Pide al tiempo que vuelva
—¿Estás seguro de esto, Tony?
—Claro que no, Steve, pero así es como avanza la magia, atreviéndose a experimentar.
—Arriesgar tu vida no es experimentar.
—Tsk, detalles.
—Si veo...
Tony levantó una mano que cubrió la boca de Steve. —No pasará, confía en mí.
El plan era muy sencillo, todo lo que había que hacer era esperar por aquel monstruo en la Casa de los Gritos, donde nació, lejos del resto de los estudiantes que podían peligrar, en un terreno donde el castaño podría usar a sus anchas su artefacto. Strange se había negado a semejante idea, fue la directora McGonagall quien una vez más dio su consentimiento para tender la trampa, tal vez porque ella ya había vivido una guerra donde ser prudente no fue la mejor opción. Ahora estaban ahí, los dos jóvenes igual que en aquella noche, esperando a que sonara el arrastre de unas garras y el raro tictac de un reloj para dar marcha a su plan de exterminio.
No iba a ser tan fácil, mucho menos para Tony quien iba a apostar por una locura. Si Bruce Banner había explicado bien cómo era la proyección por magia del Teseracto, jamás iba a poder deshacerse de su maldición porque, irónicamente, solo cuando muriera esta desaparecería. Jamás creyó que tendría que pagar un precio así por crear algo tan poderoso, sin duda era el lado oscuro de la brillante creación. Si no podía exterminarlo pues volvería a nacer una vez más -así lo dijo el chico americano de lentes- entonces quedaba el encerrarlo para que no le hiciera más daño ni a los demás. Había devorado fantasmas, anulado magia de algunos estudiantes y profesores, comido unas criaturas mágicas porque ya no había podido alimentarse de los sueños del castaño ni de su tiempo de vida que se agotaba al no ser capaz de cerrar los ojos por horas.
Steve lo había salvado con un encantamiento de niños.
La verdad era que su logro iba más allá de eso, de tal suerte que ahora podía enfrentarse a su monstruo con la valentía necesaria. El capitán permanecería fuera de la casa de momento, hasta que aquella cosa apareciera y Tony le llamara. ¿Qué tamaño tendría? Era algo que necesitaba averiguar también, tenía un crecimiento exponencial, igual que una pesadilla. La medianoche llegaba, todo estaba quieto, en silencio con el joven de Slytherin sentado junto al hueco dejado por la explosión, recordando aquel momento hasta ahora, con su varita lista. Debía ser fuerte, podía hacerlo, solo necesitaba recordar que no estaba más solo y que en realidad, no era tan malo el tener algo pegado al pecho. Nunca podría quitárselo, ya se había dado cuenta de eso, de la misma forma que su maldición tampoco se esfumaría.
El chirrido apareció con la piel del castaño erizándose, notando el vapor blanco de su aliento por la temperatura que descendió bruscamente. Tragó saliva, poniéndose de pie al escuchar pasos muy pesados, como un gigante subiendo por las débiles escaleras de madera podrida en esas sombras que daban a la habitación. Hubo una pausa, larga e inquietante que solo lo tensó, apretando su varita y conteniendo el aliento. Vamos, vamos, muerde el cebo. Debía tenerlo enfrente para lograr atraparlo, contaba con que esa cosa gustaba de presentársele para atormentarlo. Los pasos continuaron, al parecer sí estaba dispuesto a ir por él. Tony se estremeció al escuchar la última pisada ya junto al marco de la puerta, alejándose unos cuantos pasos.
TICTOCTICTOCTICTOC...
Su espalda chocó con una pared que crujió igual que el piso cuando una enorme sombra cruzó, abarcándolo todo. Ya era descomunal en verdad, una presencia asfixiante que le impidió respirar con normalidad, su pecho comenzó a subir y bajar con esfuerzo, la piel la sintió fría con un escalofrío recorriéndolo al entrever en esa mancha un rostro deforme hecho de corteza que fue acercándose al castaño entre otros crujidos de su cuerpo materializándose. Todo quedó en un mortal silencio, solo con el chasquido de los colmillos zumbando en sus oídos y mente como un eco.
TICTOCTICTOCANTHONYTICTOCTICTOC...
