Capítulo 17

EMMA

Tomo una bocanada de aire cuando estacionamos en la torre de departamentos donde está viviendo mamá con el señor Saúl. Azariel me dedica una mirada clara de "mejor deberíamos volver" pero lo ignoro, bajándome del auto.

—Sé que mamá es impredecible, Azariel —digo para calmarlo. Él llega hasta mí para entrar juntos—. Y sé que no tengo la certeza de lo que me vaya a decir.

Entramos a la torre, Azariel pregunta en la recepción por mi madre. La chica me reconoce enseguida y, tras sonreírme, me dice que avisará a mi madre que llegué.

La llama y, para mi sorpresa, me dice que está emocionada de verme que por supuesto puedo subir y hasta me da la clave de su penthouse.

Nos metemos en el ascensor y en todo momento Azariel es el que pone el número de piso y la clave.

—Diecisiete, cero, cinco —digo en voz alta y se me forma un nudo en el estómago—. Tiene la misma clave que tú.

Azariel me ve un segundo y sonríe.

—Tu cumpleaños. —Pasa su brazo por mis hombros—. Eres especial, y a lo mejor ella no lo tiene bien claro, pero también lo eres para ella... a su absurdo modo de querer.

—Supongo que sí. —Me aguanto las ganas de llorar cuando el ascensor por fin se abre. Lo primero que tengo a mi vista, son cajas abiertas y después cómo mamá saca cosas de ellas.

—¡Emma! —Se me acerca y me abraza. Mi corazón late tan fuerte que su calidez me llena de esperanzas—. Dios mío, ¿y esta bella pancita?

Acaricia mi vientre al separarnos.

—Hola, soy Emilia. —Le extiende la mano a Azariel y él se la toma, con la misma confusión que yo traigo.

—Azariel Guerras, mucho gusto soy el novio de Emma y el padre de esa pancita de dos bebés.

Mi mamá se echa a reír y yo solo puedo pensar que siento que estoy viendo a otra persona. Esta mujer no parece la misma mujer que me echó de mi departamento, diciéndome que era la mujer más fea e insuficiente para estar con Fernando Valencia.

—Creí que no ibas a venir nunca —dice, poniéndose seria y me ve solo a mí. Ahora veo a una Emilia lo suficientemente dolida y arrepentida como para creerle—. Emma, todo lo que hice...

—La verdad vine a verte porque Fernando me contó lo de tu pérdida.

Ahora comienza a llorar sin hacer mucho escándalo. Me toma de las manos.

—El doctor dijo que estoy demasiado vieja para tener hijos y este no se logró. —Sorbe por la nariz. Azariel me hace señas para que la haga sentarse y yo lo haga también. Lo hacemos justo en el sofá de dos personas—. Te hice daño, uno que no se perdona y Saúl me hizo entenderlo, hija, por eso necesito remendarme antes de despedirme. Te tengo que decir toda la verdad de todo lo que te he ocultado desde que eras chica.

—¿Despedirte? ¿A dónde te va o qué? ¿De qué verdad hablas?

Las ganas de llorar aparecen en mi ser, pero trato de estar bien en todo momento.

—Saúl abrirá hoteles en Grecia y nos iremos a vivir allá. Además me dijo que estar allá me hará sentir mejor por la pérdida de nuestro hijo.

Ni siquiera sé qué decir, pero en el fondo entiendo, la extravagancia que siempre soñó ahora la tiene.

Para obtener eso tuvo que dañarme a mí.

—Jamás quise a Fernando, pero no quería que estuvieras con él —confiesa de primero y yo entiendo cada vez menos—. Mereces algo más que un niño rico y mimado, Emma. Tu padre era de esos.

—Mamá, papá no era así, no entiendo tu punto. —Me levanto y comienzo a caminar de un lado al otro—. ¿Estás bien?

De repente comienza a llorar más fuerte.

—Elías no era tu padre. —Cubre su boca y después hace un gesto de alivio—. Vaya, por fin lo dije.

¿Qué mierdas está diciendo?

—Mamá... —siento que comienzo a marearme. Azariel se pone cerca de mí para cuidar que no me caiga.

—Emilia —habla él porque yo no puedo—. Aclárate bien, ¿qué estás diciendo? Es algo grave lo que sale de tu boca, no puedes alterar así a Emma.

—Perdón, perdón. —Sorbe por la nariz de nuevo—. Elías era tu tío, tu padre era su hermano Ezequiel.

