Capítulo Once

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SHASSIL

PALABRAS CON SABOR A SANGRE

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                    El día en que nació Sylvenna, Shassil nunca antes había creído que semejante dolor estaría acompañado de felicidad, o que sus gritos desgarrarían su garganta con agradecimientos por la oportunidad y el honor que le fue otorgado por la diosa Parynthae: ser madre.

          Esa madrugada se erigió como el primer día de una nueva existencia. No fue cuando su progenitor, Lord Rhyzard, un destacado miembro de La Corte y del Consejo Real, retornó a la ancestral morada anunciando un compromiso. Tampoco lo fue cuando escapó de la villa cercana a Rhodasaea, ni siquiera cuando el Lyro colocó una corona sobre su frente. Fue el nacimiento de su primogénita, su única hija, el momento que trazó un punto de inflexión irreversible. A partir de entonces, todos los eventos que pudieron haber sido significativos en su vida palidecieron con inmediatez.

          Desear enfrentarse al espectro de una mujer cuya vida fue arrebatada por la turba fue el pensamiento que cruzó su mente cuando llegó por primera vez a Mercinor. Sonrió y coqueteó con el hombre que sería su esposo, al que se entregaría por completo, sin saber que se entregaba a un individuo cuyo corazón yacía perdido, sustituido por un vacío abismal. Creyó que el dios y todos los menores la habían maldecido con una vida carente de sentimientos y emociones. Rendirse fue instintivo, y cumplir con su deber fue necesario para poder sobrevivir.

          La primavera de aquel especial año había sido curiosamente lluviosa, pero con la llegada de la nueva princesa, las nubes negras deslizaron sus formas y dieron paso a una luz que deshizo toda sombra. Shassil supo en ese momento que su hija había nacido con un propósito. Lo que creyó perdido en su interior acababa de renacer en la forma de una bebé de piel oliva como la suya.

          Su hija tenía la sangre del Rey Visionario, pero también provenía del sur. Era irrefutablemente suya y lo terminó de asegurar cuando se dio cuenta que su cabeza olía a los cálidos bosques del territorio Rhyzard, en Rhodasaea, sellando en ella un vínculo que iba más allá de la sangre. Se trataba de sueños incumplidos y esperanzas resilientes. Se vio reflejada en la dulce inocencia y vulnerable lloriqueo que endulzó sus oídos una vez la sostuvo en brazos y le prometió lo que nunca tuvo.

          Shassil no quería ser la mujer de Cobhan, no quería ser la madrastra de una niña de otra mujer, ni tampoco ser la reina de un país que en cualquier momento tenía el poder de volverse en su contra si alguna vez llegaba a mostrar que podía equivocarse. Solo quería ser mamá; la madre de su Sylvenna, quien sería lo que ella nunca pudo ser, a quien le enseñaría a abrazar la libertad y a quien le mostraría los campos del sur de Mercibova, hasta el cruce de Virarctand.

          No obstante, aquel maternal amor le había enceguecido ante la posibilidad de que, en algún momento y algún día, su única hija y tesoro más preciado llegaría a tener el coraje de mentirle a la cara.

          —Me caí —había dicho la princesa casi de inmediato, cuando Shassil miró su manga manchada, con una clara expresión de interrogación.

          Al decir aquello la había mirado a los ojos, con una culpabilidad imposible de enmascarar, pero a la cual ella no pudo encontrarle razón alguna. Sylvenna debía saber que le podía contar todo, ¿no es así?

          —Axelle, llama a Elan —ordenó Shassil, su vista todavía puesta en el vestido de la jovencita.

          —No es necesario, madre. Estoy bien, solo es un rasguño.

          —No está de más atenderlo. —Giró el rostro hacia la sirvienta—. Después de que la revisen, ayúdale a ponerse otro vestido.

          Pero antes de que la reina pudiera soltar otra orden, Sylvenna la detuvo sosteniendo su mano debajo de la mesa. Con la ausencia de Vaelerya en la mesa, su hija se había sentado a su derecha.

          —No me quiero perder el banquete.

          Sus ojos observaron una vez más su descendencia y esperanza para luego simplemente asentir con la cabeza. Segunda mentira y ni había transcurrido tanto tiempo. Ni siquiera había tartamudeado y mirado sus manos, como solía hacerlo cuando trataba de pretender que no había quebrado algo, dañado alguna estatua del jardín o ensuciado su vestido hasta tal punto que era imposible reconocer el color inicial de la tela. Se preguntó si en verdad valdría la pena buscar el espacio para reprender a su hija o dejarlo pasar por esa noche.

          —Mamá... déjame quedarme —pidió Sylvenna con suavidad.

          Soltó un suspiro. Lo dejaría pasar. Tenía que ocuparse de muchas cosas.

          —No es adecuado, así que será mejor que dobles esa manga para ocultar la mancha. Al final, sin peros, me contarás lo que te pasó.

