Capítulo 21
Maratón 4/4
Bueeeeeno, antes de que continúen, les recuerdo que tenemos grupo temático de la historia (pronto se viene nueva historia, así que ese grupo pronto cambiará de nombre, pero por el momento el tema esta)
Espero hayan disfrutado estos 4 capítulos ❤️❤️❤️
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THERINE
El silencio sepulcral en el que nos encontramos desde que salimos de casa, es tan abrumador como doloroso.
Él me dijo que aceptaba mi desición, pero que hoy no sería el día en el que terminaríamos nuestra supuesta relación, porque eso delataría que en realidad nunca fue real nada y él quiere que la idea de tres años de relación sirvan para, de algún modo, hacer entender a su padre.
—Si no tienes el valor, también puedes casarte con Vera —comento y él me ve como si estuviera loca.
—Te amo a ti, no a ella —replica—. Me importa una chingada mi papá ahora y lo que quiera de mí, hoy mismo le voy a decir que renuncio a la empresa.
—Me alegra saber eso —digo sincera—. Yo hablaré con mis padres sobre la inseminación.
Suspira largo.
—Bien. —Llegamos a casa de sus padres—. Pero hoy hazme el cumpleañero más feliz.
Pone su mano sobre la mía.
—Ámame esta noche sin miedos. —Se lleva mi mano a su boca y la besa—. Y mañana aceptaré que nos despiadamos para siempre.
Siento que voy a llorar, pero prefiero solo asentir y buscar darle un abrazo, él me apretuja, dejándome un beso en el hombro.
—Bueno, hay que bajar ya —Nos separamos y el vacío que experimento es mi castigo, pero lo acepto a pesar de todo.
Soy una cobarde y no puedo simplemente ser valiente de la nada.
Bajamos para entrar a la casa de sus padres y, una vez dentro, el grito de "sorpresa" es mi señal para tratar de que las piernas no me flaqueen y me ponga a llorar a media sala, por lo que sonrío. Miro a Agustín y él también sonríe amplio, besando mi mejilla y después permite que todos lo empiecen a abrazar.
Entonces analizo quienes están aquí además de sus padres y los míos. Está Montserrat con los niños y Dylan tomando su mano, hay un par de hombres que recuerdo que me presentaron como los primos maternos de Agustín y cada uno viene con su esposa. También está una señora que reconozco como la mejor amiga de Anadelia y finalmente noto que Vera también está aquí.
La sangre se me calienta cuando me doy cuenta que trae un vestido negro con muchos brillos que la hace destacar entre los invitados. De pronto me siento tan fea con el vestido rojo que traigo y hasta siento que ella entona mejor con Agustín.
Y, cuando lo abraza para felicitarlo, me siento peor. Esta es otra cosa que odio en las relaciones amorosas: sentir celos es una cosa horrible.
—Vaya manera de arruinarme un cumpleaños. —Agustín se vuelve a acercar a mí y me toma por los hombros, susurrando sus palabras cerca de mi oído. Por un momento siento que habla de mí, pero me saca de mi error antes de disculparme—. Mi padre volvió a invitar a Vera.
—Bueno, sigue con su lucha de metértela por los ojos a toda costa, mira lo bonita que se ve.
Pero él no me hace caso de verla.
—Bonita te ves tú, campanita mía. —Mi inseguridad se convierte en una ilusión tonta que más bien no quiero, pero me río y la disfruto—. A mí no me interesa nadie más que tú, ¿vamos a bailar?
—Vamos —Dejo que me guíe en todo momento.
Bailamos un par de canciones hasta que tengo la necesidad de ir al baño. Está en el segundo piso así que subo las agotadoras escaleras.
Me miro en el espejo alojado ahí. Me siento tan acongojada, esto es un gran desastre. ¿Cómo puedo hacer que mis miedos se vayan? He pensado que no sería justo que Agustín cargara con mis contantes temores.
El matrimonio de mis padres se ha basado en una gran cantidad de palabras hirientes que al final creen que con una disculpa todo pasa. Cuando mi hermano y yo eramos muy chicos, incluso hubo momentos en los que mamá nos ponía de por medio para salvaguardar la tranquilidad en su casa. ¿Y ahora? Ella asegura ser feliz y mi padre también, yo siempre he creído que se odian en secreto.