—¿Qué estás diciendo? —Es lo que me sale. Me comienza a llegar a la mente los recuerdos de mis vivencias con papá donde me cuidó siempre, de cuando me decía que me amaba y que era su bella hija. Jamás me trató como algo distinto a una hija—. ¡Estás mintiendo! ¿No te cansas de lastimarme? ¿Qué más tengo que sufrir para que estés satisfecha? ¡Ni siquiera me quieres! ¿Cómo quieres que confíe en que lo que dices es verdad?

—Hay que irnos. —Azariel intenta llevarme de vuelta al ascensor pero yo le empujo los brazos—. Emma...

—¡No me voy a ir hasta que ella me explique lo que dice!

Ella no deja de llorar, pero acepta que me lo explicará todo y yo trato de soportar lo que me vaya a decir.

—Ezequiel era el hermano mayor de Elías, ambos tenían dinero porque heredaron las tierras de sus abuelos y mucho dinero, yo era novia de él en ese entonces, nos íbamos a casar y todo, pero se volvió arrogante y hasta presumía sus estúpidos autos nuevos. Era como Fernando, yo no quería eso para ti, por eso me aproveché de eso cuando me confesó que le atraía.

Todo mi ser da vueltas, pero sigo tratando de aguantar.

—Ezequiel murió en un accidente con su amante, y yo justo acababa de enterarme que estaba embarazada. Yo no quería tenerte sola, tenía miedo y Elías fue muy amable de ayudarme contigo. —Podría creer que lo dice sin remordimientos, pero se mira tan dolida como me empiezo a sentir yo—. Cuando naciste, él estuvo para mí, viví en la finca hasta tus cinco años y te dejé con él porque sabía perfectamente que estarías mejor ahí que conmigo. Me fui porque Elías jamás quiso algo de mí como esperé, me enamoré de él pero él no lo hizo de mí, él quería a Inés desde que había llegado a trabajar ahí con ese niño... eres tú, ¿no?

Mira a Azariel y, cuando asiente, ella me mira de nuevo a mí. Siento que me quiero vomitar.

—Emma, yo sí te quiero, pero te he hecho mucho daño, por eso me alejaré lo más que pueda de ti.

—Llévame a casa —pido a Azariel y él no pone ninguna traba. Mamá me grita que me quiere—. Tú no quieres a nadie, Emilia, no sabes lo que es eso.

Mamá baja la mirada, resignándose a mi respuesta y yo siento que me parto en pedacitos cuando habla por última vez.

—Cuida de mis nietos, sé que serás una excelente madre.

Al cerrarse el ascensor, me resigno ante mi malestar y termino desmayándome.

***

Despierto en mi habitación. Supongo que estuve inconsciente las dos horas de camino. Me inclino, estoy sola, pero es algo bueno, lo que necesito ahora es llegar a la habitación de papá para buscar algo que me confirme la maldita verdad de Emilia.

Tambaleándome, llego a la puerta y desde ahí escucho a Azariel hablando con alguien en la cocina, creo que es con Antonia, por lo que me aprovecho y, con las pocas fuerzas que tengo, me voy directo a la habitación de mi padre. Cuando logro llegar, me recargo un segundo en la puerta.

—¿Encontraré algo ahí? —Pregunto para mí misma. Tengo miedo, tengo tantas dudas y tantos recuerdos que podría ser parte de esta verdad que me comienzan a llegar. No sé qué hacer.

Muevo la perilla, descubriendo que la habitación está abierta, pero el rechinido confirma que no ha sido abierta en estos últimos cinco meses.

El olor me provoca ganas de llorar, es justo el olor de Inés y mi padre. Recuerdo sus abrazos, sus besos en la frente, sus despedidas cuando íbamos a la escuela. Inés curando mis heridas cuando me caía del árbol junto al granero. Las veces en las que me dijo lo orgullosa que estaba de mí cuando recogía mis diplomas en la escuela o las manualidades de preescolar que le regalaba. Las veces que me dijo que todo estaría bien mientras lloraba porque mamá no respondía al teléfono, y cómo me decía "te dije que llamaría" cuando mamá devolvía la llamada muchas horas después.

—Tú sí me querías, nana. —Lo primero que veo al entrar es una foto de ella justo en la cajonera al lado de la puerta, la tomo y la abrazo contra mi pecho—. Perdóname por no valorarlo antes.

Sigo caminando. Enciendo las luces y me pongo a buscar en los cajones sin éxito. Solo encuentro su ropa que me pongo a tirar cuando me alcanza la desesperación. Encuentro fotos de ellos juntos, sus joyas, hasta dinero, pero nada que me diga algo bueno. Comienzo a resignarme cuando noto en la esquina el baúl donde papá guardaba sus botas favoritas.

