Entrando a ever After High.


—Esto es una mala idea —murmuró Eira mientras se acurrucaba dentro de una caja de madera—. Pero claro, tuve que decir que sí... y todo esto es tu culpa —agregó, fulminando con la mirada al libro mágico flotante frente a ella. Su voz era apenas un susurro cargado de furia contenida.

Fuera de la caja, dos de las chicas más reconocidas de Ever After High caminaban con una mezcla de casualidad forzada y nerviosismo, empujando un carrito que transportaba la caja donde Eira se ocultaba. A lo lejos, la mirada severa del guardia de la entrada, Sir Booster, se posó en ellas. Con su armadura brillante, una barba blanca que casi rozaba el suelo y un porte digno de un caballero de leyenda, el hombre parecía un vestigio vivo de cuentos antiguos. Decían que tenía más de 700 años, aunque aparentaba unos 50.

—¿Qué llevan ahí? —preguntó con una voz que resonaba como un trueno, sus ojos entrecerrándose mientras analizaba cada uno de sus movimientos—. Y además, ¿por qué están fuera de horario? —Su ceño se frunció al reconocerlas—. Ah, claro, Cedar Wood y... la infame Briar Beauty.

Cedar se tensó, encogiéndose detrás de Briar, mientras la hija de la Bella Durmiente mantenía una sonrisa nerviosa que apenas lograba disimular.

—Nada especial, señor Booster... —dijo Briar, fingiendo despreocupación mientras daba un pequeño golpecito a la caja con el tacón de su zapato—. Sólo algunas cosas de la fiesta, parlantes y decoraciones sobrantes, ya sabe...

El guardia arqueó una ceja, su mirada inquisitiva examinando cada detalle de la escena. Había algo en su porte que hacía imposible mentirle, como si pudiera leer el alma de quien tenía enfrente. Cuando su atención se posó en Cedar, quien trataba desesperadamente de hacerse más pequeña, la sonrisa de Sir Booster se torció en una expresión que denotaba sospecha y diversión recordando el cuento de la pequeña niña de madera.

—Dime, señorita Cedar...¿qué llevas realmente ahí? —inquirió con un tono que hacía imposible ignorarlo.

Briar comenzó a sudar. Sabia que Cedar wood hablara su plan se iría al país de las maravillas. Antes de que pudiera contestar, el sonido de una campana resonó en la distancia, captando momentáneamente la atención del guardia. Aprovecho el momento.

—¡Oh! Nada fuera de lo normal, lo prometo —dijo Briar, respondiendo por su amiga, apresurándose a empujar el carrito con más fuerza—. No hay necesidad de preocuparse...

Booster suspiró, claramente agotado, de lidiar con las excusas de los estudiantes.

—Que no se repita —advirtió, señalándolas con un dedo firme—. La próxima vez informaré al director Grimm. ¿Entendido?

Ambas asintieron con rapidez, reanudando su marcha con torpeza hacia el campus. Sin embargo, justo cuando pensaban que habían esquivado el peligro, un sonido salió de la caja. Era una melodía que Briar no reconoció, pero que hizo que el rostro de Eira dentro de la caja se tornara rojo como un tomate.

—¡Por el César! ¿Por qué demonios suena como música de Final Fantasy? —murmuró Eira, frenética, mientras intentaba apagar el libro—. ¡Ya cállate, maldita sea! —gruñó entre dientes, cubriendo el dispositivo con su cuerpo.

—¿Y ese sonido? —preguntó Sir Booster, girándose hacia ellas con la misma mirada inquisitiva de antes.

—Es... mi ringtone —improvisó Briar con una sonrisa forzada mientras sacaba su MirrorPhone y lo mostraba al guardia—. ¡Sí! Estoy probando uno nuevo... ¿qué le parece?

El guardia la miró con escepticismo, antes de posar sus ojos sobre Cedar, quien se encogió aún más tras su amiga. Finalmente, tras un largo suspiro, Booster se dio por vencido.

