La casa es una bota.


Eira apenas podía creer en el punto en el que se encontraba. Todo había pasado tan rápido que no había tenido oportunidad de reaccionar, y antes de que pudiera detenerla, Catarina ya la estaba arrastrando alegremente por las calles de Havenhoot. A medida que avanzaban, escuchaba a Catarina hablar con entusiasmo a través de su mirrophono, una especie de versión mágica de un celular.

—Hablé con algunas de mis amigas, pero lamentablemente están todas ocupadas —dijo Catarina, bajando un poco el tono con desánimo—. Así que seremos nosotras dos solas hoy...

Eira sintió un calor repentino en las mejillas. ¿Una noche de chicas, sola con Catarina? ¡Y encima, con una chica tan hermosa como ella! Intentó disimular su incomodidad, pero le resultaba imposible esconder su creciente nerviosismo.

—¿Esto no suena... peligroso? —balbuceó Eira, mirando de reojo a Catarina mientras la seguía a regañadientes—. Invitar a un completo extraño a tu casa, quiero decir.

Catarina detuvo sus pasos de golpe, dándole una mirada intrigada, aunque divertida.

—¿Peligroso? —repitió, con una ceja alzada y una sonrisa entre curiosa e irónica—. No pareces alguien peligrosa... ¿O acaso lo eres?

—No, claro que no —replicó Eira, algo avergonzada—. Solo digo que es... sentido común, ¿no?

Catarina soltó una risa melodiosa, como si hubiera dicho, la cosa más divertida del mundo.

—Eira, aquí en Havenhoot todas las personas tienen algo especial, incluso las más comunes tienen algún toque de magia —dijo, dándole una palmada en el hombro—. Además, tú necesitas un lugar donde quedarte, y yo... bueno, creo que necesitamos un poco de diversión.

Eira asintió con una mezcla de gratitud e incomodidad, mientras Catarina volvía a caminar, esta vez de forma más calmada, llevándola hacia su casa en un tono más bajo.

—Será divertido, ya verás —murmuró Catarina, dándole un guiño. Eira, con el rostro aún rojo, no pudo evitar sonreír, aunque sus pensamientos todavía se debatían entre la emoción y la incertidumbre.

Al poco tiempo, tras recorrer algunas calles más, Eira y Catarina se detuvieron frente a una estructura que la dejó completamente sin palabras. La casa de Catarina, en el centro de Havenhoot, era una enorme bota, decorada con detalles encantados y columnas de mármol que la hacían resaltar en el vecindario. Comparada con las casas más normales y discretas alrededor, la casa-bota tenía un encanto peculiar, con su estructura rústica y adornos que parecían estar vivos.

—¿Esta es tu casa...? —preguntó Eira, con duda y sorpresa, mientras sus ojos recorrían la estructura peculiar.

—Sí, aquí vivimos desde que mi tatarabuela ganó esta bota en una apuesta —contestó Catarina, sacando las llaves con una sonrisa casual, como si fuera lo más normal del mundo—. Vamos, pasa.

Eira la siguió, sintiéndose más tímida a cada paso, mientras Catarina abría la puerta e ingresaban al interior. La casa era una combinación perfecta de lo acogedor y lo mágico. Pisos de madera oscura cubrían la entrada, y el aroma a pan recién horneado y canela flotaba en el aire, creando una atmósfera cálida y hogareña.

Las paredes de la sala principal estaban pintadas en tonos sepia y pastel, y decoradas con cuadros de paisajes mágicos y fotos familiares. En un lado, un retrato de una anciana de aspecto fuerte y vivaz sonreía desde el marco, probablemente la famosa tatarabuela que había ganado la casa. El techo estaba decorado con candelabros de cristal que emitían una luz tenue y cálida, cada uno de ellos encantado para flotar suavemente, iluminando cada rincón.

Eira también notó pequeños detalles que le arrancaron una sonrisa: cojines bordados con hilos brillantes, cortinas con estampados de cuentos, y estanterías llenas de frascos de colores y figuras en miniatura que parecían moverse cuando no las mirabas directamente. Al fondo de la sala, una chimenea tallada con detalles en madera y piedra mostraba el tallado de una historia en sus bordes, mientras que los leños en el interior emitían un resplandor azul suave, como si fueran brasas mágicas.

—Es... hermoso —susurró Eira, asombrada por cada detalle. Catarina se volvió hacia ella y sonrió.

—Sabía que te iba a gustar —dijo Catarina con un guiño, soltando finalmente la mano de Eira y señalando un sofá amplio y mullido en tonos azules y verdes. Eira se acomodó con algo de timidez, mientras Catarina desaparecía por un instante, solo para volver con un par de Storyscopes en la mano—. ¡Hora de ponernos cómodas y ver un par de historias!

