Retenida


Abrí los ojos poco a poco de manera pesada. Mi cabeza aún me dolía, pero menos de cuando sufrí aquel ataque tan inoportuno de los experimentos, que soy sometida.

Noté los brazos y las piernas atadas con sogas en la cama, donde me encontraba acostada. Intentaba deshacerme de ellos, pero es imposible. Me sentía demasiado débil para deshacerme de ellas, por no olvidar que no tenía ninguna de mis armas. Me encuentro aprisionada en una habitación desconocida y, seguramente, capturada por ese ladrón. Aún así, no podía permitirme quedarme aquí, atrapada como una tonta. Seguí forzando mis ataduras para deshacerme de ellas. No me importa el daño que me haga con tal de salir de aquí o de terminar el trabajo, que e ha sido concedido.

Entonces, la puerta se abrió, entrando aquel ladrón de pelo y ojos negros con su chaqueta de color azul marino. Lo primero que hizo fue observarme y coger una silla de madera, que había en la habitación para sentarse cerca de mí, pero al mismo tiempo, lejos para prevenir de cualquier ataque desprevenido.

Pude distinguir las vendas, que cubrían la zona donde le disparé, por debajo de su pantalón. Una manera un poco chapuza, pero lo suficiente para que no le desinfecte la herida.

- Veo que ya te has despertado - dijo mostrándome con una sonrisa confiada - y ya estás intentando huir o intentar asesinarnos.

- Ja, no voy a intentar asesinarlos. VOY a asesinarlos. - Dije confiada.

- De acuerdo. Pues mientras estés con nosotros, te quedarás aquí y responderás a una serie de preguntas. Te guste o no. - Dijo con los brazos cruzados, con un tono serio y confiado, sin dejar de sonreír.

- Si piensas que voy a decir algo. Estas muy equivocado. No pienso decir nada, antes prefiero la muerte. - Dije seria y sin apenas levantar la voz. Esta última frase, sorprendió al ladrón.

- ¡Vaya! Para ser una mocosa. Eres muy madura. - Dijo deshaciéndose de su cruce de brazos.

- Del lugar donde provengo, un mínimo signo de debilidad es sinónimo a la muerte. Por eso tuve que madurar antes que un niño normal y por eso tengo que mataros. - Cruzó su mirada hacia él, de manera fría y emanando un aura asesina, que estremeció al astuto ladrón.

- Ya veo. - Se levantó de su silla, sacó una navaja y se acercó con cautela hacia la niña, poniéndose en alerta al ver aquella navaja. Forcejeó hasta el punto de hacerse sangre por las rozaduras ocasionadas por las sogas, pero aquellas sogas eran demasiado gruesas para deshacerse de ellas. Entonces, el ladrón cogió la navaja y cortó las sogas, liberándola. Ella quedó desconcertada ante tal estúpida decisión por parte del ladrón.

¿No sabe que si me libera, se arriesga a que lo mate? ¿A qué juega? - pensó la pequeña asesina, mientras Lupin terminaba de cortar las sogas de sus tobillos, liberándola del todo. Ella, rápidamente, saltó de la cama para mantener una distancia del ladrón, pero al llegar al suelo perdió el equilibrio, debido a que todavía se encontraba débil.

- No hagas esfuerzos, aún estás muy débil. - Advirtió Lupin, mientras se acercaba a ella para ayudarla a levantarla, al mismo tiempo que ella se alejaba de él.

- ¿Por qué no me matasteis cuando tuvisteis la ocasión? - pregunté airada, mientras seguía alejándome de él.

- Soy un ladrón, no un asesino y si lo fuese, el Inspector Zenigata no me lo permitiría, ya que está empeñado en sacarte de la organización en la que estas. - Finalmente, Lupin logró cogerme.

- ¡Ehhh! - por acto reflejo, le dí una patada a donde lo disparé. Provocando que me soltase en el acto y se retorciera de dolor, mientras permanecía de pie delante de él con los brazos cruzados y con el ceño fruncido.

- ¡Ayayayayaya! Eso duele. - Se quejó Lupin, mientras sostenía su herida con las manos con una rodilla apoyada en el suelo.

- Agradéceme que no te haya dado una patada en los huevos. - Dije arrogante con una sonrisa pícara dibujada en mi cara.

- Pero bueno, ¿quién demonios te ha enseñado a hablar de ese modo? - preguntó molesto.

- Del colegio, ya te digo yo que no. - Respondí seria ante su estúpida pregunta.

La puerta se abrió de nuevo, entrando el compañero y pistolero del grupo, Jigen, quien observó el panorama. Lupin de rodillas y la niña delante de brazos cruzados. Sonrió al pensar en la similitud de aquella escena.