—Pasen ya. No me pagan lo suficiente para esto —murmuró mientras giraba sobre sus talones y cerraba las puertas tras ellas.

Briar soltó una carcajada nerviosa mientras empujaba el carrito con más prisa.

—¡Casi lo logramos! —exclamó en voz baja, mirando a Cedar, quien apenas podía contener el temblor de sus manos.

Desde dentro de la caja, Eira dejó escapar un largo suspiro de alivio.

—¿Por qué me dejé convencer de esto? —pensó para sí, mientras el libro flotante se apagaba con un pequeño destello. Eira Soltando un suspiro.

El traqueteo continuo duró apenas unos segundos más antes de detenerse de golpe, lo que provocó que Eira se estampara de cara contra la pared de madera. La joven murmuró palabras ininteligibles, pequeñas maldiciones mezcladas con una dosis de autocompasión y preguntas de qué diablos estaba ocurriendo afuera. Mientras intentaba recuperarse del impacto, frotándose la frente adolorida, la caja que la contenía comenzó a tambalearse.

El movimiento terminó con un brusco golpe contra el suelo. Eira no tuvo tiempo de gritar ni de quejarse; todo lo que sintió fue el frío y duro cerámico contra su cara.

—¡Ay, eso tuvo que doler! —comentó Briar Beauty, con una mueca de simpatía, mientras su compañera Cedar Wood soltaba un ligero siseo al ver el golpe. Ambas chicas se miraron, casi compartiendo la culpa por el desenlace de su plan improvisado.

Cedar fue la primera en reaccionar, acercándose rápidamente para ayudarla.

—¡Oh! Lo siento muchísimo, ¿estás bien? —preguntó con tono nervioso, mientras intentaba levantarla.

La atención de ambas se desvió por un instante hacia el MirrorPad, que flotaba justo encima de la cabeza de Eira, emitiendo un brillo leve, como si se burlara de su situación.

—De maravilla, el suelo es tan cómodo que estoy considerando mudarme aquí —respondió Eira con sarcasmo, en un tono agotado mientras aceptaba la mano de Cedar para ponerse de pie—. Perdón, fueron los nervios. —dijo estando de pie mientras miraba a su alrededor.

Briar, observándola con una mezcla de diversión y suficiencia, dejó escapar una sonrisa ligeramente engreída.

—¿Asombroso, no? —dijo, acercándose con entusiasmo—. Aunque, debo decir, es mucho mejor con la luz del día.

Eira se quedó sin palabras, mirando alrededor con una expresión entre fascinación y desorientación. El lugar era imponente: la entrada parecía hecha para gigantes, y aunque tenía un aire de escuela estadounidense para chicos ricos, los detalles mágicos rompían con cualquier normalidad. Los pisos de cerámica impecables contrastaban con los pilares decorados como árboles que sostenían el techo, y las paredes estaban cubiertas de arbustos y flores mágicas, como si el lugar fuera un bosque encantado atrapado en un edificio.

—...Sí... —respondió finalmente, aunque su tono distaba mucho de entusiasmo.

Al escucharla, Briar frunció el ceño con una pizca de decepción antes de sonreír de nuevo, como si no se dejara afectar fácilmente.

—Bueno, no se puede complacer a todos —dijo con un aire despreocupado, para luego tomar la mano de Eira—. Ven, por acá están los dormitorios.

Antes de que pudieran avanzar mucho, Cedar dio un respingo, recordando la caja que habían traído. Se apresuró a moverla hacia una esquina, intentando ocultarla.

—¡Oigan, esperen! ¡No me dejen sola! —gritó Cedar en pánico, mientras corría tras las dos chicas, dejando la caja oculta en las escaleras de vestíbulo.

Los pasos resonaban con eco mientras Cedar se acercaba al ascensor, justo cuando las puertas de la segunda planta se abrían. Estaban decoradas con elegantes curvas y motivos de hojas, dándoles un aire mágico y sofisticado que parecía invitar a las chicas a entrar.

