Capítulo 33 : Luis.
Un pequeño pueblo que se caracterizaba principalmente por las buenas personas que vivían ahí, una de esas amables personas era un hombre mayor de cincuenta y nueve años de edad, calvo, barba entre los colores negro, gris y blanco, ojos marrones oscuros, piel blanca, estatura un tanto baja y usaba lentes de marco negro, su nombre era Luis; un hombre tranquilo, amable y paciente. Pero a pesar de ello, era una persona solitaria.
No era rodeado por muchas personas, pero no significaba que los habitantes que vivían en su mismo pueblo no le agradaban ni viceversa, la cuestión era que él realmente apreciaba su espacio personal, lo cual todos entendían claramente.
Luis no era una persona de muchos amigos a pesar de su agradable personalidad, le gustaba ayudar en lo que podía a la gente en cualquier problema, ya que era el tipo de persona que piensa primero en los demás ante de sí mismo.
Ese día, ese hermoso día era perfecto para dar un paseo por el parque. El sol ofreció un agradable calor, las nubes lentamente se movían, el hermoso color azul reinaba en el cielo, los pájaros y sus cantos de las mañanas, el aire fresco, adsolutamente todo era perfecto. Al llegar a el parque, buscó con la mirada un puesto donde poder sentarse, a los pocos segundos sonrió al encontrar su objetivo.
Se acercó y se sentó junto a un suspiro. Observó el lugar tan agradable; los niños jugando en el pasto, los padres observando a sus pequeños con una sonrisa, las jóvenes parejas tomadas de las manos y los pequeños pero lindos animales que estaban en los árboles, los cuales rodeaban el lugar ofreciendo sombra.
En ese momento, una mujer se acercó a él, pero no se veía en buenos ánimos. Era una mujer alta, delgada, piel pálida, cabello rojizo y ojos marrones oscuros. Paró ante Luis, éste la miró por unos segundos para después sonreír dulcemente.
- Hola, hija. - Saludó.
- Hola, papá. Necesitó un favor urgente. - Dijo mientras posaba sus manos en sus caderas.
- Lo que sea por mi hija ¿Qué favor, querida?
- Necesito dinero. - Dijo rápidamente, pero sin desesperación,
- ¿De nuevo? Ese esposo tuyo no debe ganar mucho. - bromeó, pero al notar que su hija no reía, decidió parar y darle lo que pedía. - Ten Matilda.
- Gracias, papá. Adiós. - Dijo notablemente desinteresada al tener el dinero en sus manos. Luego se retiró.
Luis observó a su hija alejarse hasta el punto de que se desvaneciera de su vista. No era la primera vez que venía a verlo para simplemente pedirle algo, en especial dinero, pero él como padre no podía negarle nada a su única hija. A pesar de que se haya divorciado de su esposa hace años rompiendo todo contacto posible con ella, su hija que se mudó con su esposo y su hijo pequeño hace unos pocos años, no se quejaba de su vida, a él nunca le gustó la idea de centrarse en los malos momentos, prefería simpre recordar lo bueno, lo cual lo hacían la buena persona que era, aunque eso tuviera claras desventajas.
Después de unos minutos de respirar aire fresco y llevar un poco de sol en su piel, decidió regresar a su hogar para hacer el almuerzo ya que su estómago anunciaba a través de sonidos que necesitaba ser alimentado. Sonriente caminó tranquilamente hacia su hogar, que no quedaba lejos de allí.
A los pocos minutos de caminata llegó a su casa, sacó la llave de su bolsillo trasero para después introducirla en la cerradura, en el momento que iba a girar la perilla para entrar a su hogar, sintió incomodidad repentina, la cual sabía que era causada por una mirada fija sobre él, ya que el sentir aquel acto sobre sí mismo era un instinto humano. Por lo cual volteó rápidamente para bucar con la mirada el causante de ello, pero no vio nada fuera de lugar y ninguna mirada sobre él.
Supuso que fue simplemente su imaginación para después entrar a su hogar cerrando la puerta detrás de sí. Lo que no sabía es que tuvo razón acerca de la mirada fija sobre él, sólo que el causante o mejor dicho, los causantes se habían escondido antes ser detectados por la mirada de la persona que llevan acosando ya hace meses, sin que éste de diera cuanta.
En eso, el líder de ese grupo habló.
- Okay, en la noche llevaremos a cabo el plan ¿De acuerdo? - Mencionó uno de ellos, llamado Fabián.
El resto de los chicos asintieron, dándole a entender que estaban preparados para ello. Luego se retiraron rápidamente de los arbustos adentrándose a un pequeño bosque cercano.
El sol comenzó a bajar lentamente llevándose consigo las nubes blancas y el cielo azul, que se mezclaban con el oscuro cielo que traía la noche junto a la hermosa y blanca luna que reemplazaría el sol temporalmente como es de costumbre. Cuando la noche reinó en el lugar, las personas empezaron a despedirse una de otras para adentrarse en sus hogares a descansar tranquilamente, en ello se incluía Luis, quien se encontraba preparando una pequeña merienda en su cocina para evitar domir con el estómago vacío.
