Capítulo 2
AZARIEL
Cuando sus sollozos van parando de a poco, noto que se queda dormida en mis brazos. Alargo un suspiro antes de decantarme por tomarla en brazos y llevarla escaleras arriba hacia su habitación.
Esta semana ha sido un verdadero infierno para mí, y volverla a ver solo reafirma que sigo sintiendo lo mismo que cuando teníamos dieciséis años.
Una adoración tan estúpida que por años se mezcló con odio y ahora ni siquiera lo entiendo. Yo amaba a esta mujer, pero me abandonó sin decir una sola palabra.
Una vez que la recuesto y la cubro con una sábana, me voy a mi habitación y trato de no pensar mucho en lo que pasará en los próximos días.
Esto de verdad apesta.
***
—Sí, Ernesto. —Me despierto en la madrugada, respondiendo la llamada de Ernesto. Tallo mis ojos y me siento en el costado de la cama.
—Azariel, el notario llegará a medio día.
—¿Qué mierdas? No puede esperar al menos unos dos días, ¡los enterramos ayer!
Me levanto de la cama y comienzo a buscar mi ropa.
—Sé que es un poco insensible de su parte, sí, pero dice que se irá mañana del país y no estará por meses. Habla con Emma.
Solo así recuerdo que Emma está en la habitación frente a la mía. Siento que se me revuelve el estómago.
—Bien. Prepararé todo y hablaré con Emma, gracias, Ernesto.
Salgo de la habitación y voy directo a tocar a su puerta. No responde. Voy a tocar una segunda vez pero me detiene un ruido afuera, como un sordo golpe.
—Ay, ¡puta madre, ya lo había logrado! —Es la voz de Emma.
Bajo rápido las escaleras solo para ver qué es lo que hace. Está a medio patio trasero, juntando lo que parece ser maíz con alpiste. Me oculto para que no se dé cuenta de mi presencia.
—¿Por qué no hago nada bien? Soy un fracaso —chilla y hace un leve berrinche. Luego suspira, cerrando los ojos con la cabeza hacia el cielo—. Puedo con esto, mamá no tenía razón, no soy una inútil, no soy insuficiente, no... ay, ¿a quién engaño? Soy fea y estúpida, Dios. Papá, dame fuerzas.
—¿Qué haces? —Me le acerco y al escucharme se limpia las lágrimas como tratando que yo no vea. Estando más cerca, noto que trae la misma ropa que ayer pero todo está sucio con tierra, heno y lo que parece ser yema de huevo—. ¿Desde qué hora estás haciendo, lo que sea que estás haciendo?
—Me levanté a las cinco de la mañana... bueno, más bien no tomé mis pastillas para dormir y desde anoche hice algunas cosas, Ernesto y los demás no estarán hasta mañana, alguien tenía que atender a los animales.
—Pero eso iba a ver cómo hacerlo yo, no tenías que preocuparte, Emma.
—No sabes ordeñar una vaca —Hace un extraño puchero que me recuerda a la Emma de dieciséis años y trato de que no me ataque la risa cuando incluso se cruza de brazos.
—Tú tampoco, Emita, no me jodas con quién puede más que el otro. —La ayudo a levantarse del suelo. Hago una pequeña mueca por el olor que desprende su ropa pero no dejo que vea e intento, de algún modo, sacudirle la tierra, manchándome en el proceso de lo que sea que traiga además de eso—. Mira, ve a darte un baño y yo termino con esto, Ernesto me llamó para decir que el notario viene para acá a darle lectura al testamento de nuestros padres, hay que estar listos.
Miro su tensión pero luego solo asiente.
—Solo faltaba darles de comer a las gallinas... gracias, Azariel, por no echarme.
Se va y yo no comprendo mucho por qué habría de echarla yo de aquí si básicamente el arrimado soy yo, ella por supuesto es la dueña de toda la finca, cada pedazo de tierra es suyo, obviamente eso va a decir el notario, por eso me iré a casa una vez que este asunto pase, tengo que volver a mi trabajo y mi casa y no volver a ver a Emma jamás en mi perra vida.
