12.- Exprésate (2/3)


Cuando bajamos las revoluciones lo suficiente, nos pusimos de pie de nuevo y partimos caminando hacia la casona. Extrañamente, ya no tenía tantas ganas de hacer preguntas; quedarme callado y guardar energías se sentía demasiado cómodo. Los demás bromeaban y hablaban como si nada, yo apenas podía mantener las piernas rectas para caminar.

—¿Cómo te fue, Arturo?— me preguntó Marisa, con una amistosa palmadita en la espalda.

—Ah, bien. Aprendí a lanzar un combo— expliqué.

—¡Qué bien! ¡Pronto podrás unírtenos!— exclamó— qué bueno que llegaste. Ahora por fin somos un número par.

—Ah, verdad. Conmigo somos seis— observé— ¿Cómo hacían combates de práctica antes?

—Nos dividíamos en una pareja y un trío. El trío se peleaban todos contra todos. Podía llegar a ser bien caótico. Cuidado con Aconte, tiende a atacar por la espalda.

—Solo porque tú te distraes— alegó este, desde atrás.

—¡Siempre atacas por la espalda, al menos una vez por pelea!— alegó Marisa.

—¿Y crees que un policía te avisará antes de disparar?— se defendió él.

—¡Tú no eres un policía!

—¡Es un combate de práctica!

—¡Aaaaoh!— exclamó Otoor.

Marisa y Aconte la miraron un momento, luego se callaron. Me sorprendió el respeto que le tenían a alguien que hablaba casi únicamente con vocales, pero de nuevo, se trataba de una maga en pleno derecho.

—Sí, supongo que tienes razón— gruñó Marisa— es mejor entrenar a tu manera. Es solo que a veces siento que haces trampa y me frustro.

—Eso es legítimo. Es verdad que tiendo a buscar puntos ciegos, es de esperar que no me veas— indicó Aconte— tomo las peleas de entrenamiento como las de verdad, pero quizás debería fortalecer mis puntos débiles y reforzar lo básico en vez de actuar como si tuviera que sobrevivir.

Los miré a ambos, desconcertado. Luego miré a Otoor.

—¿Todo eso dijo con una palabra?— exclamé.

Prípori rio entre dientes.

—Solo dijo algo así como "únanse" —explicó— se refiere a uno de nuestros principios: juntar las cabezas antes de chocar los puños; son ambos contra el problema, no uno contra el otro.

Abrí los ojos de par en par. Eso sonaba extrañamente reconfortante.

—Eso es... una buena manera de convivir— admití— nada mal.

Prípori me mostró su sonrisa llena de colmillos.

—Solo porque seamos criminales buscados no significa que no podemos llevarnos bien— me indicó— y hablando de llevarse bien...

Pasó una mano sobre mi hombro, más confiada de lo que había esperado.

—¿Cómo nos ves? ¿Todo bien hasta el momento?

Abrí la boca para contestar, pero ella continuó antes de permitírmelo.

—Porque ahora toca la mejor parte: El desayuno.

—¡Sí!— exclamé.

—¡A desayunar!— bramó Marisa.

—¡A desayunar!— exclamaron los demás.

—Pero aún no entiendo bien— alegué— ¿Esto lo hacen todos los días?

—Tres veces a la semana— indicó Prípori— no podemos desgastarnos solo en ejercicios.

—¿Pero por qué lo hacen? Podrían usar este tiempo para practicar magia. No es como si vayan a necesitar músculos para su causa ¿O sí?

Prípori ladeó su cabeza de un lado a otro, pensativa.

—Puede ser de ayuda— indicó— muchos magos pueden empujarte con chorros de aire o arrojarte escombros, pero muy pocos pueden dar un buen combo.

—¿Eh?

—Pero no, no lo hacemos para nuestra causa. Lo hacemos porque somos polímatas; somos personas integrales, nos nutrimos de varias disciplinas y prácticas en vez de centrarnos en especialidades. Ejercitamos bien, cocinamos rico, comemos sano, dormimos lo suficiente, nos reímos y conversamos— le acarició la cabeza a Aversa, al otro lado— nos acostamos con los demás, nos bañamos juntos, hacemos aseo juntos.

—¿Qué?— salté.

—Hacemos aseo juntos; limpiamos el suelo, las ventanas...

—No, no, antes de eso.

—¿Nos bañamos? Sí, es importante lavarse periódicamente.

—¿Se bañan... y se acuestan juntos?— exclamé— ¿Te refieres a... a que se...

—¿Sexo?— soltó como si nada— por supuesto. Es muy importante atender tus necesidades sexuales, tanto como hacer ejercicio.

Busqué a los demás con la mirada, esperando una objeción, una queja, algo que indicara sorpresa, pero todos caminaban con total tranquilidad, como si ese fuera otro día cualquiera.

—¡¿Tienen sexo entre ustedes?!— exclamé— ¡¿Todos con todos?!— entonces me fijé en Otoor— ¡¿Incluso con ella?!

—Oye ¿Qué te pasa con Otoor?— alegó Aversa.

—No eres un discriminador de fufos ¿Verdad?— inquirió Marisa— porque no creo que podríamos admitir a un discriminador de fufos al equipo.