Me acerco y sin pensarla dos veces lo abro. Sus botas por supuesto que no están porque lo enterramos con ellas puestas, pero hay muchísimas fotografías sueltas, un álbum y varias cintas de VHS. Saco todo y lo pongo en la cama. Las fotos son de cuando estaba chiquita, incluso hay muchas donde está Azariel junto a mí, Inés haciendo carne asada en el patio tracero. Sigo revolviendo, y de apoco me voy encontrando fotos donde sale mi mamá, agarrándome de bebé con una mueca de miedo. Incluso encuentro secuencias de fotos donde al parecer no sabía cargarme y no quería tirarme.

En el álbum solo encuentro fotos de papá y yo, en ninguna hay nada extraño, también hay de Inés con Azariel en diferentes etapas de su vida. De su boda, de un aparente viaje de luna de miel a la playa.

—Las cintas. —Busco la reproductora donde está la televisión y con suerte aún está ahí. Son muchas cintas, y todas tienen como título fechas, me decido justo por las que son fechas en las que yo aún ni nacía y una donde la fecha es después. Son tres.

Lo que se comienza a reproducir primero, es un video donde sale mamá, que deduzco pronto que papá es quien lo graba. Le gustaba mucho grabar momentos importantes.

Me siento en el suelo.

—Elías está grabando de nuevo, Ezequiel, ven a decir tu línea. —Mamá se ve feliz ahí y las ganas de llorar, que para ser sincera no se han ido, hacen lo suyo.

En la pantalla aparece un hombre idéntico a mi papá a cuando yo tenía siete años.

—Hola, soy Ezequiel Rentería, y soy guapo y millonario.

—Ya quisieras —dice papá y mamá ríe. De verdad miro a otra mujer ahí—. ¿Ves? Hasta tu novia se burla de ti.

Emilia decía la verdad.

—Mi Emilia sabe cómo soy, Elías, no seas aguafiestas.

El video de pronto cambia, como que se grabaron varias cosas en el mismo.

—Te compré un regalo. —Ezequiel se ve a lo lejos con mamá, dándole una caja de regalo—. Lo primero que hice cuando me dieron mi parte de la herencia fue ir a ese lugar y traje lo que querías.

Mamá, emocionada, abre el regalo de prisa y saca una bella bufanda que creo reconocer, la tiene en su armario y la usa en "momentos especiales" pero nunca me decía el por qué.

Sigo llorando cuando pasa el siguiente video.

—¿Ese auto? —Papá graba un auto nuevo que carga Ezequiel—. ¿No tienes ya uno? Es un gasto inútil, Ezequiel.

—Que te valga madre cuántos tengo o si gasto mi dinero en lo que quiera. —Ezequiel responde agresivo. Mamá viene de copiloto, con una cara de pocos amigos.

—Deja de grabar, Elías —dice, seria—. Tu hermano anda insoportable hoy, no creo que quieras memorar esa actitud.

—Cállate, metiche, estoy hablando con mi hermano, no contigo.

El video cambia de nuevo, esta vez no hay nada que ver, solo el suelo.

—Me quiero morir, Elías, esto es injusto.

—Él va a entenderlo, Emilia, tenemos que hablar con él, lo está enfermando el dinero.

—Yo lo amo mucho, no puede ser un cabrón conmigo y pretender que todo está bien.

La cinta se termina. Rápido pongo la otra.

—¿Emma? ¡Azariel, Emma no está en la habitación!

Suelto una risita inapropiada entre lágrimas cuando escucho a Antonia en el pasillo, segundos después, dándose cuenta de que esta habitación está abierta. Oigo que murmura justo al tiempo en el que la cinta corre.

—Ya está grabando, Emilia, di algo.

La cámara enfoca a mi madre embarazada, aparentemente desganada.

—Siempre he detestado que grabes todo lo que se te dé la gana.

—Acabas de arruinar cinco segundos del video, ¿eso quieres que vea tu hija? Mi sobrina merece ver fotos y videos lindos de cuando la mamá la tenía en la barriga.

Tu hija. Mi sobrina.

—Elías no era... —Siento unos brazos tomarme desde atrás. Su olor me confirma que es Azariel.

—Sí era. Siempre lo fue, siempre se portó como un excepcional padre, de eso no hay dudas.

—Se me murió y jamás pude agradecérselo.

—Pero él lo sabe, mi amor, él sabe que estaremos eternamente agradecidos por lo mucho que nos cuidó y amó. Donde sea que esté, él lo sabe.

