Capítulo 10 : Reunión Familiar.

Después del incómodo baño, Scott llevó a Tayler a su celda. En el camino se encontró con Todd, el cual llevaba una caja en sus manos. Ambos entraron a la celda perteneciente de Tayler.

Todd dejó la caja en el suelo, la abrió y sacó ropa de ella. Pantalones, camisas, ropa deportiva, zapatos, ropa interior y medias. Scott se acercó y agarró una camisa manga larga de botones, era de color naranja, se fijó en la talla para luego dejarla nuevamente en la caja. Agarró una camisa de manga corta de color blanco y un pantalón suelto marrón.

Tayler sabía exactamente de quien eran esas prendas. Todas eran de su pertenencia, ahí estaba la prueba del saqueo que realizaron en su hogar, o el que solía su hogar. Observó como Scott se acercó a él mientras Todd seguía buscando cosas en la caja.

Le quitó la bata que traía Tayler, la lanzó a un lado y le colocó la camisa con cuidado, luego le colocó los pantalones, los cuales no cubrían completamente sus piernas.

— Me gusta tu estilo de ropa. — le dijo Todd con una camisa de color azul claro y una bufanda gris.

— ¿Sabés que eso no es para tí, verdad? — Dijo Scott irónico, Todd sólo rió. — ¿Trajiste lo que te pidió Alex? — preguntó dándole la espalda.

— Por supuesto. — buscó en la caja y sacó una bolsa blanca. — pañales para adultos.

Tayler miró la bolsa recordando lo sucedido en la noche anterior, aunque prefería eso a lo que hizo Alex. Todd dejó la bolsa al lado de la camilla y se levantó junto con la caja. Scott se acercó a la cubeta en la esquina para retirarse del lugar junto a Todd. Minutos después llegó Eric con la cubeta ya limpia en sus manos, la dejó en su lugar, cargó a Tayler y lo dejó en la camilla. Agarró la bolsa blanca y la abrió.

Tal y como lo haría con un niño, le colocó el pañal. Cuando finalizó agarró la bolsa, la colocó sobre la silla y se retiró cerrando la puerta detrás de sí. Miró a el techo. Pensaba en su familia. Aunque para él fuese extraño, extrañaba a sus padres, a su tía, hasta a su hermana. Se preguntaba ¿Cómo estarían?

[. . .]

Una mujer mayor estaba sentada en un tren con su esposo al lado. Ambos iban en camino a visitar a su hija, que se encontraba en el muy reconocido Estados Unidos donde trabajaba con éxito como contadora.

El hombre de cincuenta y seis años leía un periódico estadounidense para tener en mente que novedades había en el país, mientras que su mujer de cincuenta y cinco años leía un libro de como tejer diferentes tipos de ropas. En ese momento la mujer de cabello corto pensó en su hijo, el hermano menor de su hija.

Bajó el libro que leía y volteó a ver a su esposo.

— Querido,¿Haz sabido algo de nuestro hijo? — El hombre negó. — Me pregunto cómo estará. — Dijo mientras dirigía su mirada a la ventana observando la carretera pasar con algo de velocidad.

— Nah, debe estar mejor que nosotros. — Dijo el hombre algo ronco.

— Siempre de amargado, Javier. —Reprochó la mujer con el ceño fruncido. — Ya hemos hablado de esto.

Javier sólo rodó los ojos y continuó con su lectura. Mabel miró nuevamente a la ventana. Su hermana Sonia vendría en otro tren, tenía ansias de ver a su bella hija Jessica y a su divertida hermana mayor Sonia. Simpre pasaba mucho tiempo cuando vuelven a verse todos en familia, no eran del tipo que se extrañaban demasiado, simplemente tomaban un día en particular al año para reunirse, verse y charlar, lo usual para la pequeña familia.

Jessica limpiaba su casa con tranquilidad, su amiga Linda la ayudaba en lo que necesitaba. La radio producía una música clásica, perfecta para el ambiente de limpieza.

