2.- El Reportaje de Vicio
Bajé de la nave muerto de hambre. En el aeropuerto de Luscus había letreros llamativos y gente vestida de magos y mucha parafernalia, pero no podía concentrarme en nada de eso, necesitaba comer.
Fui directo a un restaurante, donde pedí tres platos de inmediato y los devoré en un santiamén. La razón de que me hubiera quedado sin dinero en el aeropuerto en Primanoni era que había cambiado casi todo lo que tenía de puños a auras, la moneda oficial del imperio vole. Luscus estaba en una posición técnicamente neutral entre ambos imperios, en una isla entre ambos lados, pero usaba la moneda del imperio vole porque tenía más relaciones con ellos que con los nonis. Después de todo, la mayoría de los magos eran vole.
Recién después de comer comencé a recobrar la habilidad para pensar. Me recosté contra la silla, fatigado.
—Tengo que ir a la universidad a registrarme— pensé.
Después de unos minutos de reposo, pagué, fui al baño y salí del aeropuerto.
Lo primero que noté después de que el hambre dejara de nublar mi vista, fue que había muchas mujeres vole trabajando en el aeropuerto, es más, no había hombres. Me llamó la atención en un lugar tan concurrido. Afuera era lo mismo: todas las taxistas eran mujeres, de distintos tonos de azul y violeta. Sus ojos eran un poquito más grandes en proporción a los humanos, sus orejas puntiagudas y caídas hacia los lados, y sus dentaduras consistían únicamente de colmillos, dado que eran carnívoros. Aun así, dado que en el imperio vivía la mayor variedad de especies de nivel 9 de inteligencia, sus mercados tenían también vegetales y los alimentos solían tener etiquetas que advertían a ciertas especies comerlos. Eso ayudaba si uno quería evitar intoxicarse.
Le pedí a la primera taxista que vi, que me llevara a la universidad. Esta me guio hacia su flotador con un gesto de la cabeza y partimos. Los flotadores son autos que flotan unos centímetros sobre el asfalto. No pueden elevarse como las naves, pero son de mejor calidad que los autos, y se los puede llevar a casi cualquier terreno. Hay algunos que incluso sirven para conducir sobre el agua.
Apenas nos subimos, la señora partió hacia la autopista. Eran casi las seis y estaba oscureciendo.
—¿A la universidad de Luscus, entonces?— me preguntó.
—Sí, por favor.
—No me diga ¿Va estudiar magia? ¡Excelente! Tengo una prima que intentó estudiar magia. La pobre no consiguió pasar el tercer año.
—Supongo que es complicado— comenté.
—¿Y usted cree que puede convertirse en un mago?— inquirió.
—Eso intentaré.
—No estaría nada mal, nada mal.
La taxista resultó ser bastante conversadora, lo cual no me molestó, pero me sorprendió un poco. Le pregunté sobre la cultura en Luscus y si había costumbres que debía evitar.
—No defecar en público, esa es importante— me dijo.
—Es bueno saberlo.
—Y no pelearse con otros, también importante.
—Mhm
—Y evite sacar la lengua, también importante.
—¿Qué?
—La lengua, no saque la lengua. Está bien abrir la boca, pero no saque la lengua ¿No lo sabía? ¿Allá donde vive sacan la lengua todo el rato? ¡Jo!
—¿Qué significa sacar la lengua?
—Nada, solo es feo.
—¿Más feo que defecar en público?
—Definitivamente.
—Vaya.
—Y siempre respete a los magos. Ni se le ocurra faltarles el respeto, mucho menos sacarles la lengua. Eso es ultra importante ¿De dónde es usted, si se puede saber?
—De un mundo de humanos llamado Madre, nos unimos hace un año a la red de mundos.
—¡Ah! ¡Bienvenidos! Bienvenidos a la red de mundos. Es bueno tenerlos con nosotros.
—Gracias.
Nos detuvimos en una luz roja, donde apareció una volir malabarista para hacer trucos. No me pareció raro verla, pero se me hizo raro que no tuviera nada en el torso además de los suspensores que sujetaban sus shorts. Las vole tienen el pecho plano, pero eso no quitaba que estuviera semi desnuda.
—¿No es de mala educación mostrar piel?— se me ocurrió preguntar.
—¿Eh? No, para nada ¿A qué parte del cuerpo se refiere?
—Pezones, poto, genitales...
—No, no, es normal ¿Lo dice por ese chico?
Apuntó al malabarista.
—¿Chico? Pero si es mujer.
