Todo lo que necesitas es amor


Tony miró hacia el ventanal, Londres en atardecer era hermoso, con todo el caos y ruidos muggles, le daba su toque. Jadeó, pegando su frente contra la sábana descompuesta, aferrándose un poco mejor a los hombros anchos igual que lo hicieron sus muslos que apretaron las caderas que martilleaban contra él, sacudiendo su cuerpo empapado de sudor. Howard se había negado rotundamente a aceptar su relación con Steve Rogers, así que decidió abandonar el hogar paterno, tomando un pequeño departamento que Jarvis le obsequió bajo promesa de no hacer destrozos. Nunca le faltaría el respeto a su querido mayordomo, obedeciendo su palabra e invitando a su novio a quedarse a vivir juntos.

—¡S-Steve...!

¿Cuánto tenía desde el incidente del cañón? Ahora eran estudiantes de Séptimo Año casi a punto de graduarse. El tiempo pasaba volando sin duda, cuando se disfrutaba, se recordó con una sonrisa que cambió a una boca bien abierta cuando el rubio dio en el blanco, arqueándose de repente, arañando la piel resbalosa por el sudor. Se suponía que iban a esperar y comportarse, pero eso fue imposible luego de que al fin el capitán aceptara mudarse a su departamento después de ruegos y ayudarlo con sus exámenes sin hacer trampas -es decir, sin usar su cañón- porque ya había atrapado una que otra vez al castaño activando el artefacto para repetir una clase que no hubiera entendido o para llegar temprano por quedarse dormido.

Tony gimió apenas, dejándose caer por completo en la cama, respirando agitado con el corazón vuelto loco por el orgasmo. Sí, definitivamente su padre moriría si lo viera ahora, entregado a un joven, musitando su nombre entre jadeos mientras este continuaba embistiéndolo hasta que al fin también terminó, clavándose profundo en él con un quejido que sofocó en su cuello, abrazándolo al tener esos pequeños espasmos mientras se corría en su interior, quedando igual que él con el cuerpo flojo. Dejaron que toda la adrenalina se disipara, Tony suspirando con una sonrisa al tomar el rostro del capitán para besarlo y luego jadear enfadado, tirando de sus cabellos.

—¡¿Qué pasa contigo?!

—¡No es mi culpa!

—Esto no es ni remotamente normal para alguien como tú.

—¿Alguien como yo?

—... el punto es que... ¿en serio, Rogers?

—¿Por qué no?

—Ya vamos como... no sé, varias veces.

—Una más, por favor, se siente tan bien.

—Oh, sí, mis caderas ya me lo dicen.

El castaño refunfuñó, pero no se negó a otra ronda con esa resistencia proverbial de Steve, heredada por su madre quien descendía por línea directa de las Brujas de Salem, no que eso tuviera mucha relación con su poder en la cama que no era normal ni por asomo. Aun cuando estuviera hechizado no sucedería así. No hubo remedio, le gustaba de todas formas, ese león siempre lo hacía sentir especial, como algo irrepetible así que estuvo bien que retozaran una vez más en la cama antes de dormir un par de horas y levantarse a darse un baño porque apestaban a sexo. Se cuidó de no despertar más ese deseo o en serio él se convertiría en la burla de sus compañeros al verlo caminar no tan elegante ni seguro como acostumbraba.

Salieron a cenar, una cosa que Tony adoró de esas salidas a Londres fueron las cositas ricas llamadas donas que atacó apenas las probara. Fueron a una cafetería a cenar, con mesitas al aire libre que miraban a una avenida transitada, toda esa ciudad siempre estaba transitada a sus ojos, por donde quiera que observara algo sucedía. También eso le gustaba. El movimiento incesante, los conflictos y problemas tan comunes para ellos, pero que a ese mente de genio provocaba una serie de ideas que luego estaba garabateando en sus cuadernos cuando la clase se ponía aburrida.

—He pensado en trabajar sobre mi cañón.

—Tony, le prometiste al señor Potter ya no meterte en líos con tu artefacto.

—Exacto, con mi artefacto, no con sus variantes.

—¿Qué tratas de decir?

—Me he fijado en las armas muggle...

—No, Tony.

