22.- El Mago Mutante (1/2)
Durante los siguientes días repasé todo lo que sabía sobre aves. Incluso Scire consiguió rastrear a través de antinet algunos libros sobre lechuzas. Aun así, estudié otros animales como me dijo Prípori, dado que podía resultar que mi mente no fuera muy compatible con las lechuzas. También me dijo que no había apuro, que podía fallar y buscar especies distintas, pero yo estaba muy emocionado con el tema para esperar a una segunda oportunidad.
Durante nuestra primera sesión, Prípori me hizo algunas preguntas sobre biología, al principio sobre temas generales, como la distribución del sistema cardiovascular o la manera en que la nefrona reabsorbía agua. Mas poco a poco fue aumentando la especificidad de sus preguntas, hasta el punto en que me preguntó sobre la estructura de los distintos tipos de queratina en las plumas, y hubo muchas preguntas que simplemente no pude responder.
—Está bien, no necesitas saberlo todo ahora mismo, pero recuerda que debes estudiar esto a fondo para abrir tu mente a la mutación. Hay personas que pasan toda su vida estudiando, después de todo— me recordó.
—Sí... sí, es verdad— contesté avergonzado.
—Comencemos con ejercicios simples— me espetó— a diferencia de las áreas de la magiorbis, la mayoría de los magos que estudia magivita no tiene que ir abriendo su mente a cada área distinta. Es como si "el cuerpo" fuera una sola gran área de la magia. Lo difícil está en aprender los distintos hechizos que se requieren para cada área y de ahí que el común de la gente aprenda solo una.
Recordé que Yahriel me había dicho algo similar cuando le pedí que me abriera la mente para aprender medicina.
—Así que ya puedes comenzar. Tratemos de hacer algo simple.
Prípori se apuntó a los ojos. De rosa pasaron a un verde intenso, luego a rojo, y luego a blanco antes de volver a su color normal.
—Trata de cambiar el color de tus ojos. Sabes qué es lo que determina el color ¿Verdad?
—La cantidad de melanina en el iris— indiqué.
—Muy bien. Y conoces la estructura molecular de la melanina ¿Cierto?
—Existen varios tipos, pero creo que recuerdo la estructura de algunas.
—Con eso bastará. Debes disminuir tus extensiones hasta su punto más fino, identificar la melanina en tus ojos y retenerla debajo de la superficie del iris.
Abrí los ojos de par en par.
—¿Solo eso?
—Eso por ahora— me espetó.
Simplemente esconder la melanina debajo, donde no se viera. Era más burdo de lo que había esperado.
—¿Qué pasa si no puedo controlar bien mi pulso o uso mucha fuerza, y me hago daño en el ojo?— quise saber.
—Lo perderás para siempre.
—¡¿Qué?!
Prípori se echó a reír.
—¡Claro que no! Y las extensiones no tienen pulso— aseguró— Es lo mismo que la medicina. Ya sabes cerrar y cicatrizar heridas ¿No? ¿Cómo lo haces?
—Con cuidado— contesté, pero lo pensé mejor— yo... me centro en las células que rodean la herida y las estimulo para que trabajen aceleradamente.
—Entonces puedes controlar células ¿Y no crees que puedes esconder pigmentos intercelulares?
Hice una pausa para pensar. Ella parecía confiada en que yo lo lograría, así que acepté.
—Lo intentaré.
Hice lo que me decía y llevé mis extensiones mentales hacia mis propios ojos, centrado en la melanina. Nunca había hecho más que cerrar heridas, así que estaba algo nervioso.
Para mi sorpresa, pronto comencé a identificar los rastros de melanina en mis iris. Luego no pude resistir y parpadeé, pero mis extensiones no se desplazaron por esto. Recordé que estaban en otro plano de la realidad y por tanto podían permanecer "sobre" las tres dimensiones, cuando lo necesitara.
Prípori me había preparado un espejo para esa sesión, así que me fijé en él y noté mis ojos café claro como de costumbre. Entonces intenté tomar control de mi melanina y la empujé hacia adentro, con cuidado de no causar daños severos con algún movimiento brusco.
Sin embargo, para mi sorpresa mis extensiones no se excedieron, ni siquiera necesité un cuidado excesivo, solo tuve que desplazar un poco las moléculas que necesitaba; mis extensiones hicieron el trabajo, más similares a nanobots que a manos temblorosas. Poco a poco fui notando un cambio. De pronto mis ojos se habían vuelto verdes.
—¡OOOOOOOOOoooooooooohhhhh!— exclamé, emocionado.