Eira intentó disimular el nerviosismo que la hacía encogerse en el sofá, como si fuera un niño pequeño intimidado. ¿Y quién no lo estaría? Estaba en la casa de una chica linda, amable y sociable, todo lo contrario a ella. Pensando en eso, se dio cuenta de que, ahora que tenía la apariencia de una chica, parecía estar destinada a interactuar más con mujeres que con hombres. Observó cómo Catarina, emocionada, apretaba unos botones en un control y colocaba cintas VHS en un reproductor, aunque las cintas parecían libros en miniatura, lo que le daba un toque encantado.

—¡Ahora vuelvo! Iré por botanas —dijo Catarina alegremente, mientras desaparecía hacia la cocina.

Eira miró alrededor con curiosidad. La combinación de una televisión de pantalla plana con un toque de espejo y el estilo de las cintas VHS de los años 80 proyectadas en blanco y negro le resultaba interesante y un tanto anacrónica. Era como un viaje a un museo de cine de su mundo, pero con un giro mágico. Notó también los mirrophones, que le recordaron que, probablemente, existía algún tipo de internet mágico en este lugar.

Sacó su tableta-libro y comenzó a explorar las funciones, preguntándose si habría algo como el WiFi en este mundo. De pronto, una suave melodía, como el canto de una sirena, llegó a sus oídos, seguida de la voz de Catarina, quien regresaba con una bandeja llena de botanas y refrescos.

—Aquí está —anunció Catarina, sonriendo y dejando la bandeja en la mesa de luz frente a ellas—. Ah, por cierto, si necesitas la clave de la MagicNet, es corazonescalidos1031. Todo junto y en minúsculas —añadió, guiñándole un ojo antes de acomodarse en el sofá a su lado.

Eira agradeció, algo impresionada por el detalle. Al poco tiempo, descubrió que la tableta-libro sí tenía acceso a la MagicNet, pero decidió dejarlo de lado por el momento para concentrarse en la película que Catarina había puesto en la pantalla.

Las risas no tardaron en aparecer, ya que la película proyectada era una especie de versión cómica de Los tres chiflados, pero con cerdos parlantes en lugar de humanos. Las escenas cómicas y absurdas arrancaban carcajadas de ambas, y Eira se sentía cada vez más relajada en ese ambiente, como si las preocupaciones de su nueva realidad se desvanecieran temporalmente.

—Algún día me gustaría hacer mis propias Storyscopes —comentó Catarina con un suspiro mientras sacaba otra cinta y la insertaba en el reproductor, esta vez con un toque melancólico en la voz.

Ese tono sorprendió a Eira. Catarina, tan alegre y vivaz, mostraba ahora un lado un poco más vulnerable, una especie de sueño que parecía lejano para ella. Eira sintió un impulso de preguntar más, de indagar sobre esa aspiración, pero se quedó callada, dejando que el momento se asentara entre ellas. La siguiente cinta comenzó a reproducirse; esta vez, era una versión mágica y humorística de Indiana Jones, y las dos se sumergieron en la aventura, riendo y comentando cada escena.

Así transcurrió el día, y lentamente, la noche empezó a envolver la sala en sombras. La única fuente de luz era el resplandor de la TV-espejo, que proyectaba las imágenes con un tono cálido. Catarina y Eira estaban absortas en la historia cuando, de repente, la puerta se abrió de golpe.

—¡He vuelto! —gritó Acné con su voz grave y potente, entrando con energía y casi partiendo la puerta en dos.

El repentino estallido de ruido hizo que Eira reaccionara instintivamente. Su mano se fue al bolsillo de su vestido, donde llevaba una pequeña piedra encantada, la cual lanzó sin pensar. La piedra, impulsada por una descarga de magia, salió disparada como una bala, atravesando el aire y golpeando la pared del pasillo con fuerza, formando un cráter a solo unos metros del rostro de Acné.

Acné se quedó sin palabras, mirándose en el espejo con una expresión de asombro mezclada con desconcierto. Catarina, horrorizada pero intentando contener una risa nerviosa, miró a Eira con ojos muy abiertos.

—¡Por el polvo de hadas! —exclamó Catarina entre risas—. ¡Creo que alguien está un poco... nerviosa!

Eira, aún aturdida, bajó la cabeza con un rubor intenso en las mejillas, entre avergonzada y divertida por su propia reacción.

—Eh... lo siento, no pensé... —murmuró Eira, intentando recoger la piedra sin mirar a Acné.

Acné se cruzó de brazos, soltando una carcajada que llenó la sala.

—¡Vaya bienvenida! —dijo, sonriendo—. Pero me gusta ese espíritu, jovencita.

La pena se dibujaba en el rostro de Eira mientras comenzaba a disculparse sin parar.

—Lo siento... —repetía una y otra vez—. No era mi intención, yo lo reparo... —dijo rápidamente, yendo hacia la pared. Con un gesto ágil, sacó su martillo y cincel de la tableta, y con un toque en la zona dañada, una chispa de magia se desprendió de las herramientas, haciendo que cada grieta en la pared desapareciera en un abrir y cerrar de ojos, como si el impacto nunca hubiera ocurrido.

—¡Eso es impresionante! —silbó Acné con asombro—. Alguien como tú sería muy útil en el pueblo.