—La experiencia de los demás no define la mía. —Me repito las palabras de Marisol y me burlo de mí misma—. ¿Cómo puedo convertir eso en mi mantra si sentí pavor cuando me dijo que me ama?
Agustín me ama. Me río otra vez.
—Él me ama y yo a él, ¿por qué soy tan desastrosa? —Tomo aire y me acomodo el cabello—. Pero si el ni siquiera me pidió matrimonio, ¿verdad? ¡No lo hizo!
Procesar esa información me ayuda a respirar mejor.
Él solo quiere amarme, ¿por qué no lo dejo amarme?
Aunque, mi hijo...
Yo quiero criar a ese bebé contigo. Él lo dijo.
—Él nos ama, bebé. —Toco mi vientre y sonrío como tonta. Ya se siente un poco abultado.
Suspiro otra vez y decido salir del baño ya. Pero la sonrisa que llevo se me borra porque me topo justo con Vera que me ve de pies a cabeza con el mismo asco desde que la conozco.
—Iré al grano, vengo a advertirte que te lo voy a quitar.
—Ah, vale, suerte. —Le sonrío falsamente y busco la manera de huir de esta conversación. Tengo que hablar con Agustín, no con ella.
—Eres justo lo que no merece.
Sus palabras sí me duelen, pero finjo que no.
—Bueno, gracias por el dato.
Sigo tratando de irme pero siento de repente un aruñón en el brazo. Me ha enterrado las uñas sin medirse. Se ve que voy a sangrar.
—¿Qué te pasa, loca? —Me alejo más pero ella sigue mis pasos.
—Será mejor que te vayas voluntariamente, porque no sabes de lo que soy capaz para que todo salga como quiero.
—¡Estás loca! —Grito y al fin estoy cerca de las escaleras para poder buscar hablarle a Agustín para que me ayude con este problema—. ¡Lárgate de la fiesta de cumpleaños de mí prometido!
—¡Tú lárgate de la vida de él, es mío!
Entonces me empuja tan fuerte que mis pies sufren desequilibro y termino sosteniendome del barandal de las escaleras para no caerme.
Vera tiene la intención de volverme a empujar pese a parecer asustada.
—¡No, está embarazada! —El grito de Agustín detiene a Vera al tiempo en el que yo me aferro lo más que puedo al barandal a pesar de la sorpresa de escucharlo soltar esa información.
La música ni siquiera estaba fuerte, así que es detenida por completo y los pasos de él se escuchan escalón por escalón hasta que llega a nosotras, hala a Vera para alejarla de mí y busca que no me haya hecho ningún daño.
—Mi amor, ¿estás bien? ¿Te golpeó? ¿Te duele algo? —Topa con el rasguño y eso lo hace mirar a esa tipa con odio.
Proceso de golpe lo que estuvo a punto de pasar. Esa mujer tenía la intención de tirarme por las escaleras, Dios.
—No, no —Lloro de miedo y le giro la cabeza para que me vea—. Estoy bien, solo me aruñó el brazo pero... ¡Ella iba a tirarme por las escaleras!
Abrazo a Agustín, completamente aterrada. Si me hubiera caído... mi hijo, caray, está loca.
Pronto aparece el señor Marcos que mira la escena completamente descolocado, como si ni siquiera comprendiera lo que está pasando, pero luego mira a Vera con horror.
—¡Largo de mi casa! —Su petición hacia Vera nos sorprende a Agustín y a mí que hasta nos miramos antes de volver a prestar atención a lo que pasa—. Vete de aquí y dile a tu padre que gracias a ti yo soy el que ya no quiere nada.
—Pero si usted me dijo que hiciera hasta lo imposible —dice bajito, llorando del susto. Ella tampoco pensaba hacerlo en realidad, fue el momento, se nota.
—¿Qué mierdas está diciendo? —Le pregunta Agustín a su padre—. ¿Tú le pediste que le hiciera daño?
El señor Marcos tiene una expresión en el rostro no le había conocido, cualquiera diría que él no experimentaba miedo o terror, mucho menos vergüenza como justo lo tiene ahora.
