Capítulo 15

Maratón 1/3

Bonito jueves ❣️ esta wonita noche les traigo 3 capítulos dramáticos que darán pie a la siguiente fase de la relación de Agustín y Therine 🧐☻️❣️ espero les guste sjfjjs ❤️

___________

THERINE

No entres en pánico. Me repito a mí misma, respiro y lo voy mirando de uno por uno.

No llores. Es inevitable, pero analizo toda la pared.

—Hay un episodio en cada cuadro —dice Agustín, mientras yo confirmo que sí hay cinco pilas de cuatro cuadros en una sola pared, hay una línea extra, pero solo con dos cuadros. Cada episodio sale cada tres meses, es decir, cada año son cuatro episodios.

—Enmarcaste el cómic —digo bajito, pero igual él me escucha. Mi corazón late tan fuerte que siento que es el único sonido en la habitación.

Esto es...

—Sí, soy... fan del cómic, me gusta desde que salió. —Lo miro y no puedo creer que se ha puesto rojo, incluso evita hacer contacto visual—. Lo encontré de casualidad, mi mamá recortaba una sección de "Un día, una historia de amor" y justo hizo a un lado la página donde estaba "el restaurante".

Señala la primer tira, ese es el título del primer episodio.

–Heroísimo y Torpelina iban a comer a un restaurante pero a ella se le ocurrió la ingeniosa idea de meterse en la cocina de metiche. —digo y me río y así descubro que me he puesto a llorar también—. El puesto de limonada.

Leo el nombre del episodio dos. Agustín incluso les puso el título en grande, perfectamente recortado.

—Torpelina quería vender limonada, pero no alcanzaba los limones del árbol y eso la hizo llorar —cuenta él ahora—, entonces Heroísimo se los bajó con su superpoder de volar y juntos pusieron el puesto de limonada más famoso de la ciudad.

Me río y lloro. Es que yo no entiendo bien lo que siento, el cómic ni siquiera es famoso, es más, es algo absurdo y es de categoría infantil. ¿Cómo es que este hombre puede amarlo?

—¿Por qué te gusta esto?

Me giro a verlo de nuevo, parece confundido por mi reacción, pero también noto una vela de preocupación. Limpia mis lágrimas.

—Es que primero me llamó la atención el estilo de dibujo, luego las historias me parecieron buenas para un libro de cuento infantil, tiene cosas educativas. —Me envuelve en sus brazos y yo le devuelvo el gesto—. No pensé que mostrarte eso te pondría tan mal, Therine, perdóname. Creí que pensarías que soy un fanático obsesivo.

Otra vez me estoy riendo.

—Honestamente, creo que, saber que te gusta algo que hice con mucho amor, me gusta. —No debí decir eso—. Digo, hace unos meses, en una cafetería, escuché a una señora decir que era ridículo, admito que eso me hizo llorar un par de días.

—Pues esa señora no es tu público objetivo, campanita, es un muy bonito cuento infantil lleno de lecciones en un lenguaje que pueda entender un niño: Personajes que son niños, superhéroes, juegos.

Dios, que se calle que estoy amando todo lo que dice.

—Gracias. —Tomo aire y me separo de él—. Entonces te gusta el estilo de dibujo.

—Sí, es curioso. —Sonríe y se aleja para ir a su escritorio. Saca un par de papeles que, luego de titubear, me los termina mostrando. Son sus dibujos—. Son bocetos sin terminar, quería hacer algo así, pero no sé qué historia contar, solo he dibujado dragones, castillos y este se supone que es un príncipe, pero los ojos se le ven horrendos.

Me río porque sí, de verdad su príncipe tiene un ojo al gato y otro al garabato, pero en general, son buenos dibujos.

—¿Te gustaría conocer a Gerardo?

Me mira sin entender un segundo, pero luego, parece recordar que así se llama el ilustrador del cómic.

—¿Gerardo Martínez?

—Sí, somos buenos amigos y por supuesto compañeros de trabajo, vive del otro lado de la ciudad, pero si quieres ir, podría llamarlo para invitarlo a cenar con su esposa o ir nosotros.

¿Invitarlo a cenar? ¿Ir nosotros? ¿Qué me está pasando? ¿Qué sugerencias son esas? ¿Qué hace ese tono cantarín en mi voz? ¿Por qué estoy tan feliz?

—Invitalo a nuestra fiesta de compromiso. —No lo sugiere, lo está pidiendo, lo necesita.

Claro, ¿por qué no mencioné esa estúpida fiesta? Cenar con su esposa, ¿pero dónde estabas, lado razonable?