          Su hija asintió y esa fue la única vez que sí miró sus manos, un segundo después de haberla retirado de la suya propia. Tercera mentira. Eso era nuevo... y demasiado amargo.

          La noche transcurrió con su ambiente habitual de festival. El vino fluyó, la risas aumentaron y los sirvientes corrieron las mesas a los lados del Gran Salón para dar paso al baile. Durante el punto álgido del banquete, cuando casi tuvo que alzar la voz para ser escuchada por el rey, el príncipe de Aninthaia y Sylvena, Shassil esperó con paciencia a que la atención se desviara hacia otro lugar. Cuando eso sucedió, aprovechó el momento para levantarse de su asiento, justo después de haberle hecho una seña a sus doncellas para que la siguieran fuera del lugar.

          —Querida —la llamó Cobhan de regreso. La mujer se giró y vio a su esposo ponerse en pie también—. ¿Me permites esta pieza?

          Miró hacia atrás, a las mujeres de cabellos cortos que la aguardaban. Les sonrió aunque el gesto no alcanzó sus ojos, y ellas retomaron sus posiciones anteriores, a la espera de futuras órdenes. Luego volvió el rostro hacia el padre de Sylvenna otra vez, fácilmente recuperándose de aquel pequeño imprevisto.

          —Por supuesto.

          Tan pronto como el hombre le ofreció su brazo, ella lo aceptó sin titubear, entrelazando su propio brazo con el suyo. Ambos mostraron cordiales sonrisas a los invitados, quienes aplaudieron al verlos juntos mientras se dirigían hacia el corazón de la celebración. Descendieron los tres escalones que llevaban a los tronos y avanzaron a través del espacio. Afortunadamente, su camino estaba despejado de bailarines, nobles y caballeros, lo que les permitió llegar al centro sin contratiempos. Por un breve momento, la música se detuvo, solo para reiniciar poco después con la suave melodía de un clásico mercibonense que alguna vez había llenado su corazón de añoranza.

          La expresión de Shassil se tensó por completo y casi le fue imposible mantener la sonrisa gentil plasmada en sus labios.

          —Si no te conociera, diría que no fue planeado.

          —Pero me conoces —dijo Cobhan, inclinando la cabeza hacia ella.

          —Lo hago —concedió curvando sus labios con ligereza y mirándolo a los ojos. Para los demás, aquella pudo haber sido una sonrisa de adoración, pero no sabían la verdad detrás de su acto.

          Ambos hicieron una reverencia para luego acercarse. El rey la tomó de la cintura, mientras que ella dejó sus brazos a los lados, sin tocar los masculinos revestidos en la tela más fina para una noche fresca. Comenzaron a balancearse al tiempo de la canción. Le era sencillo caer en el ritmo y ser guiada por su esposo con movimientos naturales a través de las notas musicales.

          —El Consejo se reunirá esta noche —le comentó Cobhan en voz baja, justo después de haberle hecho girar sobre su eje para volver a quedar enfrente del uno al otro.

          —¿Y la hechicera? —preguntó en el mismo tono.

          —En sus aposentos como lo pidió el príncipe Jendring. Tengo entendido que si ofendemos sus deseos y a la mujer, ofendemos a Aninthaia.

          —¿Acaso ellos no nos han ofendido ya? —inquirió ladeando la cabeza hacia su izquierda.

►          Cobhan pareció a punto de decir algo más, empero tuvieron que separarse y transitar entre las demás personas que bailaban la pieza, serpenteando con gracia. Se reencontraron al otro lado del punto inicial, en la periferia que quedaba más cercana las grandes dobles puertas que se encontraban abiertas totalmente. Al otro lado, la reina pudo distinguir un número mayor de guardias que el que habían programado.

          Frunció el ceño por tan solo unos pocos segundos, preguntándose si su orden de la noche anterior ya habría sido llevada a cabo. En un primer corto vistazo, no distinguió al Capitán.

          Cuando el hombre la sostuvo de nuevo por la cintura con una mano, entrelazando sus dedos con los suyos con la otra, la mano sutil y femenina de ella se posó sobre su hombro. Shassil dirigió su mirada al rostro del rey. Las facciones maduradas por los años seguían resultándole atractivas; la tez clara, tirando a bronceada, los ojos cafés profundos y penetrantes, la barba y bigote bien cuidados, y los cabellos ondulados y oscuros que enmarcaban su rostro con elegancia. Incluso las arrugas en su ceño severo le conferían ese aire imponente y serio que siempre le había atraído.

          Pero ella sabía la verdad detrás de la imagen de un rey. Cobhan era un hombre como cualquier otro, uno con un corazón demasiado frágil, un corazón que nunca supo cómo sanar.

          —No necesito darle más preocupaciones al Consejo, mucho menos en estas fechas —contestó él con suavidad y paciencia—. Llegaremos a un acuerdo con el Rey Espias Sentjohn y no se le darán razones para preocuparse por la seguridad de su hijo. Lo que pasó ayer fue obra de la hechicera.