—¡Ja! No, es un chico ¿No ve que... oh, espere ¿Dijo que su mundo era solo de humas? Eso lo explica, a algunos humas se les hace difícil diferenciar a hombres y mujeres vole.
—¿Eh? ¿De verdad?
—Yo soy hombre. Al menos se había dado cuenta de eso ¿No?
Me lo quedé mirando con tanta sorpresa que se echó a reír. La luz se puso verde y continuamos nuestro camino.
—¿Eres hombre?... Oh, disculpa.
—Está bien, está bien. Uno aprende todos los días.
Parecía más divertido que ofendido, lo cual me alivió. Mientras conducíamos miré por la ventana hacia la gente en la vereda; vole, humanos, picos, nonis, sirivis, algunos lontes y hasta vi a un fufo. Las calles eran más angostas de lo que había visto en el imperio noni, las terminaciones en los edificios tenían bonitos grabados o patrones y la estética general denotaba un lujo de detalle. A donde fuera que mirara, podía notar una visión artística en la arquitectura y planificación de las calles. Era impresionante comparado con todo lo que había visto, tanto en mi mundo como en el imperio noni.
Cuando nos detuvimos en otra luz roja, noté una de las lunas de Nudo. Intenté fijarme bien para ver cuál de las tres era, pero al hacerlo noté que no tenía forma de luna, sino que más bien parecía una gran plataforma ovalada con una torta encima. Era una extraña figura que flotaba en el cielo, con un leve brillo similar al de una luna, pero no era una luna.
—¡¿Qué es eso?!— exclamé.
—¿Mmm? Oh, Luminen— contestó el taxista, tras asomarse— es la ciudad de los lúmini.
—¡¿Qué?! ¡¿Los lúmini tienen una ciudad?!— salté.
—Sí, je. Son bien simpáticos, esos chicos. Se dice que ese es el lugar donde se reúnen, pero nadie puede acercarse. Solo los grandes señores magos tienen permitido ir. Quién sabe qué lo que harán en ese lugar.
—¡No puede ser!— exclamé, mientras intentaba acercarme lo más posible al parabrisas— Una ciudad entera de lúminis.
—¿A ti también te gustan? Son unos amores, esos lúmini. Mi hijo se torció el tobillo una vez, cuando era chico. Lo cargué al auto para que fuéramos a un hospital, pero justo apareció un lúmini y lo sanó con su magia de pasada, como si fuera lo más fácil del mundo.
Reí un poco. Sonaba como algo que haría un lúmini.
Pero que tuvieran toda una ciudad donde se reunieran. De inmediato me dieron ganas de ir y ver qué descubrimientos harían cada día, cuántos de los misterios del mundo estarían ahí resueltos, escritos en algún libro de cinco dimensiones archivado en algún lugar como si no fuera la gran cosa.
Lamentablemente, la ciudad de los lúminis fue obstruida de mi vista de un momento a otro por los grandes edificios de Luscus. Quise verla un rato más, tenía muchas preguntas y estaba muy emocionado para dejar ir el tema así como así. Pero hiciera lo que hiciera, no conseguiría nada simplemente mirándola. Solo me quedaba ir y estudiar la información que tuvieran en la universidad.
—Sí, ahí deben tener información sobre Luminen. Tiene que ser ¡No pueden no tenerla!— pensé ansioso.
Intentando distraerme, miré hacia afuera. Noté que además de edificios altos, nos encontrábamos en una zona central de la ciudad; con grandes calles de varios cruces, enormes zonas de comercio y una multitud de peatones y naves por doquier. Tenían grandes pantallas en algunos edificios con comerciales. No me molestaría, de no ser mucho más brillantes que el resto de la ciudad. Llegaban a enceguecer.
—¿Hay restaurantes buenos por aquí?— le pregunté al taxista.
—¡Ja! ¿Dónde crees que estás, chico? No sé si te habías enterado, pero los magos tienen fama de andar hambrientos todo el tiempo. Luscus tiene uno de los mayores centr...
—Damas y caballeros de Luscus— lo interrumpió una voz amplificada, proveniente de todos lados— traemos noticias de último minuto.
—Oh, no— musitó el taxista.
Miré por la ventana hacia una de las pantallas. Me esperé un canal de noticias, pero en vez de eso, la pantalla mostraba a una volir parada en la punta de un edificio, de espaldas a una avenida. Los vehículos de la hora punta pasaban por debajo, a la distancia. La mujer tenía un atuendo grueso y un gran sombrero puntiagudo, pero su cara estaba tapada por una máscara electrónica, que dibujaba una expresión pixelada para acompañar sus palabras.