Una garra sujetó de improviso su cuello, alzándolo en vilo para verlo más de cerca, los ojos negros tan enormes que le parecieron dos pozos infinitos hacia el vacío. La mano del muchacho que sujetaba su varita vaciló, aflojando su agarre conforme seguía mirando hacia el interior, su rostro palideciendo y el artefacto en su pecho titilando en luz azul, desequilibrándose. Tony se vio envuelto en la oscuridad, escuchando siseos y chirridos a su alrededor, un murmullo que fue transformándose en una voz paterna.
¡Tú debiste morir, no mi hijo Arno! ¡Arno era mi único hijo!
Negó, era imposible que Howard estuviera ahí.
Escoria Slytherin, ¿por qué no te envían a Azkabán?
El castaño rechinó los dientes, negando de nuevo esta vez con mayor fuerza.
Tony, yo confío en ti.
Abrió sus ojos, escuchando la voz de Steve, recordándose que no estaba solo, que podía lograrlo porque era una serpiente astuta. Su mano recuperó el agarre de su varita, levantándola para atacar en sincronía con la garra que voló a su pecho. Aresto momentum. No funcionaría más que un parpadeo, todo lo que necesitó para deshacerse de su captor, cayendo al suelo pesadamente sin pausa para lamentarse, arrastrándose unos metros esperando a que su monstruo volviera en sí. Girándose hacia él, sus colmillos chasquearon furiosos.
TICTOCTICTOCTICTOCANTHONYTICTOCTICTOCTICTOCMORIRÁSTICTOC...
—No —replicó este, jadeando con su varita lista que apuntó a su propio pecho— Hoy no voy a morir —tomando aire, pronunció su hechizo simple, pero infalible— ¡ACIARIUM HOMINIS!
Un chillido muy agudo escapó de su maldición, casi a punto de reventarle los oídos pero ni así dejó de apuntar su magia contra sí mismo. El cañón disparó, igual que esa primera vez, solo que en lugar de proyectar todo su poder hacia afuera, comenzó a colapsar, jalando lo que la onda tocó hacia el interior azul resplandeciente. Se sujetó de una pared, apretando párpados y dientes, resistiendo aquel dolor espantoso mientras el monstruo iba perdiendo tamaño al serle despojado su precioso alimento: el tiempo. Funcionó, lo hizo de verdad, pronto aquella cosa ya no medía más que un metro acaso, retorciéndose en el aire al no querer terminar absorbido dentro de su artefacto. En un acto desesperado, la criatura lanzó una mordida a su pecho, resquebrajando la protección.
Tony abrió sus ojos, si hacía eso, revertiría el efecto y le daría la autonomía que estaba anhelando al devorarlo. Su varita salió volando, él cayó al suelo, tratando de quitarse de encima a su monstruo, luchando con este por su vida. Esa cosa le tendió una trampa al transformarse en Howard, luego en un Dementor, en uno de esos chicos que lo golpearon, en Voldemort... el joven sollozó, a punto de soltarlo al parecerles esas transformaciones muy reales.
Tony.
No fue un eco ni un recuerdo, la voz de Steve sonó en la habitación. Lo vio saltar por una ventana con su escudo en alto haciendo un arco perfecto que cayó de lleno sobre la espalda y cráneo de corteza que se partió enseguida, el monstruo rugió, teniendo que soltarse de su pecho para atacar al rubio, clavando sus garras en los costados descubiertos de este. Stark no pudo permitirlo, gritando con todas sus fuerzas, no perdería lo mejor que había encontrado en Hogwarts por una cosa horrible. El artefacto vibró, pero sin luz azul, sino dorada una vez más, encogiendo a su maldición a su tamaño original, del largo de un puño.
—¡Immobulus! —recitó el capitán en el acto, cayendo a un lado sujetando su herida que sangró— ¡Hazlo, Tony!
Este recuperó su varita, apuntando a su pequeño pero letal monstruo intentando romper el hechizo.
—Sí, el tiempo me hizo daño, pero el tiempo también cura heridas —murmuró, jalando aire— ¡Aciarium Hominis Temporalis!
Los dos fueron expulsados por una onda de choque, estampándose contra las paredes que por nada resistieron, quedando noqueados por unos minutos. El castaño fue el primero en volver en sí, sacudiendo sus cabellos, mirando alrededor, todo le pareció tan oscuro que por unos instantes juró que no había resultado su nuevo hechizo y había sido devorado por su monstruo. Una lucecita iluminó cual lámpara, dejando entrever una figura que se acercó a él para revisarlo con una mano gentil que se posó en su artefacto.
