I: En algún bar citadino

¡El monstruo estaba justo detrás!

El chico de mirada huidiza sintió el corazón a punto de escapar, el miedo taladró hasta lo más profundo de sus huesos en el instante que una garra se apropió de su hombro.

-¡Basta yaaaa! -gritó, desesperado.

Asustado, observé desde el suelo hacia todas las direcciones en busca del monstruo, pero no estaba allí. Mi trepidante cuerpo, envuelto por la sábana, reposaba en el alfombrado. La cálida luz emitida por esa lamparilla, ubicada sobre la mesa junto a la cama, le daba al celeste de mi alcoba un aire verdoso y medio tétrico o quizás lo veía así en mi estado; sin embargo, deshacerme de ella no entraría a discusión, la oscuridad resultaba aun más aterradora.

Fijé la vista al frente, en esa réplica fotográfica que ocupaba casi a totalidad una pared junto al armario, e intenté centrarme en tal toma de Moret-Sur-Loing que, Mr. Fisher, mi artista favorito, captó con increíble pericia. Despacio empecé a recuperar el control de mi respiración.

-Este es el presente, no es real, esa cosa no está aquí... -repetí en bajo para mí mismo en un intento por anclarme al momento.

Aunque fue una horrible pesadilla, me aterraba que pudiera hacerse realidad. Arrastré mi cuerpo hacia la mesilla y mientras esculcaba el cajón sin mirar, en busca de mis cigarrillos, me pinché un dedo con una púa de mi brazalete; lo que sin lugar a duda, ayuda a retomar el control de mí.

Extraje mis cigarrillos y luego de patear como loco, conseguí salir del revoltijo de sábanas e incorporarme del suelo. Me dirigí al balcón, necesitaba fumar en un desesperado intento por calmar mi ritmo cardíaco.

-¿Cuándo dejarás de atormentarme? -susurré a la oscuridad del paisaje, los sonidos producidos por algunos animales nocturnos fueron la única respuesta, aunque brevemente callaron ante el rugiente motor de una motocicleta que transitó veloz por el frente. Temblé; de hecho, a nada estuve de soltar el cigarrillo por sentirme observado.

-Ya estás paranoico, idiota -me dije en tono bajo.

En cuanto terminé de fumar y como estaba seguro de que esa sería otra noche en vela, me dirigí al armario en busca de mi enorme abrigo para largarme de casa antes de que el monstruo decidiera hacer acto de presencia.

Entonces, cierta noche de verano, el chico de mirada esquiva y cuerpo trepidante optó por ir al Imaginarium, un extravagante bar citadino, cuya fachada asemeja a un barco de cristal, dada la forma de su estructura y enormes ventanales que le recubren. La música electrónica solía energizar a los cuerpos que se movían y restregaban en la pista; largas filas de gente diversa colmaban la barra, sedientos; excepto en la esquina más alejada y oscura, esa donde nadie se acercaba por temor a cierta estampa encorvada, cubierta por un abrigo de piel sintética oscura. La figura solitaria solo abrió la boca para pedir un trago más...

Dramaturgo, ya basta. En aquel entonces, necesitaba perder la consciencia; no iba a ese lugar para hacer amigos. Desde que el monstruo apareció, el licor se volvió mi anestesia, un experto diría: "estás acrecentando el problema", pero la verdad, al menos conseguía dormir sin ver su maldito rostro.

-Oye, Chico oso, ¿te enteraste de que afuera es como el infierno?

Un suspiro estuvo a punto de brotar, en cambio, giré la banca a un lado para poder continuar con mi plan: beber hasta el knokout y si en el proceso lograba deshacerme del sujeto que le pareció una maravillosa idea acercarse a fastidiar, sería todo un plus.

¿Qué chiste tenía asistir un fin de semana al bar? Pudiste hacer lo de siempre y emborráchate en casa.

Cierra la boca, Dramaturgo.

-Sabes, Chico oso, he visto ese inmenso abrigo antes -añadió el idiota junto a mí y viré los ojos, fastidiado. Me costaba creer que en medio de tantas personas llamativas o excéntricas que se daban cita en aquel lugar, el tipo decidiera justamente joderme a mí.

-Esta vez, me dije: Ray debes acercarte a verificar que no sea un oso furtivo, capaz de poner en peligro a todos los presentes...

«Este sujeto es un idiota de primera línea, de eso no hay duda», pensé al pasar mi trago de cerveza, todavía anonadado ante su insistencia.

-Pero ¿sabes qué, Chico oso? Ahora siento curiosidad por conocer el motivo, no solo de tu atuendo, sino también para ocultar esa sonrisa.

Mi mano subió veloz hacia mis labios porque ni siquiera fui consciente de tal gesto, pero tal reacción provocó una carcajada al imbécil y eso me molestó más. Aquella noche, había un montón de gente en ese sitio, unos más extravagantes que otros, entonces, ¿por qué demonios se empeñaba en joderme a mí?

A mí ni me preguntes, mi único papel era ser tu conciencia, pero ya que estamos, te sugerí una fantástica manera de averiguarlo.

