20.- Un Fin de Semana en mi Mundo (1/4)
Por uno de esos días me llegó una carta. La habían pasado por debajo de la puerta. Ni siquiera sabía que recibiéramos correo, pero ahí estaba.
Curioso, la tomé y la abrí.
"Don Arturo Gavlem
Junto con saludar y deseándole lo mejor, solicitamos humildemente su presencia en la Coalición de Naciones de Madre.
Sabemos que sus estudios son importantes, pero también lo es demostrarle a la población del mundo entero que usted está sano y en buena forma.
De antemano agradecemos considerar esta invitación y pedimos perdón por las molestias que pueda causarle en su ocupado horario.
Se despide: Bernard Labadie".
—¿Te invocan desde tu mundo?— inquirió Scire.
—Eso parece.
—Suena a que tienes un cargo importante— observó esta.
—Se podría decir que sí. Soy una especie de defensor del planeta.
—¡Eso es importante!
—Sí, supongo que lo es.
No había una fecha, por lo que no me pareció que me necesitaran con urgencia o para un evento en específico, solo me pedían que me apareciera. Tenía sentido, pues ellos no sabían nada sobre mi disponibilidad. Me pregunté si le habrían dado la misma carta a Érica y Lili, pero la carta no las mencionaba, y aunque nos hubieran convocado a los tres al mismo tiempo, era muy posible que simplemente no nos encontráramos.
Pero al menos podría visitar a mi familia. Después de dejarlos por tanto tiempo el año pasado, los extrañaba un poco.
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Al día siguiente estaba pensando que quizás debería ir por el fin de semana, partir el viernes y volver el domingo en la tarde, porque seguro que Labadie tendría algunos eventos en mente y querría mostrarme ante el público. Quería aprovechar de ver a mi familia un par de horas. Quizás hasta el presidente de Chialla quería hacer algo.
—Tengo que avisarles a mis amigos que me ausentaré— me dije.
Luego de salir de clases, Coni y yo nos dirigimos a la biblioteca para estudiar como siempre junto a Jrotta. Sin embargo, la encontramos antes en el camino, mientras esta discutía acaloradamente con un noni de más de dos metros de alto. Luego de dos meses de casi no verlos, se me había olvidado lo grandes que podían ser. El noni parecía nervioso, como si Jrotta pudiera maldecirlo en cualquier momento.
—¡Plebeyos como tú deberían tener más cuidado! ¡Gente más importante camina por aquí! ¡¿Me entiendes?!
—Sí, pe-pero ya me discul...
—¡No me interrumpas, desconsiderado!
—Lo siento.
—¡Es el colmo!
—¿Jrotta?— la llamé.
Esta se giró hacia nosotros. Tenía el velo puesto nuevamente sobre su cara.
—¡Arturo! ¡Coni! Hola.
Nos acercamos a ella y al noni.
—¿Qué pasó?— inquirió Coni.
—Nada importante— indicó ella— este hombre de aquí me empujó de la nada.
—¡Ya dije que fue sin querer!— alegó él— ¡Y me he disculpado cinco veces! ¡¿Qué más quiere que haga?!
—Que te arrepientas de verdad, ignote estúpido. Quizás debería decirle a los profesores sobre tu conducta violenta.
—¡No, por favor! ¡Fue un accidente! ¡No la vi detrás de esa mochila grande!
—¡¿Estás diciendo que soy insignificante?!— bramó ella— ¡Qué descaro!
El noni nos miró a Coni y a mí, como pidiéndonos que entendiéramos que lo que Jrotta decía no tenía sentido. A mí me parecía raro incluso antes que nos mirara así, pero no pude intervenir, puesto que Coni tomó la palabra.
—¿Solo eso?— alegó Coni— ¿Solo te empujó por accidente? ¿Y tú le reclamas como si te hubiera robado la billetera?
—¡¿Qué?!— exclamó ella— ¡¿A qué te refieres?!
—Que estás exagerando— Coni se giró al noni— vaya tranquilo, yo solucionaré esto con ella.
—Ah... gracias.
El noni se dio la vuelta, pero Jrotta lo detuvo.
—¡Alto ahí!— bramó con una voz altanera que no le conocía— ¡No te atrevas a darme la espalda, bobalicón!
—Déjalo, Jrotta. Ya se disculpó— le espetó Coni.
El noni se mostró confundido. Con un gesto de la cabeza le confirmé que podía irse tranquilo.
—¡¿Y cómo osas tú decirme qué hacer?!— contestó ella— ¡Te recuerdo que soy una maga noble! Pl... gente básica como tú no debería hablarme así.
