Capítulo Siete


SHASSIL

UNA CORTE DE ENGAÑOS Y LEYENDAS

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                    Las piezas estaban dispuestas ante ella, y recaía sobre sus hombros la habilidad y responsabilidad de colocarlas en sus respectivos lugares con sus funciones correspondientes. Tenía un control que no podía ceder a nadie más que a sí misma. O, al menos, eso era lo que se repetía constantemente, ya que la imagen del Capitán Agelyn cargando en brazos a una inconsciente Vaelerya sacudió a toda La Corte. Shassil se vio obligada a seguir la corriente de las olas de jadeos estupefactos, aunque los suyos fueran mucho menos genuinos de lo que aparentaban.

          Cuando mandó la primera carta a la Logía, hace casi un año atrás, fue consciente de que aquella acción parecería insidiosa a ojos de su esposo, por lo que prefirió que no fuese conocida por nadie más. Ella debía ser así de cuidadosa; ni siquiera su propia sombra tenía el privilegio de saber todos los secretos que debía ocultar en plena luz. A pesar de que nunca vería sus manos manchadas de rojo, ella era consciente de que eso no era ningún sinónimo de inocencia. Sin embargo, cuando se era reina y madre, los límites se difuminaban a menudo, y el objetivo se volvía más importante que los medios.

          Así que, inmediatamente después de haber hecho el papel de juez y jurado, soltó una generosa bolsa de monedas sobre las manos de una de sus sirvientas, para que esta a su vez fuera a buscar un verdugo. Ella misma iría a entregar el pago, si no fuera porque estaba en esos momentos caminando hacia el ala baja donde residían los hombres que pertenecían a la Guardia de Plata. Sus propios guardias personales iban tras ella, siguiendo sus pasos como sombras metálicas a través de los fríos pasillos de Mercinor.

          Una vez tuvo enfrente de ella la considerable puerta pequeña de madera poco pulida, uno de sus hombres se adelantó para tocarla, su mano enfundada en unos gruesos guantes de cuero. La reina entrelazó sus dedos en la parte anterior de su cuerpo y esperó, dibujando una suave sonrisa en sus labios que sabía que la haría lucir amable y hasta accesible.

          Los pasos al interior de la habitación fueron lentos y casi silenciosos, confirmando las sospechas y los rumores que llegaron a sus oídos una vez el rey se retiró a una reunión de último minuto. El estado inconsciente de la princesa era el tema y preocupación principal de La Corte, empero eso no impedía que ella no se enterase de las demás cosas y aspectos que sucedían al interior de su castillo.

          La puerta se abrió, y detrás de ella Shassil vio al Capitán vestido solo con su túnica, el cual no tuvo tiempo de ocultar su sorpresa al darse cuenta quién aguardaba en el corredor estrecho y poco iluminado. El castaño dorado se inclinó ante ella con rapidez, al tiempo que la mujer pudo notar las vendas en sus manos y el borde de otra asomarse por el cuello de la túnica del hombre.

          Sonrió con suavidad de una forma un tanto más abierta e inclinó la cabeza un poco hacia atrás para mirar a sus guardias de reojo.

          —Déjennos.

          —Pero majestad...

          —Ahora —cortó con el mismo tono tranquilo, esta vez sin apartar su mirada de la figura gacha de Agelyn.

          Una vez sus guardias desaparecieron y dejó de escuchar el choque de las vainas de las espadas con la armadura, la reina le indicó al Capitán, con un sutil gesto, que podía ponerse de pie. El hombre obedeció y una vez se enderezó, se apresuró a buscar unos pantalones para ponerse, al igual que unas botas, pues también lo había pillado descalzo. A Shassil le agradaba cuando sus visitas eran tan inesperadas, porque le daban una oportunidad de ver a las personas sin ninguna máscara o velo. Esperó pacientemente en la entrada y cuando sir Hengrik apareció de nuevo en su campo de visión, ella no dudó en abrirse paso al interior de la recámara.

