Apéndice
El Dr. Fernando de la Mora, fue uno de los grandes prohombres que tuvo nuestra República del Paraguay. Férreo defensor de la independencia, adalid de la libertad de sus conciudadanos e impulsor de la educación como instrumento de desarrollo nacional.
Es una figura que tiene el resplandor de la gloria y el martirio tardíamente reivindicado.
Nace un mil setecientos ochenta y cinco, perteneciente a una familia tradicional paraguaya. Hijo de Fernando de la Mora y de Ana del Cazal. Realizó sus estudios superiores en el Colegio de San Carlos de Buenos Aires y en la Universidad de Córdoba, donde se recibió de doctor en Derecho. De regreso a la Asunción, se incorporó a la vida ciudadana.
Posteriormente, con el grado de alférez, formó parte de las huestes paraguayas que partió al Río de la Plata con el fin de defender sus costas de las invasiones inglesas (entre mil ochocientos seis y mil ochocientos siete). Se sabe que combatió heroicamente en las playas de Montevideo. En aquella ocasión y por primera vez, el contingente paraguayo utilizó distintivos en rojo, blanco y azul, colores que serían más tarde, los de la enseña patria.
Instalado en la capital, trabajó como abogado, al tiempo que desempeñaba el cargo de regidor del Cabildo asunceno en mil ochocientos diez y mantuvo una activa militancia conspirativa en los días previos a la independencia. No era, pues, un desconocido ni un improvisado cuando se iniciaron los trabajos secretos que debían conducir a la emancipación de España (el catorce y quince de mayo de mil ochocientos once).
Su preparación intelectual fue determinante para que el primer Congreso Nacional lo designara vocal de la primera Junta Superior Gubernativa.
Fernando de la Mora fue la pluma y el cerebro del nuevo Gobierno. La redacción de casi todas las notas oficiales, cartas e instrucciones pertenecían a su autoría, quien fungía también de secretario en aquella corporación.
Su prosa clara y rica en conceptos que no se asimilan sino en el estudio y meditación, se comprueba en los innumerables documentos inéditos, hoy diseminados en bibliotecas y repositorios nacionales y extranjeros.
Fue un asiduo lector de los clásicos latinos.
Fue uno de los entusiastas propiciadores de la emancipación política del Paraguay, uno de los actores fundamentales de la gesta de mil ochocientos once. Cuando se estableció el primer gobierno autóctono, la Junta Superior Gubernativa, Fernando De la Mora, con veintiséis años, era electo como vocal. Desde un primer momento surgió una espinosa relación con su colega José Gaspar Rodríguez de Francia. Quién no toleraba que nadie discutiera su postura, y no cejó en su empeño por opacarlo y excluirlo de la junta, pues veía en Fernando, un potencial rival en el manejo de las cosas del gobierno.
Aun así, De la Mora, tuvo grandes batallas a su cargo, que las venció gloriosamente a todas ellas, como la recuperación del fuerte Borbón, la instalación del primer Cabildo, también había sido propiciado por la capacidad de Fernando, y la justicia lograda en Villa Concepción.
El pensamiento político y doctrinario del doctor Fernando de la Mora, es palpable en los documentos que legó a la posterioridad y cuya redacción estuvo a cargo de su puño y letra, como el Bando de seis de enero de mil ochocientos doce y la instrucción para maestros de escuelas.
Su consigan fue siempre "Patria Independiente, Pueblo Libre". Por otra parte, era, ferviente propagandista de las ideas del filósofo Montesquieu en lo concerniente a la separación de los poderes del estado y la consagración de los derechos civiles.
El pensamiento y espíritu de ese pionero gobierno nacional, está patente en varios documentos redactados por el mismo De la Mora. Y en el documento mencionado más arriba del Bando de seis de enero, se expresa que los patriotas pusieron como elemento rector de la vida ciudadana, al conocimiento, por encima del nacimiento. Típico de sociedades de estructuras sociales muy rígidas e inmutables.
