Capítulo 7 : ¿Desaparecido?
Un hombre de treinta y cuatro caminó con una pequeña taza vacía en sus manos hacia una acogedora casa, donde vivía un hombre solitario pero agradable e independiente.
Tocó la puerta, pero no recibió respuesta. Volvió a tocar, nuevamente sin respuestas. Se acercó a la ventana y vio que no había nadie, todas la luces estaban apagadas, por lo cual supuso que no se encontraba en su casa. Algo desilusionado se devolvió. Vivía a la casa de al lado lo cual lo hacía su vecino. Entró nuevamente a su hogar encontrándose con su esposa en la sala de estar.
— ¿Te dio el azúcar? — Preguntó la señora que leía en el sofá.
— No, creo que no está en casa. — dijo mientras dejaba la taza sobre una mesa de vidrio y se dirigía a su esposa.
— ¿Hoy no es su día libre? — Asintió — Claro, debe estar de vacaciones. — Dijo con tranquilidad.
— Pero Tayler no es mucho de salir, es más de... leer en casa.
La mujer levantó los hombros expresando que no estaba segura. El hombre se sentó a su lado y suspiró. Luego abrió sus ojos sorprendido y volteó a ver a su amada.
— ¿Y si le sucedió algo?
— Hay hombre, ni que Dios quiera. Amor, él debe estar bien, no es para alarmarse.
El hombre asintió con una pequeña sonrisa, su esposa tenía razón, sólo estaba exagerado. No tenían una gran relación con Tayler, pero tenían la típica relación de vecinos, el de si se necesitaban el uno a el otro y una que otra vez reunirse a comer. El hombre prendió la radio colocando música clásica, luego se dirigió a la ventana para abrirla y dejar entrar el aire fresco de la mañana. Pero notó algo que le extraño.
Un auto de color gris paró al frente de la casa vacía perteneciente de Tayler. Bajó del auto y se dirigió directamente a la casa, sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura de la puerta, entrando sin ningún problema. Pero la extrañesa era que nunca había visto a ese hombre antes.
— Em, cariño... Un extraño hombre ha entrado a la casa de nuestro vecino. — dijo con su vista fija en la casa de al lado.
— ¿Uh? —La mujer dejó el libro junto con sus lentes de lectura en el sofá para acercarse a su esposo. — ¿Deberíamos ir a ver? Puede que sea un amigo de Tayler y sepa en donde este.
— Tal vez. — Dijo sin confianza. Luego agarró la mano de su esposa. — Vamos.
Ambos se dirigieron a la puerta para salir. Salieron de su hogar y se dirigieron a la de su joven vecino. La puerta estaba abierta por lo cual entraron. Se encontraron a el misterioso hombre en la sala observando una fotos colgadas en la pared.
Venía vestido en traje, con corbata negra y hasta guantes blancos, se veía elegante, aunque daba la espalda.
— Disculpe. — Llamó el hombre casado con seriedad, obteniendo la atención del intruso.
Tenía treinta y siete años, su cabello era de un color rubio claro parecido a tono blaco, ojos verdes claros, piel blanca y estatura alta, tenía rostro amigable. Sonrió al notar la presencia de la pareja al frente de él.
— ¿Sí?
— ¿Puede saberse quién es usted, señor? — Preguntó la mujer con amabilidad.
— Oh, claro. Perdonen mi falta de educación. Mi nombre es Todd, soy amigo y compañero de trabajo de Tayler, es un gusto. — Dijo levantándo su mano para estrecharla con los presentes.
— No se preocupe. Yo soy Alicia y él es mi esposo Mike — Estrechó su mano con la del joven al igual que su esposo.
— ¿Qué hace usted aquí? Y ¿de dónde sacó la llave? Tayler no está en casa. — Dijo Mike.
— ¿Tayler no les dijo? — Ambos negaron. — típico de él. — Rió levemente.— Lo que sucede es que Tayler decidió mudarse conmigo a otro país.
— ¿Mudarse? — preguntó Alicia sorprendida.
