Capítulo 3: La pierna
Canción recomendada para la lectura: Te chainsmokers - Paris.
Estuve vigilando a Carrie hasta que llegó mi padre a casa.
Sobre las... ocho.
-¡Papá! -grité desde la planta de arriba.
-¿Hijo? -preguntó extrañado mi padre.
-¡De todos los malditos testigos del programa tenías que traer a casa a... ésta niña! -grité bajando las escaleras.
Tenía una muleta de repuesto en mi armario.
-Te lo puedo explicar... -dijo mi padre poniendo la chaqueta en el perchero y dejando a la vista su pistola.
-Espero que tengas una muy buena razón -dije entre dientes.
-A ver Max... -dijo mi padre andando por el recibidor-. Es... complicado.
Resoplé y empecé a subir escalones.
-Complicado... complicado... -murmuré enfadado-. ¡Mi vida sí que es complicada maldita sea! ¡Llevo desde los cinco años ayudándote con los casos! ¡Desde los cinco! ¿Y ahora me dices que es complicado?
El jefe de policía Morrison suspiró y dejó la pistola encima de la mesa de la cocina.
-Esa niña es... complicada, Max. Ella y su caso. ¿Sabes por qué está en el programa de protección de testigos?
Negué con la cabeza.
-¡Era testigo de delitos que aún no ha sucedido! Un ataque terrorista, un robo a un supermercado, un asesinato... ella es testigo de cosas que no han sucedido. Pero suceden.
-Eso es una tontería -dije.
-También dije lo mismo cuando me lo contaron... hasta que predeció tu muerte.
Una bola de saliva y quién-sabe-qué se me atragantó en la garganta.
-¿Que hizo qué?
-Sí, fué en la piscina, en tu cumpleaños... ¿No te acuerdas? Casi te ahogaste.
Tragué saliva.
-¿Y lo vaticinó ella? Espera, eso es imposible. ¿Yo morirme? ¡Estoy vivo!
-Porque te saqué de la piscina Max -dijo mi padre yendo a la nevera-. ¿Una cerveza?
-Parece mentira que seas policía -dije agarrando un zumo de naranja.
-Era una prueba para ver si aceptabas la cerveza.
-Claro.
-En serio.
-¿Y qué hago con ella? Dijo que yo era su protección. ¡Yo no puedo protegerla! ¡Si ni puedo protegerme a mí!
Mi padre miró la planta de arriba y me dirigió una mirada fugaz.
-No lo sé Max. Ella es... extraña. Es un poco autista, y también es muy sensible. Una mezcla... un tanto rara.
Suspiré y subí al piso de arriba.
Si me había hecho caso, Carrie habría ido a la habitación libre que teníamos desde que mi hermano...
Mejor no pensar en eso.
Llegué a la puerta y la golpeé debilmente con los nudillos.
Oí un revoltijo y cómo el cerrojo de la puerta se abría.
-¿Sí? -preguntó Carrie con la cara manchada de grasa.
-Quería disculparme por lo que te dije antes -dije cojeando levemente.
Carrie entrecerró los ojos y me examinó la pierna.
-Pasa -dijo dejando abierta la puerta.
Entré y un olor a grasa de motor y a aceite me golpeó la cara como un puño.
-Has... decorado la habitación -dije mascullando.
Las paredes estaban repletas de marcos. Algunos con fotos, otros con lo que parecía que era papel de arroz, y... la gran mayoría vacíos.
-Las fotos de tu hermano están en esa caja -dijo Carrie señalando una caja de cartón.
Ahogué un grito al ver las fotos y los diplomas de mi hermano amontonadas descuidadamente dentro.
-He puesto papel de burbujas -dijo Carrie, como si eso disculpara la torpeza de la organización.
Gruñí y dejé la caja fuera de la habitación.
Al volver a entrar en la habitación Carrie me golpeó levemente con algo en la frente.
-Tu nueva pierna -dijo Carrie sonriendo.
-¿Mi qué?
-Tu nueva pierna. Lamentablemente no puedo hacerte algo para que tu calzoncillo sea más abultado porque eso requeriría algo de tu ADN y...
-¿¡HAS MIRADO MI DIARIO!?
Carrie se encogió de hombros y me colocó aquel objeto cilíndrico en la pierna.
Eran... trozos de alguna especie de metal unidos con alambres.
Después de un rato, me empecé a impacientar.
No sabía qué era lo que me estaba poniendo Carrie en la pierna.
¿Y si era alguna trampa al estilo de Jigsaw?
Me zafé de un empujón y vi cómo Carrie sonreía levemente.
-Funciona. A ver, sabía que iba a funcionar pero... -dijo Carrie caminando a su habitación.
Miré hacia abajo.
Mi muleta estaba tirada en el suelo.
Y ahí, delante mía, mi pierna estaba... de pie.
Yo estaba de pie, apoyando el peso del cuerpo en mi pie malo, y no sentía nada.
Alzé la vista estupefacto y vi a Carrie apoyada en el marco de la puerta de su habitación.
-Ingeniería -dijo señalando el objeto-. Soy una especie de inventora.
-¿Inventora? ¿Eres una... inventora?
-Sí. Y... sólo te pongo un requisito para que te quedes el cilindro.
-¿Requisito? No tengo dinero.
-No quiero dinero -dijo Carrie-. Quiero que no le digas a nadie que lo llevas. Ni a tus padres.
Alzé una ceja interrogante.
-¿Por?
-Por una razón muy lógica... que te diré en cuanto me ayudes.
-¿Ayudarte a qué? ¿A inventar algo?
-No.
-¿Y entonces?
-Quiero que me ayudes a evitar un asesinato.
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