—Ya pasó. Has sido muy valiente, Anthony Stark.
No reconoció la voz de buenas a primeras, hasta darse cuenta de que estaba viendo entre penumbras un uniforme de Auror. Tony parpadeó, tosiendo algo de polvo y sangre, abriendo sus ojos porque la lucecita de aquella varita mágica iluminó el rostro de quien le observaba, con la frente marcada con una cicatriz en forma de rayo. Dejó caer su mandíbula al tener frente a sí nada menos que a la leyenda, Harry Potter, quien le sonrió gentil, acomodando un poco sus cabellos.
—No te muevas, la energía de tu cañón está estabilizándose, has logrado controlarlo al fin ¿eh?
—¿Cómo...? ¡Steve! ¡Steve está malherido!
Harry alzó sus cejas, riendo. —Tú eres el que debe cuidarse pero estás preguntando por él. Solo alguien con buen corazón hace eso.
Se hizo a un lado para que viera a otros Aurores atendiendo al rubio, quien ya se ponía de pie gracias a la magia que cerró sus heridas, encontrando su mirada y sonriéndole. Tony le correspondió, sin entender qué pasaba, Strange y McGonagall estaban ahí junto con Longbottom y otros profesores. La directora fue a él, ayudándolo a ponerse de pie, saludando a Potter.
—Gracias.
—Yo no hice nada, a decir verdad, este jovencito se atrevió como pocos. No me cabe duda de que los Slytherin tienen la sangre para ir a donde nadie más se atreve.
—Lo siento —se apenó Tony.
—No lo decía como reprimenda sino como halago.
—Oh.
—Hay que llevarlos a la enfermería.
—Después de usted, directora.
El rubio intercambió una mirada con él, porque estaban siendo escoltados nada menos que por Harry Potter. Steve rió con Tony, entrelazando su mano discretamente, este recordando el tatuaje en el dorso izquierdo del otro.
—¿Todavía lo tienes?
—Sí, no se irá y eso está bien, así puedo protegerte siempre.
—¿No te importa?
—Al contrario, me da gusto que no desapareciera.
Stark miró por encima de su hombro, pegándose al capitán. —Harry Potter está aquí.
—Lo sé. Es... asombroso.
—¿Crees que perdamos puntos?
—Tony, me importa un cuerno.
—Oh, oh, ¿qué he hecho? Un Griffyndor despreciando sus deberes.
—No te muerdas la lengua.
—Hm.
—Lo lograste.
—Logramos.
Los pasillos que daban a la enfermería se atascaron de estudiantes vueltos locos en cuanto se enteraron de que la celebridad de Hogwarts estaba de visita, muchos preguntándose la razón, otros más envidiando al par de idiotas en las camillas que eran objeto de atención del gran mago. Tony se quedó muy quieto mientras el doctor Strange revisaba su cañón, girándose hacia los Aurores en fila delante de ellos, esperando por el veredicto.
—Ya no hay peligro.
—¿Qué fue de la criatura? —preguntó uno de los Aurores.
Un dedo del hechicero delineó el artefacto en el pecho del castaño, quien bajó la mirada para ver la fina línea negra que corría sobre la protección de cristal formando una suerte de garras en triángulos.
—El joven Stark ha ganado una criatura fantástica a su sola disposición.
—¿Bromea? No la vuelvo a despertar pero ni en mil vidas.
—Nunca digas nunca —comentó Harry— Creo que nuestro trabajo aquí terminó.
—¿No tomarás una taza de té al menos? —invitó McGonagall.
—Jamás despreciaría una invitación de la directora de Hogwarts.
—Yo creo que nuestros jóvenes estudiantes se han ganado un asiento con nosotros —comentó el profesor Longbottom, recibiendo asentimientos de cabeza.