—¡No, no! ¡Me refiero a...

La señalé, pero estaba tan avergonzado que no conseguía armar las palabras correctas en mi mente.

—El... el... la... ¿Cómo...— balbuceé.

—¿Ei?— inquirió Otoor.

—¿Tamaño?— tradujo Prípori.

—¡Sí, el tamaño!— exclamé— ¡¿Cómo lo hacen con el tamaño?!

Entonces Prípori se echó a reír.

—¿Nunca lo has hecho con una fufo?— inquirió.

La miré nervioso. Pensé que las palabras se me escaparían otra vez, pero la respuesta era simple.

—¡No!— exclamé— ¡Con ninguna otra especie! ¡Apenas lo he hecho con dos...

Me tapé la boca, tan avergonzado que podría haber muerto ahí mismo. Me cubrí la cara para que no me vieran, pero entonces sentí la mano de Prípori acariciando mi cabeza.

—Tranquilo, todavía eres muy joven— me espetó— nadie te va a exigir un número arbitrario de personas con las que te hayas acostado, eso es de mal gusto.

—¡Ay, Arturo, no hay nada de qué avergonzarse!— exclamó Marisa— ¿Por qué no lo hacemos en el baño? ¡Yo te enseñaré lo que podemos hacer las vole!

—No, no, solo lo arruinarás— alegó Aconte, mientras me sujetaba la cintura con una mano— Arturo lo que necesita es el tacto delicado de otro chico.

—Eh...

—Supongo que yo también me debería ofrecer— indicó Aversa— elígeme si te da la gana, no me importa.

—¡Owo!— exclamó Otoor.

Creo que nunca tanta gente se me había ofrecido al mismo tiempo. Pensándolo bien, creo que nadie se me había ofrecido hasta el momento. No sabía si sentirme halagado, intimidado u ofendido, en el caso de que me estuvieran tomando el pelo. Noté que Prípori me miraba con una sonrisa maquiavélica, o quizás solo era la sensación que me transmitía que mostrara sus colmillos y me mirara con sus ojos rosa brillantes. Me pregunté qué estaría pensando.

—En fin, la vida se vuelve un poco más interesante si experimentas algo de todo ¿No crees?— me espetó.

Por un buen rato no supe qué responder. Toda mi vida había estudiado varias ramas de la ciencia; física, química, biología, astronomía, geología, matemáticas, termodinámicas y muchas más. Hasta el momento había pensado que eso constituiría una gran gama de prácticas, y por tanto podría llamarme un "polímata", pero tampoco podía experimentar de todo a la vez, y por lo tanto había dejado mucho de lado; hacer ejercicio, salir con amigos, practicar manualidades, jugar juegos de manera competitiva, ayudar a mi comunidad con trabajo voluntario y cosas por el estilo.

—¿Cuántas cosas distintas debes practicar para ser un polímata de verdad?— inquirí de pronto.

Prípori me miró de lado, sorprendida.

—¿Cuáles crees necesarias para ti?— me preguntó de vuelta.

Su pregunta me dejó pensando.

—Técnicamente hacer ejercicio no es necesario.

—No me refiero a estrictamente necesario, sino que necesario para sentirte satisfecho con el título de "polímata"— me explicó.

Me llevé una mano a la cabeza. Cuando lo planteaba de esa manera, tenía mucho más sentido el buscar distintas prácticas fuera del estudio. Las variadas actividades que había mencionado anteriormente, incluso las que me daban un poco de vergüenza.

—¿Y dices que haciendo todo esto, son mejores magos?— inquirí.

—Muchos magos sobrevaloran el estudio, trasnochan leyendo e investigando, y llevan sus ojeras y su cansancio como una medalla de honor— explicó— yo creo que para ser un buen mago primero debes ser una persona completa, y para hacerlo debes cuidar tu cuerpo y tu mente. No te voy a pedir que estés de acuerdo conmigo, pero cosas como ejercicio y aseo son importantes, y no podrás descuidarlos mientras estés en este equipo.

—Ah... bueno— dije.

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Tras regresar a la casona, nos dirigimos al baño. No me había fijado bien antes, pero en las paredes había duchas. Los demás se desvistieron sin problemas y se apresuraron a bañarse, mientras que yo me quedé atrás, absorto en mi pudor. Todo era tan repentino que me costaba asimilarlo; de un día para otro ya no era malo mostrar la piel, incluso los genitales.

En eso sentí una mano en mi hombro. Al mirar, noté a Prípori otra vez. Era como si pudiera saber con exactitud cuándo acudir a mí. Me pregunté si podía leer mi mente.

—¿Puedes leer mi mente?— le pregunté dentro de mi cabeza.

—No es necesario que te bañes con todos— me espetó— nos encantaría, pero no te vamos a forzar. Puedes ir después, si gustas.

Supuse que era irrelevante si podía leer mi mente, al menos de momento.

—Lo siento— dije— es difícil acostumbrarse a tantas nuevas costumbres. Hace un año, no me habría imaginado meterme a una ducha con chicos y chicas por igual.

