suelo, mi espalda grande se encorvó. Respiré con mis pulmones de humano. Levanté la cabeza.
El mundo había vuelto a lo normal, o a lo que había entendido toda mi vida por normal. Los árboles habían dejado de ser torres intimidantes y el suelo un lugar de peligro. Ya no podía mover mi cola.
Me miré las manos, desconcertado.
—¿Cómo volví a mi forma original?— quise saber.
—Yo te desmuté— me explicó Prípori— no pensabas que te iba a dejar intentar algo tan loco sin mi supervisión ¿O sí?
Me giré hacia ella, ya no tan flexible.
—¿Qué me pasó? Todo se sentía tan... distinto.
—Tu cerebro era distinto, es de esperar que tu realidad también cambie— me espetó— lo estudiaste, recuerda.
Me llevé una mano a la cabeza, aún despistado. Sin embargo, Prípori tenía toda la razón; algunos libros me habían advertido sobre los efectos de la mutación completa. Es solo que nunca lo asimilé.
Necesité de unos cuantos segundos para volver en mí.
—Era tan raro— le espeté— recordaba todo de mi pasado, pero era como si despertara de un sueño, como si siempre hubiese sido un ratón.
—Sí, suele pasar— me espetó— tendrás que practicar más si quieres dominar la mutación, pero ten en cuenta que te lo puedes tomar con calma ¿Sí?
—Está bien— musité— ¿O sea que estaría mal si lo intento otra vez?
Prípori suspiró mientras esbozaba una sonrisa.
—Ayayay ¿Por qué tenías que salir tan impaciente?— alegó— está bien, pero ándate con cuidado.
—¡Sí!
Tres minutos después, intenté escapar de nuevo para esconderme, por lo cual Prípori tuvo que desmutarme otra vez.
Necesitaría más práctica para mantener el control de mi yo animal, pero al menos había pasado por la parte más difícil y eso me tenía contento.
--------------------------------------
A la hora de almuerzo en la universidad noté un puestito para inscripciones del torneo. Después de consultarlo con mis amigos y Prípori, y pensarlo un buen poco, ya no tenía reparos en asistir: fui y me inscribí en un par de categorías. Me pidieron comprobar que era un mago para hacerlo, algo natural.
--------------------------------------
Por esas mismas fechas, al volver a mi habitación cierto día, advertí que mi puerta estaba abierta. Por adentro encontré todo destrozado; muebles, ropa y cosas en general tiradas en el piso, mi lámpara rota, algunos de mis libros hechos tira. Me preocupé y me dirigí al cajón donde tenía guardado el sombrero con el puente, pero para mi alivio, lo habían tomado como otra prenda de vestir y solo la habían tirado al suelo como todo lo demás.
Si alguien llegaba a enterarse de la guarida de Prípori por mi culpa, no podría verla otra vez de la vergüenza.
—Quizás debería cuidar este sombrero mejor— pensé.
De momento me lo puse. También fui a ver el libro de Percepción que me había prestado, pero estaba tan roto como los demás. Era una lástima, pero al menos los atracadores no parecían haberle prestado mucha atención al contenido.
Estaba muy cansado para comenzar a ordenarlo todo, así que de momento quité las cosas que habían puesto sobre la cama y me acosté. Me imaginaba que todo eso había sido un truco de Jonás para tratar de intimidarme, pero poco me importaba lo que pudiera hacerles a mis cosas, que no fuera el sombrero con el puente o Scire. Después de todo, no había llevado nada esencial a Luscus. Jonás intentaba hacerme daño, pero ni siquiera él podría atacar a un mago sin acarrear consecuencias. Sus amenazas no eran más que molestias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top