- Lupin, ¿no crees que es demasiado joven para que le pidas matrimonio? - bromeó Jigen, provocando el enfado y sonrojo de ambos.

- ¿Pero qué dices, idiota? Si estoy así, es porque me ha dado una patada en la herida. 

- Tranquilo. Sólo bromeaba. - Tranquilizó a su compañero - Además, lo he visto todo en el video.

La pequeña al oír sobre el video, observó detenidamente la habitación hasta encontrar la cámara de vigilancia, que se encuentra escondida en la lámpara situada en la pared entre la cama y la mesilla de noche. Al ver que Jigen se alejaba de la puerta, fue directamente hacia allí, pero fue capturada, rápidamente por Goemon, quien se encontraba detrás de la puerta.

- ¿A dónde crees que vas? - preguntó el samurai.

- ¡Suéltame! O lo lamentarás. - Le amenacé con la mirada al samurai.

- Dudo mucho que vayas a algún sitio y, más aún tras tu repentino ataque. - Dijo tranquilo Jigen. - Mira, no sé cómo has llegado para estar en esa organización, pero es mejor que te largues de allí cuanto antes.

- ¿Es una advertencia? - pregunté con una mirada amenazante.

- No. Un consejo. - Me sorprendió que me dijese eso, pero es imposible salir de allí. Una vez que estas allí, ya no puedes salir. Pues, en ese lugar dejas de ser un humano y te conviertes en un arma.

La tranquilidad del ambiente se esfumó al escuchar un enorme rugido, procedente de mis tripas. Menos mal que mi enorme flequilla tapa una gran parte de mi cara, así no podrían ver cómo me sonrojaba, lastima que no llega a tapar mi boca, que ahora mismo muestra una enorme mueca debido a la vergüenza que estaba pasando.

Aquellos tres hombres me miraron incrédulos, sin olvidar que seguía sujeta por el samurai Goemon, quien me miraba incrédulo.

- ¿No me digas? - murmuró Goemon al mirarme.

Entonces, Lupin comenzó a reírse de manera estrepitosa, seguido de su compañero Jigen, quien se reía igual, y de Goemon, quien se reía por lo bajo.

- No importa que tan madura eres, sigues siendo una niña y, por lo tanto, tienes que comer y dormir como el resto de los niños. - Dijo mientras seguía riendo de ella. No dije nada, pues de algún modo tenía razón. Pero es imposible que me den algo de comer. - Vayámonos a comer. - Dicho esto se fueron a la otra habitación, donde estaban el resto y, sorprendentemente, me llevaron con ellos.

- ¿Qué? ¿A dónde me llevas? - le pregunté al samurai.

- Pues,¿adónde va a ser? A comer el curry que hemos hecho. No vamos a dejarte sola en la habitación y hambrienta. No somos unos desalmados. - Dijo tranquilamente, mientras me seguía sujetándome como un saco de patatas.

Llegamos a la habitación, donde se encontraba Fujiko y el inspector con los platos ya preparados.

- ¡Goemon! ¿Por qué la llevas como si fuera un saco de patatas? - se quejó al verme como me llevaba - Eso no es nada caballeroso de tu parte.

Goemon, no dijo nada, solo bajó la cabeza y me dejó en uno de los asientos, sentándose a mí lado para vigilarme, supongo.

- Bueno, ahora que estás despierta. - Dijo el inspector, sentándose en frente de mí, quien no llevaba su sombrero y gabardina característica y me sonrió de manera amigable. - Dime, ¿cómo te llamas?

- Puedes llamarme GHOST - puso cara de desconcertado al escucharme, mientras el resto repartía los platos llenos de arroz con curry -, es mi nombre en clave.

- Yo, me refería a tu auténtico nombre, porque tienes uno, ¿cierto?

- Sí, pero no pienso decir mi verdadero nombre a un grupo de extraños, que por cierto, me habéis secuestrado. - Respondí con ironía.

El inspector iba a contestarme, pero no lo hizo, pues estaba en lo cierto. Ellos me habían "secuestrado" para salvarme de aquella organización y lo lógico es no responder nada sobre si misma.

- ¡Je! La mocosa no tiene ni un pelo de tonta. - Soltó Jigen sentando con su plato.

- Pues claro que no tiene ni un pelo de tonta, si no yo y Goemon no nos habríamos envenenado. Menos mal que llevaba encima el antídoto. - Dijo Fujiko, quien se sentó en frente de Jigen.

