Capítulo 7

EMMA

Abro los ojos y pronto me entero que de nuevo estoy desnuda y sola en mi habitación.

Soy una idiota, no hay otra explicación.

Azariel ya se fue, de nuevo, y ese pretexto de su trabajo ya no me lo voy a creer.

Aunque, ¿qué esperaba? ¿Que se quedara conmigo hasta el amanecer? ¿Que despertara en su pecho y él abrazándome?

Toco mi vientre y suspiro.

—Tu mami es una débil, bebé. —Sobo mi barriga plana—. Una débil y una sucia.

Quiero llorar pero prefiero aguantarme. Busco mi teléfono pero no lo encuentro por ningún lado, creo que lo dejé en la mesa de la cocina.

Miro por la ventana. Es de noche, supongo que se fue en la tarde, antes de que se pusiera el sol.

Me levanto, enredando la sabana en mi cuerpo para irme al baño. Estando ahí me miro en el espejo. Estoy hecha un completo desastre, mi cabello está en una maraña en el centro de mi cabeza, en mis ojos hay unas ojeras apenas marcadas. Abro mi boca de la sorpresa cuando noto un par de chupetones en mi cuello. Una inoportuna sonrisa aparece en mis labios.

De verdad fue intenso.

—Dios, ¿qué estoy haciendo? —El arrepentimiento llega y me siento mucho más estúpida.

¿Por qué dejé que me besara? Ahora se ha ido después de todo. Otra vez. No debí quitar su camisa, ni permitirle quitar de nuevo mi ropa.

—Emma. —Doy un salto al escuchar su voz en la habitación—. Te traje la cena.

Mi corazón late fuerte. Mierda, no se fue aún. ¿Ahora cómo lo veo a la cara? Vale, suena bien estúpido esto, pero me da vergüenza verlo después de todo, y además estoy desnuda. ¿Qué hago?

—¿Vas a bañarte antes? —Pregunta, creo que está detrás de la puerta, su voz suena fuerte.

—Sí. —En seguida me meto a la regadera y la enciendo para que ni se le ocurra entrar.

Durante mi baño, analizo. Estoy loca, de verdad estoy completamente loca, todo lo que me hizo mamá me volvió loca.

Metí la pata una vez... la segunda ya son tonterías, ¿cómo pude repetirlo?

Hormonas. Eso ha de ser.

***

Salgo del baño sintiéndome fresca. Suspiro largo antes de acercarme a la cama, donde justo Azariel está recostado boca arriba junto a mi comida. Se está tapando la cara con uno de sus brazos.

En la tabla de madera hay un plato con carne molida con verduras, a un lado hay un ginger ale en lata y también un plato con pepino con sal y limón.

¿Lo habrá preparado él? Sonrío como estúpida solo de pensarlo y me arrepiento cuando él se menea un poco, quita su brazo y me ve con una sonrisa. Yo miro de nuevo mi comida para disimular.

—Leí que el ginger ale sirve para las náuseas también —me cuenta.

Yo no sé qué decir más que, según yo, esa clase de bebidas no se venden por aquí.

—Fui al pueblo y lo hallé en un expendio, el señor que me atendió me miró raro porque no compré nada de alcohol para revolverlo, me lo preguntó.

—No sabía que se podía revolver con alcohol.

—Yo creí que era alcohol, pero no, es un jugo de jengibre y limón.

Suelta una risita que me obligo a no seguir porque es momento de hablar de lo que pasó.

Sin cobardía, Emma, ya no más.

—Vale, ya no quiero hablar del ginger ale. —Me siento en la cama y doy el primer pinchazo a una rodaja de pepino. Comerlo relaja mi estómago revuelto—. Creí que te habías ido... otra vez.

No quiero girar a ver si me está prestando atención, pero igual sigo.

—Aunque, bueno, en realidad quería decir que de nuevo no debimos...

—Me voy a quedar unos días, hasta que sea tu cita médica, te acompañaré. —Él decide cambiar el tema.

Gracias al cielo.

—¿Cómo así? No necesito que seas mi niñero, que sepas.

Él se vuelve a reír.

—No te pongas en ese plan de vuelta, ¿quieres? Quiero estar al tanto de ti y del crecimiento de mi hijo.

