Capítulo 10

AZARIEL

Llego a la empresa, sintiéndome un poco incómodo y pesado. Digo, después de dos semanas sin estar por estos lados, creo que descansar sin tanta presión me estaba comenzando a gustar. A parte, la conversación con Emma ayer que no terminó otra vez más que con nosotros en la cama, no deja de rondarme en la cabeza. "Te amo tanto" ¿Por qué se lo dije? Claro que es verdad, pero esto es completamente una maldita locura.

Ella lo único que hizo fue corresponder a todo lo que hicimos después, pero no me respondió nada. Y, cuando me despedí, me besó como tenía planeado hacerlo yo mismo.

Estoy confundido en serio, ¿pero a quién engaño? Fue maravilloso todo hasta el momento de decirnos adiós.

Paso semana y media en la ciudad, he llamado a Emma pero nuestras llamadas son tan genéricas que me siento apenado a veces cuando cuelgo. Le dejé mi número personal, ella nunca me ha llegado a llamar estos días, pero igual no me sirve de nada ser yo el de la iniciativa, solo le pregunto cómo está y si ya tomó sus vitaminas.

Me quedo en mi oficina haciendo cuentas con Louis, también me cuenta que hoy ha contratado como secretaria a una señora que es muy eficiente y amable, incluso pronto nos llega con el almuerzo y me cuenta que me han dejado algunos mensajes y que fuera está una señorita queriendo hablar conmigo, me dice que le dijo que es Alondra y no se irá hasta hablar conmigo.

—¿No le dijiste a Alondra que no esté fregando? —Me quejo con Louis y él solo levanta las manos en rendición. Tampoco sabe por qué está aquí—. Dígale que espere cinco minutos y después que pase.

La señora acepta y sale de la oficina.

—Es que no la entiendo —dice Louis—. Yo le di bien la liquidación.

—¿Le explicaste por qué el despido?

—Solo le dije que fue por inconsistencias en su manera de trabajar, que no estaba resultando eficiente. Mentiras no dije.

Pongo los ojos en blanco y suspiro. Entonces no sé a qué viene.

Pasados los cinco minutos exactamente, entra sin aviso. Trae los brazos cruzados y viene preparada como si viniera a trabajar.

—¿En serio me remplazaron con una vieja? ¿Si saben que es menos productiva una señora de esa edad? —Parece irritada.

—Al menos ella sí le pasa las llamadas de su esposa embarazada a Azariel, babosa —dice Louis, levantándose.

Alondra parece que se va a desmayar y se le van a salir los ojos cuando lo escucha. Incluso baja sus manos.

—¿Esposa embarazada? ¿Es casado, señor Guerras? —Me mira completamente horrorizada.

—Sí. —Louis es el que sigue hablando—. Se te despidió más que nada por eso, Alondra, el embarazo de la esposa de Azariel es riesgoso, tendrá gemelos y ella trató de comunicarse para informar de ello, y tú impediste su comunicación.

Me aguando las exclamaciones por sus palabras y me concentro en las reacciones de Alondra. De verdad parece que le acaban de decir que alguien murió.

—Lo siento, no tenía idea que estaba casado —tartamudea en todo momento—. ¿Saben qué? Creo que ya no quiero apelar por nada, perdón por hacerles perder el tiempo.

Se da media vuelta y simplemente sale de la oficina, dejándome confundido. Niego con la cabeza, espabilándome.

—¿Gemelos, Louis? Te paso lo de que dijeras esposa embarazada, pero eso es demasiado.

—Cállate. —Se ríe—. Era necesario, además comprobé la teoría de que Alondra está enamorada de ti, pero vio ya como imposible estar contigo por lo de tu "esposa embarazada", ella no quería recuperar el trabajo, quería seguir viéndote. ¿No viste o eres de esos pendejos que no notan las indirectas?

—Supongo que soy de esos, porque no tenía idea.

Louis vuelve a reírse.

—Bueno, como sea, hablando de tu esposa, ¿cómo está ella?

—No es mi esposa, Louis.

—Ay, ya sé eso, pero chingo a mi madre si no se casan, solo dime cómo está, miedoso.

—No soy miedoso —Me río, ¿por qué lo hago? No tiene sentido—. Está bien. La nauseas la tienen un poco débil, pero come bien, además con el médico nos dijeron que en unas semanas más le hacen el primer ultrasonido para saber exactamente cuánto tiempo tiene.

