11.- Un Trato con los Terroristas (2/2)
Yo pasé lo que tenía en la boca con un trago de leche, pero me atoré y necesité golpearme el pecho para pasar la presión. Luego recobré el aliento.
—¡Por fin!— exclamé— Muy bien, señora. Necesito que me conteste con la verdad, porque ya no puedo vivir un momento más sin saberlo.
Prípori asintió como si entendiera.
—¿Qué tipo de magia usa para flotar de esa manera?— inquirí.
Ella abrió los ojos de par en par y me miró con desconcierto.
—¿No... ¿No me vas a preguntar sobre el terrorismo?— dijo asombrada, por alguna razón.
—Sí, también tengo curiosidad por eso, pero primero necesito saber cómo vuelas ¡Necesito saber!
Prípori lanzó una risotada fuerte y golpeó la mesa con una mano, pero se cortó luego de dos segundos.
—Es una combinación de magia gravitatoria y cinética.
Me llevé ambas manos a la cabeza. Hasta donde había leído, la magiorbis se dividía en magia de materia y magia de energía; la magia de energía se dividía en cuatro energías básicas: luz, calor, sonido y electricidad, y luego dos tipos de energías especiales: magia de energía cinética y magia de energía gravitatoria. Para aprender estas magias especiales, era un requisito primero dominar los cuatro primeros tipos de energía. El único otro mago que sabía que podía hacer eso era Kan'fera, el tercer noni más poderoso del imperio noni.
—¡¿Los dos tipos de energía especiales?!— exclamé— ¡¿Cómo?!
—Estudiando— contestó como si nada.
—¡¿Cuántos tipos de magia sabes?!
Ella sonrió con malicia.
—Es un secreto— indicó.
—Nadie lo sabe— agregó Aversa— dice que los tipos de magia no importan, sino que cómo y para qué se usen.
—Tenemos un diario mural en donde llevamos la cuenta— aseguró Marisa, emocionada— hasta ahora llevamos las cuatro materias, las seis energías, sanación y mutación.
Intenté hacer memoria.
—Las cuatro materias son sólidos, líquidos, gases y... ¿plasma?
—Materia orgánica— me corrigió Aconte, antes de caer dormido sobre su plato otra vez.
—Sí, bueno. Cuando se habla de los tipos de materia en temas de magia, se tiende a excluir el plasma porque es... bueno, casi imposible de dominar— indicó Marisa.
—Solo los mayores maestros dominan el plasma— indicó Aversa— por eso se les da el título de Sabios.
Vaya, no sabía eso. Aunque recordaba que me habían dicho que yo era un "Novaorbis".
—¿Entonces tú eres una Sabio?— inquirí.
—No, no lo soy— me espetó Prípori— y no te daré más pistas ¿A quién le importan los títulos y los tipos de magias, de todas maneras? Eso no ayuda a nadie— golpeó la mesa con convicción— ¿Para qué usas tu magia? ¡Eso es lo que importa! ¡Por eso te traje aquí, Arturo!
—¿Eh?— salté.
—¿Por qué estabas en la zona de peligro durante nuestra pelea con la policía?— inquirió ella— ¿Por qué me sanaste?
—¿Él te sanó de esa herida? ¿No fuiste tú?— exclamó Aconte, repentinamente muy lúcido.
—Perdí el conocimiento— admitió Prípori— habría muerto de no ser por Arturo.
Me llevé una mano a la cabeza, avergonzado por sus halagos. No podía creer que una maga tan poderosa me decía que yo la había salvado.
—¡Nooooo!— saltó Marisa— ¡¿Es verdad?! Jijijiji ¿La salvaste porque te gusta?
Aversa le pegó un zape en la cabeza.
—No lo molestes— bramó.
—¿Y bien?— insistió Prípori— ¿Por qué lo hiciste, Arturo? Todos los civiles capaces de evacuar ya lo habían hecho para cuando tú me sanaste. Podrías haberte ido en cualquier momento, pero estabas ahí, ayudando a una desconocida. Más encima sabías que era una maga, y seguro habrás reconocido mi traje de Vicio. Salvaste a una terrorista de morir en un enfrentamiento con la policía ¿Qué te llevó a eso?
Todos me miraron en silencio. Admito que me puse un poco nervioso, más que nada porque no sabía si creerían mi respuesta.
—Porque...— tuve que aclararme la garganta para hablar más fuerte de lo usual— porque no podía irme y dejar gente muriendo.
En mi cabeza había sonado confiado y valiente, pero al decirlo solo me escuché como un niño asustado.