Cedar y Briar entraron primero con total naturalidad, como si aquello fuera lo más común del mundo. Ambas se acomodaron en los asientos de terciopelo rojo con la soltura de quien ya estaba acostumbrado a este tipo de lujo. Eira, en cambio, se detuvo justo en la entrada, observando el interior del ascensor con cierta cautela. Después de todo, esto era un mundo mágico, ¿no? Nada aquí parecía ser lo que aparentaba, así que un ascensor normal parecía poco probable.

Dudó por un momento, pero finalmente entró y se sentó en el medio, entre Cedar y Briar. Cuando las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir, Eira cerró los ojos con fuerza, esperando algo fuera de lo común: luces danzantes, un giro al estilo Willy Wonka o los turbos ascensores como los de Star Trek. Pero no pasó nada de eso.

El ascensor simplemente subió con el movimiento suave y monótono de cualquier máquina ordinaria. Nada mágico, nada especial. Solo engranajes haciendo su trabajo.

Eira soltó un pequeño suspiro, mezcla de alivio y decepción.

Mientras tanto, Cedar y Briar charlaban animadamente sobre temas triviales: tareas, profesores y las clases que tenían planeadas para el día siguiente. Eira apenas les prestaba atención, dejando que sus pensamientos vagaran. Sin embargo, una palabra resonó en medio de la conversación y captó toda su atención: Rumpelstiltskin.

El nombre hizo que su mente se conectara de inmediato con recuerdos de su propio mundo. Imágenes de cierto ogro verde animado inundaron su mente, junto con las risas que siempre acompañaban esas películas. Sin darse cuenta, dejó escapar una pequeña risita.

—¿Shrek? —murmuró, perdida en el recuerdo.

Ambas chicas se callaron de inmediato, girándose hacia ella con curiosidad.

—Perdón, ¿dijiste algo? —preguntó Cedar con un poco de timidez—. ¿Te estamos molestando?

Eira levantó la vista, dándose cuenta de que había hablado más alto de lo que pensaba.

—¿Qué? No, no... —dijo rápidamente, agitándose un poco—. Solo recordé algo divertido. Es una historia de mi ciudad.

—¿Una historia? ¿De qué tipo? —preguntó Briar, inclinándose hacia ella con interés.

Eira dudó por un momento, pero luego decidió continuar.

—Bueno, es sobre un ogro llamado Shrek... Es grande, verde, gruñón y... peculiar, pero tiene buen corazón. Siempre protege a los que ama, aunque no lo parezca al principio. —Sonrió ligeramente al recordar—. También tiene un burro que habla sin parar y una novia ogra.

Briar soltó una carcajada, claramente entretenida por la idea.

—¡Un ogro con novia! Eso suena hechizante. Definitivamente quiero escuchar más sobre eso algún día.

Cedar, aunque más reservada, también sonrió.

—Es una historia curiosa. Supongo que cada lugar tiene sus propios cuentos únicos.

Eira asintió, pero su mente volvió al nombre de Rumpelstiltskin. Se preguntaba si en este mundo su versión sería tan diferente como todo lo demás que había encontrado. Antes de poder decir algo más, un suave ding señaló que el ascensor había llegado a su destino. Las puertas se abrieron, revelando el siguiente trama de su aventura.

Cedar Wood fue la primera en salir del ascensor, girándose para despedirse con una sonrisa tranquila, como si toda la situación no fuera más que un día cualquiera para ella.

—Bueno, aquí nos separamos. Nos veremos mañana... si el director no nos atrapa y nos castiga, espero que no. —dijo con un ligero temblor en la voz—. No quiero hilar paja de nuevo.

Eira parpadeó, curiosa por lo que acababa de escuchar. ¿Qué tan malo podría ser un castigo como ese para que Cedar se pusiera tan nerviosa? Antes de que pudiera preguntarlo, Cedar ya se había despedido con una sonrisa y desaparecido al doblar una esquina del pasillo.