—Eso excelente. —Sonríe y después mira su reloj—. Uh, es tardísimo, le diré a la señora Lourdes que se vaya a casa y acomodaré estos documentos donde van.

—Sí, sí —Le entrego los que traigo en la mano—. También pregúntale qué hay en mi agenda la próxima semana.

El desgraciado se ríe.

—¿No te llenaste las dos semanas, papá luchón? La vez pasada aguantaste un mes.

—Cállate, envidioso.

—¿Cuál envidia? Yo hoy tengo una cita con una hermosa rubia llamada Karen, fíjate. Nos vemos mañana... ah, y no, no tienes ocupada la siguiente semana, puedes ir a la finca, aquí tienes a tu compadre que no se raja.

—Gracias. —Suspiro cuando él cierra la puerta. Es obvio que lo está haciendo por mí y yo soy medio aprovechado, en realidad no tengo la semana libre, él se encargará de todo.

***

Llego a mi departamento en la ciudad y lo que menos siento es alivio, más bien, la necesidad de descansar se va de tajo cuando me siento en el sofá. Creo que se me había olvidado lo que era estar aquí solo y apenas lo noto. La última vez que alguien estuvo aquí, fue Alán, estaba ebrio y dolido porque Alondra lo había dejado. Recuerdo que esa fue la primera vez que quise despedir a Alondra, pero él me pidió que no lo hiciera a pesar de todo, además me contó que por más que eso lo haría sentir un poco mejor, era muy canalla despedir a una empleada solo porque terminó con otro empleado. Y lo que hizo fue renunciar él a los días, desde ese entonces solo lo veo de vez en cuando, afortunadamente ya sale con otra chica que prometo que es amable y lo ama mucho.

Mi teléfono me saca de mis pensamientos y se me ilumina todo cuando veo que es Emma. Es una gran sorpresa que sea ella la que llama. Contesto de inmediato.

—Hola, Emma. —Creo que mi voz suena demasiado urgente. Ella suelta un suspiro cansado.

—Hola, ¿cómo estás?

Su voz me resulta el tranquilizante que necesitaba.

—Bien, un poco cansado, ¿y tú?

—Ammm —parece titubear—. No te asustes, ¿vale?

—¿Qué pasa? —Me levanto de un salto. No puedo no asustarme por el tono de su voz.

—Estoy en el hospital del pueblo.

—¿Qué pasó? ¿Te sientes mal?

—Me sentía muy cansada a medio día, pero ayudé a Antonia, eso me hizo sentirme peor y traigo un poco de dolor en el vientre, no es tan grave, pero Ernesto y Antonia me trajeron para que me revisen, Isaí está de guardia, dice que todo está bien, pero me harán una ecografía.

—Voy para allá ya mismo.

No dejo ni que me niegue porque cuelgo y rápido tomo las llaves de mi auto.

El pueblo me queda a una hora y media pero creo que hice menos tiempo porque venía demasiado apresurado. En el camino llamé a Isaí para confirmar y me cuenta que la tendrán una par de horas con medicación, que la ecografía es para descartar cosas por las qué preocuparnos y que, al tener ya casi siete semanas, según las cuentas, es posible realizarlo sin inconvenientes. Cuando le dije que iba en camino, me dijo que me esperaría para hacerlo. El desgraciado parecía contento y tranquilo y yo casi me muero en todo el camino. Incluso, cuando ya estoy en el hospital, entro acelerado.

—Azariel. —Sorprendido, Ernesto se levanta de la silla de la sala de espera y se me acerca—. Antonia está con ella adentro, pero creo que pueden intercambiar.

Sabe bien que no vengo a esperar. Habla con la recepcionista y esta pronto entra por la puerta que da a los pasillos. Quiero seguirla pero Ernesto me detiene, pidiéndome paciencia para que no me regañen. Y yo, que me siento desesperado, intento no gritar en la espera.

Antonia sale un par de minutos después y yo no espero ni que la misma recepcionista me diga que entre. Me encuentro a Isaí en el pasillo y sonriendo me señala una habitación. Al entrar, miro a Emma siento preparada para la ecografía.

—Viniste rápido —dice sorprendida.

Asiento y me acero a la camilla la doctora me sonríe antes de comenzar. Tomo la mano de Emma cuando siente el gel y suelta un suspiro.

—Está helado —me explica en un susurro para que no me asuste.