—Puedo estarte avisando, no tienes que estar aquí, tú tienes tus obligaciones en la ciudad, tu empresa de no sé qué y probablemente una novia.

Me meto otra rodaja y trato de distraerme para no asimilar lo que acabo de decir.

—Ya le encargué todo a Louis —Pone una de sus manos en mi pierna y la palmea dos veces antes de sentir cómo se acomoda para sentarse. Trato de no voltear aun así—. Mi empresa está ligada al campo, de estas tierras sale la producción... Oh, cierto, no hemos hablado mucho, ni te he contado.

Pues no, solo hemos... Dios, de verdad estoy loca.

—Manejo una empresa agrícola.

—¿De verdad? —Me muestro interesada y volteo a verlo.

Comienza a contarme que papá le pagó todos sus estudios y que la empresa la levantó junto a Louis hace apenas dos años y están surgiendo muy bien pese a que son poco conocidos.

Termino de comer para cuando me confiesa que echó a su asistente por no pasarle mis llamadas y lo regaño.

—Siempre había sido un dolor de cabeza, Emma, mejor no hablemos de ella.

—Tú la mencionaste, ni te quejes. —Me acomodo mejor en la cama y decido cubrir mis piernas con las sabanas luego de dejar la tabla en el suelo—. Pero tienes razón, no hablemos de ella. Háblame de papá e Inés, ¿cómo fue su boda?

Me mira como si hubiera dicho algo mal, pero pronto noto que lo hacer porque cree que el tema me molesta.

—Quiero saber todo lo que pasó desde que me fui, Azariel, ¿puedes decírmelo?

Por un momento lo duda pero se decide cuando pongo mi mano en su pierna, casi rogándole que me lo cuente. Suspira antes.

—Cuando te fuiste, Elías se deprimió, pero no fue nada grabe, supimos qué hacer, mamá le prometió muchas veces que volverías.

Se forma un nudo en mi estómago y ahora pienso que fue mala idea pedirle que me hable de todo eso, sin embargo, no le digo nada.

—Yo, por mi parte, me enojé mucho, nunca fui capaz de decirle a mamá por qué me había dolido tanto que te fueras.

—¿Nunca mencionaste nuestra relación? —Estoy sorprendida.

—No, era nuestro secreto, y sé que habíamos hablado muchas veces sobre contarlo, pero cuando te fuiste no le vi el caso, mamá pensó que mi enojo y tristeza era porque mi mejor amiga se había ido.

Creo que de verdad no quiero seguir escuchando esto. Pero de nuevo no digo nada.

—Se casaron un año después, su boda fue en el granero, hay fotos muy lindas que seguro están en su habitación. Te las mostraré luego.

Nos pasamos horas hablando. O eso creo, no sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que ya me contó cuando entró a la universidad y papá le ayudó en muchos aspectos, incluso le prestó para la empresa y él se lo devolvió al año.

Cuando mis ojos comienzan a cerrarse por sí solos, Azariel me habla de cuantas veces rechazó a Sarah y esta no se ha cansado aun.

—Cuando vi cómo se te acercaba en el funeral, creí que era tu novia.

Bostezo y él suelta una risita.

—No, y no he tenido novia en mucho tiempo.

—Ajá, te creo. —Siento que acomoda las sábanas mejor sobre mi cuerpo—. Aunque, qué bueno que no tengas novia, porque me sentiría culpable de este asunto.

—¿Qué asunto? —Se ríe y yo suspiro.

—Ya vete a dormir, mañana tenemos que ir al médico.

De nuevo escucho su risa y finalmente siento un beso en la frente.

—Vale. Descansa, Emma. Del asunto hablaremos mañana, pero acuérdate que el asunto tiene nombre.

El ruido me hace darme cuenta de cuando se acerca a la puerta y finalmente sale, cerrándola.

Suspiro, estoy tan cansada, pero de todos modos tardo en dormirme porque a sensación de sus labios en mi frente me recuerdan la sensación de esos mismos labios recorriendo todo mi cuerpo.

El asunto tiene nombre. Pues no me gusta mucho su nombre.

De veras estoy loca.