—Yo no le pedí eso. —Mira Vera de nuevo y la toma del brazo—. Ibas a cometer un posible delito, mujer, fuera de mi vista.
—Nos vamos a ir nosotros —habla Agustín de nuevo. Yo me mantengo estática. Incluso no me muevo cuando me levanta para llevarme escaleras abajo cuidando cada escalón que pisamos—. Esto sobrepasa cualquier límite que creyera de ti, papá.
El señor Marcos nos sigue, muy asustado y avergonzado.
—Agustín, no le dije que la lastimara, además, ¿por qué no nos dijiste que serás padre?
Agustín lo ignora y prefiere dirigirse a los invitados.
—Muchas gracias por el gesto, la fiesta se acabó. —Se disculpa también por la escena de hace momentos y despues mira a su padre—. Ya no quiero seguir en la empresa más, así que mi autoregalo de cumpleaños es mi renuncia.
—¿Qué? —Confundido y aún asustado, pasa sus manos por su canucio cabello—. No puedes simplemente renunciar por este inconveniente, Agustín.
—¿Inconveniente? —Se ha molestado más —. ¡Esa mujer estuvo a punto de tirar a mi prometida embarazada por las escaleras! De verdad que eres un caso perdido, papá.
Me guía hacia la salida y yo quiero evitar que este problema se haga más grande por lo que me prepararo para decir toda la verdad, pero entonces escucho a la señora Anadelia llorar desconsolada.
—Mamá, perdóname —Agustín la toma de las manos y se las besa antes de abrazarla—. No quiero causarte malestar, pero no puedo seguir en el mismo lugar que él por más tiempo.
—No importa, hijo, entiendo —Anadelia se dirige a mí—. Creo que no era como querían dar la noticia, pero estoy muy feliz de que vayas a hacerme abuela por tercera vez, espero que el resto de la noche no sea pesado, los veo luego, los quiero.
Agustín me lleva afuera cuando le da las gracias por sus buenos deseos. En silencio, volvemos a subir al auto y así nos mantenemos hasta que llegamos a casa. Él es el primero en bajar y después me abre a mí, cuando salgo del auto, me abraza fuerte mientras se echa a llorar.
—¡Te iba a tirar por las escaleras!
—Pero no lo hizo, estoy bien —Yo también lloro. Estoy más asustada de lo que parezco—. Vamos adentro para calmarnos.
—Creí que no se detendría cuando le grité. —Se separa de mí. Mi corazón sufre al verlo tan preocupado por la situación.
Lo guío para que entremos a la casa.
—Estoy bien —digo para calmarlo—. El bebé está bien, estamos bien, hay que ir adentro.
—¿En serio lo estás? —Va respirando con normalidad cuando lo hago sentarse en el sofá luego de cerrar la puerta y yo me siento en sus piernas.
—Sí, sí, solo me hizo un rasguño en el brazo, ahorita lo curo. —Recargo mi frente con la suya—. Pero... le dijiste a tus padres de mi embarazo.
Que se lo diga parece hacerlo darse cuenta, como si ni siquiera él hubiera analizado que lo dijo debido a la intensidad del momento.
—No puede ser, perdóname —Suspira—. No pensé lo que dije, te prometo que les diré la verdad mañana, ahora estoy muy... Dios, qué locura acaba de pasar, por fin renuncié a la empresa.
No les digas la verdad, quiero decir pero el valor no aparece por ningún lado, no obstante, lo que actúa más pronto es mi miedo a todo. Incluso a perderlo.
—Todo está bien ahora, cariño. —La palabra "amor" no sale de nuevo, pero me siento cómoda con esa—. Siento que tu cumpleaños resultara en esto, yo quería que fuera especial.
Suspira y procura separarme lentamente para revisar bien mi brazo.
—Lo fue, mi amor —Besa mi hombro—. Déjame curarte eso para irnos a dormir.
Asiento, quitándome de su regazo para dejar que vaya hacia el botiquín que tiene en la alacena. Trae alcohol y algodón que me muestra antes de sentarse a mi lado y pedirme que le dé mi brazo. Yo me coloco de espaldas a él para no estirarme demasiado.
