Capítulo 3 🌺 - Final.


Shinichi abrió los ojos con mucha dificultad, de inmediato un fuerte dolor de cabeza comenzó a atormentarlo,  obligándolo a sentarse en la cama. Además, se sentía "extraño".

Mientras tenía una expresión sumamente adolorida, observó las sábanas blancas que lo cubrían.

—¿Cuando...? —murmuró.

Bajo más su mirada, para darse cuenta que no llevaba su camisa. Y además, su mano en la cabeza le indicaba que su cabello parecía estar desordenado.

Pero era tanta la fatiga, que cerró los ojos y se tiró de lado sobre la cama. Faltaba un tanto para lo que tenía que hacer (Nada más que saludar al FBI departe de la policía japonesa, en específico: Akai Shuichi). Por obviedad, sabía que había bebido alcohol la madrugada pasada, pero no recordaba nada.

Y de pronto, percibió muy cercano aquel aroma a fresas entre el olor a alcohol que tenía toda la habitación. Sin abrir los ojos aún, una gota de sudor resbaló en su cara. Ahora que lo pensaba, la cama parecía un poco hundida.

Cuando por fin se atrevió a mirar, la vio. Estaba dormida, pero tampoco parecía llevar nada puesto; el gesto de su cara no se veía tan severo como al estar despierta. Shinichi jadeó y sintió su temperatura bajar, para que de inmediato subiera de golpe al saber lo que hizo.

Todavía atónito y avergonzado, miró al rededor de la habitación. Había ropa en los suelos y una que otra botella.

Se dispuso a levantarse para tomar su ropa.

—¿Qué? ¿Ya te vas? —escuchó la femenina voz y sintió un escalofrío. —Esta es tu habitación. Soy yo la que debería irse.

Se quedó sentado en la cama y volteo a verla.

—Yo...

Ella suspiró agobiada.

—¿No te gustó?

Él se ruborizó.

—¿Q-qué? No.. yo... —decía nervioso, desviando la mirada.

—Te lo dije.

—¿Eh?

—Yo solo quería divertirme, así que olvídalo como olvidaste mi secreto. —dijo enredando la sábana en su cuerpo y sentándose del otro lado de la cama, pronto se puso en pie y caminó como si se dirigiera a la entrada.

—¡Ah! ¡...Espera! —exclamó visiblemente confuso.

—¿Qué? —se giró con aparente molestia.

—Yo... Lo siento. No quería que esto pasara.

—Ah... Entonces estabas muy borracho. Debería disculparme yo por no notarlo.

—No... Lo siento. —repitió con más tranquilidad.

Ella frunció el seño.

—¿Es por qué no soy ella? —lanzó a preguntar. —¿Es por eso qué te disculpas?

—¿Eh?

—El nombre, anoche mencionaste el nombre de una chica. —mencionó mientras se quitó la sábana y se coloco su ropa. —En ese momento debí saber que te habías pasado de bebidas y por lo tanto debí acabar con el juego.

Shinichi parecía perplejo, pero tenía que recuperar su habitual comportamiento severo ante los errores.

—Te lo volveré a repetir. —dijo molesta. —Olvídalo. —indicó severa.

Y salió de la habitación.

De inmediato, el detective se vistió y salió tras ella.

La vio unos metros lejos de la puerta de su habitación.

—¡Oye...! —la llamó por su nombre, intentado comportarse maduro.

Ella se detuvo.

—¿Qué? —se giró frustrada.

—Lo olvidaré, está bien. —le  dijo calmado. —Pero dime, ¿De qué secreto hablabas?

—No te comportes como un idiota. —respondió reacia.

Él la miró desconcertada y ella rodó los ojos.

—No me hagas repetirlo ni una vez más. —indicó. —Lo que me perdonaste... —y algo hizo click en la cabeza de ella. —Aquella noche. —jadeó y su expresión se puso pálida, mirándolo a los ojos asustada. —¿No... Lo sabes?

Sus expresiones eran impropias de su personalidad fría y calmada.

—¿Saber qué? —respondió fastidiado.

—¡Ah! ¡Me tengo que ir! —y salió corriendo escaleras abajo.

Y como cosa del destino, en la mente de Shinichi los recuerdos de esa día vinieron. Siendo detective, sin más las piezas se juntaron aún sin haber estado en el escenario. Un haz se luz atravesó sus pensamientos. Una expresión aterrorizada se pinto en su rostro.

—¿No será qué...?

Nuevamente, Shinichi se apresuró trás ella con otro objetivo.

Cuando la visualizo, alcanzo a tomarla del brazo con fuerza.

Ella ahogó un grito, Shinichi conservaba la mirada perturbada.

—Fuiste tú. —clavó sus ojos en ella como si viera a la peor persona del mundo. —En aquel caso, fuiste tú. Él era tu ex novio.

La gente del lugar comenzaba a observarlos.

Ella se quedó paralizada.

—¿Cómo pusiste pensar que te había perdonado? —exclamó fuera de sí, apretándola más fuerte.

Alguna persona se acercó a ellos.

—¿Está todo bien? —dijo el botones.

—Llama a la policía. —ordenó sin despegar sus ojos de ella. —Esta mujer asesinó a alguien.

Shinichi la soltó y ella no tuvo oportunidad de huir. Sus ojos severos no se apartaban de la fémina.

Por fin llegaron los policías, reconociendo al detective de inmediato. Después de que el detective explicó su razonamiento, la policía estaba lista para llevársela.

La fémina volvió a su común actuar y paso frente a Shinichi antes de irse.

—¿Es la despedida? —preguntó fría.

—Sí. —respondió.

Los policías avanzaron obligándola a caminar. Shinichi recordó una pregunta que ella había hecho momentos antes.

—Es verdad. —dijo. La fémina se giró a verlo. —Es porque no eres ella. Nunca serás ella. —sentenció con un increíble desprecio. Ni siquiera le dolió ver los ojos de la gélida mujer llenarse de lágrimas.








Finalmente, su avión aterrizó en Japón, cerca de Beika.

Ahora estaba decidido, tenía que ir por la que siempre lo fue todo para él sin importar cuánto tardaría, quería estar a su lado toda la vida. Porque aquella chica que conoció solo significaba un instante en su vida, un instante a comparación de todo el tiempo que llevaba enamorado de Ran.

Un irrelevante instante.

Fin.

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