Capítulo 25 : Scott y Mary.
Un chico de diecinueve años caminaba por el que sería su nueva preparatoria. Era de apariencia un tanto ancha por nacimiento, piel morena, ojeras debajo de sus ojos cafés, cabello negro corto y venía vestido de negro -un sueter y un pantalón- traía consigo una libreta de color rojiza y una pluma en su mano derecha. Miró el lugar que era completamente nuevo para él.
Suspiró ya que se encontraba perdido. Temía perder su clase en el primer día, por lo cual fue hacia un grupo de chicos y les preguntó si de casualidad sabían en dónde se encontraba exactamente su salón, el cual era B-12. Los chicos le explicaron que estaba en el otro lado en el pasillo, sabría cual de todos los salones que se encontraban ahí sería el suyo, ya que en las puertas decía en mayúsculas la letra y número que eran. Les agradeció y corrió hacia el pasillo que le mencionaron.
Se detuvo jadeando del cansancio, no solía correr mucho. Caminó buscando su salón al llagar al pasillo. En su mente se repetía variadas veces "B-12" hasta que la encontró. Aliviado corrió hacia la puerta, abrió la misma y se asomó. Había unos pocos estudiantes adentro; unos hablaban en grupo y otros en pareja, había entre siete y nueve estudiantes en el salón.
Suspiró y entró. Todos posaron sus miradas en el chico. Pero este tan sólo les sonrió levemente e inmediatamente la borró reemplazandola con una mirada seria mientras caminaba a uno de los puestos. El resto de los chicos les resto importancia y continuaron con sus pláticas.
El timbre sonó anunciando la hora de entrada para empezar las clases. El chico miró hacia la puerta y vio que entraban más chicos y chicas a el salón. Se encontraba en la fila junto a la pared a un lado de la gran vetana que permitía ver el patio, justo en el tercer pupitre. Puso la libreta que llevaba en sus piernas y del bolso sacó un cuaderno nuevo de color gris.
Cuando todos los jóvenes entraron, llegó el profesor. Era un hombre de treinta y siete años, ojos oscuros al igual que su cabello, piel trigueña y estatura alta. Dejó su portafolio sobre el escritorio que le pertenecía, del bolsillo de su camisa sacó unos lentes y se los colocó.
— Buenos días, alumnos. Mi nombre es Rafael, soy su profesor de matemáticas y química. — se presentó. — Por lo que tengo entendido hay un alumno nuevo. — Miró a el chico de piel morena. Todos posaron sus miradas en él. — ¿Podrías presentarte, joven? — Preguntó amablemente.
El chico lo pensó por un momento, negó con la cabeza y habló.
— No gracias. Estoy seguro de que nadie aquí le interesa conocerme, así que saltese esa parte profesor, vaya directamente a la clase. — Respondió con simpleza el chico.
— Oh,no hay problema. Jóvenes, empecemos con un pequeño repaso. — Se dio la vuelta y comenzó a escribir en el pizarrón.
Algunos alumnos se quedaron mirando a el chico nuevo, quien copiaba lo que escribía el profesor en la gran pizarra. Luego sacaron sus cuadernos y lápices para copiar la clase.
Después de dos horas de clase sonó la campana. Todos comenzaron a salir de sus aulas dirigiéndose a la cafetería de la preparatoria. Había ciertas personas que iban tomadas de la mano, otras que hablaban de manera grupal y otros que simplemente caminaban en silencio, uno de ellos era el chico nuevo.
Echó una rápida mirada a la cafetería buscando una mesa disponible, pocos segundos depués la halló. Caminó rápidamente hacia aquella mesa redonda que se encontraba cerca de una esquina. Al llegar se sentó en una de las sillas de madera, suspiró cansado y sacó de su bolso aquella libreta rojiza. La abrió y comenzó a pasar página por página hasta llegar a una incompleta, leyó su contenido para acto seguido sacar de su bolsillo una pluma, pero se detuvo antes de empezar escribir, tenía dudas que no cualquier persona podría responder.
Pensativo, veía con el objetivo de analizar el dibujo que él mismo había hecho en la hoja de papel. Para él, usar la lógica y la imaginación para crear una misma cosa era complicado.