- Además de una gran cantidad de armas que llevaba encima, tanto en su traje como en su bolso. Está claro que sabe muy bien de lo que hace. - Me miró curioso Lupin.

- Supongo, que no me devolverás mis armas. - Respondí, sabiendo la respuesta.

- Por supuesto que no. No dejaré que una mocosa use unas armas tan peligrosas. - Dijo con sarcasmo.

- Pues, esta mocosa - me señalé con el dedo - sabe cómo crear y manipular con el veneno, así que, sí ese veneno está hecho por moi.

Todos se miraron con complicidad, pues consiguieron sonsacarle algo, aunque fuese muy poco.

- ¿Eso quiere decir? - preguntó Lupin con falsa ingenuidad.

- Que soy mucho más lista que tú y que sé lo suficiente como para decirte que la forma en que te has curado la herida, se puede ver que eres un completo novato.

- A sí y si tan lista eres, porque no me lo demuestras. - Me desafió Lupin.

- Porque si lo hiciera, me metería en tu juego y no soy tan estúpida como para hacer eso. - Me miró incrédulo. - Además, la única razón por la que mencioné mi habilidad sobre el uso del veneno es porque os veía un poco desesperados y, francamente, me estabais dando pena.

GHOST 1 - Lupin 0

Todos estaban conservando la calma, pues se habían desquiciado con ella. Así que, decidieron rendirse por el momento y empezaron a comer.

- Joder con la niña. -Dijo Jigen por lo bajo.

- Je, me cae bien. - Dijo Fujiko, llamando la atención del resto. - ¿Qué? Debéis reconocer que es muy buena para ser tan joven.

- Bueno olvidemos por un momento todo y empecemos a comer. - Dijo Zenigata para romper el hielo. Todos comenzaron a comer, excepto yo, quien llamé la atención de este. - ¿Por qué no comes? - me preguntó.

- No pensaréis que vaya a comer, sabiendo que me habéis puesto algún tipo de somnífero en la comida. - Dije desconfiada.

- Nadie te ha puesto nada en la comida, lo sabré yo, que no he quitado el ojo en la comida. Y ahora come antes de que se enfría. - Objetó el inspector.

Miré mi plato de arroz con curry. Olía muy bien. Demasiado bien. Cogí la cuchara, llenándola de arroz con aquel curry, lo olí para detectar si habían un agente extraño en la comida, pero solo olí a las especias del curry como la cúrcuma, el comino, jengibre, ajo, mostaza, cardamomo y pimienta; la ternera, las patatas y zanahorias. Entonces, con desconfianza, me lo metí en la boca y no pude evitar el sonreír al probar algo tan delicioso, pues desde que estoy en la organización no he probado ni un bocado de comida casera, solo fruta y cocina preparada. Me percaté que mi reacción, provocó que llamase la atención y me sonrojé como un tomate. - ¡Qué me haya gustado no signifique que os vaya a contar algo! - dije amenazando con la cuchara a mis objetivos, que ahoran son mis secuestradores.

Fujiko rió por lo bajo - Kawaii. - Eso me puso más colorada de lo que ya estaba, menos mal que mi flequillo me tapa la cara.

- Kawaii. - Escuché eso, venir de la boca del samurai, mirándome de una manera seria. Eso solo hacia que me pusiera más nerviosa. Nunca había pasado tanta vergüenza en mi vida. Ahora mismo, me gustaría ponerme mi máscara y huir de aquella habitación.

Entonces, el inspector comenzó a reírse, poniéndome mucho más nerviosa. - Me alegro que te guste el curry.

- Sí, aunque gran parte lo he cocinado yo. - Dijo Lupin con una sonrisa ladina, después de haberla observado con seriedad ante la reacción de la niña al comer el curry. 

- Y por eso, no podía quitarte la vista de encima. - Dijo desconfiado el inspector.

- ¡Oye! Si le hubiese metido algo a la comida, nos hubiéramos infectados todos. - Dijo ofendido.

- ¡Ya!

Bajé mi mirada hacia la comida deliciosa que él había preparado.- ¿Por qué está siendo amable conmigo? ¿Será uno de sus trucos o, simplemente, está siendo amable de verdad? ¿Acaso él confía que pueda, realmente, salvarme de ellos? Eso es imposible, nadie puede enfrentarse a él. Es demasiado poderoso. - Inconscientemente, toqué mi collar cuando escuché la voz de Lupin.

- ¿Es la primera vez que comes algo "bueno" en tu vida cierto? - preguntó serio, mientras yo solo bajaba mi mirada para esconder mi único ojo visible, que no tapaba mi flequillo. Provocando un gran silencio en la sala.

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