En ese plan de gobierno, los miembros de la Junta pusieron como norte de su accionar, la instrucción pública. Algunos párrafos de aquel poco conocido documento, señala un compromiso de la Junta de observar "Los inmanentes y augustos derechos del hombre, y tranquila posesión de los naturales títulos de la Propiedad, Libertad y Seguridad, sobre cuyas firmes columnas posan y descansan los Imperios y República de este Globo".
Fernando de la Mora, dedicó siempre, sus actividades comerciales, viajando permanentemente al Rio de la Plata, transportando licores del establecimiento industrial de su familia. Por medio de estas actividades se vinculó estrechamente con familias patricias de Santa Fe y Buenos Aires. Esos negocios, lo ayudaron a progresar económicamente y a ser una de las familias más acaudaladas del Paraguay. Cosa que también molestaba al dictador de la República, señalando a Fernando como un hombre a favor de Buenos Aires.
Todos conocían la rivalidad entre Francia y De la Mora, eran dos temperamentos, dos actitudes, dos caracteres contrarios y dos maneras diferentes de pensar en un solo escenario, estaba claro, que, en la Junta Gubernativa, no podrían permanecer juntos. Los continuos roces y discusiones entre ambos, abrían una brecha cada más grande. Rodríguez de Francia intrigó en su contra, tomando todos los elementos a su favor para dejar a Fernando de la Mora, totalmente fuera de la Junta Gubernativa. Siendo este, expulsado el dieciocho de septiembre de mil ochocientos trece.
De la Mora se retiró del escenario político y se dedicó de lleno a sus actividades privadas, cuando Gaspar Rodríguez se fue adueñando del poder, haciéndose nombrar primero cónsul, luego dictador temporal y finalmente dictador perpetuo, uno de sus más grandes críticos fue, precisamente Fernando de la Mora.
Este hombre temerario, para todo aquel que pensaba contrario, dentro de la Junta Gubernativa, era una persona doctrinaria y culta, era un hombre clásico, casi un romántico; cuando hablaba y escribía lo hacía con el estilo de una homilía tratando de persuadir, no de imponer. Su carácter y personalidad eran la de un maestro. Fue uno de los padres de nuestra independencia.
Sus visiones se adelantaban a los hechos, Con una visión bastante adelantada a los tiempos conservadores que existían en materia de pedagogía, este paraguayo singular aseguraba que, para enseñar a los niños y jóvenes, no hay que castigarlos, hay que predicarles a través de la persuasión, con argumentos. Por ende, su visión era absolutamente de vanguardia. Este pensamiento era completamente diferente al del dictador Francia, que pensaba que, para que el Paraguay sea libre se tenía que aislar, ya refleja una cultura de tendencia autoritaria.
Por aquella época, el líder natural era Fulgencio Yegros, y de esto se dio cuenta Francia, quien creía que las ideas de, De la Mora llevarían al Paraguay a tener buenas relaciones con Buenos Aires y que esto podría perjudicar la independencia. De allí viene su famoso dicho "de qué vale liberarnos de las cadenas de los españoles, para ponernos los grilletes de los porteños". En consecuencia, Francia propone una dictadura temporal para "poner orden".
De la Mora era un asiduo lector de Locke, y constantemente mencionaba a Cicerón, uno de los más grandes pensadores romanos, se le considera el creador de las leyes generales, que implica no otorgar privilegio para nadie ante la ley. Este pensamiento, que persiste en la actualidad, es lo que se denomina "igualdad ante la ley".
Con respecto la educación, Fernando De la Mora tenía planes de promover la escuela primaria, promover las artes, las letras y la cultura en general.
El modelo económico, De la Mora, era también diametralmente opuesto al de Francia, porque la visión de Fernando implicaba una apertura hacia los demás países. En este sentido, pregonaba la libre navegabilidad de los ríos, el derecho internacional de los países a navegar libremente en los ríos que confluían hacia el mar como el Río de la Plata.
Nuestro prócer paraguayo tenía una figura que comulgaba sus ideas: Juan Bautista Alberdi, quien fue el redactor de la Constitución de ese país. A diferencia de este pensamiento, Francia tenía la idea de la autarquía, un sistema de autosuficiencia económica, según el cual un país o región trata de autoabastecerse con sus propios recursos. La autarquía producía "el mal de los recursos naturales"; es decir, creer que los recursos naturales por si solos promueven el desarrollo.