— Así es señora. Quería buscar un mejor empleo y tiene varias buenas opciones, pero no son de este país sino de otro, y como no quiere desperdiciar la oportunidad, decidió aprovechar que yo también me voy del país, para ser exactos, Perú. La llave me la dio él para retirar sus cosas, le dije que como hoy era su día libre que descansara, yo con gusto traería sus cosas. Y si se lo preguntan venderá la casa, ¿De casualidad conocen a alguien interesado? — Sonrió amigablemente.
— No, pero podríamos ayudarlos a vender la casa, aunque lo extrañaremos, era un agradable vecino. — Dijo la mujer sonriente.
— Sabía que Tayler buscaba nuevos empleos, pero no creí que se fuera de aquí. — Dijo Mike aún sorprendido.
— Sí, fue inesperado, pero entendible. Aunque se pasó un poco, no empacó sus cosas, haha, supongo que tendré que encargarme. — suspiró con una sonrisa.
— Si quieres te ayudamos. — Dijo Alicia queriendo cooperar.
— Oh, por favor, muchísimas gracias. — Dijo de manera agradable.
Entre los tres comenzaron a meter las cosas de Tayler en grandes cajas que había traído Todd consigo, venía venir ese pequeño descuido de su amigo. Duraron horas pero al fin terminaron. Por último subieron en los puestos traseros la radio y una pequeña televisión.
Metieron sus fotos, sus ropas, sus productos de higiene, sólo lo necesario e importante. Todd se subió a el auto en el puesto del piloto y observó a la pareja por la ventana con una sonrisa.
— Gracias por su ayuda. — Agradeció.
— No hay de que.
— Saludanos a Tayler de nuestra parte, que tengan suerte. — dijo Mike con una pequeña sonrisa.
Todd asintió, prendió el motor y comenzó a alejarse del vecindario. Javier miró a su esposa con más Tranquilidad al saber que el joven chico estaba bien, su esposa le sonrió, le tomó la mano y entraron nuevamente a su hogar. La mujer preparó el almuerzo y empezaron a comer en paz.
Mientras, Todd borró su agradable sonrisa al no ver las figuras de la pareja por el retrovisor, una sonrisa psicópata y orgullosa se planteó en su rostro. Luego miró a su alrededor, no había absolutamente nadie. Paró muy cerca del bosque. Ya empezaba a anocher. Minutos después llegaron los mismo cuatro hombres y otros con ellos.
Todd les indicó en dónde estaban las cosas. Agarraron los objetos y se los llevaron a el oscuro bosque adentrándose en el. Todd comenzó a conducir ya con el auto vacío. Sacó de su bolsillo su teléfono y marcó a Robert.
— Salió con existo, señor. — Dijo conduciendo a una casa desconocida.
— Excelente. Gracias Todd. Nos vemos. — Colgó.
Metió su teléfono nuevamente en su bolsillo y estacionó al frente de una casa de color verde manzana de dos pisos, algo alejada de las otras. Apagó el motor, bajó del auto y se dirigió a la casa. Ante de entrar se puso una máscara negra que sólo dejaba ver sus ojos. Entró a la casa la cual tenía la puerta abierta.
Al entrar se encontró con una mujer herida con golpes recientes, atada a las escaleras. Vivía sola y parecía tener miedo. Todd le lanzó las llaves y sonrió por debajo de la máscara.
— ¿Sabés dulzura? Nunca dejes entrar a un desconocido a tu hogar. — le guiñó un ojo. — Gracias por cooperar. — se volteó y se fue a pie a el bosque.
Sabía el camino como la palma de su mano. Le encantaba ese trabajo. Ahora nadie declararía a Tayler como desaparecido. ¿Qué había de sus padres, su hermana y su tía? Simple; sólo escribieron una carta para cada uno en una maquina de escribir. Ya que él una vez al año les enviaba una carta, hechas en una máquina de escribir mencionando su estado. Así era, sólo se hablaban una vez a al año, lo cual era perfecto. Usarían como escusa una trabajo de tiempo completo para dejar de enviar cartas.
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