Lloramos juntos mientras el video sigue reproduciéndose. Nos calmamos al verlo terminar y, como si fuera una necesidad, pongo el último. Este tiene fecha de cuando tenía tres años.

—Emma, ven con el tío Elías. —En el video aparece papá, extendiéndome su brazos.

—No digas que eres su tío más, Elías. Eres su padre. —La voz de quien graba es la de mamá.

—Emilia, ya hablamos de eso.

—Sí, ya, no me vuelvas a rechazar, ¿bien? Ya lo entendí, tú estás enamorado de la morenita.

—Te va a oír. —Papá mira a todos lados, procurando que "la morenita" no se vea por ningún lado. Azariel y yo nos reímos. Está hablando de Inés.

—Ya debería de ser hora. —Mamá se ríe—. Em, ve con papá, amor.

Una Emma pequeña aparece en cámara, caminando hacia papá.

—Papi, papi, papi. —La vocecita sorprende a ambos, papá casi llora y mamá se ríe.

—¿Ves? Ella sabe quién es su papá.

Y finalmente el video se termina.

Miro a Azariel, resignada ante la verdad y suspiro.

—Nunca hablamos de la razón por la que llegamos a vivir aquí —dice, sonriendo—. Cuando mi papá murió, nos quedamos sin hogar y Elías nos vio en la ciudad vendiendo artesanías que mamá hacía.

—¿En serio?

—Sí, me dijo que me llevaba ella en un rebozo en su espalda con casi cuatro años de edad.

—Era un gran hombre y... —Detengo lo que iba a decir, porque mi vientre hace un movimiento extraño que me descoloca.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

No dejo ni que se levante cunado le tomo ambas manos y las pongo en mi barriga.

—¡Los bebés se están moviendo! —Pega un salto cuando siente el movimiento y después me levanta a mí para ponerme en la cama y ver detalladamente desde ahí cómo mi pansa se malea al movimiento de nuestros hijos—. Dios, pero mira esto, se mueven fuerte, ¿te duele?

Miro la devoción en su rostro y mi corazón se vuelve más loco de lo que ya lo estaba. Le niego.

—Quiero que se llamen Azael Elías y Elisa Inés.

Me mira, con una leve sonrisa.

Habíamos hablado de nombres, y estábamos de acuerdo en que se debían parecer a los nuestros, pero nunca mencionamos más porque no estaba claro si tendrían dos nombres o no.

Me besa a barriga y después se acuesta a mi lado.

—Amo esos nombres. —Besa ahora mi boca.

—Quiero dormir aquí esta noche, por favor durmamos aquí. —Acepta también esa petición—. También hay que cambiarnos para acá, las cosas hay que donarlas a la caridad, es lo que papá Elías y mamá Inés hubieran querido.

—Estoy de acuerdo.

Me acurruco mejor en su pecho, oliendo su aroma. Los bebés vuelven a moverse y él justo pone su mano ahí.

—Hay otra cosa que encontré entre los cajones. La verdad pensé que habían metido esto con ellos.

Me mira confundido y, cuando se lo muestro, actúa nervioso. Balbucea cosas pero finalmente parece resignado de que "lo haya descubierto".

—Lo escondí aquí en realidad. Nada simbólico a su amor, a excepción de las fotos, quedó fuera, todo lo metimos con ellos.

Es justo un anillo de compromiso, estaba en su caja aterciopelada de color negro con preseas de oro, ¿cómo no deduje antes otra cosa?

Me levanto, procurando entender bien sus palabras.

—¿Es para mí?

Asiente, muy avergonzado y lo quita de mis manos, diciendo que lo disculpe por ser precipitado, que lo compró cuando supimos qué serían nuestros hijos, ni siquiera habíamos formalizado aun nuestra relación como novios y él ya lo había comprado.

—Compraremos muebles nuevos. —Intenta cambiar el tema, como procurando que yo no le reclame nada—. Creo que ese carpintero que hace cunas tiene mucha variedad, hace muebles bien elegantes y de calidad. Podríamos ir a Magdalena la semana que entra y...

—Casémonos en el granero. —Lo interrumpo y le quito de las manos el anillo, colocándolo en mi anular derecho—. Desde chica he querido casarme ahí, es un lugar bonito. Con un vestido corto para que no se me llene de heno. Oh, y que sea antes de que nazcan los bebés, ¿sí?

—Emma, ¿qué dices?

—¿Te quedaste sordo, futuro esposo?

Él suelta una risita y luego toma mi mano, viendo que el anillo me queda perfecto. La lleva a su boca para besarla.

—Hay que ir a contárselo a todos. Sobre todo a Louis, que estará encantado de saber que volvió a atinar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top