—Ibas a decir "plebeyos" ¿No?
Jrotta se cubrió de brazos.
—¿Y qué si lo iba a decir? No lo dije, me corregí. Pero solo estás desviando el tema. Tú no puedes decirme qué hacer.
—Puedo defender a otros de tu tormento— alegó él.
—¡¿Tormento?! ¡Solo me estaba defendiendo!
—¡Lo estabas acosando, Jrotta!
—¡No lo estaba acosando! ¡Él es un pl... es una persona básica, debería tener más cuidado!
—¡Ibas a decir "plebeyo" otra vez! ¡Y no, no debería tener más cuidado! ¡Tú deberías ser más considerada y haberlo dejado pasar después de su primera disculpa! ¡¿Cómo es eso de acusarlo con los profesores de violencia?!
Jrotta hizo una pausa para respirar y calmarse.
—No deberías usar ese tono con alguien de mi clase, Coni. Eres el único básico de los tres, deberías tener más cuidado de cómo tratas a los magos.
Coni abrió los ojos de par en par, desconcertado.
—¿Me sigues viendo así?— alegó— ¿No soy más que un sirviente para ti? ¿Un simple ignote?
—Bueno... lo eres— aseguró ella— si te vuelves un mago, eso cambiará, pero de momento no estás a mi altura ¿Qué quieres que haga?
Coni frunció el ceño y miró al suelo, derrotado. Me imaginé que quizás era momento de intervenir, pero no estaba seguro de cómo.
—Sí, por supuesto. Debí haberlo notado. Nunca fuimos amigos— gruñó— y yo que sentí pena por ti. Hasta comenzabas a agradarme.
Me imaginé que sería mejor separarlos para calmar los humos, porque no sabía qué palabras podrían ayudar en esa situación. Me preparé para tomar a Coni y llevarlo a otro lado para que se calmara, pero para mi sorpresa, Jrotta se vio dolida.
—Oh, no, Coni, tú me agradas— intentó arreglarlo— es solo... ya sabes, simplemente no somos iguales, pero aun así podemos disfrutar de la compañía del otro. No es que seas mi sirviente, solo eres... bueno, inferior, objetivamente hablando.
Él la miró, lo más enfadado que lo había visto hasta el momento. Luego resopló.
—¿Para qué disfrutar de la compañía del otro, cuando estamos en niveles distintos?— entonces hizo una exagerada reverencia— por favor, no se apiaden de un pobre plebeyo ignote como yo. Dejaré que ambas majestades conversen tranquilos de temas que sin duda son demasiado complejos para mí.
—Vamos, Coni, no es necesario el sarcasmo— alegó Jrotta.
Sin embargo, Coni dio media vuelta y se marchó, ignorándola.
—¡Coni!— lo llamó Jrotta, pero él ni se dio la vuelta.
—¡Argh, me rindo! Ya se le pasará— alegó ella— quién lo necesita ¿Verdad, Arturo?
Yo me pasé una mano por la cabeza, incómodo. Tenía ganas de ir y estar con él, pero me parecía más provechoso mantenerme con Jrotta, al menos por unos minutos.
—Jrotta, lo que dijiste fue horrible— le espeté.
—¡¿Qué?! ¡Pero... ¡¿Pero qué dije de malo?!
—Coni se ha preocupado por ti casi tanto como yo. Al principio no quería nada contigo, pero se forzó a quererte— le espeté— ¿No ha sido un buen amigo hasta ahora?
—No diría un amigo, uno no puede ser amigo de personas en distintos niveles, pero como le decía, podemos disfrutar de la presencia del otro sin ser amigos— se defendió ella.
—Es justo eso— apunté— ¿A qué viene eso de "distintos niveles"?
—¿Eh? ¿No era obvio? Él es un ign... una persona básica, nosotros somos magos, somos nobles.
—Yo no soy noble.
—Es una de las personas más importantes de su mundo ¿No? Además, es el equivalente a un noble, siendo recomendado por el gobierno central del imperio noni, y aunque no lo fuera, es un mago impresionante. Con cualquiera de esas tres características estaría a mi nivel. En cambio Coni es... bueno, nada. No es nada importante, solo un chiquillo de un mundo cualquiera.
—¿Es un cualquiera para ti?— le reclamé.
—¡No dije eso!— alegó ella— ¡Objetivamente, es menos que nosotros!
—¿Según quién?
—Según...— Jrotta alzó las manos en varias direcciones para apuntar todo a nuestro alrededor— el mundo, la sociedad, todos ¿Qué quiere que le diga? No lo entiendo.
Me puse las manos en las caderas. Sería difícil hacerla entender a lo que me refería.