          Agelyn retrocedió con torpeza al no haber esperado aquello por parte de la reina y evitó su mirada con costumbre y respeto, quedándose a un lado de la puerta para siempre mantener la distancia protocolaria, aunque los dos sabían que la situación era de todo menos parte de la conocida formalidad. Shassil se tomó la molestia de detallar el reducido espacio y procuró no hacer muecas una vez el olor de la humedad llegó a su nariz. Se cruzó de brazos y llevó su muñeca al rostro para inhalar profundamente su propio perfume especiado con jazmín.

          Mientras observaba el estado de las habitaciones del propio Capitán de la Guardia de Plata, su mente no tardó en hacer pequeñas anotaciones sobre el hombre. Miró con detenimiento la sencilla cama deshecha de paja a la izquierda, la armadura recién pulida —a pesar de que sus ojos igual alcanzaron a notar la quemadura en el peto, distorsionando la figura del águila— al fondo contra el muro, y la estrecha ventana que dividía la habitación del cuarto de baño incluso más pequeño. Se planteó que quizás el oro y la promesa de un mejor lugar para descansar sería suficiente para darle tiempo de ejecutar su solución más duradera, por no decir eterna.

          —Gracias por haber llevado a mi hija de inmediato con el sanador —comenzó a hablar con un tono dulzón, ese que sabía que a los hombres les gustaba escuchar cuando eran halagados—, aunque lamento las molestias que eso le ocasionó. —Se giró para enfrentarlo e hizo un movimiento con la cabeza para aclarar a lo que se refería, sus orbes centrándose en las vendas.

          Solo para sus adentros se atrevía a sorprenderse por la resiliencia del hombre que tenía enfrente suyo. Nadie más se había atrevido a tocar a Vaelerya al ver el estado en el que se encontraba el Capitán mientras la sostenía en brazos. Solo él halló las fuerzas de volver a levantarse y seguir las órdenes de su rey, cuando este ordenó que el banquete llegaba a su final y que Elan debía examinar a la princesa.

          Tuvo que evitar sonreír de manera genuina al recuerdo. Muchas personas estuvieron presentes en ese momento. Demasiadas. Por ahora no comprendía bien qué había sucedido, pero la hechicera no había mentido y ahora su hijastra estaba en el ojo escudriñador de La Corte. La balanza había dejado de estar equilibrada, y ella sabía de sobra que lo siguiente necesitaría tan solo el peso de una pluma para crear la avalancha.

          Lo ocurrido esta noche, era más que suficiente.

          La reina vio la manera en que el hombre se observó las manos cubiertas, no solo de tela, sino también de un ungüento que de seguro le escocía la piel. El sanador había asegurado que iba a sanar sin ningún problema, aunque tal vez quedarían cicatrices poco notorias.

          —Solo hice mi trabajo, majestad.

          Él simplemente asintió con la cabeza al terminar de hablar, pues se vio totalmente inmune al tono que ella usó para él. La reina ladeó la cabeza y dominó su expresión a una más neutra. Le quitó importancia a sus palabras y eso volvió a sorprender a Shassil, aunque no de una buena manera.

          El dinero podía comprar la lealtad de cualquier persona, pero con el tiempo y los inevitables cambios de las situaciones, su precio iba en aumento y la posibilidad de enfrentarse a chantajes también crecía a pasos agigantados. La muerte era la única lealtad segura que servía a sus propósitos con éxito. Su finalidad ataba cabos sueltos que ella misma se había tomado la molestia de crear.

          —La seguridad de la actual heredera a la silla de plata es de vital importancia. Sé que el Consejo Real le permitió descansar esta noche, pero espero entienda que una madre es incapaz de esperar respuestas en una situación como esta.

          —Es comprensible, majestad.

          —¿Qué sucedió? —preguntó de inmediato. No tenía caso dar vuelta cuando los dos sabían lo que ella quería y necesitaba saber.

          —Fue la hechicera de Aninthaia —soltó con convicción y alzó la mirada hacia el rostro femenino. Shassil le hizo un corto gesto con la mano para que continuara—. Había agarrado el brazo de la princesa, y todas las antorchas se apagaron de repente. Luego, cuando seguí a su alteza a la torre para escoltarla de regreso con sus majestades, ella... no parecía estar bien....