—Sí, te entiendo. Pero de verdad no necesitas disculparte. Solo báñate bien cuando todos salgan y ven a encontrarnos en el comedor ¿Sí?

Yo asentí, ella entró al baño y me quedé solo por un momento.

Me recosté contra la pared, meditabundo. Me sentía como un bicho raro solo por estar siguiendo las normas que me enseñaron de chico. "Trata a las damas con delicadeza", "nadie quiere ver tu poto pelado, vístete", "no te quedes mirando a las chicas por mucho tiempo, es incómodo" ¿Qué iba a hacer si había alguna especie de norma sutil que aún no entendía? Quizás podía ver sus cuerpos, pero no comentar ni mencionar nada, o quizás se sentirían ofendidos si mi pene se erectaba o si no se erectaba, o quizás debía darles un cumplido de alguna manera.

Me llevé ambas manos a la cabeza, estresado ¿Por qué el trato con la gente era tan complicado? A Érica no le importaría un coco y entraría de todos modos, Lili no tendría ningún problema dilucidando la manera correcta de comportarse con otras especies, seguro ya se había hecho una montonera de amigos y sabía perfectamente qué hacer o decir con cada uno para agradarles.

—¿Qué diría Lili en esta situación?— me pregunté.

"Nunca asumas que entiendes a otro" me había dicho una vez.

Fue una tarde que me vio en el patio del colegio. Yo había estado eludiendo a los chicos que querían jugar fútbol porque pensé que no querrían a alguien tan malo y débil como yo. Lili me preguntó por qué los rehuía, luego fue a preguntarles a ellos. Al final me pidieron que me uniera y me dijeron que lo último que les importaba era si jugaba bien o mal, solo querían a alguien para formar un número par. Me aburrí de jugar fútbol, pero esa enseñanza se me había quedado grabada gracias a ella. A veces me abrumaba lo sabia que era, incluso de niña.

—"Nunca asumas que entiendes a otros"— me repetí.

Prípori me había dicho que les gustaría tenerme en las duchas. Quizás adentro ofendía a alguien, pero también cabía la posibilidad de que se ofendieran si no entraba. Lo único que sabía es que esperaban que algún día me les uniera; si me equivocaba de alguna manera, podía aprender.

Respiré hondo.

—¡Ponle empeño!— me dije.

Me desvestí, dejé mi ropa ordenada junto a la de los demás y entré al baño.

Me embargó la humedad y el ruido del agua golpeando la losa. Los polímatas conversaban tranquilamente mientras se limpiaban todas partes del cuerpo. Incluso tenían asientos y mesitas sobre las que dejaban sus útiles de aseo. Al momento de entrar, todos me giraron a mirarme.

—¡Arturo!— exclamaron Marisa y Prípori.

—¡Owo!— dijo Otoor.

Nunca esperé que alguien celebrara mi ingreso a la ducha. Sus reacciones me sacaron una sonrisa nerviosa.

—Hola— les dije, haciendo lo posible por no mirar debajo de sus cuellos.

No supe si debía decir algo más, así que me dirigí a una ducha desocupara y comencé a lavarme el cuerpo. El agua tenía la temperatura perfecta. Todos estaban ocupados limpiándose, no había miradas raras ni expectantes. Aversa y Aconte parecían estar inmersos en una discusión sobre la mejor manera de preparar el huevo de un ave específica de ese mundo; Aversa decía que nada superaba el huevo a la copa, mientras que Aconte afirmaba que revueltos con orégano les ganaba a todas las otras formas. Prípori le explicaba algo a Otoor, pero estaban al otro lado del baño y no podía escucharlas con la discusión de Aversa y Aconte.

Me refregué las axilas con el jabón que estaba puesto en la mesita a mi lado, luego la espalda y el pecho. Nadie parecía ofendido por nada, solo había un grupo de amigos bañándose.

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Cuando estuvimos todos limpios y secos, nos dirigimos al comedor a tomar desayuno. Para ese entonces ya me estaba muriendo de hambre, pero por fortuna, Prípori había puesto a trabajar a los autómatas durante el ejercicio matutino y para cuando llegamos, ya estaba todo listo y caliente en la mesa. Aversa y Aconte me hicieron probar los huevos de la manera que habían discutido en las duchas, ambos estaban igual de buenos. Marisa me hizo reír con un chiste, Prípori me preguntó sobre los tipos de comida de mi mundo y me largué a dar una lista detallada. Luego de unos minutos hablando pensé que quizás los estaba aburriendo, pero entonces Aconte me lanzó una pregunta sobre el origen de uno de los platos, y luego Otoor me lanzó otra pregunta que Prípori tradujo para mí. De pronto me vi dentro de una comida muy interesante, conversando amenamente mientras intentaba tragar lo que tenía en el plato antes de que se enfriara. Marisa me contó otro chiste que me hizo reír más que el anterior, Aversa me preguntó sobre el pudor en mi mundo. Terminamos de comer, pero no nos levantamos, porque nos interesaba la conversación; es más, a mí me interesaba: sus preguntas, sus comentarios, sus perspectivas. Hablar con ellos era extra e inusitadamente agradable.

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