— Eso no es posible, moriría. — Escuchó una voz femenina muy cerca de él.
Levantó la mirada rápidamente sorprendido y un tanto asustado, ya que se había perdido en sus pensamientos y la inesperada voz de la chica lo hizo reaccionar de repente. La chica sostenía una bandeja con sus manos en la cual había un sándwich y un cartón pequeño con leche. Tenía una sonrisa en su rostro mientras miraba de muy cerca a el chico. Tenía dieciocho años, era de estatura normal para su edad, delgada, piel blanca, tenía pecas en sus mejillas, ojos cafés, cabello castaño amarrado en forma de caballo y usaba lentes de marco rojizo.
— No te asustes, sólo es una rara. — Dijo un chico que estaba a un lado de la chica sonriente.
Tenía veinte años de edad, era de estatura algo alta, delgado, piel clara, ojos oscuros, cabello particularmente de color blanco un poco largo y usaba lentes de marco en forma circular de color beige. Tenía al igual que la chica una bandeja con el mismo contenido, sólo que a un lado del sándwich había un pequeño bizcocho.
El de piel morena confundido miró a el otro chico con una ceja levantada. Este se acercó a paso tranquilo, se inclinó un poco observando el contenido escrito en la libreta que se encontraba sobre la mesa. Agarró la pluma sin previo aviso sorprendiendo más a el chico nuevo. Marcó ciertas partes en círculos del dibujo para depués dejar la pluma en la mesa, tomó su sándwich y mordió un pezado del mismo, masticó y tragó con seriedad.
— El procedimiento de alargar extremidades humanas es una cirugía delicada. Se necesita mucha paciencia y cero pánico a la sangre. Los huesos se rompen cerca de los codos y las rodillas para unir este hueso. — Dijo el chico de cabellos blancos, apuntó a la rodilla del dibujo que estaba marcada con un círculo. — con los tornillos especializados a nuevos huesos ya sean retirados de otro ser humano mientras su talla sea la misma o parecida, se cose lo mejor posible para evitar que se separen, la piel puede ser del mismo paciente o de otro, preferiblemente artificial ya que con el tiempo puede pudrirse y arruinar el trabajo, además de eso infectar gravemente a la persona. Al terminarlo se enyesa y se deja por casi un año, y claro, con esa operación no podría correr con intensidad ni saltar, sería peligroso. — Finalizó para después darle otro mordisco a su sándwich.
El chico de piel morena quedó sorprendido ante la explicación de el joven ante él. La chica se alejó de su rostro, amplió su sonrisa y asintió con la cabeza afirmando que lo que decía su compañero. No pudo evitarlo y preguntó curioso.
— ¿Cómo sabés eso?
— Ambos estudiamos todo al respecto el cuerpo humano, tanto cosas artificiales como naturales, llámalo biología o forense o lo que sea. — Dijo la chica con una sonrisa.
— ¿Y qué es eso? — Preguntó el de cabello blanco.
— Es un proyecto que tengo en mente, no sé que sea exactamente pero me gusta imaginarlo y dibujarlo.
— ¡Wow, yo también! — Exclamó la castaña contenta. Inmediatamente se sentó en una de las sillas dejando su bandeja en la mesa, sacó un cuaderno de su bolso y buscó una página en específico. — ¿Ves? — les mostró un dibujo de una persona mitad animal. — Sólo que yo creo personas con partes animeles, es complicado pero estoy avanzando. — Sonrió.
— Te dije, es rara. — se sentó el otro chico en la mesa.
— ¿Cómo se llaman?
— Yo soy Mary. — Sonrió la chica.
— Yo soy Scott. — Dijo el chico.
— Un gusto, me llamo Robert. — Saludó con la mano.
Los tres comenzaron a conversar sobre las peculiares ideas que tenían. Extrañamente ellos se entendían, aunque las personas que escuchaban de casualidad a su alrededor se veían asustadas o asqueadas ante lo que esos tres jóvenes conversaban. Desde ese momento comenzaron a reunirse para charlar, casualmente estaban en la misma clase de química y matemática que fue donde su curiosidad ante el chico nuevo iniciará, y creará un extraña amistad que perduró años.
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