—Claro que sí —Decido que lo mejor es salir ya de la oficina, pero no sin antes ver por última vez los cuadros enmarcados del cómic que le escribí a mi hermano—. Aunque para que le muestres tus dibujos, tendrá que ser en otra ocasión.

—¿Mostrárselos a él? Dios no. —Salimos juntos y él cierra la puerta—. Qué vergüenza, son un desastre, no tienen ni pies ni cabeza.

—Son bocetos buenos, tonto —Íntima, le tomo el brazo y juntos caminamos de vuelta a la mesa. No sé de dónde ha salido la necesidad de tocarlo, pero no me importa—. Además él te puede dar consejos para mejorar.

Que le diga eso, lo hace emocionarse como un niño y hasta me abraza otra vez.

—Therine, tú y él son mis ídolos, ni siquiera sé cómo actuar, parezco pendejo.

—¿Así que soy tu ídola? —Intento buscar el modo de que la vergüenza se le vaya. En mi puta vida mi voz ha sonado tan seductora, ¿por qué justo ahora?—. Uh, mira, tuviste sexo con tu ídola.

—No sabía que Teria Days sabía usar ese tono. —Se burla y me da un beso desprevenida—. ¿Cree, querida ídola, que, ahora mismo, pueda volver a tener sexo con usted? Porque, no sé, creo que su cuerpo lo quiere ahora.

Y tiene razón.

—Sí, sí, y eso no debería ser sano —Aún así le pongo mis manos en su camisa y quito un botón.

—¿Quierer sexo no es sano? —Dice burlón y también busca deshacerse de mi ropa.

No, hombre, no es sano que me guste tener sexo contigo. No se lo digo por supuesto.

No, hombre, no es sano que me guste que me toques. Tampoco le digo eso.

No, hombre, no es sano que me gustes desde el primer beso que me diste. Eso está más que claro que no lo va a saber.

No, Agustín, no es sano que seas mi nuevo vicio.

***

Anadelia me trajo un vestido color rosa para la fiesta de compromiso. Y verme en él es una cosa muy loca, lo amo, supo mi talla, incluso la medida de tacones que para mi sorpresa son bajos y de color blanco.

Agustín entra a la habitación y me ve hacerle muchas poses al espejo.

—Te ves muy hermosa —dice y se me acerca para abrazarme desde atrás—. Tenemos que ir por tus padres.

—Cierto, vamos. —Tomo mi celular y lo meto en el bolso que también venía con el vestido. Busco a Caballero y le pongo su correa para llevarlo. Agustín toma las llaves del auto y salimos.

—¿Le dijiste a tus padres que no hablaran del bebé con los míos?

—Sí, les dije que tu padre era muy extricto y aun no íbamos a decirles, pero que lo haríamos. Me dijeron que estaba mal ocultarlo, pero entendieron y prometieron no hablar de eso cuando los conocieran.

Y espero que cumplan su promesa, porque mamá es la más entusiasmada con mi hijo.

Llegamos a la fiesta luego de ir por ellos. Me abrumo un poco cuando veo a mucha gente que ni conozco, meseros por todas partes ofeciendo bocadillos y copas con lo que parece ser Champaña. El único que está ahí y me sonríe al verme es Gustavo.

—Agustín. —Lo guío mientras él va saludando a algunas personas y yo también contribuyo al gesto hasta que llegamos con él—. Te presento a Gustavo Martínez y a su esposa Alexa. Gustavo, Alexa, les presento a Agustín Margo, mi prometido y gran admirador de nuestro cómic, Gustavo.

Gustavo, como lo esperaba, se sorprende y también se emociona de tener un admirador de su trabajo. Le extiende la mano y le agradece. Y como también lo esperé, Agustín tartamudea antes de decirle que tiene una colección del cómic que le gustaría mostrarle algún día. También le agradece por haber venido.

Pronto aparece Anadelia para decirle a Agustín que haga lo que tiene que hacer. Entonces se disculpa con Gustavo y su esposa y me lleva al centro de la sala. Me siento repentinamente chiquita ante tantas personas pero cuando él pone su brazo en mis hombros, solo me dedico a verlo a él.

—Querida familia y amigos, me complace mucho precentarles a Therine Díaz, esta bella mujer que pronto será mi esposa.

Los aplausos vienen con ovaciones y el tintineo de las copas que significa que quieren que nos besemos y por supuesto que lo hacenos. Al separarnos, me abraza y yo desde ahí alcanzo a mirar al señor Marcos, haciendo una mirada fulminante hacia nosotros, y a una mujer que me ve con asco. Le susurra algo al señor y este la hace un gesto de paciencia.