—Bueno, ven conmigo. Mi cuarto está por aquí —dijo Briar, empezando a guiar a su nueva amiga.

Mientras caminaban, Eira observó los alrededores con interés. Aunque no había tenido la oportunidad de ver toda la escuela, este pasillo en particular realmente resaltaba ese aire de cuento de hadas que esperaba. Las paredes tenían detalles que evocaban un castillo medieval, y el ambiente parecía sacado directamente de una historia encantada.

No tardaron mucho en llegar al dormitorio de Briar. Al abrir la puerta, Eira sintió una mezcla de tensión y resignación al recordar que esta sería la segunda vez que compartiría un espacio para dormir con una chica desde que llegó a este mundo. Por un lado, estaba agradecida por la hospitalidad, pero por el otro, no podía evitar maldecir al libro que la había traído aquí. Todo esto era demasiado confuso; después de todo, ella era un hombre no hacía mucho tiempo.

—¡Bienvenida a mi humilde habitación! —dijo Briar con orgullo mientras abría de par en par las puertas—. ¿No es hechizante?

Eira entró, echando un vistazo al espacio. La habitación tenía un aire lujoso y acogedor. Había dos áreas bien definidas: una claramente pertenecía a Briar, con detalles en tonos rosados y una cama elegante adornada con un dosel de flores. La otra parte del cuarto era notablemente distinta, con colores azul y blanco, ordenada hasta el más mínimo detalle.

Briar le señaló varias cosas mientras hablaba: —Por allá está el baño, esa es mi cama, y... bueno, esa parte pertenece a Blondie Lockes. —Hizo una pausa y luego bajó un poco la voz, como si compartiera un secreto—. Te lo advierto: no toques nada de su lado. Blondie es un poco... quisquillosa con la perfección.

Antes de que Eira pudiera responder, un sonido llamó su atención. La puerta del baño se abrió lentamente, dejando escapar una nube de vapor. De entre ella emergió una figura rubia y menuda, vestida con un pijama azul y blanco, aún con un cepillo de dientes en la mano. Blondie Lockes las miró con sorpresa antes de fruncir ligeramente el ceño.

Sus ojos se posaron en Eira, examinándola con evidente desconfianza. Luego, dirigió una mirada acusadora a Briar, quien sonrió de la manera más inocente posible, como si fuera una niña pequeña atrapada con las manos en la masa.

—Briar... —suspiró Blondie, cruzándose de brazos—. ¿Quién es ella y por qué está en nuestro cuarto?

Briar se rascó la mejilla con aire despreocupado antes de responder: —Bueno... es una amiga. No tenía dónde quedarse, y... bueno, ya sabes, una cosa llevó a la otra, y aquí estamos. —Le dirigió una mirada a Eira y luego añadió—. Su nombre es Eira HandCraft. No seas descortés y salúdala, ¿sí?

Eira, incómoda por toda la situación, levantó ligeramente una mano con una sonrisa nerviosa.

—Eh... hola. Mucho gusto.

Blondie no respondió de inmediato, pero su ceño no se relajó del todo. Claramente, no estaba muy convencida, aunque tampoco parecía dispuesta a iniciar una discusión esa noche.

—Bueno, está bien... hoy tuve un día largo y solo quiero dormir. —Blondie señaló con su cepillo de dientes a ambas chicas, con un tono casi autoritario—. Pero que no toque mi lado, ¿sí? —añadió antes de regresar al baño, dejando una sensación incómoda en el aire.

Eira la miró marcharse y luego, con un tono ligeramente sarcástico, comentó: —Agradable... tu amiga.

Briar se encogió de hombros y sonrió con naturalidad. —Es raro, normalmente es una flor burbujeante, siempre lista para hablar con todo el mundo. Algo debió pasar para que esté tan amargada. Pero bueno, ya es tarde. Mañana podemos preguntarle. —Briar se dirigió hacia su vestidor, pero antes de entrar, asomó la cabeza y miró a Eira con una expresión descaradamente sospechosa—. Por cierto, no tienes pijama, y no creo que seamos la misma talla.