***
—Gracias por recibirme hoy, señor Guerras, señorita Rentería, perdonen ser precipitado y que me veo como poco empático en esta situación, pero no volveré al país en meses y esto tiene que quedar leído lo más pronto posible. Mi más sentido pésame.
—Gracias, señor Hipólito, tome asiento por favor —dice Emma y el señor Hipólito lo hace y justo después nos sentamos nosotros. Estamos en el despacho de papá Elías, Emma ha quedado justo en su silla y yo estoy frente a frente con el señor Hipólito.
—Bien comenzaré a leer... —Saca la documentación y por fin empieza—. Yo, Elías Rentería De La Garza. En pleno uso de mis facultades mentales...
Emma me extiende la mano por encima del escritorio, y yo sin dudarlo se la tomo. Noto que esto es muy difícil para ella y por supuesto que lo entiendo, pero yo ya sufrí estos días, ya me había preparado mentalmente para esto desde que habían entrado en coma y el doctor no me dio esperanzas, me hice el fuerte hasta cuando dijo que mamá había sido la primera en morir y papá Elías lo hizo tan solo unos segundos después. Se fueron juntos, eso me dio un poco de consuelo porque se amaban demasiado.
—¿Está diciendo que dividió la finca en dos? —La voz de Emma me saca de mi trance, me aprieta un segundo mi mano y después la suelta.
—No, señorita Rentería —le responde el señor Hipólito y yo pongo atención—. Aquí dice que le dejó las tierras a usted y la casa al señor Guerras.
—¿Qué? —Reacciono, confundido—. Pero ella es la hija biológica de Elías, ¿no supone que la herencia debe ir para ella en su totalidad?
Me levanto de mi silla y comienzo a caminar de un lado al otro. Esto no me gusta nada, porque para empezar, mi plan es no volverme a topar con Emma después de este día.
—Su madre fue la esposa del Don Elías, señor Guerras, aquí dice que si falta él, la casa es de la señora Inés, pero al faltar ella pasaron a usted al ser el único familiar directo. Lo único que se ha dividido en dos es el dinero, sin embargo no pueden hacer uso de él sino hasta seis meses. También...
Emma se levanta sin dejar terminar al señor y simplemente sale del despacho, visiblemente afectada. Me disculpo con el señor antes de seguirla. Alcanzo a ver que va a media escalera para subirse a su habitación. Tomo aire y me detengo, recordando cosas de nuestra adolescencia. La última vez que la vi hacer eso fue cuando papá Elías dijo que se casaría con mi mamá, ella se enojó tanto que subió a empacar sus cosas.
Decido mejor regresar con el señor Hipólito para que me explique mejor todo y, una vez que lo hace, lo despido en la puerta, agradeciéndole su trabajo.
Los sollozos de Emma se escuchan seguramente hasta donde el notario ha tomado su auto para irse.
—¿Ahora qué voy a hacer contigo, Emma Rentería? —Me lo pregunto a mí mismo porque claro que soy un idiota, un iluso, más bien, porque vuelvo a caer en esta necesidad de cuidarla y consolarla. Ella necesita apoyo, y, para mi desgracia, hoy solo me tiene a mí.
La odio, pero no puedo evitar pensar que en realidad no lo hago.
Voy escaleras arriba, dispuesto a hablar con ella, pero, cuando estoy por tocar su puerta, la abre.
Nos miramos por unos largos segundos, ella ya no emite ningún ruido, pero sus lágrimas siguen ahí.
—No debí irme nunca —dice de repente y da un paso al frente. Yo considero que debería retroceder mas no lo hago y me pongo a verla con detalle mientras sigue hablando—. Nunca debí dejarlo... dejarlos, a los tres, Inés era buena conmigo, y tú...