¿Ah sí, cuál?

Pues preguntarle, ¡dah!, lo tenías al lado.

-Espera, ¿a dónde vas?

Volvió a llamarme en cuanto me levanté, dispuesto a regresar a casa, pero esa vez tuvo la osadía de halarme por la muñeca. Todo mi cuerpo se tensó ante la brusquedad de su tacto. Imágenes comenzaron a mezclarse en mi cabeza e intenté centrarme en el presente, fijando la mirada en la pista. Sin éxito, los cuerpos que allí se restregaban comenzaron a perder la forma y adquirir apariencia de sombras monstruosas, parecía que irían por mí en cualquier momento.

Pestañeé incontables veces para intentar disipar esa imagen y empuñé mi mano libre con fuerza hasta sentir el dolor punzante producido por mis uñas a la palma, fue en ese momento que retornó la bulla y los colores de la actualidad, también la presión de su mano a mi brazo. Quise golpearle, lo que no esperé escuchar fue ese tono de voz algo preocupado con que me habló:

-Tra-tranquilo, estás temblan...

-¡¿Conoces el concepto de espacio personal?! -le dije, molesto. Liberé mi brazo, de golpe, e interrumpí sus palabras sin siquiera voltear a verlo. Todo alrededor había vuelto a la normalidad y mi odio por el imbécil entrometido no fue una excepción- ¿Te parece apropiado ir por allí y agarrar a desconocidos?

-Chico oso, lo siento, yo...

-¡Deja de llamarme así! -exigí, furioso. Su disculpa se sintió demasiado falsa, me giré con mi mano derecha empuñada, sumado a un aire amenazante. Ese tipo se había buscado un puñetazo de a gratis- ¿Puedes dejarme en paz de una maldi...?

El chico de mirada esquiva enmudeció cuando el verde de sus ojos se cruzó con el azul de "ese idiota del bar": un tipo de veintitantos, cuya gélida mirada se escudaba tras el cristal de unas gafas cuadradas y su brillante sonrisa competía con los destellos multicolor reflejados en ellas. Si ya el tono grave de su voz le estremeció, sin duda, esa "herculesca" imagen de piel bronceada lo dejó sin habla. En cuestión de segundos, fantaseó con mordisquearle los pectorales...

¡Dramaturgo, basta!

A ver, niégalo.

Ya, cállate.

¿Alguien más sintió el flechazo? Porque yo sí.

El tipo estaba buenísimo, ¡sí, Dramaturgo!, pero no dejaba de ser un completo imbécil. Lo peor fue verlo elevar sus brazos en señal de rendición porque, con su estúpida sonrisa, pretendía salir bien librado, además pareció complacido por obtener mi atención. Suspiré, fastidiado, antes de hablarle:

-¿Acaso soy el único en este lugar?

-El único con abrigo de piel en pleno verano, sí -contestó con ironía y viré los ojos una vez más.

-¿Eso es suficiente motivo para que me acoses como lo haces?

El tipo abrió la boca, sorprendido y negó en silencio, pero mantuvo un gesto risueño o burlesco que, de verdad, quise borrarle con un golpe. Aunque, por algún motivo, sentí cierta familiaridad en su mirada.

-Chico oso, no te estoy acosando, solo has despertado mi curiosidad -replicó, sonriente. Su gesto comenzó a mutar en otro triste que, a leguas, se notaba fingido-. Quiero decir, siempre te he visto allí en ese rincón, abrigado, solo, sólito y sin nadie que te quiera.

Una estúpida risa se me escapó ante su tono y cómo no si, el imbécil, hasta gimoteó un par de veces y puso ojos de perrito. Por inercia me cubrí la boca con la mano derecha, tratando de ocultar mi reacción y no darle alas al tonto frente a mí, pero no resultó, sonrió victorioso.

-Eres un idiota.

-Tal vez, pero te hice reír. -Tendió su mano frente a mí como una invitación y de nuevo esa sensación de familiaridad me embargó, quizás fue algún tipo de déjà vu o alguna mierda que, en ese momento, no supe interpretar-. ¿Qué dices si me das una oportunidad de acompañarte esta noche? ¿Aceptarías?

Quería girarme y desaparecer, en especial, porque, él debía medir como metro noventa o casi, me sacaba como media cabeza, y con esa contextura: fuerte y definida, me recordó a mi ex. Eso no resultaba agradable. Decidí colocar el dinero en la barra bajo la botella y dejar al tipo colgado mientras me largaba a toda velocidad.

-¡Chico oso!

De nuevo, escuché al imbécil atrás de mí y maldije mi suerte. «¿Acaso libero alguna feromona que despierta el interés de los pendejos o qué?», me pregunté mientras atravesaba la multitud desenfrenada. Me costaba creer que ese idiota no comprendiera mi nulo interés.

¡Mi nili intiris! Ay, admite que te babeaste.

¡No me interesaba qué tan bueno estaba, Dramaturgo! Solo quería embriagarme para poder dormir y ese idiota me jodió los planes. Saqué mi celular del casillero asignado, ya que en aquel lugar estaban completamente prohibidos los dispositivos electrónicos, pero apenas di un par de pasos hacia el exterior, cuando fui halado por el brazo, otra vez.