—¿Quién es?— quise saber.
—Es...
—Soy Vicio, líder de los polímatas, y vengo aquí a entregarles las noticias de último minuto— hablaba suelta e histriónicamente como un comediante dominando su escenario— Antes que nada, quisiera felicitar al primer ministro por su nueva casa en Yestira. Estoy segura que las centenas de familias que destruyó como mayor beneficiario del cartel de jahita en Luscus están contentas de que el dinero que les robó haya ido a tan buena inversión.
Abrí los ojos de par en par, desconcertado. Esa información era demasiado pesada como para procesarla en un par de segundos, pero ella no me dio tregua, a nadie, solo continuó como si estuviera hablando del clima.
—En otras noticias, nuestro querido director de la prestigiosa universidad de Luscus mandó a asesinar a tres prostitutas que intentaron demandarlo por maltrato durante sus servicios. Por eso a mí me gusta matarlas antes de hacerlo— lanzó una risita— lástima que desaparecieron misteriosamente ¿Quién sabe qué crueldades podrán estar planeando hacer esas despiadadas putas contra nuestro pobre e indefenso director?
—¡¿Qué?!— salté.
—Oh, no. La universidad estará hecha un caos cuando llegues— comentó el taxista.
No alcancé a responderle, puesto que Vicio continuó su reporte.
—Finalmente, me alegra anunciar que después de un acalorado debate, el directorio de magos ha decidido que el sector noreste de la ciudad puede morir lentamente de aquí a diez años mientras beben agua contaminada con los desechos industriales de las empresas que obtuvieron permiso oral para verter en ese sector. Coincidentemente, el 70% de estas empresas pertenecen a quince de los miembros del directorio o sus familiares, el otro 30% son empresas que les conviene mantener en buenas condiciones. En lo personal, no podía esperar a que esos pobretones se murieran ¿Por qué no aprobar un genocidio y acabarlos rápido? Oh, entonces no podrían producir mientras mueren ¡Qué inteligentes son estos señores del directorio!
—Vicio— se escuchó una voz, seguramente el camarógrafo.
Esta misma persona apuntó a un lugar en el cielo. Al fijarme, noté unas sombras volando hacia ellos a través del cielo oscuro.
—Esto concluye nuestra transmisión— continuó ella— ¡No se olviden de ver las noticias con nosotros, sus amigos los polímatas! ¡Llegaremos cuando menos se lo esperen!
—¡Vicio!— insistió el camarógrafo.
Justo en ese momento se oyeron unos disparos. Varias naves surgieron y rodearon a Vicio y su compañero, y los iluminaron con potentes focos. Noté que una de las sombras consiguió acercárseles y se detuvo en el aire; se trataba de un pico de plumas verdes. Agitaba sus alas y les apuntaba con una pistola especial en una de sus garras inferiores, donde estarían sus pies si los tuviera. Se oyeron disparos, pero Vicio no parecía muy nerviosa. Entonces el camarógrafo cortó la transmisión y las pantallas volvieron a mostrar avisos de productos de grandes tiendas.
—¡¿Qué fue eso?!— exclamé.
Noté el ruido de afuera. Los peatones comentaban lo que habían visto, varios autos y naves comenzaron a tocar sus bocinas. Comencé a ponerme nervioso.
—Los polímatas— indicó el taxista.
Continuamos nuestro viaje por las vistosas calles del centro. Las veredas estaban llenas de gente, pero a pesar de lo que había ocurrido, no parecían más emocionados que después de ver una buena película.
—Son un grupo de rebeldes. Cada cierto tiempo aparecen y acusan a alguien importante de hacer cosas malas— explicó el conductor— no me gusta que me atrape una de sus transmisiones mientras conduzco, porque la gente se altera y se ponen tontos para manejar.
—¿Pero cómo pueden ir y decir esas cosas? ¿No se meten en problemas con el gobierno? ¿Esa gente que los rodeó al final, eran policías?
—Sí, eran policías. Han intentado atraparlos desde que aparecieron hace... ¿un año? No, creo que año y medio.
—¡¿Y qué era ese efecto en su cara?! ¿Es una especie de efecto de edición a tiempo real? Parecía más bien algo físico.
—Ni idea, yo solo soy un taxista.