—¿Por qué no?— inquirió Prípori— ¿Qué es lo que te impidió hacerlo?
La miré a la cara. Se apoyaba con un codo en la mesa, expectante. No sabía muy bien cómo responder a algo así, pero hice un esfuerzo.
—Cuando era niño, me enseñaron a ayudar a quienes lo necesitaran— expliqué— entre humanos y otras especies de nivel 9 hay un impulso para hacerlo, una satisfacción difícil de conseguir con otros tipos de placer. Ayudar a otros es bueno y se siente bien. Huir y evitar arriesgarse está bien, pero te puede dejar arrepentido por el resto de tu vida. No tengo un motivo mayor, todos nos vamos a morir algún día, de todas maneras, solo elegí hacerlo.
—¿Y por qué me salvaste a mí, entonces?— alegó ella— sabes que hemos matado a mucha gente ¿No? Debes haber visto algo en las noticias. Solo porque alguien me salvó, no dejaremos de matar a más personas. Se podría decir que tú eres indirectamente culpable de sus muertes ¿No te arrepentirás de eso?
Se me encogió el estómago al escucharlo. Había querido pensar que era mentira, que quizás salvaban vidas, pero nunca pensé que lo confesarían... sin embargo, eso no era del todo lógico.
—¿Y por qué me salvaste aquella vez en la calle?— alegué.
—¿Eh?
Por primera vez se mostraba sorprendida. Supuse que no se esperaba que la cuestionara en ese tema.
—Hace un mes, cuando llegué a Luscus, hablaste sobre el primer ministro y el director de la universidad— le recordé— la policía te persiguió. Me dispararon con un misil, y conseguí enterrarlo antes de que estallara, pero el flotador donde me llevaban se volcó. No tenía tiempo para tomar control de todo el vehículo, de verdad pensé que iba a morir, pero tú me salvaste: evitaste que se volcara y lo regresaste a su posición normal en la calle.
—¿Cómo sabes que era yo? Pudo haber sido cualquier otra maga.
—¿Cuántos magos llevan ese traje y son capaces de levantar un flotador como si nada?— le hice ver— además, noté tus extensiones mentales desde lejos. No te confundiría con nadie.
Prípori apretó los dientes y los mostró con una sonrisa desafiante.
—No sabía que ya nos habíamos visto— admitió.
Medité un momento. Si ella era la temible terrorista que clamaba ser, no tenía sentido que se detuviera en medio de una persecución policial a salvar a un desconocido.
—¿Por qué te pones en el papel de la mala?— quise saber— ¿De verdad sales a matar gente?
Prípori esbozó una sonrisa satisfecha.
—No, en verdad no— admitió— solo quería ver hasta dónde desconfiabas de nosotros.
—No es que confíe plenamente en ustedes, es solo que no creo que sean tan malos como dicen las noticias— expliqué— ¿Entonces por qué son... o mejor dicho ¿Qué los llevó a ser los polímatas? Hasta donde he visto, todo lo que hacen es un poco de vandalismo.
—Y eso es todo lo que hacemos— confirmó Aconte.
Prípori se recostó contra el respaldo de la silla y se sujetó la nuca con ambas manos.
—Dijiste que habías venido a Luscus hace un mes ¿Verdad? ¿Has notado algo extraño en tu estadía?
—¿Algo extraño?— repetí.
—Algo sobre el trato a los magos— me espetó ella— y a la gente normal.
No tuve que pensar mucho para recordarlo.
—No tanto los magos, sino que los nobles— indiqué— he visto que al menos en la universidad llevan esclavos a quienes llaman "sirvientes" para evitar que las autoridades se los quiten. También he visto nobles abusando de gente pobre sin preocuparse de las consecuencias... aunque ahora que lo pienso, hubo una chica que me trató mal una vez, y luego se disculpó al darse cuenta que yo era un mago, y unos abusones dejaron de molestarme al notarlo también ¿Qué es esta obsesión con jerarquías y magos?
—Esa es la cultura de Luscus— indicó Prípori— de Luscus y muchos otros estados de magia a lo largo de la red de mundos ¿Cuánto estás pagando por tu universidad?
Me rasqué la cabeza, algo avergonzado.
—Nada, me lo está financiando el imperio noni— admití— aunque he visto lo que cuesta. Es... bastante cara.
—¿Quiénes crees que pueden costearse el lujo de estudiar magia?— continuó.
—La clase alta— contesté.
Prípori asintió.