          El Capitán guardó silencio de inmediato luego de lo dicho, pero mantuvo sus ojos fijos en los de ella. La reina supo de inmediato que lo siguiente que escucharía sería una mentira. Lo supo desde el momento en que la duda hizo temblar la comisura de la boca del hombre y, si bien no tardó demasiado en continuar con su relato, fue suficiente para ella.

          Él también cuestionaba la naturaleza inexplorada de Vaelerya, dudaba de que fuese simplemente humana con rasgos extraños. Y quizás, por el deseo de mostrar respeto hacia los Delorme, parecía haber optado por abstenerse de decir algo que pudiera considerarse ofensivo. Si tan solo supiera que aquello es algo no molestaría a Shassil.

          —Lo que sea que haya hecho esa mujer, le afectó a la princesa; me afectó a mí —concluyó volviendo a observar sus heridas y frunció el ceño. Estaba claro que no había esperado terminar la primera noche de un esperado festival con inexplicables quemaduras.

          —¿Está seguro? —inquirió arrugando el ceño con ligereza. Todas sus expresiones y sus palabras eran escogidas con cuidado, rozando la verdad, pero hundiéndose en el engaño—. Estoy segura que usted no desconoce la procedencia de la madre biológica de Vaelerya.

          A comparación del silencio típico que le seguía a las palabras dichas, el castaño dorado no dudó ni un latido para responder sin ningún cambio notorio en su actitud o tono.

          —Por supuesto que no, majestad —aceptó Agelyn y ella pudo percibir completa tranquilidad en su afirmación.

          Aunque aún pensaba que era demasiado pronto para admitirlo, en estos momentos le resultaba difícil descifrar las reacciones y posibles intenciones del Capitán. Experimentaba una mezcla de irritación y agradecimiento, sentimientos que debía disimular, pero lograba percibir en él a un hombre de honor.

          La reina apretó los labios unos segundos antes de volver a hablar.

          —No quiero pensar que lo sucedido fue ocasionado por mi hija —soltó casi sin aire, su voz sonando tan suave y preocupada, que por fin pudo leer el semblante que se pintó en el rostro del contrario.

          —Su majestad, estoy completamente seguro que la princesa no tuvo nada que ver con lo sucedido. Desconozco a la hechicera y sus intenciones, es verdad, pero por la manera en que se acercó a su alteza, solicitando una audiencia privada... —Sacudió la cabeza en una negación—. Es inevitable y lógico sospechar de ella.

          Shassil inhaló profundamente. Todavía con los brazos cruzados, apoyó su mano derecha sobre su pecho, en un movimiento de desconsuelo que fingió tratar de mantener bajo control. Comprendió en ese instante que lo que escuchaba no era una mentira, no del todo. Agelyn en verdad creía que lo sucedido había sido totalmente culpa de Blanche.

          Con rapidez tuvo que sopesar si aquello le serviría o no, pues todavía no escuchaba ni una sola palabra sobre lo que pudo haber sucedido o no en las escaleras de la torre. Esa respuesta sólo la tenía su hijastra y el hombre que soportó quemaduras antinaturales por ella. Dado que no podía comunicarse con la hechicera mientras esta era juzgada por el Consejo, la situación pudiendo salirse de control si no se llegaba a un acuerdo, Shassil necesitaba lograr sacar dicha información del Capitán.

          —Todavía sigue inconsciente —murmuró llevando su mirada hacia un punto muerto más allá de la figura de sir Hengrik, que aguardaba a la entrada del estrecho dormitorio—. Quisiera poder entender bien qué fue lo que pasó, tal vez así... Vaelerya, ella...

          Se regaló un poco de tiempo inhalando profundamente de nuevo, pero él guardó silencio y Shassil tensó la mandíbula. Era un cabo suelto. Lo ataba o lo cortaba. Incluso si él no lo sabía —y que quizás nunca lo haría porque ella se iba a encargar de ello— acababa de sobrevivir a la amenaza oculta que era la naturaleza de su hijastra. Sin embargo, esperaba que él no pudiera ser tan ciego ante el peligro que representaba la heredera para él y para el resto del reino.

          Si la princesa pudo ocasionar aquello a un hombre, estando inconsciente y volviendo su solo toque un arma casi mortal...