Noté que estaba concentrado en el camino. No es que hubiera ocurrido algún accidente, pero entendía que se anduviera con cuidado. Procuré callarme un momento para dejarlo trabajar.
Sin embargo, de pronto un estruendo por delante llamó nuestra atención; desde el cielo surgieron varias sombras, la primera de ellas se movía libre por el aire, sin alas ni máquinas, como si pudiera controlar su posición con el pensamiento. Esta figura describió giros complicados y lanzó luces de colores a su paso, como fuegos artificiales sin ruido. Detrás la perseguían los picos de la transmisión y más allá, tres naves de la policía.
—¡¿Es ella?!— exclamé.
—¡No, no vengas para acá!— vociferó el taxista.
Vicio pasó sobre nuestras cabezas, seguida de los policías. Estaba a punto de girarme a verla hacia atrás, pero antes de eso noté una luz salir desde una de las naves. Era un proyectil que intentó darle, pero falló y se dirigió a nosotros. Apenas alcancé a notar que se trataba de un misil. Nos iba a explotar en la cara.
Rápidamente tomé control del misil y lo detuve antes de que nos golpeara. Pero no sabía si estaba temporizado o si explotaría al recibir un impacto. Pensé en arrojarlo al cielo, pero había naves civiles y los edificios eran muy altos; no era seguro. Solo se me ocurrió otra opción.
Rompí el parabrisas y me asomé, ignorando los gritos del taxista. Usando toda mi fuerza mágica, desgarré el suelo justo frente al flotador para abrir un hoyo profundo y metí el misil adentro. Me dispuse a cerrarlo de inmediato, pero en eso el misil explotó con fuerza. Atiné a levantar el capó para protegernos de la explosión, pero el flotador se levantó de nariz y se volcó sobre el vehículo detrás de nosotros. Cuando me di cuenta de lo que ocurría, intenté detenernos, pero el peso era mucho, el tiempo no era suficiente y abrir el hoyo en la tierra ya me había significado mucha energía mental. Por un momento vi al conductor del auto atrás, la cara de miedo que tenía, escuché los gritos aterrados del taxista a mi lado. Supe que no alcanzaría a pararnos a tiempo. Alguien iba a morir.
Sin embargo, en ese momento nos detuvimos en el aire, no por obra mía. El flotador volvió a su posición original con cuidado. Entonces noté una extraña sensación de familiaridad proveniente de una dirección en específico. Al girarme allá, vi a una persona apuntando a nuestro vehículo, de la misma manera que yo hago cuando tomo control de un objeto. Esa persona era Vicio.
Me di cuenta que esa sensación de familiaridad que sentía era lo mismo que había sentido cerca de Kan'fera y del Encadenador. Vicio era una maga, una maga impresionante.
De pronto más disparos de rayos láser me sacaron de mi ensimismamiento; los policías continuaban disparándole. Sin embargo ninguno le atinaba, y no porque tuvieran mala puntería. Al fijarme en los rayos láser que llovían sobre ella, advertí que se desviaban apenas lo suficiente para evadirla.
—¡No puede ser!— exclamé, emocionado.
Pero no alcancé a ver mucho. De pronto Vicio se fue volando, la policía tras ella. Nos quedamos parados, embobados por lo que había ocurrido. La alarma de los vehículos resonando en nuestros oídos.
Quería ir tras ella y preguntarle tantas cosas. Quería saber cómo volaba tan libremente, cómo desviaba láseres, cómo ocultaba su cara. Mi primera noche en Luscus y ya me había topado con una maga impresionante. No podía esperar a vivir ahí.
—¿Estás bien?— me preguntó el taxista.
Lo miré, parecía alterado. Al principio pensé que estaba tan emocionado como yo, pero luego noté que habíamos estado a punto de morir dos veces en un par de segundos y claramente estaba asustado.
—Sí, estoy bien ¿Cómo estás tú?
—Bi-bi... estoy bien— tartamudeó— mientras llegue vivo a casa... todo estará bien.
A pesar de los temblores de sus manos, consiguió reactivar su flotador. El motor rugió horriblemente, quejándose por los daños, pero el taxista dijo que podría llegar al taller a tiempo. Quise ayudarlo de alguna manera, pero dijo que no estaba muy preocupado por el flotador, pues el seguro pagaría por todo, que lo afectaba más el susto.
Afortunadamente la universidad no estaba muy lejos. El pobre taxista consiguió llevarme al destino, nos dimos la mano y nos despedimos.
Por fin había llegado a la Universidad de Magia de Luscus.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top