Las palabras de Acné sonaban halagadoras, pero Eira solo pudo suspirar. Si no fuera por esa maldita cuenta regresiva en su tableta, tal vez podría considerar quedarse un poco más.

—Sí, pero... ya sabes, tengo que estar en otro lugar —respondió, guardando sus herramientas en la tableta.

—Es una lástima... pero quién soy yo para hacerte cambiar de opinión. Supongo que tienes que seguir tu destino, ¿no? —dijo Acné encogiéndose de hombros mientras se alejaba hacia la cocina.

Eira se quedó pensando en la palabra "destino", como si resonara de una manera especial. Giró la vista hacia Catarina, quien la miraba con ojos bien abiertos.

—¡Eso fue asombroso! —exclamó Catarina, claramente impresionada—. No me dijiste que podías hacer algo así... ¡Lanzar esa piedra como una flecha y luego reparar la pared fue hechiasombroso! ¿Qué más puedes hacer?

—¿Y yo qué? Vi mi vida pasar ante mis ojos —bromeó Acné con una carcajada, mientras Catarina soltaba una risa.

—Pero estás bien —señaló Catarina, sin poder ocultar su emoción—. No todos los días conoces a alguien de un cuento de hadas, ¿verdad?

Eira parpadeó, claramente confundida.

—¿Yo... un cuento de hadas? —murmuró, encontrando la idea ridícula. Hasta el momento, su experiencia parecía más una aventura de videojuego que otra cosa.

—Bueno... mencionaste que querías ir a Ever After High y, ya sabes, allí la mayoría son hijos de personajes de cuentos de hadas. Así que pensé... como tienes esos poderes, debe ser algo de cuento de hadas también. O bueno... tal vez exageré un poco — Catarina rio , claramente avergonzada—. Quizá solo fue mi imaginación.

Eira le devolvió la sonrisa, sin estar muy segura de qué decir. Al poco tiempo, después de una conversación entre risas y algunos eventos bastante fuera de su zona de confort —como la sesión de maquillaje y pijamas—, Eira intentaba mantener la compostura, pero algunos pensamientos nada santos se le escapaban de vez en cuando. Le costaba no ver a Catarina como una chica hermosa y cautivadora, y le parecía irónico que, ahora en el cuerpo de una chica, sus propias ideas se sintieran un poco... inadecuadas.

—Oye, ¿y cómo funcionan tus poderes? —preguntó Catarina con curiosidad mientras ambas se acomodaban en sus camas improvisadas en la sala.

Eira se encogió de hombros, reflexionando un momento antes de responder.

—No estoy segura de todo, para ser honesta —dijo, mirando su tableta mágica—. La tableta me ha dado habilidades que puedo usar, pero no parecen ilimitadas. Lo de hoy, reparar la pared, fue gracias a esta habilidad de artesana mágica, pero creo que puedo hacer más si practico.

—¿Artesana mágica? —preguntó Catarina, sus ojos iluminados de asombro—. Suena a magia de otro nivel. Apuesto a que encantarías cualquier cosa que te pidiera.

—No me tientes —respondió Eira, bromeando y lanzándole una almohada—. La verdad, estoy apenas entendiendo este... "Nuevo yo".

Cuando la noche llegó y el silencio envolvió la casa, Eira se deslizó nuevamente hacia el baño. No había tenido la oportunidad de observarse detenidamente, con el apuro de Catarina, ni la oportunidad de procesar el cambio completo de su cuerpo. La curiosidad ahora se mezclaba con una vergüenza profunda por el simple hecho de hacer algo tan extraño. Encendió la luz y la pequeña estancia quedó bañada en un resplandor cálido mientras se paraba frente al espejo de cuerpo entero.

Se deshizo de las ropas y, con un leve rubor que le encendía el rostro, abrió los ojos para mirarse de nuevo. Su corazón latía rápido; no podía creer que estuviera haciendo esto.

—Esto es tan extraño... —susurró para sí misma, como si de alguna manera fuera testigo de algo prohibido.

El reflejo en el espejo le devolvía la mirada de alguien ajeno: piel suave, delicadas, curvas, y un cabello castaño que caía largo y ondulado sobre sus hombros. Cada detalle de su nueva apariencia se sentía tan distante de lo que alguna vez fue. Parecía más frágil, como una muñeca de porcelana. Sus músculos, modestamente entrenados y su fiel "panza cervecera" que tanto le criticaba su amigo, se habían desvanecido. Ahora su físico irradiaba una delicadeza que nunca habría imaginado.

Con una mezcla de nostalgia y resignación, suspiró mientras se despedía mentalmente de su antiguo "yo", su vieja imagen y esa parte de su identidad masculina que ahora parecía casi un sueño lejano. Con la mirada baja y la sensación de un nuevo comienzo, regresó a la sala y se acomodó en la cama improvisada, cayendo en un sueño inquieto con lágrimas en los ojos.

Gracias por leer, espero que le haya gustado porfavor dejen un comentario. 

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