No puede decirlo, pero saber que habla de nuestro pasado y de mamá me hace tragar saliva. ¿Por qué sigue alterando mis sentidos? Esto es estúpido, ella ya no es la chica de dieciséis años de la que me enamoré. No, ahora es la adulta en la que se convirtió esa chica, y sigue siendo hermosa y frágil. Pero la odio por irse.
—Ya, ya, no llores más, todo pasará pronto. —No sueno cálido ni acogedor y ella lo nota por lo que duda en si seguir hablando y yo me siento un completo estúpido. Pasaron muchos años, ya debió haber sido superado—. En ese entonces estabas mal, rejega, además nadie sabe cómo sucederán las cosas, te sentías de algún modo traicionada.
—No merezco nada, no sé por qué papá me dejó las tierras, ni siquiera sé cuidarme sola, he sido una idiota desde hace diez años y lo peor es que ya no puedo remendarme.
Sin reprimirse más me abraza y yo primero siento rabia que después se convierte en una paz innecesaria que me hace hablar sin parar.
—Te odio desde que te fuiste. —Se pone tensa entre mis brazos y su llanto se detiene un segundo y yo continúo—. Fuiste egoísta, sí, pero al principio entendí que tú todavía confiabas en que Elías amara a tu madre, después me enojé mucho, porque te amaba y te habías ido sin despedirte de mí, sin pensar en que yo me quería ir contigo.
—Azariel... —Noto que se quiere separar pero no la quiero soltar, quiero abrazarla. No, quiero besarla y a lo mejor es un completo error pero nos separamos y decidido la miro a los ojos—. Perdóname, perdóname, perdóname. Me iré, ¿vale? Entiendo que no soy bienvenida aquí.
Está llorando peor que antes. Me siento un desgraciado así que me separo de tajo y le doy la espalda. Entonces siento lágrimas caes por mis mejillas.
—Es más, te vendo las tierras.
Suelto un bufido, recordando lo que dijo el notario.
—Papá Elías prohibió que hicieras eso, y a mí me prohibió vender la casa. Además, dice que nos encarga cuidar bien de los animales.
—¿A ti y a mí?
—"Azariel y Emma, cuiden mi legado, mis animales y cada rincón de mis tierras" —cito lo que decía el documento—. No quiero volver a verte, Emma, pero sí quiero respetar la voluntad de Elías, él fue bueno conmigo desde chico, no lo voy a defraudar. Tengo mis obligaciones en la ciudad, pero vendré a ver cómo va todo, puedes vivir aquí ya que no tienes a dónde ir por ahora, te mandaré dinero y...
—¡No quiero tu caridad! —Me interrumpe, enojada. Me giro solo para comprobar que mis palabas la han ofendido—. ¿Te crees el único que sufrió separarnos, idiota?
Me toma por sorpresa lo que dice.
—Te lloré cada maldita noche por meses pero sentía que si volvía me odiarías. Vale, ocurrió, ¿pero te crees el único que puede sentirse mierda por volver a vernos? ¿Él único que se siente raro al ver a la persona que juró amar para siempre diez años después de romper la promesa de no separase? —Se limpia la cara con rabia—. Te amaba, Azariel, a mis estúpidos dieciséis años planeé un estúpido futuro contigo, creí que nos casaríamos y tendríamos bebés que criaríamos en la finca.
No sé qué decir realmente.
—Pero por si no lo has notado, ya no tenemos dieciséis años, Azariel Guerras, y yo dejé todos mis malos sentimientos atrás, acepto que no volví por miedo y por las manipulaciones de mi madre, pero no merezco tu lastima ni tu caridad forzada, tampoco quiero volver a verte en mi perra vida. Me iré de tu casa hoy mismo, ya entendí que tu amabilidad fue una pantalla. Me merezco todo lo malo que me pase de aquí en adelante, gracias por recordármelo.
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