Capítulo 12
AZARIEL
Preparo algunos papeles mientras pincho mi desayuno y Louis me va diciendo lo de la agenda de hoy porque yo trabajaré desde aquí. No pienso dejar ni un momento sola a Emma, porque, conociéndola, lo que hará es intentar limpiar todo el departamento hasta en los más pequeños rincones.
—La señora Lourdes ya tiene una agenda completa con nombres y números. Todo estará en orden mientras estés aquí, te dejo la lista de las tiendas nuevas a las que debes llamar y las gráficas de este trimestre.
—Muchas gracias, Louis, te debo muchas grandes.
—Me sentiré remunerado cuando mis ahijados nazcan sanos y fuertes. —Termina su desayuno y se levanta—. Me llamas si necesitas algo.
—Vale —me despido de él y lo acompaño a la puerta.
Al regresar, me encuentro a Emma en la cocina, sentada justo donde estaba yo. Está revisando los papeles que me dejó Louis.
—¿Qué haces levantada?
—No quiero estar acostada, me siento inútil... ¿Es un inventario? —Me muestra las gráficas. Asiento, acercándome a ella—. ¿Vas a trabajar aquí?
—Sí, solo debo hacer un par de llamadas y revisar que todo esté en orden. Ve a descansar, en un rato voy contigo.
—No. —Le da un sorbo a mi café y después hace una mueca. Está muy cargado—. Te ayudaré con esto mientras tú me vas y compras unas donas.
Le muestro mi ceño fruncido, sonriendo ante su actitud tan ligera. ¿En dónde dejó a la Emma que me regaña por preocuparme por ella?
—¿Solo donas? —Pregunto al verla hacer anotaciones en la libreta que dejé al lado de los papeles.
—Sí... No, también un jugo de uva, los bebés quieren eso. —Me hace una cara tierna que me convence por completo. Podría pedirme un puto dinosaurio ahora mismo y se lo consigo, en serio.
—Está bien, ¿le sabes a esto de los números?
—Por supuesto, los años de universidad sí sirven. —Me guiña un ojo.
¿Qué pasa? No entiendo nada, no obstante, me despido, dándole un beso en la frente. Los antojos de las embarazadas son algo serio. Bueno, eso lo leí en internet. He investigado tantas cosas que incluso me he convertido en un experto en joder a Google con preguntas estúpidas como la de esta mañana de "¿Dónde puedo comprar una cuna doble?" y me salió una mueblería de Magdalena que me la puede personalizar. Después me planteé la posibilidad de ir hasta allá para pedirla, pero luego me imaginé a una Emma enojada, diciéndome que no era necesario, que ambos bebés dormirían con ella en la cama y que me dejara de cosas, o que era muy pronto para andar comprándoles eso. Después la miré profundamente dormida a mi lado, y le respondí en mi cabeza un "la voy a pedir de todos modos".
Salgo del edificio y mientras voy haciendo las llamadas que tengo pendientes. Compro las cosas en un Oxxo que me queda cerca y me regreso justo con la última llamada de hoy.
Al entrar, Emma justo acomoda todas las gráficas a un lado y saca cuentas en mi calculadora.
—¿Terminaste?
—Sí —Anota lo que le sale en la calculadora en la libreta. Se levanta y me quita las cosas. Luego me besa la mejilla—. Gracias.
Regresa a la habitación, comiendo una dona. Admito que esta Emma me gusta, pero no entiendo por qué tan de repente es así.
No le doy más vueltas al asunto y la sigo, para acostarme a su lado en la cama.
—¿Ya terminaste tus pendientes? —Pregunta cuando me ve la intención de tomar mi lugar. Ella acaba de cubrirse las piernas con las sábanas.
—Me faltan unas cositas, pero puedo hacerlas más tarde. —Me siento en mi lado—. ¿Cómo te sientes?
—Me siento agotada, como si no hubiera dormido nada, pero supongo que es por los achaques aún, vomité hace rato.
—Las náuseas se van a ir como en dos meses más.
—¿En serio? Eso suena alentador. —Se ríe y luego bebe de su jugo—. Yo solo espero que todo salga bien, he leído que tener dos bebés podría ser un poco riesgoso.
—No pensemos en cosas malas. —Coloco mi mano en su vientre y me inclino un poco para quedar más cerca del lugar. Aún está plano, pero saber que mis hijos están ahí, siento ese lugar tan lleno—. Oigan, tienen que saber que su mamá es muy bonita.
—No te escuchan aun. —Siento la tensión de Emma y la miro sin moverme. Tiene la boca llena y los labios manchados de azúcar.
—También es adorable —susurro por última vez y sin descaro me le acerco a la boca—. Tienes azúcar aquí.
Lamo de la comisura de sus labios el azúcar, haciéndola exaltarse un segundo antes de dejarse hacer.
—Si querías comer donas me hubieras pedido —dice, tratando de que no solo le pase mi lengua por las comisuras sino que vaya más allá y le lama la boca entera.
—No tengo hambre de donas, tengo hambre de ti.
Mis palabras la hacen soltar un suspiro y rápido hace un ademán para guardar las donas en su bolsa y después tengo sus dos manos en mis mejillas. Me da un pico.
—No deberías decir cosas obscenas frente a los bebés.
—No me escuchan aun. —Le devuelvo las palabras a mi favor y suelta una risita antes de volver a besarme.
—Me caes mal. —Suelta otro suspiro cuando le beso el cuello.