—No es muy grave, pero dejará una herida —dice y pone el algodón con alcohol en esa área. Yo me aguanto la queja, no me había dolido hasta que el líquido la tocó—. Ya está, no creo que vaya a salir más sangre.
Deja todo en la mesita y luego siento que pone una curita, lo que me provoca reírme porque sé que las curitas son de ositos con corazones.
—Mi mamá me las compró, deja de juzgarlas. —Se ríe. Parece más tranquilo.
—Son bonitas, gracias por ponerla.
—Un placer. —Me toma de los hombros y me hace recargarme en su pecho. Besa mi cabeza—. Campanita, te amo, no me dejes, por favor no te vayas de mi lado.
—No me voy a ir a ningún lado. —Suelto, sintiendo mariposas en mi estomago convinadas con adrenalina—. No prometo dejar de tener miedo ahora, pero quiero empezar por dejar ir cosas pesadas como la carga del matrimonio de mis padres.
—Esa, para empezar, no es tu responsabilidad, eso es asunto de ellos.
—Lo estoy tratando de entender. —Pongo mis manos encima de las suyas en mi pecho—. También quiero despedirme de la casa del árbol, quería decírtelo hace días, creo que destruirla sería terrible, así que me gustaría que me hicieras ese plano seguro del que me hablaste.
—Ya lo hice —confiesa y me levanto para poder girarme a verlo—. Quería que fuera tu sorpresa de... vale, ni siquiera sé cuándo cumples años y...
—El dieciséis de marzo.
—Vale, entonces es tu regalo con atraso de cinco meses, deja ir por él. —Se levanta y se va a su oficina. Yo lo sigo porque saber que ha hecho un plano para mí me emociona mucho—. Estaba pensando que sería una buena casa del árbol para que tus sobrinos y el bebé jueguen cuando visiten a los abuelos, ¿qué te parece? Mira, este es un tobogán y esta una escalera con barandas para más seguridad al subir.
Me enseña y me explica cada detalle, pensó bien en todo, hasta dibujó detalladamente un culimpio para bebés porque promete que, aunque sea muy pequeño, también disfrute de la diversión.
—Hablando del bebé, quiero mostrarte algo. —La felicidad que de pronto siento, participa en mi impulso por quitarme el vestido y mostrarle el bulto que se ha formado en mi vientre—. Mira.
—Oh, miren quién está creciendo —Me sorprende hincándose frente a mi barriga—. ¿Estás cómodo ahí, bebé? ¿La comida que le hago a mami es buena?
Me río y descubro también que estoy llorando de nuevo, pero estoy contenta.
—¿Qué crees que sea? —Le pregunto y la ilusión en sus ojos demuestra que le gusta ser incluido en esto.
—No lo sé, ¿cuándo podríamos saber?
—Pues se supone que eso podría saberse entre los cuatro o cinco meses. Aunque me gustaría una fiesta de esas de revelación.
—La haremos, la haremos, solo toca esperar un mes más para saber, ¿puedo ser el primero en saber? Yo podría buscar las cosas del color, o no sé cómo funciona eso.
Nos reímos. Este momento es tan maravilloso que no quiero arruinarlo.
—No, mejor dejemos que tu madre lo sepa y ella se encargue de todo, mi mamá es ansiosa y no guardaría el secreto.
Que mencione a su madre hace que cambie de expresión. Sonríe.
—Therine...
—Dejemos que las cosas sigan como están. —No es exactamente como quería decirlo, pero es un avance—. Nosotros nunca hemos fingido nada, Agustín, sigamos siendo lo que somos y como somos, dame paciencia con las etiquetas nada más, ¿sí?
—¿Pero puedo llamarte "amor"?
—Claro que no, me gusta que me digas "campanita mía".
—Te diré amor de todos modos —Se levanta y me toma de la cara para besarme—. Te amo... ¿eso también puedo decirlo?
—Sí —Le doy yo otro beso—. Yo también te amo.
Soltar, digo en mi cabeza y recuerdo de nuevo lo que me dijo Marisol: La experiencia de los demás... Esperemos, más bien, no defina la mía.
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