Eira inclinó la cabeza, sin captar la insinuación detrás de las palabras de Briar. Decidiendo no darle demasiada importancia, comenzó a extender su bolsa de dormir lo más cerca posible de la cama de Briar, evitando cualquier conflicto con Blondie.

Pero la paz no duró mucho.

—¡Oh, no, señorita! No puedes irte a dormir así. —Briar apareció de nuevo, esta vez con un pijama rosa de diseño impecable ya puesto—. Tienes que cambiarte y bañarte. ¿Qué pensarán los demás?

Eira levantó los hombros, algo indiferente. —Realmente no me importa. He pasado por cosas peores antes de venir aquí. Además, ya me duché esta mañana. No creo que me muera por no bañarme una noche. —Lo dijo con la mayor naturalidad del mundo, sin entender el problema.

Briar abrió la boca para replicar, pero Blondie salió del baño justo en ese momento, bostezando mientras se dirigía directamente a su cama. Sacó su MirrorPad y comenzó a leer, aparentemente ignorando a las otras dos.

—Como iba diciendo... —continuó Briar, esta vez con más seriedad—. Eso no es de princesas. Anda, ve a tomarte un baño. Yo veré qué puedo hacer con las pijamas.

La castaña de mechones rojizos adoptó una expresión tan severa que hizo que Eira se sintiera como una niña regañada por su madre. Con un suspiro resignado, Eira cedió, aunque no estaba totalmente cómoda con su nuevo cuerpo.

Poco después, salió del baño envuelta en una toalla, con el cabello húmedo, cayendo en cascada por sus hombros. El aroma a rosas la envolvía; un olor completamente ajeno a su anterior vida, donde los perfumes no eran parte de su rutina.

—¡Perfecto! —exclamó Briar con entusiasmo, mostrándole un conjunto de pijama hecho a mano, confeccionado en minutos con una destreza impresionante—. Aquí tienes, te verás fabulosa con esto.

El conjunto era sorprendentemente cómodo, con un diseño holgado pero que se ajustaba en las curvas necesarias. Después de cambiarse y soltar un bostezo, Eira sonrió ligeramente antes de caer rendida en su improvisada cama.

—Bueno, supongo que es hora de dormir —dijo Blondie mientras apagaba su MirrorPad y luego las luces de la habitación—. Mañana quiero escuchar tu historia, chica nueva. Buenas noches.

La oscuridad llenó el cuarto, con la única luz proveniente de la luna que se filtraba a través de las ventanas. Eira, sin embargo, no pudo dormir de inmediato. Con cuidado, sacó su tableta y la encendió, recordando que no había tenido tiempo de revisar el mensaje anterior.

La pantalla iluminó su rostro y mostró un nuevo texto:

[Felicidades, has llegado a Ever After High. Aquí es donde comienza tu cuento.]

[Aquí está tu recompensa.]

Antes de que pudiera procesar el mensaje, la tableta comenzó a brillar intensamente. Alarmada, Eira intentó cubrirla rápidamente con una manta caída de la cama de Briar, quien murmuraba en sueños cosas ininteligibles.

Finalmente, el brillo se desvaneció, y en su lugar apareció una elegante hoja de pergamino, escrita con tinta dorada y bordes adornados. Eira tomó el pergamino con cuidado y leyó el siguiente mensaje en la pantalla:

[Certificado de Entrada Educativa: Transferencia desde Más Allá del Jardín.] [Presenta este documento al director Milton Grimm para inscribirte oficialmente como estudiante y ser parte de esta mágica experiencia. Escribe tu destino.]

Eira parpadeó, incrédula. ¿Esto es en serio? Pensó mientras miraba la hoja entre sus manos. Todo lo que había vivido hasta ahora... ¿era solo el prólogo?

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