***

Son las siete de la mañana cuando Azariel me lleva de camino al pueblo en su auto, me contó que mientras dormía en la tarde, me hizo una cita por teléfono y esta es a las ocho con quince, por lo que tuvimos que irnos temprano.

Durante el camino, no paro de templar de nervios. Aunque cada parte de mi ser está emocionado, sé que no me harán ninguna ecografía y eso, pero ir al médico reafirma por completo que estoy embarazada y comenzaré a tomar los medicamentos necesarios para que mi hijo llegue con bien a este mundo.

Azariel, por otro lado, comienza a hablarme de cuando tomaba sus vacaciones en la finca y también cómo se hizo amigo de Louis

La conversación logra quitarme un poco los nervios y por fin llegamos al hospital. Bajamos, él me acompaña en todo momento y yo no lo analizo hasta que la recepcionista nos pregunta a qué vinimos.

Azariel le cuenta que tenemos cita.

—Justo es su turno, después de ese hombre de ahí. —Nos señala a un anciano y este nos sonríe.

Me siento en una de las sillas disponibles luego de que la chica tome mi peso y estatura. Azariel se queda parado frente a mí porque el lugar está lleno.

—¿Crees que sea muy pronto para comprarle cosas al bebé? —Pregunta de repente—. Bueno, me gustaría, pero igual no sabremos el sexo hasta que tengas unos seis meses, ¿no?

No le respondo porque una señora lo hace por mí a un lado de nosotros.

—A los cuatro ya se puede saber, muchacho. Aunque es posible que no se deje ver a la primera.

—Gracias —Azariel le sonríe.

El anciano entra unos minutos después, y, tan pronto como sale, me levanto para entrar.

—Espérame aquí afuera.

Me mira indignado, pero pronto acepta mi petición, diciéndome que mientras irá a comprar algunas cosas.

Tomo aire y entro. Hay una doctora ahí. Me sonríe y se presenta como Mariana Rivas, me hace una serie de preguntas que le respondo a punta de nervios. Y, a finalizar, me da la receta y me pide volver en un mes.

Salgo en dirección a la farmacia. Azariel no se mira por ningún lado, así que asumo que debe estar afuera, salí demasiado rápido de la consulta.

El de la farmacia me da las vitaminas necesarias. Doy la vuelta para irme, pero choco con alguien.

—Lo siento —La voz que se disculpa viene junto a un olor a medicamentos que me da un poco de nauseas, por lo que me cubro la nariz antes de ver con quién choqué. Es un doctor—. ¿Está bien, señorita?

Asiento pero la náusea solo me da para acercarme al primer bote de basura que logro ver y descargar. Mi cabello es sostenido inmediatamente así que no lo logro manchar de mi desafortunado vómito, también siento una mano sobando mi espalda y esa voz pidiéndome que suelte todo.

Cuando me inclino, la mano forrada de blanco que sostuvo mi cabello, me tiende una servilleta y la tomo para limpiarme la boca. Al levantar la vista, miro a Azariel junto al doctor de hace un momento.

—¿Estás mejor? Toma. —Azariel se acerca y, no sé por qué, hace a un lado al doctor de un leve empujón y me tiende una lata de ginger ale como la de anoche. Luego le echa una mirada al doctor—. Eh, buen día.

Abro la lata y bebo mientras lo miro frunciendo mi ceño. El desgraciado primero parecía querer golpear al doctor hace segundos, y ahora lo saluda con una palmada en la espalda. Luego, como si yo misma intentase adivinar, miro el pecho del doctor, donde está escrito su nombre: Doctor Isaí Medina.

—No me jodas —digo y ambos voltean a verme—. ¿Isaí? Dios, de verdad lograste ser doctor.

Él primero frunce el ceño y luego mira a Azariel en busca de ayuda.

—¿Vas a decir que no la reconoces? Si se ve igual —Azariel se ríe. Isaí sigue sin entender—. Es Emma, wey, Emma Rentería.

Isaí me mira esta vez genuinamente sorprendido y emocionado, me da un abrazo. Yo se lo correspondo animada, pese a que su olor me provoca más nauseas.