Cuando terminó su sándwich, le dio un mordisco saboreando cada ingrediente puesto en él. A los pocos minutos de haber acabado con su merienda tocaron su puerta con tres simples pero claros golpes. Algo sorprendido fue hacia la puerta para ver de quien se trataba, ya que a esas horas (las ocho PM) se encontraban la mayor parte de las personas de el pueblo descansando.
Abrió la puerta y se encontró con un joven de piel morena, ya conocido como José.
- Hola, disculpe las molestias, pero... ¿Podría prestarme su teléfono para llamar a mi hermana? Es que me he perdido y sólo ella sabe la dirección de la casa porque soy nuevo aquí, por favor. - Pidió José amablemente.
- ¡Oh, claro joven, con gusto! Pasa. - Le ofreció para después caminar hacia la sala donde se encuentraba su teléfono de casa.
José borró su rostro amistosa para reemplazarlo con una expresión de seriedad, se asomó rápidamente por el marco de la puerta observando hacia sus alrededores para saber si había alguna alma por allí, al confirmar que no era así movió su mano, dándole a entender a su grupo que estaban escondidos pero atentos, de que era de hora de actuar. Rápidamente todos entraron y atacaron de espaldas a Luis, quien estaba en la sala ante el teléfono de casa.
Eric había puesto sobre las partes respiratorias de Luis un pañuelo blanco con gotas de cloroformo en él. Segundos después cayó rendido en los brazos de Eric. El resto actuó rápidamente, lo cargaron como pudieron, Daniel se encargó de apagar todas la luces que se encontraban encendidas en ese momento, para que la personas creyeran que ya se había ido a dormir.
José observó nuevamente a los alrededor en el marco de la puerta, al no ver ni una persona ni luz presente, salieron rápidamente de la casa sin hacer ruidos alarmantes, luego José cerró cuidadosamente la puerta para después cerrarla con llave como una persona normal lo haría al abandonar su hogar. Metió la llave en el bolsillo de su camisa y corrió tras sus compañeros quienes iban más adelante.
Al día siguiente, Luis despertó. Se encontraba sentado en una silla de plástico notablemente resistente, atado de pies y brazos. Miró a su alrededor asustado, ya que había recordado lo sucedido en la noche, además de ello, desconocía completamente ese lugar y despertar de esa manera no ayudaba en nada
Luego entró Robert con un teléfono en manos, detrás de él se encontraba con miradas fijas en Luis, el cuarteto que lo habían raptado, con cuchillos en sus manos. A paso lento se acercaron a él rodeandolo. Daniel apuntó a su cien, José a su cuello, Fabián a regazo y Eric en su muslo. Sentía su pobre corazón latir a millón al sentir los filos de los cuchillos amenazando notoriamente que lo lastimarian o inclusive matarlo. Tragó en seco miró a Robert con terror en sus ojos.
- Sabemos todo sobre tí, Luis. Te necesitamos para algo importante, y ¿Sabés? No queremos hacerle daño a ningún familiar tuyo, como por ejemplo... Tu hija, Matilda o a tu pequeño nieto, Max. - Sonrió Robert. Luis abrió sus ojos completamente aterrado por aquella espantosa idea. - Si no quieres que ellos y obviamente tú - Apuntó por las claras amenazas a su alrededor. - mueran, llamarás a tu hija y le dirás esto. - Sacó una hoja de papel con escritura en él. - Ahora, dime su número. Y no intentes pedir ayuda, ya sabes las consecuencias de eso.
Asintió temeroso, nombró los números que marcaban el número de teléfono de su amada hija. Quien contestó después de repicar tres veces.
- ¿Hola?
- Hola, Matilda. Es tu padre, debo decirte algo importante. - Miró a Robert quien sostenía la hoja ante él y lo miraba de manera amenazante. La chica sólo pidió rápidamente que le dijera sin interés alguno. - Querida, "Unas amables personas cuidarán de mí ahora en adelante, pero será lejos de mi casa así que la pondré en venta y quería pedirte el favor de decirle a mis vecinos que me mudare, si preguntan por qué no les dije fue por el hecho de que fueron a buscarme un día antes, y mañana pasarán unos amigos para buscar mis cosas." - Dijo lo más calmado que le era posible.
- ¡Oh, excelente, papá. Buena suerte, ya debo irme y le diré a tus viejos eso, adiós! - Dijo con falsa emoción.
- Adiós- Matilda cortó la llamada antes de poder completar su despedida. - ...Cariño.
- Bien. Por ahora podrás dormir, mañana temprano se llevará a cabo tu transformación. - Dijo Robert, mientras tiraba el teléfono a el cesto de basura. Luego con su mano ordenó que alejarán los cuchillos. - Llevenlo a una de las celdas. - Dijo al retirarse.
Luis sintió su corazón en su garganta, sus extremidades temblaron por el miedo y pequeñas lágrimas comenzaron a caer sobre sus mejillas aterrado. El cuarteto lo levantó, a arrastras lo llevaron a una de las celdas, cerrandolo con llave, asustado miró a su alrededor con pánico. No podía creer que todo eso sucedió en un abrir y cerrar de ojos.
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