XI.- Carta
El sol había dejado de iluminar por completo, ahora solo pocas veces salía y la espesa niebla hacía que todo fuera más difícil. Los humanos estaban en los terrenos de los hombres lobos, pequeñas casas en las alturas de las montañas, rodeados de un espeso bosque, que hacía que los vampiros tuvieran dificultades para cruzar. Algunos humanos quienes se aferraban a sus cosas y su vida, fueron capturados, otros devorados y convertidos. El mundo era un caos por completo, por lo que quienes sobrevivieron comenzaron a entrenar junto a los lobos, usando espadas y arcos, bañados con plata. Algunos mitos fueron comprobados en la guerra inminente, si bien la plata no los mata, si los hiere haciéndolos débil, dándole el tiempo para que los lobos atacaran. La soberbia era lo que los hacía débiles, eran vampiros jóvenes, puros y torpes, sin alguna enseñanza y eso los llevaría a la destrucción. Sin embargo, en transcurso de la guerra, los vampiros comenzaron aprender, no había forma de saber quién ganaría.
Después de aquella despedida Minho se enfocó a liderar a su manada como al alfa que es, al par que defendía a los humanos y los protegía, sin embargo, siempre en la lucha miraba a los alrededores para buscarlo, al no encontrarlo sabía que, aunque sea estaba vivo, lejos de él, pero vivo, todo aquello lo hacía sentir una gran desesperación, tenía presente que su lucha era para un futuro donde los dos estuvieran juntos.
Las peleas no eran fáciles, llegaba herido, pues siempre se ponía ante las personas que deseaba proteger, nunca dejó que alguien lo curara, nadie se acercaba a su casa, siempre estaba solo, su hermano mayor solo miraba de lejos la tristeza de su hermano, era la misma sensación que produce cuando un alfa pierde a su omega.
Aunque aquello no se le era tan difícil de entender para él, vivió aquella distancia en carne propia.
El sol alumbró aquel hermoso bosque, Bang Chan tenía la orden de cuidar los alrededores, había sido el primer cálido amanecer en mucho tiempo, miraba el cielo sintió el olor de los árboles junto a la calidez del sol.
Pero un sonido lo distrajo de aquel momento y olor en específico lo distrajo poniéndolo en alerta. Corrió entre en espeso bosque, uso sus sentidos para escuchar las pisadas, al mismo tiempo que veía la sombra de una persona con una capa.
Tomo su arma, una navaja que traía en su bota, la colocó en su mano de forma que el filo cayera hacia abajo para cuando el movimiento pudiera colocarla en el cuello de aquella persona.
Con sigilo miro aquella persona para atacar de golpe, el silencio en el bosque se rompió, los pájaros comenzaron a volar.
En un rápido instante los dos traían una navaja en el cuello, para mirarse a los ojos.
—Sigues siendo tan predecible Chan —bufó el vampiro bajo la capa.
—Jisung... —bajo la navaja para acomodar su ropa, miro cada detalle de la persona frente a él, seguía siendo tan hermoso y perfecto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó el lobo
—Vengo a entregar una carta a tu hermano, pero, ¿Cómo estás?, ¿y tu omega? —sin ninguna sonrisa en su rostro
—Él... no está conmigo, nuestro lazo se rompió —respondió
—Ya veo, lo siento por ti —dijo secamente.
—Jisung... yo
—No hay nada que decir entre nosotros ya todo se rompió desde el día que me dejaste por él, ahora que él te dejo, quieres decir algo —cruzo sus brazos sobre su pecho con una sonrisa ladina y fría.
—¡Fui un cobarde!, ¡lo sé!, ¡lamento no ser como mi hermano!, a él no le importa que fueran de dos razas diferentes, él se acercó a tu hermano, estuvo a su lado, sus pensamientos fueron para él, pero yo... yo... se suponía que era él líder, tu hermano y el mío aún no se conocían, yo no sabía que hacer, era el alfa, tenía que poner mi manada sobre mi corazón... y
—Me lastimaste, me usaste para calmar tu RUT y luego me dejaste ahí, para irte con ese omega, lo que único que hubo entre tú y yo, ya no es más que un recuerdo, no te odio ni a tu raza, yo solo quiero la paz como todos los que estamos luchando... —interrumpió el vampiro.
Bang Chan miró a la persona frente a él, dio dos pasos y tomo su brazo para jalarlo hacia él y abrazarlo.
—No quiero que regreses a mi lado, solo quiero que me perdones, al final de esta guerra... espero poder al menos verte, hablar... aún recuerdo cuando hablábamos de nuestros sueños y de ese mundo perfecto, donde podríamos estar juntos, pero sin importar que los dos no estemos juntos, quiero que ese mundo se haga realidad. —pronunció suavemente al oído del hermoso vampiro entre sus brazos.
Olfateo aquel aroma que jamás olvido, aquellos dos que alguna vez se amaron cuando eran jóvenes, donde su corazón fue separado por el odio, se encontraron de nuevo, aunque las heridas son más grandes y sangrantes, y que quizá jamás se cierren, al menos por un instante, donde el sol alumbra los árboles, donde el aroma se mezcla pudieron encontrarse de nuevo.
—Chan... —el vampiro se aferró al cuerpo de aquel lobo
—Solo por un instante déjame tocar tu cuerpo...
El tiempo parece avanzar rápido cuando los dos están juntos y así la realidad los alcanzo.
—Me tengo que ir, vengo a darte la carta para que se la des a tu hermano, esto podría cambiarlo todo —se separó de lobo para mirarlo.
—¿Cómo? —cuestionó el lobo.
—Mi hermano está esperando un hijo de tu hermano, las dos razas se han mezclado para crear a un nuevo ser, el cual podía ser la esperanza de una inminente unión, pero por ahora necesito que tu hermano lo sepa, para que vaya a verle y hacer un plan, no debemos derramar más sangre. —finalizó.
—Ya veo...—algo en Chan sabía que era probable que eso ocurriera después de que pasaron el RUT juntos, aunque sintió que era mucho para asimilar, que no podía encontrar palabras para describir todo aquello.
—Ahora es tiempo que me vaya, por favor te dejo la responsabilidad de que entregues esta carta —saco de su ropa la carta para dársela.
—Lo haré —prometió
—Adiós Bang Chan
Antes que él vampiro se fuera, fue tomado.
—Quiero que sepas que nunca, nunca dejé de amarte.
Con la poca fuerza que le quedaba peleo por ese deseo de no soltarlo, el vampiro sólo asintió para marcharse perdiéndose en aquel inmenso bosque.
Sin perder el tiempo se dirigió a donde estaba su hermano, llevando consigo la posible esperanza del mundo.
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