—¡Espera! No es lo que piensas, solo es que he notado que pueden hacer variaciones de un mismo modelo para diferentes usos. Puede ser que yo haga una variante de mi cañón, algo con mucho menos potencia y más amigable.

—¿Para qué desearías algo así?

—No lo sé, para saber si soy capaz de lograrlo.

—¿Puede ser cuando nos hayamos graduado?

—Aw, está bien señor soy el alumno más prominente de mi generación en Hogwarts.

—La envidia no te sienta bien.

—Ja.

Esa idea no le abandonaría, estaría trabajando en ello cuando regresaran al colegio, todos comentando sobre la graduación como el convertirse oficialmente en un mago. A Tony le habían ofrecido un puesto en el Ministerio de Magia, pero lo rechazó porque eso limitaría su creatividad y libertad para crear nuevos objetos mágicos. Si estaba bajo las órdenes de alguien, ese alguien podría decidir qué sí y que no podría hacer, prefiriendo estar por su cuenta como varios de sus compañeros. Además, Steve estaría a su lado, él ya estaba perfilándose para convertirse en un Auror, así que uno de ellos ya estaría al servicio del mundo mágico, más no se podía desear.

—Hey, Stark, ¿has escuchado la gran noticia?

—¿Ah? ¿Qué noticia?

—El hijo de Harry Potter ya entrará a Hogwarts.

—¿Qué? ¡Ah, justo cuando ya me graduó! Qué suerte.

—Puedes reprobar materias.

—Sí, como no, en tus sueños, Hammer.

El doctor Strange también le había ofrecido un trabajo en su despacho, donde trabajaba con otro mago de Asia llamado Wong que adoraba la música muggle como él. No le rechazó, todavía estaba pensando eso porque el hechicero sí que tenía aventuras importantes y era la oportunidad idónea para probar sus invenciones, siempre y cuando aquel hombre le permitiera experimentar. Contaba con que sí lo hiciera, porque ya lo conocía. Tony escuchó una discusión, caminando hacia el pasillo de donde provenía, un grupo de primero estaba en círculo alrededor de dos niños. De pronto tuvo un viaje al pasado, sonriendo para sí al ir a separar a los dos peleoneros.

—Bien, lamento informales que esta clase de conducta está penada en el colegio, van a perder puntos por esto.

—¡La Serpiente de Hierro!

Rodó sus ojos al mote que le habían dado con el tiempo, poniendo sus manos sobre su cintura, viendo a cada niño. Uno de Ravenclaw y otro de Griffyndor.

—¿Por qué la pelea? Díganme porque no les conviene hacerlo frente a la directora.

—Él me dijo que soy un ratón de biblioteca —acusó el Ravenclaw con ojos temblorosos.

—¡Mentira!

—Hey, hey, tranquilos. A ver, tú, leoncito, pide una disculpa.

—Pero...

—Hazlo, dudo mucho que este cuervo haya hablado solo porque sí, ellos no son así. Igual no quisiste decirlo de esa forma, más hiciste daño, discúlpate.

El niño frunció su ceño, apretando sus labios en un esfuerzo supremo por vencer su ego que cedió ante la mirada insistente del castaño.

—De acuerdo... lo siento, no quise decir eso.

—Muy bien, y ahora tú, él pudo insultarte, eso no te daba derecho a responder igual.

—...

—Estoy esperando.

—Lo siento.

—Fabuloso, ahora a sus salas, no quiero mocosos perdidos a altas horas de la noche.

—¡Sí, señor!

Stark esperó a que todos desaparecieran en una carrera, negando apenas antes de dar media vuelta y toparse con McGonagall quien ladeó su rostro al sonreírle.

—Te va el ser prefecto.

—Diría que me he ganado un poco de resentimiento, pero es un buen puesto.

—¿Te irás con Strange?

—Quizás.

—Sería muy bueno, alguien debe tener un ojo sobre ti.

—La visita a Genosha fue puramente accidental, ¿quién iba a decirme que uno puede teletransportarse por error?

—Fuiste ahí porque no te gustó que hirieran a Steve.

—Puede ser una excelente razón, pero en verdad sí fue un accidente.

La directora rió, acomodando su túnica. —Es hora de ir a tu sala, buenas noches, Tony.

—Buenas noches, directora.