          —Si en verdad crees que con el diálogo vas a solucionar todo, es decepcionante.

          —Shassil...

          Se alejaron y su esposo le hizo dar media vuelta hasta que su espalda entró en contacto con el ancho pecho masculino. Sus brazos quedaron cruzados y tuvo que girar el rostro hacia atrás para poder mirarlo, así fuera de reojo. El corazón le latió con renovada fuerza, emocional ante recuerdos que solo ella guardaba sobre un infantil encaprichamiento unilateral. Su expresión continuó más neutra que amable.

          —Está decidido —decretó Cobhan, casi pegando sus labios a la sien de la mujer. Ella corrió el rostro con rapidez para evitar el contacto e ignoró la manera en que él tensó la mandíbula.

          —Estás tratando de esconderla pero también la empujas a la silla de plata. ¿Cuánto tiempo crees que dure sentada en ella antes de que La Corte y el resto del pueblo se rebele contra la corona otra vez?

          No tuvo que decir su nombre. Tampoco era la primera vez que hacía tal comentario, esperando poder abrirle los ojos al rey. Si había una tarea más importante de una reina que celebrar la corte cada día con tensas sonrisas amables, era hacerle ver al rey la verdad que tanto quería evitar.

          Y como era de esperarse, sus palabras no fueron escuchadas por enésima vez.

          —Ella es mi sangre, ella es la futura reina. Yo no le puedo quitar ese derecho ni lo haré, no cuando he tenido que arrebatarle todo lo demás.

          El rey era débil y ella siempre lo supo, pero tuvo que aceptarlo. No obstante, tampoco había creído que él sería capaz de llegar a un nivel tan endeble y tan carente de razón. Un recordatorio de la fuerza que ella decidió asumir para mantener el orden en Mercibova y así proteger a su hija.

          Volvieron a quedar enfrentados. Sus dos brazos rodearon el cuello de su esposo y continuaron el baile.

          —Eso no importa. La silla, la corona, el nombre... el poder... Nada de eso importará cuando sea asesinada. Ya lo hicieron con una reina antes; no creas que no se atreverán a hacer lo mismo después.

          Tuvo la reacción que buscaba. Los ojos del Cobhan se agrandaron y sus pasos dudaron. El tempo-ritmo de la canción aumentó y esta vez Shassil fue quien lo guió a través de las notas. La música fue en crescendo, giraron y giraron con ella llevando el control de sus pasos mientras la batalla de miradas entre sí persistió en cada segundo. El salón se difuminó, las personas se convirtieron en sombras y los ojos oscuros de su esposo delataron lo mucho que le afectó lo que ella dijo.

          —Estoy segura que no quieres que termine igual que su madre: sola y muerta —insistió en medio del movimiento, asegurándose de que solo él escuchara sus palabras.

          Su esposo plantó sus pies en el suelo para detener sus vueltas, su agarre recobró firmeza en ella. En un parpadeo, la tuvo inclinada hacia atrás, con él siguiendo el impulso para mantener sus rostros cerca. Prácticamente la dejó suspendida en esa posición, retomando el control que ella nunca concedió.

          —No te atrevas a hablar del destino de mi hija como si ya estuviera escrito.

          Mi hija.

          Porque Vaelerya no era suya y nunca le pertenecería. No podía ser la madre de una criatura que traería destrucción a su hogar y a su familia.

          Estaba segura que la música, los aplausos y las risas seguían a su alrededor, pero sus oídos dejaron de escuchar cualquier otra cosa que no fuese su propio corazón acelerado o la respiración agitada de su esposo. Se negó a bajar la guardia, a desviar sus ojos de los de él. Ya había puesto el dedo en la herida, ya se había manchado.

          Ceder era debilidad y rendirse significaba morir. Un Rhyzard jamás se rendía.

          —Tú lo escribiste mucho antes de que ella naciera —contraatacó entre dientes, sin permitir que alguna emoción se viera reflejada en su rostro—. Si quieres mantener vivo el recuerdo de tu difunta esposa en Vaelerya, será mejor que la protejas con tu cabeza y no con tus emociones.

          —Un Delorme siempre debe ocupar la silla de plata —le recordó luego de enderazarla ante él y acentuando su agarre en ella una vez más. Sus rostros quedaron bastante cerca que sus respiraciones alcanzaban a rozar el rostro del otro.

          La reina le dedicó una sonrisa tranquilizadora, sin inmutarse.

          —Vaelerya no es tu única hija.




NOTA DE AUTORA

Es bastante corto para lo que he escrito últimamente, pero era totalmente necesario conocer cada vez más la reina sureña. ¿Qué piensan de ella hasta ahora? ¿Alguna suposición sobre lo que sucederá de ahora en adelante?

Muchísimas gracias por su apoyo, por querer darle una oportunidad a la historia, en verdad me emociona muchísimo (: espero en verdad que les siga gustando.

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¡Feliz lectura!

m. p. artistizábal

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