Eso fue un sueño hecho realidad, estar sentado en la misma mesa que Harry Potter era mejor que ganar la copa de los Tres Magos. Tony apenas si podía despegar la mirada de él, había imaginado otra cosa en lugar del hombre tan amable y bromista que tenía enfrente, apenas si diciendo algo igual que Steve quien tampoco daba crédito a sus ojos. Sin duda iban a tardar mucho en dejar pasar la emoción de aquel encuentro, ya ambos imaginaban que los entrevistarían para el periódico escolar y todos querrían sonsacarles lo que el famoso mago les hubiera dicho, palabra por palabra. Cuando la reunión terminó ya casi en la mañana con las clases a punto de comenzar, Tony fue llamado por el señor Potter para hablar a solas.
—¿Señor?
—Por formalidad debo pedirte que te abstengas de hacer cosas tan peligrosas, ambos sabemos que eso no puede ser ¿verdad?
El castaño tosió nervioso. —Bueno...
—Está bien —Harry posó una mano en su hombro— Si no existieran mentes inquietas, nosotros no tendríamos trabajo.
—Prometo no causar más líos.
—Tampoco eso será muy cierto, pero gracias por decirlo de todas maneras.
—¿Señor?
—¿Qué sucede, Stark?
—No castiguen a mi casa por esto. Ellos no sabían nada.
Potter juntó sus cejas. —¿Y por qué haríamos eso?
—Pues... somos Slytherin.
—Ah, eso —el Auror rió bajito, mirándole a través de esos lentes redondos— Tengo la seguridad de que, lejos de ser castigados, más bien serán premiados por tu logro, Anthony, ha pasado demasiado tiempo desde que un estudiante sacudió el colegio como tú.
—Suena a insulto, pero lo acepto.
—No es malo ser un Slytherin, no es malo pertenecer a cualquier casa, todas son iguales porque en todas vive la magia. Yo sé que no la tuviste fácil, lo sé bien, por eso te digo esto: eres un chico valioso no por estar en una casa o estudiar en Hogwarts, sino por haber tomado la decisión correcta cuando bien pudiste no hacerlo. En mis libros, eso es lo que hace a un héroe.
Tony negó. —Dudo que sea un héroe, sería como estar a su altura, señor. Imposible.
—Aquel que logra vencerse a sí mismo, es más valiente que aquel que vence a miles. Gracias por no rendirte, ahora todo estará bien para ti, eso te lo puedo asegurar.
—Si Harry Potter lo dice, debe ser verdad.
—Me gusta tu escepticismo escondido tras generosas palabras.
—¿Qué puedo decir? Soy un Slytherin.
Las clases volvieron a la normalidad una vez que Harry Potter se marchó con el resto de los Aurores, quedando la atención sobre el par de chicos, quienes gozarían de una atención inusitada. Tony ahora ya no era empujado ni tampoco escuchó más cuchicheos malintencionados a sus espaldas. Veía rostros por doquier buscando su atención, un autógrafo, ver su cañón o escuchar lo que el gran Potter le hubiera dicho hasta con la misma entonación. No faltó quien hiciera un encantamiento de sus pláticas para así contárselo a los demás. En lugar de sufrir por desprecio, el castaño buscaba los pasillos y escaleras menos transitados para no tener un enjambre de curiosos atacándolo con toda serie de preguntas.
—¿Aturdido?
—Steve, necesito tu escudo.
—Está prohibido agredir a otro estudiante.
—Me puedo arriesgar.
—¿Contento? —el capitán pasó un brazo por su cintura.
—Nunca creí que diría esto, pero sí.
—¿Te preocupa lo que dirán tus padres?
—Para nada.
—¿Y eso?
—Porque el señor Potter prometió ir a la mansión en persona a decirles que estoy bien y que el Ministerio de Magia va a condecorarme por mi invento.
—¡Tony! ¡Qué alegría!
—Bah, así somos los Stark.
—Entonces... ¿conocerás a la Ministra de Magia, Hermione Granger?
Tony jadeó boquiabierto. —Por las escamas del dragón...
Los días pasaron, calmando toda esa euforia y la fama, lo extrañó un poco, se había acostumbrado a ser una celebridad. El castaño se dijo que tendría que inventarse algo más si quería de nuevo la atención del resto, solo que no tan peligroso ni aparatoso. Para eso tendría que ir de vuelta al mundo muggle porque ahí había montones de ideas por explotar y qué mejor que acompañado de su novio, ese guapo león capitán del equipo de Quidditch al que hizo perseguirlo por los aires cuando fue el partido entre Griffyndor y Slytherin, el griterío en las gradas a más no poder. Habían apostado a que la próxima salida que tuvieran, sería a Rumania porque el rubio quería ver dragones, pero Tony prefería una escapada más a Londres.