No durmió por supuesto, necesitaba resolver esa ansia de crear una variante de su cañón. Tanto él como el rubio continuaron en ese dormitorio porque al final, pese a que todo estuvo resuelto, no pudieron estar separados. Una forma del destino de decirles que serían mejores estando unidos. Y a Stark le ayudaba, se mantenía enfocado como en esas horas bajo luz de vela releyendo y anotando aritmacia, haciendo planos y dibujos.

—¿Tony? —llamó Steve con un bostezo.

—Duerme, casi termino.

—No vayas a llegar tarde mañana... y no uses el cañón.

—Puf, duerme.

Una tarde, el capitán notaria la ausencia de su novio, buscándolo por todas partes. Le extrañó mucho que no anduviera explotando alguna aula vacía, por lo que salió al lago, donde también podría estar sin hallarlo en aquel lugar, volviendo sobre sus pasos con expresión contrariada. Hasta que Visión no apareciera es que por fin dio con él, en lo alto de un risco que miraba hacia el colegio, esperándolo ansioso. Apenas apareció, Tony fue a él para llevarlo a la orilla del risco con esa sonrisa que prometía problemas.

—Cielo, es tarde, no debemos andar tan lejos.

—¡Lo logré!

—Tony —el rubio se puso serio, una mano cerró sus labios, recibiendo un beso después.

—Observa y asómbrate.

Antes de que pudiera moverse, el castaño mostró su brazo escondido bajo su capa, revelando una suerte de guantelete que subía hasta su codo, que tenía unos mecanismos e hilos mágicos que se conectaban con el artefacto en su pecho. Steve jadeó, alzando sus manos queriendo detenerlo cuando el otro gritó al estirar el brazo, apuntando a uno de los árboles, su copa que daba cerca del risco. Un silbido se dejó escuchar con una tenue luz azul que salió disparada, volando la punta del árbol en un suspiro.

—¿Qué...?

—¡Lo hice! Un estable mini cañón. Debo trabajar en el nombre.

—Tony...

—Así no necesito todo el tiempo mi varita. Muy útil ¿no es así?

—Y peligroso, puedes despertar esa cosa.

—No, estamos usando un rango muy bajo de energía, pero aún así observa qué poderosa es —sonrió Tony muy emocionado.

—¿Para qué deseas algo así?

—Ahora que lo preguntas... para nada en particular. Solo quería moldear esta magia, y todavía está en construcción, el guantelete debería hacer algo, no sé, armarse y desarmarse a voluntad.

—Todo lo quieres hacer a tu voluntad, amor.

—Soy Anthony Stark, Slytherin y gran inventor, claro que deseo hacer todo conforme a mi voluntad.

—¿Funciona eso?

El castaño rió, acercándose a su novio para besarlo. —No, pero sé que tú siempre estarás ahí para que no pierda mi camino. Y no lo hablo como una obligación, no, no, me refiero...

—Sé a qué te refieres, tranquilo —Steve negó, besando su frente— Es imposible retenerte ¿eh?

—Vas a ser un Auror ¿qué si estás en peligro y no puedo ayudarte? Esto hará diferencia.

—Ah, sabía que había algo detrás.

—Steveeeeeeeeeeee...

—Fue hermoso, Tony, pero debemos regresar.

—¿Te sientes orgulloso de mí?

—Siempre, cariño, siempre.

Tony sonrió, quitándose el guante para guardarlo en un maletín que desapreció bajo su capa, caminando de la mano del capitán. Era seguro que la ministra Granger y el Auror Potter tiraran de sus orejas, pero él se defendería alegando que había vuelto a crear otro mini cañón porque de eso dependía la vida de su futuro esposo. Después de todo, era su hechizo favorito, ese que lograba transmutar su luz azul en dorada con su simple fuerza de voluntad. ¿Cómo no hacer hasta lo imposible para resguardarlo de todo mal? La Muerte le había dado una oportunidad para vivir a su lado, no la desperdiciaría ni lo expondría a peligros tontos cuando él era una mente de genio. Y si alguien era lo suficientemente estúpido para retarlo, conocería entonces el auténtico poder de su artefacto, como a su monstruoso guardián que estaría dispuesto a liberar con tal de salvar a Steve.


Así era de loco su amor por él.


Un hechizo simple, pero infalible.



F I N

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top