Continué empujando melanina hacia adentro del iris. En unos segundos el verde se transformó en un azul oscuro.
En ese momento no conseguí identificar más melanina, aunque sabía que podía aclararlos aun más. Busqué dentro de mis ojos, tanteando con los diminutos dedos de mis extensiones mentales, pero de repente mi cabeza se sintió como si estallara, y las relajé.
—Muy bien. Hiciste mucho progreso en tu primerísima sesión— me espetó Prípori— aunque tu mente ya estaba entrenada por lidiar con otros tipos de magia. Parece que centrarte en magia de precisión aún se te hace difícil. Solo queda practicar. Irás progresando lento, pero seguro.
Como siempre que me excedía con la magivita, sentía la mente débil de una manera similar a cuando mis piernas no me pueden después de mucho correr, o mis brazos no pueden levantar nada después de sobre esforzarlos. Solo necesitaba descansar.
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En la universidad me entretuve leyendo el libro que me prestó Prípori: "Introducción a la Percepción". Como muchos libros de introducción de magia, describía de qué se trataba, qué se podía hacer dentro de esa área de la magia y entregaba algunos ejercicios para que el lector comenzara a practicar. Sin embargo, apenas conseguía entender qué querían decir con los hechizos más básicos.
"Forme una tetra hélice invertida diagonal semi cóncava con las extensiones tipo 2-T-gama y 7-RT-omega. Distribuya el factor del volumen y concentración hacia el lóbulo frontal...".
No entendía. Era demasiado, incluso para mí. Hacía mucho tiempo que no me encontraba con algo en un libro que simplemente no entendiera y sentía que se me abrían un montón de puertas. Por fin, nuevos conocimientos, nuevas aventuras de aprendizaje. Quería entender y sabía que tendría que ser paciente, pero quería entender todo y las ansias me comían por dentro.
—¡No puedo esperar!— exclamé, aunque estaba solo.
Continué leyendo, embelesado. Lo devoré en dos sesiones; no lo hice en una únicamente porque estaba agotado de practicar mutación y mi mente no funcionaba perfectamente. Sin embargo, al avanzar, noté cierto hechizo que me llamó mucho la atención.
El hechizo en sí estaba hecho para reconocer fluctuaciones y cambios en el plano mental. "Es decir" explicaba el libro "con este hechizo se pueden percibir y distinguir las diferencias entre las ondas mentales de los distintos seres pensantes. Sirve como base para hechizos de percepción de pensamientos y emociones, también para detectar extensiones mentales escondidas".
Por supuesto, no explicaba nada más, pero con ese poco de información ya tenía material para especular.
—¡¿Extensiones mentales escondidas?!— exclamé, aunque seguía solo.
Dejé el libro sobre mi cama, me agarré la cabeza entre las manos y me puse a pensar en lo que eso conllevaba. Lo sabía ¡Lo sabía! ¡Los magos tenían una manera de esconder sus extensiones mentales! ¡Entonces cabía la posibilidad de que alguien que pensara que era una persona normal, en verdad fuera un mago muy poderoso!
Pero recapacité más. Las posibilidades comenzaron a abrumarme.
Si un mago podía usar un hechizo tan avanzado de la última área de la magivita, es que ya podía mutar en un animal y hasta usar magia en la forma de ese animal. Era perfectamente posible que un mago lo suficientemente capaz, un magivita, se escondiera de otros magos en un disfraz de animal. Por ejemplo, haciendo de dastal vagabunda.
—¡Lo sabía!— exclamé.
Lancé puños y patadas en el aire para celebrar mi descubrimiento. Hacía tiempo que no estaba tan emocionado.
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Al día siguiente me tocaba entrenamiento por la tarde, así que no vi a Prípori en la mañana. Caminábamos con mis amigos después de almuerzo; Coni y Jrotta parecían animados por un evento que no me interesaba, yo solo podía pensar en lo que había leído la noche anterior.
—¿Tú te vas a registrar en el torneo, Jrotta?— le preguntó Coni.
—Oh, no. No soy muy competitiva, nunca le he visto el brillo, así que no participo— admitió.
—¿Y qué hay de ti, Arturo?— quiso saber Coni.
—¿Eh? ¿Sobre qué?
—¡Vamos, Arturo! ¡Escúchanos alguna vez!— alegó.
—Lo siento, lo siento. Es que... he estado pensando en una investigación.
No quería darles datos específicos para que la conversación no se dirigiera hacia Prípori.