—Creo que a tu padre se le ocurrió invitar a Vera —susurro a Agustín y él me aprieta antes de separarse—. Porque no creo que sea una pariente si me ve así de feo, ¿no?

Los mira un segundo y evita a toda costa bufar de coraje.

—Sí es, pero no hay que darle importancia, eso es lo que papá quiere. —Me vuelve a tomar de la cara para darme otro beso—. Disfrutemos la fiesta, querida prometida.

Y así lo hacemos. Bailamos un poco, por ratos hasta se me olvida que esto ni siquiera es real. Agustín se la pasa presentándome familiares y algunos amigos de la oficina. Anadelia me presenta también a su grupo de amigas y yo le presento a mis padres a quienes invita a cenar una próxima vez para que "concretemos los planes de la boda" y mamá se pone tan contenta con eso que hablan del vestido. Por fortuna nunca habla de mi embarazo, lo cual me deja más tranquila hasta el final.

Todos se van yendo, despidiéndose de nosotros, agradeciéndonos la invitación y deseándonos lo mejor. Lo que después me sorprende es que la tal Vera solo me vuelve a mirar de pies a cabeza antes de irse. El señor Marcos ni siquiera se acercó a nosotros, lo único que hizo fue acompañar a Vera a la puerta y disculparse con ella.

No sé por qué siento que, su intención al invitarla, era arruinar la fiesta, pero su plan no le salió.

—Me siento mal porque Arturo no quiso venir —dice Anadelia, captando mi atención. Está abrazando a Agustín para despedirse.

—Me dijo que te pidiera que no sintieras eso. —Agustín intenta calmar la frustración de su madre—. Pero te prometo que, para la boda, lo haré estar presente, además yo quiero que él esté ahí.

Según me dijo, contactó a su hermano ayer de camino a la oficina y aceptó, pero en la noche lo llamó para decirle que no quería ver al señor Marcos y que lo disculpara.

Eso puso tan mal a Agustín que no podía dormir y no fue hasta que le dije que "las cosas cambiarían pronto" y me sentí hipócrita, porque jamás he creído en esas tonterías, que él decidió dormir.

Agustín se acerca a mí y a mis padres para irnos ya. Su madre se despide de mí también con un cálido abrazo y finalmente nos vamos.

Ahora todo se siente extraño. Bueno, al menos yo lo siento.

—Muchas gracias por acompañarnos y por aprovarme. —De ese modo, Agustín se despide de mis padres cuando los dejamos en la puerta de su casa.

Mi mamá, que desde el primer momento quedó fascinada con él, le dice que sabe que él me hará feliz. Papá, que para mí siempre ha sido el hombre con más peros del mundo, le dice que es un buen hombre para su niña.

Nos vamos en silencio a su casa. Agustín está claro que nota que algo está mal y detiene el auto una cuadra antes de llegar.

—¿Estás bien? —Pregunta, preocupado.

—No me gustan las fiestas —Suelto. Que le diga eso incrementa su preocupación, así que rápido agrego—: Pero... me divertí, me gustó esta.

Su ceño se relaja.

—He sido una ermitaña en los últimos años, solo salía de casa de mis padres a la mía fingiendo ir al bar, y cuando todavía no tenía la casa me iba a encerrar con Montserrat hasta que me sentí una arrimada y fingí que tenía vacaciones para ya no molestar. —Me río—. Haber ido a la playa fue un desafío, pero admito que también me divertí mucho allá.

—Eso es porque yo estaba contigo —dice, orgulloso—. ¿Soy tu luz? ¿La que ilumina tu camino?

Ambos nos reímos. Sonará cursi, pero probablemente tenga razón.

—No lo sé. —Me remuevo en mi asiento—. Pero sin dudas yo soy la tuya, mírate, ya no eres un amargado.

De nuevo nos reímos.

—Sí —dice antes de arrancar y suspira—. Claro que lo eres.

Mi estómago siente cosquilleo inevitable y mi corazón siente un vuelco al que no le encuentro razón aparente.

—¿Sabes? Lo he pensado bien, ya sé cuándo haré uso de mi premio por la apuesta —Llegamos a la casa, él es el primero en bajar y hasta se da el lujo de abrirme la puerta—. Tengo ocupadas estas tres semanas, pero de ahí, estoy libre el cuarto sábado por la tarde.

Me extiende la mano para "ayudarme" a bajar del auto y, una vez que lo cierra, colgada de su brazo entramos a la casa mientras que con la otra mano sostengo la correa de Caballero.

—Vale. —Acepto y ni siquiera soy capaz de dejar de sonreír.

¿A quién le importa razonar ahora?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top