—Si me atrapas antes que yo atrape la Snitch, iremos a ver a los dragones —le retó antes del partido.
—Cuenta con ello.
Tony no se había divertido tanto desde que tuviera memoria, carcajeándose por los aires con el decidido rubio tras de él. Dio un giro brusco, volando recto hacia el pasto a toda velocidad para luego hacer lo mismo pero en dirección al cielo, cegando con los rayos del sol al capitán. Irían a Londres, ya se veía cruzando la plataforma. Miró tras sus espaldas, riendo victorioso. Al volver la vista al frente, los ojos del muchacho se abrieron de par en par porque una joven en ropas escarlata estaba flotando al frente, como esperándolo. La reconoció enseguida, queriendo desviar su escoba antes de chocar con ella porque la vio sonreír con una mano extendida hacia su pecho.
—¡Tony! ¡Toonyyy!
¿Cómo pudo haber olvidado a los Hermanos Mutantes? Lo atraparon justo con la guardia baja. El choque iba a ser inminente porque la bruja impidió que huyera. Solo apretó sus párpado, esperando lo peor porque no se le ocurrió qué hacer. Ella era más fuerte y poderosa. Fue cosa de un parpadeo, sintiendo primero la mano irradiando magia carmesí al tocar su pecho, luego escuchando un grito que lo hizo abrir los ojos, encontrando a Visión envuelto en fuego mordiendo la mano agresora. Un brazo lo jaló de inmediato, alejándolo a toda prisa mientras el resto ya corrían a toda prisa lejos de aquella mutante.
—¡Niños, por acá! —llamó Strange.
Visión no soltó a la bruja escarlata, mordiéndola con la suficiente fuerza para que ella dimitiera, arrancándolo de su piel donde quedarían sus colmillos. No sin quemar su otra mano. Por algo su padre había criado esa especie de salamandra con tanto ahínco. Su fiel mascota salió volando por los aires, pero el hechicero la atrapó con su varita, devolviéndolo a sus brazos, dentro de un campo de protección que la directora creó para repelerla. Tony quedó bien protegido en el abrazo de Steve, este anteponiendo su cuerpo como buen protector.
—No vendrá, no sin hacer estallar una guerra —declaró McGonagall con varita en mano.
—Está malherida, además, esa mordida tiene efectos dolorosos para una criatura como ella —asintió Strange, mirando luego a los dos jóvenes— Adentro, el partido se cancela.
—Si no lo hubiera dicho, no me doy cuenta.
—Stark.
—Strange.
—Me lo llevo, doctor.
—Gracias, Rogers.
Sí que sería un tema que discutir en el Ministerio de Magia. No podía afirmarse que hubiera sido un ataque como tal porque la mutante nunca agredió abiertamente a nadie, podría decirse que solo se apareció ahí con curiosidad por el cañón en Tony. Así lo dijeron sus padres, cuando fueron invocados a defenderla o en verdad iban a tomar represalias por infiltrarse en un colegio sin autorización. El joven Slytherin tuvo que dar su testimonio sobre cómo ella había tocado su pecho y su salamandra lo había protegido con una fuerte mordida en acto reflejo porque le pareció una desconocida peligrosa al aparecerse así. No mintió, pero tampoco la perjudicó más, si bien ellos habían sido agresivos cuando los visitaron, no respondería con la misma moneda.
Aprovechando su estancia en el ministerio, le fue otorgada una medalla al mérito por la invención de su artefacto y la batalla que había librado al contener una criatura capaz de poner en jaque ambos mundos de continuar creciendo. De nuevo estaría en la portada de El Profeta cuando saludara de mano a la ministra Granger, acompañada del Auror Potter. El castaño se preguntó si acaso no era esa la vida que le correspondía, saliendo en todas partes y siendo aclamado por su genialidad. La tentación fue muy fuerte, pero al ver a Steve ahí esperándolo en el pasillo, recordó todo lo sucedido, su encuentro con la muerte y se dijo que tal vez no era para tanto.
Después de todo, tenía que vivir.
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