VIII.- Neblina.

《Lee Minho

Habían trascurrido dos días, o eso creo, sinceramente estábamos tan sumergido en el deseo, que no me he dado cuenta del tiempo dentro de esta habitación. Estoy seguro que si no fuera un vampiro, su cuerpo estuviera llegando al límite, sin embargo, esta sobre mí, moviéndose más y más rápido, me he venido tanto en él, que mi semen parece agua, su cuerpo tiene marcas de mordidas por todos lados, odio ese salvajismo mío, pero simplemente no puedo contenerme.

Él es perfecto, su piel blanca, la forma de su cuerpo, su estrecha cintura y es forma de moverse, me lleva de nuevo a la cima, el cinturón que estaba en sus manos ahora está en su cuello, jalo de él hasta acercarlo a mí, tomó su cabeza con esa agresividad y le digo al oído suavemente.

—Bebe.

Sin ninguna negación abre su boca y entierra sus dientes en mi cuello, siento como es absorbido cada gota de mi sangre, mientras su cuerpo desnudo está sobre mí, mi polla está enterrada en lo más profundo de su entrada, en una mezcla de salvajismo que me hace correrme en el momento que aprieta mi polla y bebe mi sangre.

Esta es una unión, una unión tan distinta.

Tengo miedo, no sé si él quedará preñado de mí, no se ha sabido jamás en la historia de nuestros creadores una mezcla de nuestros genes. Quiero ser yo quien lo muerda de manera que lo enlace a mí, pero eso son sueños estúpidos de un licántropo como yo. Si bien tenemos esa conexión de hace años atrás, donde nos conocimos, el mundo no es un sueño lindo para un par de amantes.

Mi energía casi es consumida por él, jalo su cabello.

—Es suficiente. —ordeno en un gruñido.

Veo su rostro con la sangre recorriendo sus labios. No me puedo resistir beso esos labios que combinan mi sangre con el sabor de su boca. Lo acuesto a mi lado para ver como sus ojos se cierran un profundo sueño. Me levanto, tomo una toalla y limpio con una delicadeza sobre humana su cuerpo, cada mordida comienza a desaparecer, se está curando así mismo, limpio su parte delantera y trasera, cada parte de él.

Coloco una sábana sobre su cuerpo, acomodo su cabello detrás de su oreja y después de un beso digo con el dolor de mi corazón —Perdóname. —Me levanto para bañarme y vestirme, tengo que salir de aquel lugar, si me quedo en sus brazos, no tendré la fuerza para dejarlo ir, nunca más. No quiero, pero debo hacerlo. Si estoy más tiempo a su lado no tendría las fuerzas para apartarme de él y duele, ¡Demonios!, duele como si me atravesaran un hierro caliente en el corazón.

Salgo de aquel lugar que tiene una mezcla de nuestros olores y que me sofoca hasta el punto de querer llorar.

Felix se levantó, incorporándose para mirar las sábanas blancas sobre su cuerpo, sus ojos se nublaron por el hecho de que lagrimas se acumularon en sus ojos, tomo las sábanas y las apretó contra su pecho, en un deseo de cubrir el dolor causado en ese momento. Se sentía usado y desechado por la persona que amaba, si amaba más que a cualquier cosa en este mundo. Y se odiaba a sí mismo por no odiarle. El dolor era la agonía misma, ni siquiera ser cortado con una espada bañada en plata se compararía por el dolor en su pecho, su frío y rocoso corazón ahora parecía romperse. Con el ego dañado se levantó, busco sus cosas y salió de ahí.

El olor del cuerpo de Minho estaba tan impregnado en él que cualquiera lo notaría, así que hizo todo por no llegar a la mansión, fue a la casa a la orilla de los dos reinos.

Minho caminó hacia la tierra de los licántropos, con la furia desborda en sus ojos, el olor a alfa hacía que todo aquello que lo mirase o se acercara tuviera la sensación de que tenía que agachar la cabeza ante él.

—¿Bang? —preguntó en un gruñido

—E-está en su casa... líder —musitó una omega con la voz temerosa.

El alfa líder tenía en su cabeza tantos pensamientos y se sentía furioso porque su hermano había llevado a la persona que menos quería herir o mostrarle que era un animal. Estaba herido de muchas maneras, su hermano era quien odiaba a Felix y fue el primero en entregárselo.

—¿¡Quién demonios te dio la orden de llevarlo conmigo!? —gruñó cuando abrió la casa de su hermano al cual tomo por su ropa y lo azoto contra el pilar de madera.

—Nadie, pero tu repetías su nombre mientras casi matabas a las omegas que eran llevada ante ti, ¿Qué quieres que hiciera? —respondió molesto.

—¡Nada!, eso, ¡nada!, dime si él llegará a preñarse, ¿sabes las consecuencias de eso? —golpeo un costado de su cabeza.

—Eso es imposible. —tembló ante la mirada del alfa.

—¿Según quién?, ¿tú? —lo soltó mirándolo aun con enojo y furia contenida.

—Nuestros antes pasados, —respondió acomodándose la ropa —hay un asunto importante, los vampiros han atacado las tierras de los humanos y han matado a 30, mientras tú tenías una luna de miel —dijo molesto.

—Ja, ja, —una sonora carcajada se escuchó ante la sorpresa de su hermano —una puta luna de miel que, tu provocaste, ¡Idiota!

—La guerra ha comenzado. —fue lo único que pudo responder el temeroso alfa.

Había trascurrido una semana desde su RUT y el ataque hacía los humanos. La tensión se rompió cuando un grupo de vampiros fueron asesinados de manera cruel, haciendo aquello eco en las tres razas. La guerra se avecinaba y en la mente de Minho solo estaba Felix, del cual no sabía nada.

Todo era un caos, los humanos comenzaron hacer alianzas más allá de las permitidas, puesto ahora eran entrenados para ser cazadores y los hombres lobos eran quienes los protegían.

Los puentes de las ciudades comenzaron a cerrarse y una oscura neblina se colocó en el cielo, como el anuncio de la sangre que se derramaría.

La más hermosa y llena luna estaba colocada en el cielo iluminando aquellos bosques que limitaban las ciudades, si aquel donde se vieron por primera vez y aquella mordida fue el lazo de su futuro, uno triste y roto, si bien había neblina y el olor a sangre se sentía por todo el bosque Minho se sentía fuerte porque la luna lo acompañaba a recorrer aquel bosque.

Un sonido interrumpió sus pensamientos, se giró cuando sintió el olor entrar en sus fosas nasales, fue cuando lo vio, ahí parado con hermosas ropas que lo hacían lucir como un ángel, su piel blanca se iluminaba con los rayos de la luna, su cabello se confundía con el oro mismo, sin darse cuenta camino hasta él, tenía deseos de tocarlo, pero sabía que ahora él lo odiaba, sin embargo su corazón lo amaba y no le importaba, cuando creyó estar cerca fue detenido por el filo de una espada y una mirada tan fría como las noches de invierno y entonces lo supo —"Esto lo merezco".

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