Hubo muchísimos puntos en desacuerdo con las visiones de los miembros de la Junta Gubernativa, y ya no solamente era Fernando, quién estaba en contra de Francia, sino que también, Yegros, Juan Caballero, Bogarín, entre otros. Esto condiciono en gran manera, la forma de pensar de todos ellos, llevándolo a organizar un complot en contra de Francia. Los mencionados comenzaron a conspirar, para que, de esa forma, fuera José Gaspar Rodríguez de Francia, quién quede fuera de la Junta Gubernativa.
Todas esas reuniones conspirativas comenzaron a darse a finales de mil ochocientos diecinueve y todo mil ochocientos veinte. El descubrimiento de la conspiración de mil ochocientos veinte, fue el pretexto ideal del dictador, para comenzar a deshacerse de sus compañeros.
Rodríguez de Francia al enterarse de que un complot se originaba en su contra. Llevó adelante una razia que termino con el encarcelamiento, tortura y fusilamiento de casi todos a quiénes acompaño en la gesta de mil ocho once. Entre ellos, claramente se encontraba Fernando De la Mora, de quién nunca se pudo demostrar realmente si fue participe de esa conspiración o no. Las pruebas nunca existieron.
El dictador lo encarceló, confiscó sus bienes, dejando en la ruina a su familia, así como también lo hizo con el señor Manuel Cohene, padre de Josefa. Más al encarcelar a Fernando de la Mora, Francia nunca formuló acusación formal contra su rival político, ni presentó pruebas contra él. Tampoco le sometieron a un legal justo y digno.
Fernando de la Mora fue víctima de la tiranía, la rivalidad y el orgullo de un hombre que lo separó de su familia. De la Mora, fue recluido a prisión por catorce años, fue un acto arbitrario e inhumano, sometido a torturas, castigos y privación absoluta de sus derechos humanos. Rodríguez cumplió con su palabra de "secar a Fernando de la Mora en prisión" esto había sido el mayor castigo para hombre como Fernando, siendo un hombre de acciones y pensamientos que demostraban, que era un gran humanista.
El final de este gran hombre, de este revolucionario guerrero y uno de los padres de la patria, fue injusto, doloroso y triste. Agobiado por las penalidades sufridas en prisión, el veintitrés de agosto, se declaraba oficialmente muerto, al doctor Fernando de la Mora. Quién había sido fusilado por órdenes del dictador. Fue sepultado en el tercer lance de la capital asuncena.
Hasta hoy día, hay historiadores que afirman, que el final de Fernando de la Mora, fue incierto, ya que mientras algunos sostienen que posiblemente falleció en prisión hacia el año mil ochocientos treinta y cinco, otros argumentan que fue después de liberado. Otras hipótesis afirman que Fernando De la Mora falleció engrillado. Sin embargo, hay documentos, que avalan la muerte de Fernando de la Mora, en prisión.
La Ordenanza del seis de octubre de mil novecientos veintitrés de la Municipalidad de Asunción resolvió prestar homenaje al prócer, instituyendo su nombre a la larga avenida que comienza en la calle General Santos hasta la Avenida Defensores del Chaco.
Y el veintiocho de febrero del año mil nueve treinta y nueve se crea el municipio de Fernando de la Mora (colindante con el municipio de Asunción), independizándose territorial y autárquicamente del municipio de San Lorenzo.
Actualmente Fernando de la Mora, es una de las figuras importantes del Paraguay, que está por ser abrazado del olvido, pero que tanto él como los demás compañeros de esa revolución de mil ochocientos once, deben de ser recordados por siempre, como héroes de la patria. Ya que la gente de esta generación, gente joven que tiene una visión, incluso sin ser consciente de ello, de las ideas que De la Mora pregonaba. Harán que resurja los pensamientos de Fernando. Porque "La gente hoy día quiere comunicarse con el mundo, no quiere vivir aislada". Esto justamente era lo que pregonaba nuestro prócer paraguayo.
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