Capítulo 2 : Bienvenida.
Esa mujer caminaba como una araña. Su piel era blanca, su cabello negro largo rulo hasta su cintura, sus ojos eran de color verde esmeralda y usaba un vestido corto el cual finalizaba como un tutú; era todo de un color violeta con algunos adsesorios como moños y lentejuelas, traía una gargantilla negra en su cuello, usaba tacones del mismo color en cada pie, en su cabello había una pequeña tiara blanca, guantes del mismo color hasta sus codos y sus labios eran de un rojo intenso por el labial.
En sus manos llevaba una máscara blanca, se acercó a el hombre y sonriente se la entregó. Este la tomó y la posó sobre el rostro de Tayler quien estaba en pánico, a pesar de su inmenso miedo sabía exactamente que gritar por ayuda no serviría de nada, por lo cual decidió estar en silencio observando los movimientos del hombre.
La máscara era totalmente blanca a ecepción de la parte de los ojos y de la boca. En la parte izquierda de la máscara estaba un rostro entristecido marcado sólo en los ojos y en la boca con negro, al igual que en la parte derecha pero en esta mostraba alegría, así como las máscaras que representan en los teatros.
— Perfecto. — Dijo orgulloso.
La máscara le quedaba a la perfección, como si hubiera sido diseñada exactamente para él. El hombre comenzó a festejar diciendo "¡Tú eres nuestro chico!" mientras Tayler observaba a través de los agujeros de la máscara los festejos del hombre, aumentando más su miedo ¿A qué se refería con eso?
— ¡José, Fabián, Eric, Daniel, Vengan con la silla en este instante!
Ordenó el hombre aún sonriente.
Sólo pasaron unos segundos para que los cuatro hombres entrarán a el lugar mientras uno de ellos empujaba una silla de ruedas vacía.
Tayler miró confundido hacía la dirección en los que ellos se encontraban. Sin darse cuanta la mujer lo miraba fijamente con una sonrisa.
—¿Es el indicado, señor? O ¿Tendremos que asesinarlo como los anteriores? — preguntó uno de los hombres.
Tayler sintió un escalofrío pasar por todo su cuerpo "Asesinarlo como los anteriores" esas palabras pasaban repetidamente por su cabeza. "¿Anteriores?" "¿Asesinarme?" "¿De qué hablan?" Se preguntaba en sus adentros el menor de los presentes.
— No, Es perfecto. Ahora quiero que lo sienten ahí. — ordenó.
— Como diga.
El hombre robusto le quitó la máscara a Tayler, para después hacer señas con sus manos para que pudieran proceder. Fabián de treinta y ocho años de cabello castaño, piel blanca y ojos verdes oscuro se acercó y comenzó a desatar las cuerdas de los pies. José de treinta y cuatro años de cabello negro, piel morena y ojos cafés fue a desatar las cuerdas de sus muñecas. Daniel de treinta años cabello negro, piel clara y ojos azules oscuros se paró al frente de ellos para evitar que Tayler escapará. Mientras que Eric de treinta y un años de cabello rubio oscuro, piel blanca y ojos azules claros se acercaba con la silla.
Tayler intentó pelear cuando fue liberado, pero sólo pudo levantarse para segundos después caer y ser atrapado por Daniel, su cuerpo estaba en mal estado y débil no podía ni consigo mismo. Daniel lo agarró con fuerza obligandolo a sentarse en la silla de ruedas. Al estar en ella Eric encadena sus muñecas y piernas, las cuales ya venían con la silla.
— Esperen. — Dijo el hombre con la máscara en manos. — Ustedes tienen otros trabajos que hacer. Stella, encargate de él, ya sabes que hacer.
La mujer asintió mientras se dirigía a Tayler sonriente. Agarró la silla y comenzó a empujarla saliendo de la habitación con el chico a nuevamente aquel escalofriante y misterioso pasillo.
Tayler volteaba hacía la derecha esperando poder ver algo más que sólo puertas de metal encadenadas. Obviamente si ningún logro. Tragó saliva y miró de reojo a aquella hermosa pero aterradora mujer.
— Hey... — Susurró. — ¿P-puedes decirme en dónde estamos? — preguntó, pero la mujer no lo miró. — Por favor, dime ¿Qué hago yo aquí? ¿A-a qué se refería el hombre de negro? ¿Q-qué es lo que sucede? — preguntó con pequeñas lágrimas en sus ojos asustado.
La mujer bajó leve y lentamente su cabeza para ver a Tayler, tenía sus ojos abiertos como si estuviera muy sorprendida y una gran sonrisa que no mostraba sus dientes. Tayler sólo la miró por unos segundos para volver su vista al frente.
— ¿A-A dónde vamos?... — preguntó temeroso, quería saber aunque sea ese pequeño detalle.
Pero tampoco recibió respuesta.
Tayler pensaba en todo en ese momento. Aún tenía veintitrés años de edad, aún no había conocido a la persona con quien compartiría su vida, la meta de buscar un mejor trabajo, su madre Mabel y su padre Javier que vivían en otra ciudad, su hermana mayor Jessica, que trabajaba como contadora en los estados unidos, su tía Sonia que vivía en una cabaña... No los volvería a ver nunca más.
Todos sus esfuerzos para superarse iban a desaparecer como si nada, ¿Era su final? ¿Eso sería todo? ¿Moriría sin que nadie se diera cuenta? ¿Sin pareja? ¿Sin amigos? ¿Por qué le sucedía eso a él? Nunca fue mala persona con nadie, siempre fue considerado y compasivo.
¿Por qué?
Esa era la pregunta que gobernada su mente en ese momento. La silla se detuvo. Tayler reaccionó al ver que se habían detenido. Estaban al frente de un gran laboratorio de color blanco; con camillas, instrumentos de operaciones y de proyectos químicos, entre otros. De repente pudo sentir un terrible presentimiento al ver ese lugar.
La mujer lo volvió a empujar entrando completamente en el laboratorio. Ahí pudo ver a dos personas que conversaban, pero dirigieron sus miradas rápidamente a los recién presentes.
Un hombre mayor de cuarenta y seis años, delgado, cabello y barba totalmente blancos, ojos oscuros, piel clara, estatura un poco alta, usaba un par de lentes de forma circular de marco fino y de color beige.
Una mujer de veinte y nueve años, delgada, cabello castaño amarrado en cola de caballo, ojos cafés, piel blanca con algunas pecas en sus mejillas, estatura promedio y usaban lentes de marco rojizo.
Ambos vestían con batas de laboratorio, pantalones anchos y botas negras.
Stella se acercó a ellos e hizo señas con sus manos describiendo algo que Tayler no pudo entender, pero si reconoció que hablaba a señas. ¿Era muda? Se preguntaba Tayler, era por ello que no respondía sus preguntas.
Los científicos se miraron entre ellos pensando, segundos después ambos voltearon rápidamente a ver a Tayler. Este sintió ese mal presentimiento nuevamente, su miedo aumentó.
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