          —La hechicera tendrá un juicio privado con el consejo —informó al comprender que la conversación se había agotado, y emprendió camino hacia la puerta. El contrario se alejó con rapidez y se inclinó ante ella de nuevo—. Su testimonio será de gran ayuda, Capitán, sobre todo cuando entienda qué es lo que debe ser dicho... o no.

          —Majestad...

          Pero Shassil solo lo miró de reojo y él calló.

          —Le agradezco su sinceridad, Capitán. Y espero que esas quemaduras mejoren pronto —se despidió con una dulce sonrisa que de seguro amargó el humor confundido del hombre.

          Sin esperar otra respuesta por parte del castaño dorado, la reina salió al estrecho corredor y repitió el mismo trayecto que había seguido para llegar a los aposentos de sir Hengrik. Antes de emprender el ascenso por el ala este, se encontró con sus guardias, quienes se movieron como uno solo, retomando sus posiciones detrás de ella. Shassil continuó avanzando con total naturalidad por los pasillos desiertos de la fortaleza, dirigiéndose hacia la recámara de su hijastra, mientras su mente se debatía en pensamientos desordenados sobre posibles pasos a seguir.

          Cuando terminaron de subir las escaleras del servicio que la dirigían directamente al corredor real, su doncella, Axelle, la estaba esperando ya, de seguro luego de haber atendido a Sylvenna. Sus manos estaban entrelazadas en la parte posterior de su cuerpo y, una mirada de autosuficiencia que fue acompañada por una corta reverencia, fueron toda información que Shassil necesitó para saber que ya tenía un verdugo a sus órdenes. Siguió caminando directo hacia los aposentos de Vaelerya, por lo que la mujer de la marca blanca en el mentón la siguió de cerca, apenas unos dos pasos detrás de ella.

          —Tengo un nombre, pero su posición lo complica —le comentó a la sirvienta—. El Capitán de la Guardia de Plata es... un buen hombre. Espero que a quienquiera que le haya entregado mi regalo no se vaya a regocijar portando la máscara negra; que sea certero y limpio. —Se detuvo a mirar a Axelle a la cara—. Sin preguntas.

          —Sin testigos —prometió para luego asentir una única vez.

          En cuanto la reina retomó su caminar, la doncella se separó y se desvió para terminar de llevar a cabo la tarea que dejó en sus manos, y en las de alguien más.

          La luz tenue de los hachones encendidos reducía el espacio de una habitación amplia y aireada, creando una sensación de pequeñez y sofocación. El suave aroma de las hierbas derretidas en la parafina impregnaba el aire de una manera relajante y satisfactoria, pero la visión de su hijastra sobre la cama rompió con aquel encanto. Su tez había palidecido considerablemente, haciendo que incluso las pecas regadas sobre su nariz, frente y mejillas parecieran manchas crueles que contrastaban incluso en la penumbra. Los cabellos ondulados, algunos pegados a sus sienes por el sudor, ocultaban con descuido sus orejas inhumanas y estaban regados sobre la almohada de plumas. Shassil nunca antes los había visto tan rojos; nunca tan vivos.

          —¿Ha habido algún cambio? —preguntó de repente, sobresaltando al sanador que apenas notó su presencia hasta ese instante.

          —Majestad —jadeó el hombre de edad avanzada. Con la poca luz que los iluminaba, sus arrugas se veían incluso más marcadas y sus cabellos blancos se pintaban con facilidad del color anaranjado de las llamas—. La fiebre bajó, el pulso es fuerte, pero no logro entender porqué no despierta. Solo queda velar la noche y esperar que al amanecer Lyravaia le de fuerzas.

          —Algo más se debe poder hacer —insistió con suavidad, su mirada pegada en la figura de la actual heredera. La garganta se le cerró con el simple pensamiento de la reacción de su esposo ante las noticias sin cambios sobre el estado de su primera hija. Cobhan era callado, pero eso no quería decir que no le importase y Shassil lo sabía muy bien. Lo llevaba haciendo durante años.

          El sanador dudó unos segundos, sus manos encerrándose en puños y su mirada acuosa cayendo sobre la sábana de bordados dorados que cubría la anatomía femenina.