—Está bien, supongo que sería raro si no— indicó él— estábamos hablando del torneo ¿Piensas registrarte?
—¿Qué?
—El torneo— repitió él.
—¿Qué torneo? ¿De qué están hablando?
—¡¿No ha escuchado del torneo, Arturo?!— saltó Jrotta— ¿Ni siquiera ha visto los posters en todos lados?
—¿Posters?— me extrañé.
Miré alrededor. Recién entonces noté que aquellas pancartas molestas que habían puesto hacía un par de semanas hablaban sobre un torneo.
—Oh, entonces era sobre eso ¿Y de qué se trata? ¿Es algo así como un torneo de matemáticas o ciencia o...
—¡¿De qué más?! ¡De magia!— exclamó Coni— muchos magos se inscriben y participan en distintos deportes mágicos. Hay competencias de fuerza mágica y tiro al blanco.
—Y carreras de obstáculos— agregó Jrotta.
—Y magitlones— continuó Coni.
—Y magibola
—Y caída libre
—Y guerra de pintura.
—¡Y torneo de luchas mágicas! ¡Arturo, seguro que tú arrasas en todos esos!— exclamó Coni— aunque pueden participar todos los magos que quieran, no solo estudiantes de la universidad o incluso de Luscus.
—Es un evento intermundial que se celebra todos los años— indicó Jrotta.
Me llevé una mano a la cabeza, agotado de solo escucharlos nombrar tantas competencias distintas.
—Suena como una reverenda lata— opiné— dudo que me inscriba a nada.
—Sí, suponía que ibas a decir eso— comentó Coni— ¡No importa! ¡Así podremos ver el espectáculo juntos!
Quise decirle que no pensaba ir a perder el tiempo en nada, pero lo noté tan animado que no me atreví a hablar. Luego de unos segundos, me di cuenta que podría ser una linda actividad para ir los tres.
Iba a decirles que estaba bien, cuando de repente advertí una silueta diminuta corriendo fugaz como una estrella en el cielo, de un lado para otro. Al girarme, vi a la dastal vagabunda. Parecía asustada por nada en particular, pero se detuvo a medio camino, se giró a nosotros y nos dedicó un ladrido juguetón.
—¡Rrrrrah!
Se dirigió a nosotros con un trote y se restregó las mejillas en nuestras piernas. Coni le hizo cariño en el lomo. Entonces yo me agaché y la levanté.
—Cuidado, Arturo. Quién sabe qué enfermedades pueda tener— advirtió Jrotta.
—Dice la chica que se maneja con muertos— le espetó Coni.
—¡Yo tomo todas las precauciones necesarias!— alegó— ¡Y conozco exactamente a qué me expongo! Ese animal es distinto.
Pero no me podía importar menos las advertencias de Jrotta. La dastal me miró con su hocico abierto, chato, formando algo similar a una sonrisa mientras jadeaba. Sus ojos rosados me penetraban igual que los de cierta maga. Aun así, no podía sentir sus extensiones mentales. Junté nuestras frentes, pero ni siquiera con eso lo conseguí.
—¿Qué haces, Arturo?— quiso saber Coni.
—Tú... no eres lo que aparentas ¿Verdad?— le pregunté— ¿Me diste ese libro para que lo descubriera? ¿O solo fue un error de tu parte? ¿Por qué no me dijiste nada sobre esto?
—Emh... ¿Arturo?— me llamó Coni— ¿Estás bien?
—Sabe que ese es solo un animal ¿Verdad?— me espetó Jrotta— solo intente sentir sus extensiones. No es una maga.
Quise decirles que no, que se equivocaban, que yo sabía la verdad, pero aunque estuviera más seguro que nunca, no tenía pruebas para afirmarlo. Me volví hacia la dastal.
—Awwwrrrr...— me consoló.
Luego se agitó en mis manos para zafarse, aterrizó sobre sus patas y se marchó a paso veloz.
—¿Arturo?— me llamó Coni. Sonaba preocupado.
—Ah, disculpen. Pensé que era una maga, se me olvidó por completo que aún debería sentir sus extensiones si lo fuera— les dije a mis amigos para tranquilizarlos— supongo que me equivoqué.
Ambos suspiraron con alivio.
—Así que solo era un error— musitó Jrotta.
—No importa, Arturo. Aunque es raro que se te haya olvidado algo así. Lo vimos en clase hace poco ¿No?
—Sí, es verdad. Qué descuidado de mi parte.
Ella ganaba de momento, pero ya veríamos en la tarde.
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