—Me amas. —Desgraciadamente no podemos ir más lejos por indicaciones de doctor, por lo que me voy regresando a su boca para finalizar la sesión de besos.
—Sí, lo hago —dice bajito y yo me quedo pasmado con la trompa parada antes de besarla. No sé qué le pasa, pero a ella no le molesta, lo único que hace es poner su frente pegada a la mía—. No deberías ser tan bueno conmigo, ¿por qué me amas? No lo merezco, no puedo merecer algo que dejé sin pensar en que eso nos destrozaría.
—Yo me enamoré de la Emma que sigues siendo el día de hoy. —Acaricio su mejilla. ¿Estaré siendo precipitado? No lo sé, solo sé que me sigue volviendo loco y que la amo, a la mierda los últimos diez años, no existen para mí, ya no.
—¿Cómo sabes? —Está llorando. Sé que el embarazo la ha vuelto más sensible, pero esto parece ser una espina que lleva desde hace rato—. Solo hemos tenido sexo cada que nos vemos, ni siquiera sabes por qué revisé tu estado financiero y mentalmente te estoy haciendo un informe de los patrones de la empresa.
—Estudiaste contaduría, eso lo sé desde que entraste a la universidad. Amas los números, por eso elegiste eso.
Le toma por sorpresa que le diga eso y me mira atenta.
—No te vi en diez años, pero supe de ti por medio de Elías, él seguía pagando tus estudios, cubriendo tus necesidades, tu madre le hablaba de ti, y yo lo sabía porque cuando ella llamaba, él nos contaba en la cena que estabas siendo una buena estudiante, la mejor, incluso sé que la cicatriz que tienes en tu pierna es porque en preparatoria te cayó un estante de libros.
Me separa y busca levantarse, cuando lo hace, camina de un lado al otro.
—¿De verdad mandaba dinero?
—Sí. —Creo que he metido la pata, pero ya no puedo retractarme—. Días después de que te fuiste, Emilia fue a la finca a pedirle a Elías apoyo para mantenerte, y él le dijo que le crearía una cuenta exclusiva para cubrir todos tus gastos, hasta te mandó hace meses para tu boda... mierda, ella jamás te habló de ese dinero, ¿verdad?
—Mi madre me ha mentido en tantas cosas que esto realmente sí puedo creerlo, no puede ser. —Ya no llora, más bien se resigna y toma una gran bocanada de aire—. Usaron ese dinero para su luna de miel, supongo.
—No pienses en ellos, ya no están más en tu vida.
—Es inevitable, ella sigue siendo mi madre.
—¿Y a él lo sigues amando? —La pregunta sale sin que me lo piense dos veces.
Sé que no puedo juzgar eso, no puedo quejarme ni mucho menos reclamarlo, pero sí me preocupa que ella aun esté enamorada de ese tipo.
—No, honestamente, creo que jamás lo hice —Sus expresiones cambian cada segundo, ahora no entiendo por qué se puso tan analítica—. Lo quise, o sea, aun siento una especie de respeto a pesar de todo, incluso ahora siento como que respiro de alivio al saber que está con alguien que lo ama.
—Emma, no entiendo, estoy confundido, te ibas a casar con él.
—Bueno, es de dinero, mamá más bien me metió la idea que sería un buen esposo... es estúpido, porque ella se quedó con él, pero en general, creo que Fernando fue una clase de resignación para mí.
—¿Resignación?
En serio no sé a dónde quiere llegar... ¿O será algo con las indirectas? No sé, ojalá Louis la estuviera escuchando, él ya lo habría captado.
—Te amo pues —suelta como si nada—. Pero no quiero precipitarme más de lo que ya lo hemos hecho.
—Emma, vamos a tener dos hijos, ¿y me sales con que no quieres precipitarte?
—Hablo de ser pareja, baboso, no quiero que un día de estos me salgas con que siempre no porque te estabas vengando o algo así.
Admito que me ofende un poco que lo diga, pero creo que entiendo su punto. Su madre la traicionó y piensa que yo lo haré, teniendo como excusa lo que pasó hace diez años, cree que la voy a abandonar sin remordimientos.
—Iremos a tu ritmo, ¿te parece? —Sugiero, levantándome para estar frente a frente—. Te demostraré que para mí eres una hermosa planta que voy a regar y dar amor a diario para que crezca y florezca como solo tú sabes.
Ella suelta una risita.
—Por ahora solo... esperemos a nuestros hijos, ¿sí? Puedes seguir dándome amor si quieres, no me quejaré. —Se acerca más a mí, poniendo sus manos en mi pecho.
—El doctor dijo que no podemos tener sexo en un mes, amor —susurro en su oído cuando la abrazo para sellar de algún modo nuestro aparente trato.
—No seas obsceno, hay muchos modos de dar amor, ¿sabes? Como haberme traído las donas y el jugo.
—Ah, vale, entiendo, te cumpliré todos los antojos que quieras. —Me separo un poco y le doy un pico—. ¿Entonces somos pareja?
—Dejémoslo en un par de papás esperado a sus bebés y de paso amándose mutuamente. —Noto en su mirada una clase de miedo que trato de apaciguar con mi aceptación a lo que ofrece y otro abrazo.
Mi constante vivir en los próximos ocho meses será demostrarle que mi amor por ella solo estuvo en un cajón y ha vuelto a salir por mucho que lo quería mantener cerrado el resto de mi vida.
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