—Es sabido que en una población completamente aleatoria, solo uno en mil individuos cuenta con la capacidad para abrir su mente con seis años de estudio. Sin embargo, en Luscus muy pocos cuentan con los recursos necesarios para estudiar, por lo que la población que abre su mente termina siendo más cercana a uno en cien mil por año. Eso es un promedio de 10 magos por año, de todos los aprendices y las personas que estarían estudiando si pudieran costearlo. Hay algunas becas que se pueden obtener, pero la gran mayoría son gente que se puede costear su lugar en la universidad. Siendo ese el caso, en una familia que puede mandar a todos sus hijos a la universidad de magos hay más posibilidades de que al menos uno consiga abrir su mente, y este se transforma generalmente en la cabeza de la familia. Las familias con mayores recursos terminan produciendo más magos, por lo tanto, los magos se vuelven personas dentro del sector socioeconómico alto de la sociedad. Se genera un círculo vicioso y cerrado al resto, bloqueando el acceso a la magia para la gente pobre.
Asentí, pero aun así había algo que no calzaba del todo.
—Pero la magia no es sinónimo de mayores riquezas— indiqué.
—Ah, mira qué curioso. La sociedad en general no parece pensar lo mismo— me hizo ver.
Abrí los ojos de par en par. Ahí era donde se conectaba todo.
—Los nobles y los magos se vuelven sinónimos— dije para dar a entender que había captado su explicación— entonces, si los nobles tienen un trato privilegiado, los magos también.
Prípori asintió.
—El estatus de mago es la excusa perfecta de los nobles para mantener su opresión sobre las masas— explicó Prípori— "somos más inteligentes porque somos magos, tenemos cargos de poder porque somos más inteligentes, tenemos mayores privilegios porque tenemos cargos de poder".
—Pero ser magos no los vuelve más inteligentes, los hace ver el mundo de otra manera— alegué.
—¿Y cuántos entienden eso?— refutó.
—Ah, claro— musité— Pero solo porque hay gente poderosa liderando, no significa que el gobierno sea malo ¿Verdad? La gente vive sus vidas tranquilamente, no hay mayor sufrimiento.
—¿Eso crees de verdad, o es lo que te han hecho creer?— alegó ella— ¿Es un buen gobierno uno que mata a su gente, que la envenena, que le roba, que la mantiene trabajando como esclavos?
No estaba seguro de todo lo que había dicho, pero la negligencia de la policía no podía ignorarse.
—Está bien, no es un buen sistema— acepté— ¿Es por eso que hacen lo que hacen? ¿Buscan cambiar la sociedad?
—Buscamos destruirla hasta su último cimiento para construir una nueva— aseguró Prípori— y el primer paso para hacerlo es tomar a magos altruistas, y mostrarles cómo pueden ayudar a la causa.
Me llevé una mano a la nuca, algo incómodo.
—Eso está muy bien, pero yo solo estoy de pasada— admití— vine a estudiar a la universidad para aprender otros tipos de magia, pero tengo cosas que hacer. Soy una especie de defensor de mi mundo de origen, más encima estoy metido en un asunto con una secta rara. Lo siento, pero no creo que tenga tiempo para ayudarlos.
—¿Para qué vas a la universidad, entonces? ¡Yo te enseñaré magia!— exclamó Prípori.
—¡¿Qué?!— salté.
—Es una excelente maestra— repuso Marisa.
—Todos somos sus aprendices— indicó Aversa.
De pronto Prípori saltó de su silla, se paró sobre la mesa y caminó entre los huecos de platos y vasos hasta mi puesto.
—La universidad de Luscus no es más que una fábrica de marionetas. Te tienen ahí, te obligan a asistir a clases que a nadie le sirven, pero lo único que pueden ofrecerte de verdad es un lugar tranquilo en el que aprender y audiencias constantes con un lúmini; los profesores no sirven como guías de cientos de personas al mismo tiempo. Solo te puedes valer de ti mismo para aprender de libros. Si vienes conmigo, te enseñaré todo lo que puede llegar a hacer la magia.
Extendió su mano hacia mí.
—¡Ven conmigo, ayúdame a mejorar la sociedad mágica y yo te convertiré en un mago como ningún otro!
A pesar de la distancia, podía sentir sus extensiones mentales haciéndome cosquillas por todo el cerebro. Tenía algunas dudas, algo de miedo, pero le creía. Estaba seguro que Prípori podía enseñarme mejor de lo que podría cualquier profesor en la universidad. Emocionado, tomé su mano.
Ella me tiró hacia arriba sin problemas aunque yo pesara más.
—Bienvenido a los polímatas.
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