—Anda, ya entendí por qué el empujón de celos —comenta al separarnos y luego se ríe, viendo a Azariel—. ¿Qué los trae por acá? No, ya sé, ¿embarazada? Espero que embarazada, el vómito y tu reacción ante el olor lo dice todo.

—Eres un súper doctor entonces. —Me río. Azariel sonríe, pero noto algo extraño en él. Nos mira en alterno a ambos—. Sí, vinimos a mi primera cita de chequeo, según las cuentas, estoy de un mes recién.

—Fantástico. —Me vuelve a abrazar—. A la décima semana se podrá realizar el primer ultrasonido.

—¿De verdad? —Me ilusiono y miro a vuelta a Azariel—. ¿Oíste? Lo podremos ver más pronto de lo que pensaba.

—Sí —responde amortiguado, sigue raro, de veras.

—Bueno. —Isaí mira su reloj—. Ha sido agradable volver a verlos, pero estoy en medio de una consulta y vine por un medicamento, me alegra tanto que se hayan casado, le he ganado la apuesta a Danna, caray. Felicidades por eso y por el bebé que viene en camino. Nos vemos.

Quiero detenerlo y decirle que está equivocado, pero Azariel me detiene, ahora trae una sonrisa diferente.

—Hay que irnos, ¿qué te dijo el doctor?

Lo miro confundida un segundo, pero decido no darle demasiadas vueltas.

—Solo me recetó las vitaminas, por ahora, el siguiente chequeo es en un mes.

Salimos del hospital. Mientras llegamos al auto, Azariel me va contando que Isaí es el mejor doctor del pueblo.

—Eso es genial, de veras. O sea, ya lo sabíamos, era su sueño, pero saber que lo cumplió y es importante es impresionante.

Isaí era parte de nuestro grupo de amigos, ese grupo que estaba conformado por algunos hijos de trabajadores del campo o de personas que vivían del otro lado del mismo, nos veíamos cada fin de semana mientras papá pagaba a los trabajadores personalmente en las oficinas del campo. Isaí siempre decía que quería ser doctor, pero incluso él mismo dudaba de ello porque sus padres no ganaban lo suficiente para pagarle la universidad, siquiera la secundaria completa. Incluso apelé con papá para que les aumentara el suelo a sus padres, pero muchas veces me dijo que era imposible, porque tendría que subirlo a todos los trabajadores y no podría con tanto.

Azariel hace una pequeña mueca que alcanzo a percibir mientras subimos al auto. Aclara su garganta antes de hablar.

—Pues bien dicen que el que persevera alcanza. —Suelta un suspiro—. El canijo con sus domingos compraba dulces para vender y de ahí se fue ampliando, la última vez que supe de él en prepa, vendía comidas los fines de semana, luego supe que había conseguido una beca para la universidad, no fue hasta que me enfermé hace unos meses que lo vi ahí, me sentí tan orgulloso.

—Eso es maravilloso. Por supuesto que yo también estoy orgullosa.

—Claro que lo estás, ¿no? —Su tono me provoca una revelación tan absurda para mí misma que no la digo en voz alta: está celoso—. ¿Sabes? Está casado con Danna desde hace un año y la ama mucho, no tienes oportunidad con él.

Me aguanto las ganas de reír y me mantengo viendo la ventana al emprender nuestro viaje de regreso a casa. Aunque no aguanto mucho, me río en el primer semáforo.

—Me alegra que se haya casado con la chica de sus sueños, recuerdo que él juraba que ella nunca le haría caso por ser pobre.

Azariel me mira y yo le sonrío.

—No asumas las cosas por celos, hombre, por Dios.

—¿De qué celos hablas?

—Ah, no sé, ¿o en realidad se te metió el espíritu protector de relaciones ajenas?

Él suela una risita.

—Recuerda que hoy es tu primer día haciendo los almuerzos de los trabajadores, Antonia ya les hizo el desayuno, ¿estás lista?

Asiento, zanjando el tema. Una parte de mí se siente orgullosa de mi descubrimiento, pero entonces aparece un inoportuno miedo. ¿Qué pasará con esto? Mi vida se ha ido en picada. Bien dicen que cuando uno está en el fondo lo único que le queda es subir, pero, ¿a dónde iré yo? Espero que no me lastime esto, ni en el proceso mi hijo sufra.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top