          —Creo que esto supera mis estudios y experiencia, mi señora —admitió el hombre con humildad—. Hay conocimientos que no me atrevo a explorar porque no fui tocado por Aquus; quizás la hechicera que ha venido de visita...

          —No dejaré que una desconocida se encargue de cuidar a mi hija —bisbiseó, interrumpiendo con brusquedad—. Si sus estudios y experiencia no son suficientes para la familia real, entonces será mejor que ceda su puesto más pronto que tarde, Elan.

          El silencio se asentó. La reina caminó hasta quedar a un lado de Vaelerya, sus ojos oscuros clavados en el rostro pecoso. Estiró una mano hacia la piel enfermiza y el dorso rozó con infinita suavidad la frente brillosa. En el momento no supo bien qué fue lo que la condujo a realizar tal acción maternal que solo había dedicado a Sylvenna. Sabía que no se encontraba arrepentida por haber puesto en marcha todo sus planes, solo que en ese momento comprendió que no necesariamente le tenía que agradar el desarrollo de las cosas.

          Alejó la mano de golpe, parpadeó repetidas veces y hasta sintió que tuvo que carraspear. El paso lejos de la cama fue notorio para el sanador que todavía estaba presente, sentado en una simple silla, guardando sus materiales.

          —Mañana a primera hora irá a la plaza de Lyriton —comenzó a ordenar a Elan—. Todos los sanadores disponibles, los mejores, incluso si todavía no han culminado sus estudios, deberán presentarse en Mercinor antes del inicio de las justas.

          —¿Continuarán con el festival, majestad?

          —Detener estas celebraciones produciría un impacto negativo en las gentes.

          «Detener las celebraciones significaría debilidad, que algo está realmente mal» pensó Shassil. El miedo y la verdad eran las únicas verdaderas armas que podían destruir Mercibova, ella no quería que su sangre reinase sobre cenizas. Aunque la semilla la había plantado hacía años, aún debía cuidar y controlar su crecimiento.

          Sin decir ninguna otra palabra, Elan se levantó de su sitió y se dirigió hacia las puertas dobles en completo silencio. La reina dedicó una última mirada a la pelirroja, deseando poder ver alguna señal que le indicase que pronto despertaría... pero a la vez esperó no ver nada. Si lo hacía antes del juicio privado de Blanche, sin sólidos recuerdos de lo sucedido, sería una bendición. De otra manera, ella tendría que conversar en privado con el Alvos para persuadirlo de determinar a Vaelerya como no apta para testificar. Para ese entonces, Hengrik Agelyn estaría muerto y la Guardia comenzaría la búsqueda de un nuevo Capitán, lo cual significaba una ceremonia extra en los próximos días.

          Si sus acciones continuaban siendo motivo suficiente para que su hijastra la odiara, que así fuera. Shassil sabía lo que estaba haciendo. Gobernar requería estirar las manos hacia Lyravaia, Aquus y Alvaa'nud, mientras se dejaba tomar de los tobillos por Zenzagias y, en algunos casos muy específicos, por Garcesium y Ordianir.

          Ella también se dirigió hacia la puerta para salir al pasillo, donde sus guardias la esperaban junto a la doncella de Vaelerya, Meylis, quien sería la persona que se iba a quedar cuidando a la princesa. Sin embargo, antes de que tanto ella como Elan cruzaran el umbral, el chillido de un ave, agudo y potente rasgó con la quietud y el silencio de la noche estrellada. Se giró de sopetón junto al sanador hacia las ventanas abiertas, las cuales dejaban que un viento, hasta ese entonces suave, entrara a los aposentos.

          No habría reaccionado así, de no haber sido porque lo escuchó demasiado cerca. El batir de alas contra el viento fue constante y lo suficientemente cercano como para sospechar que el ave volaba a ras de los muros de Mercinor.

          Shassil apretó la mandíbula, y Elan atrajo con más insistencia su bolsa de cuero con sus medicinas a su pecho. Los soldados de la reina apoyaron sus manos sobre la empuñadura de sus espadas envainadas, mientras que la sirvienta se pegó a la pared y apenas asomó la cabeza hacia el interior de la habitación. Numerosos pares de ojos se centraron en las ventanas abiertas, cuyas cortinas sueltas de colores claros dejaron de ondularse con la brisa de un respiro a otro.