—Creo que él esperaba que lo vieras por como es, y admito que yo también. No sé si nos podamos seguir viendo si lo ves como alguien inferior.
—¿Qué?... ¡¿Qué?! ¡No, espere! ¡¿Cómo que no podemos seguir viéndonos?! ¡Nuestra relación no tiene nada que ver con él!— bramó, exaltada.
—Concuerdo con eso, pero no puedo tenerlo mucho tiempo abandonado, y si él no quiere nada contigo y no volverá a hablarte, tendré que seguirlo a él.
—¡Pero... ¡Pero debe haber una forma! ¡¿Por qué toma una medida tan drástica?! ¡Es él quien elige separarse! ¡¿Por qué me castiga a mí?!
Me daba pena verla así, desesperada y confundida. Yo tampoco quería simplemente cortar nuestra relación, pero no podía permitir que Jrotta tratara así a Coni. Intenté desde otro ángulo.
—En mi mundo no existía la magia hasta que nos unimos a la red de mundos el año pasado— le espeté— sabías eso ¿Verdad?
—¡Sí, lo sabía!
—¿Y aun así me ves como a un igual?
—¡Ya lo expliqué! ¡Usted está más que calificado para tratar con nobles!
—¿Y qué hay de mi familia?— inquirí.
—¿Su familia?
—Tengo dos hermanitos y una mamá. Ninguno de ellos sabe sobre magia. Ni siquiera saben mucho sobre Nudo ¿Qué piensas de ellos?
—Ah...— Jrotta balbuceó un poco, pensando rápido en sus posibilidades— también... también están a mi altura, por supuesto. Son su familia.
—Tengo dos grandes amigas, las otras campeonas de Madre. Ellas me acompañaron y me protegieron en nuestro viaje del año pasado. Ninguna sabe nada de magia, pero sin ellas, habría muerto hace mucho ¿Qué hay de ellas?
Jrotta dio un paso atrás para hacer distancia.
—¿A qué viene todo esto, Arturo?— alegó.
—Que ese sistema de niveles, de gente superior e inferior, quizás sirva para Luscus, pero se desmorona dentro de otras sociedades y con personas con valores distintos. Coni viene de otro mundo, yo vengo de otro mundo. Ambos tenemos que adaptarnos a las normas de Luscus, pero no quiere decir que compartamos sus valores. Si tú quieres andar con nosotros, deberás mostrarnos un mínimo de respeto a los dos, y dentro de ese mínimo de respeto está el tratarnos como iguales, a los dos. Nosotros también te trataremos con el respeto que necesitas, por supuesto. Si los tres no podemos establecer las bases de nuestra relación y conciliar nuestros valores como personas, simplemente no somos compatibles. Deberíamos separarnos en vez de andar peleándonos de aquí a la eternidad.
Ella agachó la cabeza.
—No... no, por favor, no quería hacerlos sentir mal. No quería faltarles al respeto. Es que... ¿Cómo no pueden verlo? Pensé que era obvio.
Suspiré, pensativo. Normalmente ante un problema de valores, sería más empático y trataría de verlo desde su perspectiva, pero yo ya conocía esa perspectiva, era la misma de Jonás y Qabera, la misma perspectiva de esclavistas. Ya me tenía harto. Quería ponerme del lado de Jrotta para acompañarla a que viera nuestra encrucijada desde los ojos de Coni y los míos, pero no lo conseguiría simplemente diciéndole que ella estaba mal y nosotros bien.
Entonces recordé la invitación y se me ocurrió una idea.
—A todo esto, me llegó una carta de mi mundo— le avisé— pensaba invitarlos a ti y a Coni a visitar Madre conmigo, pero ya no estoy seguro de si quieres. Todos en mi mundo son personas básicas, al fin y al cabo.
—¡No, me encantaría ir!— se apresuró a decir— ¡Por favor, no me deje! ¡No me quiero quedar sola otra vez!
Me dio pena. No quería tenerla rogando por la poca fuente de interacciones sociales que tenía en esa fría universidad, pero lo hacía por el bien de nuestra amistad.
—Muy bien. Pero deberás portarte bien ¿Sí? Nada de llamarlos ignotes o plebeyos o adjetivos peyorativos. Allá solo serás otra persona más.
—S-sí— tartamudeó.
—Muy bien. Iré a decirle a Coni. Nos vemos más tarde.
—Nos vemos— musitó, insegura.
Fui a avisarle. Él se mostró contento de ir, luego molesto de que lleváramos a Jrotta, pero cuando le expliqué lo que intentaba hacer, terminó aceptando.
Solo esperé que no saliera demasiado mal.
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