La doctora después le coloca el aparato en la parte baja del estómago y hace un leve movimiento. La pantalla no queda a nuestra vista, así que es ella la que mira qué pasa y todo. Cuando la veo fruncir el ceo mi alma abandona mi cuerpo. Peor me siento cuando mira hacia la salida y, al mirar a alguien ahí, le pide llamar al doctor Medina. Isaí entra como si hubiera estado cerca de la puerta.

—Doctor Medina, mire esto. —Lo acerca a la pantalla.

—¿Pasa algo malo? —Pregunta Emma, preocupada. Yo no puedo ni hablar de los nervios.

Isaí nos tortura unos eternos segundos sin decir nada mientras revisa él mismo. Después, como si le valiera madre nuestras preocupaciones, se ríe.

—No es nada malo, Karina —le dice a la otra doctora y después gira la pantalla a nosotros. Lo primero que entiendo es que hay dos círculos negros.

—¿Qué es eso? —Emma habla otra vez. Yo deduzco lo que está pasando pero no soy capaz de hablar, me siento mareado.

—Tenemos dos sacos gestacionales. Lo que se traduce como dos bebés.

—¡Azariel! —es lo último que escucho, porque pierdo por completo la conciencia.

Cuando abro os ojos, Isaí tiene sus manos cerca de mi cara, tanteando un algodón con alcohol en mi nariz. Cuando ve que he despertado, se empieza a reír a carcajadas.

—Nunca me había tocado ver a un padre desmayado después de esta noticia, ya puedo añadirlo a mi currículum.

Incluso Emma me mira desde la camilla. Está sonriendo pero puedo notar cuanto miedo trae encima. Me levanto del suelo y me le acerco a abrazarla.

—Ya pueden irse a casa. —Isaí sigue hablando. Ahora serio, como todo un profesional—. La medicación que le pusimos ya se terminó, le mandaremos algunos medicamentos orales para que siga con el tratamiento en casa. Se requiere reposo absoluto, nada de hacer cosas pesadas ni saltase comidas y tomar las vitaminas debidamente.

Nos deja solos con la promesa de que la doctora Karina volverá a quitarle el catéter a Emma para poder irnos.

—Te llevaré a la ciudad conmigo —digo cuando Isaí cierra la puerta—. Solo así estaré seguro de que no te pondrás a trabajar.

Me mira completamente indignada.

—No iba a hacerlo de todos modos. —Me mira desafiante—. Estaré bien en la finca.

—No acepto un no, Emma Rentería, vas a tener a mis hijos, me sentiré seguro si te mantengo vigilada.

—No soy una niña.

—No, pero sí una terca.

Se cruza de brazos pero ya no protesta. Gané. La doctora aparece y hace lo debido, trayendo también consigo unas cajas de pastillas, explicando cómo debe tomarlas y por cuánto tiempo.

***

Son las dos de la mañana ya cuando nos reencontramos con Antonia y Ernesto.

—¿Cómo salió todo? —Pregunta Antonia.

—Todo está bien... Son dos —digo, con una sonrisa que a mi parecer es de estúpido. Miro a Emma, ella también tiene una ligera expresión de felicidad marcada en el rostro—. Por cierto.

Me giro de nuevo a ellos.

—Me llevaré a Emma a la ciudad, así nos aseguraremos que no trabaje.

—Toda mi ropa está en la finca, no me puedes llevar así. —Emma vuelve a protestar.

—Yo me encargo de eso, mija —Ernesto está de mi lado—. Mañana mismo a primera hora te llevo tus cosas, vayan a descansar por favor.

Indignada, Emma es la primera en salir de la sala de espera de urgencias y la seguimos.

—Te deseo suerte —me dice en un susurro Antonia cuando nos despedimos—. Cuídala mucho

—Por supuesto, Antonia, los mantendré informados también, en un par de semanas nos verán por allá, tengo algunos pendientes por resolver.

Cuando Ernesto arranca, invito a Emma a buscar mi auto, lo dejé del otro lado de la calle por misma desesperación. Unas vez que llegamos ahí, la ayudo a subir incluso le coloco el cinturón de seguridad.

Me subo a mi lado y arranco, procurando manejar con cuidado. Ella no dice nada en todo momento, incluso noto que se queda dormida cuando intento hablar del tema.

Dos bebés. Esto es más loco de lo que ya lo era.

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