          La fresca noche primaveral pareció llegar a una inactividad mortal, donde el aroma de las velas desapareció, el susurro del viento calló y hasta casi creyó que su propio corazón hizo el amague de detenerse. Los vellos de los brazos y el cuello se le erizaron y todo su cuerpo se tensó a la expectativa, permitiendo que las garras del miedo a lo desconocido, a lo que ella misma tuvo que dar rienda suelta, se enterraran certeras en su estómago.

          Quizás debió haberse preparado más cuando sabía que la presencia de dos seres mágicos en La Corte despertaría energías inesperadas. La advertencia de la hechicera al responder su carta había sido directa. La actitud de Blanche, en esa reunión que tuvieron temprano, demostraba que no le importaba en lo más mínimo. La morena solo había hecho su trabajo al dejarle saber que la magia no era conocida por ocultarse.

          El chillido sonó por segunda vez y, antes de que pudiese siquiera encontrar las palabras, el sanador dejó ingresar a los guardias, los cuales fueron directo hacia la ventana abierta. Shassil permaneció quieta en su sitio, esperando lo imprevisible.

          Fue entonces cuando un tercer chillido, acompañado de una corriente fría de viento y aleteos ingresó como un tornado a los aposentos de la princesa. Removió todo a su paso y apagó las velas y candelabros más cercanos en un solo movimiento. La ráfaga de frío fue efímera, pero potente.

          Todos distinguieron lo que era de inmediato. Los soldados retrocedieron torpes e inseguros con lo que debían hacer o no, empero al águila poco le importó la estupefacción de sus espectadores cuando cruzó la estancia directo a la cabecera de madera oscura de la cama de Vaelerya. El sanador se alejó al tiempo que la doncella de la pelirroja ahogó un chillido y se tapó el rostro. No obstante, Shassil no pudo moverse de su lugar, ni siquiera con la insistencia de uno de los hombres que le rogó salir al corredor.

          La reina identificó rápidamente los ojos del animal, que contrastaban con su plumaje. La cabeza y el cuello eran blancos, mientras que el resto del cuerpo mostraba tonos de café y negro; sin embargo, sus ojos eran el detalle más intrigante. Dos globos en los cuales debería haber una pupila, con la mejor visión entre todos los seres vivientes del continente, pero era inexistente. Los ojos eran completamente de un azul pálido y nebuloso, como un velo que le hubiera arrebatado la visión, aunque esto quedó en duda cuando un soldado intentó espantar al ave. Esta clavó su mirada fantasmal en él, batió las alas con violencia y amenazó con su pico, enterrando afiladas garras en la madera.

          —Déjala —ordenó, encontrando por fin su voz luego de varios segundos en silencio.

          —Majestad...

          Pero la mujer no contestó a miradas ni susurros. Alzó el mentón desafiante, incluso cuando su instinto le rogó retroceder y huir de la presencia de aquel animal que puso a prueba su estatus y resiliencia. Todos en el lugar sabían lo que significaba un águila ciega; tan rara y sagrada. No obstante, desconocían la razón por la que habría ido a parar con la princesa cuyas venas estaban manchadas con la sangre de un monstruo.

          —Vino a proteger a mi hija —exhaló de repente. A pesar de que los rostros de los guardias estaban lejos de reflejar alguna clase de convencimiento por sus palabras, Shassil se negó a retroceder en ese instante—. Vino a protegerla esta noche; al amanecer ya no estará aquí.

          Ella realmente esperaba poder creer completamente en lo dicho. Sin embargo, cuando cerró las puertas dobles, la imagen del águila ciega en la cabecera pareció asegurarle que eso no sería posible. Aquella noche fresca y llena de misterios había sellado una promesa antigua y silenciosa, con las estrellas alineándose en el firmamento a favor de lo desconocido; a favor de una futura demostración de poder.



NOTA DE AUTORA

Espero que les haya gustado el capítulo. Cuéntenme qué piensan de Shassil, lo que quiere hacer con el capitán y si alguien tiene alguna idea de sus planes ocultos, que no tema y comente teorías xdd

¡Feliz lectura!

m. p. aristizábal

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