En ese momento no me aguanté, estaba harto. Regresé para lanzarle un puñetazo. El tipo no dudó en soltarme y hacerse a un lado, esquivó mi ataque por pura casualidad, pero en cuanto lo hizo, me observó algo intimidado, con los brazos arriba en señal de rendición.

-Perdón, Chico oso... -Esa vez, su disculpa sonó real-. Tú ganas, no busco problemas, solo quería hablar contigo.

-¡Adentro está a reventar! Yo no vengo a hacer amigos.

-Pero podrías divertirte, para variar...

Negué con la cabeza y me giré, listo para largarme. No seguiría perdiendo el tiempo con ese imbécil.

Sí, porque te lo llevabas al baño y... ¡cuchi, cuchi!

¡Ya, cállate!

-¿Y qué tal la siguiente vez, eh? -Se atrevió a preguntar mientras yo volvía a alejarme, sin darle alguna respuesta, entonces concluyó en un grito-: ¡Está bien, te veré luego, Chico oso!

No lo pude evitar, sacudí la cabeza e incluso me reí de sus palabras y tono amistoso mientras el bar se hacía pequeño en la distancia. Caminé de vuelta a casa entre el silencio de las solitarias calles, algunas farolas parpadearon y otras permanecían apagadas, aquello asemejaba a un pueblo fantasma o una escena salida de alguna película de horror y misterio, en la cual, más pronto que tarde, la víctima tendría que escapar por su vida. Me pregunté cómo diablos regresaba tranquilo cuando iba al bar, aunque esa fue la única vez que no salí del sitio completamente ebrio, así que eso tuvo algo que ver.

Un sonoro suspiro se me escapó, la paranoia con el transitar repentino de algún auto a toda prisa o el rugiente motor de una motocicleta que pareció acercarse. Incrementé la velocidad, creí que alguien me seguía. Mi corazón latió a un ritmo errático y no se debió solamente a la carrera que pegué hasta la bodega donde compraría el licor antes de llegar a casa, sino por confirmar mi sospecha al ver a través del cristal del frente, una figura alta y fornida que atravesó hacia la otra calle, quizás tras notar que me encontraba a resguardo.

«Ronie», ese pensamiento me asustó y temblé. Una marea de recuerdos nubló mi mente. Llevé la mano izquierda sobre el brazalete de púas que suelo portar en el brazo contrario y apreté con la suficiente fuerza para lastimarme, necesitaba permanecer en la realidad y solo con un intenso dolor me aseguraba de conseguirlo. Todavía faltaban algunas calles hasta llegar a casa.

-Joven, ¿está bien? -Por suerte, la pregunta del vendedor con su acento hindú me provocó un respingo, eso sirvió de ancla para recordarme el lugar en el cual me hallaba, aunque no dejé de hiperventilar, asustado, por toda la situación.

Quizás debiste quedarte en casa.

¿A esperar al monstruo? No, gracias.

Bueno, entonces en el bar con el apuesto imbécil, pudiste pasarla bien.

Ja, ja, ja; muy gracioso, Dramaturgo.

Intenté respirar para calmarme, pero resultó difícil, pese a eso asentí en silencio en medio de un suspiro hacia el hombre moreno de prominentes entradas en el cabello que atendía el sitio.

Comencé a desplazarme entre los pasillos de anaqueles plateados, ignorando cada maldita cosa exhibida hasta llegar al área de los licores. Tomé un par de six packs de cerveza, también una botella de vodka y retorné al mostrador para pagar y largarme.

-Identificación -me pidió el vendedor en tono serio y suspiré con fuerza. Casi cada maldita noche era lo mismo, por eso, lo observé con fastidio mientras buscaba en el bolsillo mi ID y el dinero.

-Supongo que vienen muchos sujetos parecidos a mí a altas horas de la noche, usando un abrigo así para comprar licor, ¿cierto? -contesté en tono sarcástico al entregarle el dinero y carnet que posteriormente me devolvió.

Salí de la tienda y continué veloz mi camino. A pesar de no notar la presencia que me siguió antes, necesitaba apresurarme porque el rugir de esa motocicleta que escuchaba por tercera vez aquella noche, comenzó a alterarme, pero sentí palidecer cuando me topé al motorizado frente a mí, a solo una calle de mi casa.

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Hola mis dulces corazones multicolor 🤗💛💚💙💜💖 Sean bienvenidos a esta nueva, hermosa y emocional aventura, espero sea de su completo agrado 💖

Si estás releyendo, te cuento que ha cambiado un poco y creo que es bastante notorio en este nuevo primer capítulo.

¿Qué te ha parecido?😅🙈

A propósito, en esta nueva versión, iré dedicando capítulos, comenzando por este a mi querida @kelyprieto porque fue ella la primera lectora, la primera que le dio una oportunidad a este libro cuando yo ni sabía promocionar. Gracias, bonita, por tu apoyo y amistad que surgió a través de cierto programa en Twitch 😂

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