Jessica era un joven mujer de veinticinco años, cabello largo castaño, piel blanca bien cuidada, ojos cafés, estatura algo alta y de lindo cuerpo, en pocas palabras, coqueta. Andaba contenta porque sus padres y su gran amiga Sonia vendrían a verla.

Quería que toda la casa estuviera hermosa e impecable. Al terminar con su parte corrió a la cocina para sacar un pastel de bizcocho recién hecho por ella y su amiga de el horno. Lo dejó sobre la mesa para que se enfriara. A paso lento fue a el sofá que se encontraba en su sala, se lanzó a este y se relajó.

Su amiga linda de veinticuatro años, entró a la sala igual de cansada para lanzarse en el otro sofá disponible. Ella era de cabello corto de color negro, ojos azules, piel morena clara, estatura promedio y usaba lentes de marcos rojizos.

— Jessie. — Volteó a verla con una sonrisa. — ¿Haz sabido algo de tu hermano? — Preguntó Linda curiosa.

— Em, no, pero tampoco creo que sea importante. —Dijo levantándo y bajando sus hombres sin interés. — Él nunca viene a nuestras reuniones, sólo envías esas cartas.

— ¿Y no te ha llegado?

— Sí, está por allá. — Apuntó a la mesa de la cocina, aún estaba en el sobre, lo cual ya decía que no la había leído.

Linda suspiró, se levantó de su asiento y fue hacia la cocina. Agarró el sobre blanco el cual tenía la dirección de envío, el nombre de quien lo recibiría y el nombre de quien lo envió. Abrió el sobre y sacó la hoja. Justo en ese momento tocaron a la puerta.

Linda dejó la carta sobre la mesa sin leer una palabra. Fue nuevamente a la sala donde encontró a su mejor amiga abriendo la puerta recibiendo con alegría a sus padres.

Los mayores contentos abrazaron a su hija con una sonrisa en sus rostros, al igual que Jessica quien correspondió el abrazo. Linda se acercó y les saludó con una mano y una tierna sonrisa.

— Linda, cuanto tiempo.— Dijo Mabel abrazando a la joven.

— Que lindo verla, señora. — Correspondió.

— Hey Linda ¿Cómo estás? — preguntó Javier.

— Muy bien, gracias ¿Y usted? — El hombre asintió con una pequeña sonrisa sin mostrar sus dientes.

— Siéntese madre, tú también padre, traeré en un momento el bizcocho. — Dijo Jessica mientras caminaba a la cocina.

Linda se sentó en el sofá grupal junto a Mabel, y Javier se sentó en el individual con tranquilidad, había sido un largo viaje. Jessica entró nuevamente en la sala con un delicioso y recién hecho bizcocho. Lo colocó en la mesa, agarró en cuchillo que trajo con la bandeja junto a unos platos de porcelana con imágenes de flores. Cortó una rebanada para cada uno de los presentes e incluyéndose.

Luego volvió a la cocina y trajo otra bandeja pero más pequeña con cuatro tazas de porcelana con el mismo diseño y con café en ellas. Lo dejó en la mesa, se sentó junto a su madre y su amiga.

— Mmmm, delicioso hija. — Felicitó Javier al probar el bizcocho.

— Gracias, padre. — Sonrió la chica.

— Sí mi cielo, está delicioso, pero... — Jessica volteó a verla con algo de temor, quería que todo quedará perfecto, sin siquiera un mínimo error. — ¿Haz sabido algo de tu hermano?

— Madre, no debes preocuparte. Sabes que Tay Tay está bien, simpre envía esas cartas en los días de reunión, y ahí está. — Apuntó a la mesa de la cocina. — y siempre dicen lo mismo "Estoy bien, que la pasen excelente, saludos."

— Tienes razón, pero siento que esta vez no es igual a las otras. — se levantó y fue a la cocina, agarró la carta y se devolvió.

Leyó la carta sorprendida expresado en sus ojos, Jessica la miró sin interés, Linda con algo de preocupación en su mirar y Javier seguía comiendo el delicioso postre sin un poco de preocupación.

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