Konohagakure no Sato
Dos meses después de regresar a la Aldea

Local de ramen de Ichiraku. Mediodía

Narra Jiraiya:

Mi billetera va a sufrir con ésto, lo sé. Pero no voy a arrepentirme de esto nunca.

Hoy, hoy es el día en que Naruto ha probado el ramen de Ichiraku, y como todo Uzumaki, lo ama con cada fibra de su ser. Lleva ya cinco cuencos en quince minutos, mientras que Kakashi y yo llevamos tres, y dos respectivamente.

Cuando terminó el sexto cuenco de ramen, suspiró con satisfacción y se dio dos palmadas en el estómago, que ahora sobresalía por debajo de la franela verde manzana que había escogido hoy.

—¡El ramen de aquí es el mejor de tooooodoooo el mundo!—exclamó, alzando ambos brazos—

Este niño, como si hubiera probado ramen de más lugares que Mizu no Kuni, aunque hay que reconocer que sí es el más delicioso, probablemente de todo el continente. El señor Teuchi rió con franqueza al escucharlo, igual que su linda hija, la señorita Ayame.

Luego de pagar, fuimos a recorrer la Aldea, cuidando de no toparnos con demasiadas personas. Durante todo el camino Naruto siguió hablando de las maravillas del ramen de Ichiraku, y de cómo ningún otro es tan sabroso.

Al cabo de dos horas, y mientras entrabamos en una tienda de suministros shinobi, sabíamos todo acerca de cómo iba a probar todos los sabores de ramen que existían, y que quería viajar y probar el ramen en todo el continente.

—Aunque sé que ninguno será tan bueno 'ttebayo. Porque el ramen del viejo Teuchi es el mejor del mundo.—Ya no sabía cuántas veces Naruto había repetido lo mismo, pero no iba a detenerse pronto—

Dejó de hablar de ramen lo suficiente como para prestar atención a los materiales que comprábamos, en su mayoría algunos kunais nuevos, unos metros de hilo ninja, y un nuevo juego de caligrafía. Pronto le enseñaré más fuinjutsu, pero primero tiene que mejorar esa caligrafía suya; meh, es mejor que la de otros niños de su edad, pero puede mejorar un poco más, o que por lo menos no se entinte también la ropa cada vez que escribe.

Fin de la quinta parte