Una mala escena

Ya era de día. Empezaba un día nuevo, un día en el que podría pasar de todo... O nada...
Nath se despertó como siempre sin alegría ninguna y harto de vivir y se dirigió al insti, dejando a su paso un aura de tristeza y dolor, aparte claro, de que le costó la vida caminar... Normal, que te la metan sin siquiera prepararte ha de ser doloroso. Para él y para cualquiera.
Adrien fue al insti de la misma manera, tampoco es que estuviera muy feliz precisamente, no después de lo que le pasó con su "lady". Una vez que llegaron, Nath se sentó (como pudo) en el escalón y Adrien iba para la clase hasta que Nino se acercó a hablarle.

–Adrien, desde ayer estás muy raro... ¿Qué te ocurre?

–Nada, no te importa.

–¡Sí me importa porque eres mi amigo, tío!

–¿Tú sabes lo mal que se siente ser rechazado por la persona que tanto amas?

–Sí.

–Bueno... Pues ya sabes lo que me pasa.

–Oh... Colega, no estés triste por eso... Sé que duele, pero tienes que ser fuerte y superarlo. Además, tú tienes más suerte, ¡puedes elegir a la chica que quieras! ¡Todas estás loquitas por tí!

–¡PERO YO NO QUIERO A OTRA CHICA, LA QUIERO A ELLA! –empezó a llorar.

–Adrien... –iba a apoyar su mano sobre el hombro de Adrien.

–¡DÉJAME! –apartó su mano y se fue corriendo al baño.

Nathaniel, que estaba atrás y lo había visto todo, suspiró.

<<Está bien que hasta los más guays sufran. Que sepa lo que es dolor. Que sepa lo que se siente ser rechazado porque esa persona ame a otra...>> –pensó, sintiendo una gran satisfacción, aunque no la expresara.

De repente, Alya fue a hablar con Nino.

–¡Hey! –saludó.

–¡Hey! –le devolvió el saludo.

–¿Qué le pasa a Adrien?

–Ha sufrido un rechazo.

–Uf... Entiendo. Pero él se pasó mucho con Marinette. Como ves, hoy no ha venido al insti, está muy triste por lo de ayer...

–Ah. Pues... No sabía nada. Me acabo de enterar ahora.

–No te preocupes. Pero, ¿podrías intentar convencer a Adrien para que hablase con ella y se lo explicara todo? Me duele mucho verla tan mal...

–Intentaré hacer lo que pueda. Adrien tampoco está muy bien precisamente...

–Ya... Bueno, luego ya me cuentas.

–Claro, esta tarde hablamos.

–¡Hasta luego!

–¡Hasta luego!

Nino vio a Nath y se acercó a él.

–¡Hey tío! ¿Qué hay?

Al hablarle, rodó los ojos y suspiró. Odiaba que le hablase la gente, ya se había acostumbrado a ser invisible y a la comodidad de su soledad. Temía que por haber tenido interacción con el modelo, iba a ser más relevante a partir de ahora y la verdad es que prefería que las cosas siguiesen igual.

–¿Qué quieres? –preguntó de mala gana.

–Bueno verás... Viste lo que pasó, ¿verdad?

–Sí. Tengo ojos, ¿sabes?

–Claro... Perdona. Creía que al estar dibujando o algo, no habrías presenciado esa escena.

–Ve al grano.

–Está bien. Me he dado cuenta de que recientemente tú y Adrien habéis tenido contacto.

<<Vamos si contacto, literalmente>> –pensó para él mismo.

–Y pues me gustaría que me ayudases, que intentes hablarle o algo, ya que por lo visto a mí no me va a hacer mucho caso y no querrá que me acerque a él.

–¿Y qué te hace pensar que conmigo sí tendrá ganas de hablar?

–No lo sé... Es solo por intentarlo. Puede que a ti te dé igual, pero a mí me duele verlo así de mal. Quiero que vuelva a ser el mismo de antes, ¿entiendes?

Volvió a suspirar de nuevo. Sabía que si no aceptaba, no lo iba a dejar en paz.

–Vale. ¿Pero qué gano a cambio?

–¿En serio quieres negociar?

–Sí. Ese imbécil es insoportable, mínimo que mi esfuerzo sea recompensado.

–Está bien.

–Pues te daré 30 euros.

–¿30? Quiero 40.

–35, ni para ti ni para mí.

–Vale. Trato hecho. Lo quiero por adelantado.

–No tengo 35 euros aquí, tío.

–Pues hablaré con él cuando los tenga.

Nino resopló y le dio 35 euros que en verdad sí tenía.

–Vaya, ¡cómo te lo tenías ahí escondido!

–Ese dinero era para invitar a merendar a Alya...

–Me alegro de que por fin nos vayamos entendiendo –lo miró, haciendo una sonrisa falsa –. ¿Qué te gustaría que le dijese?

–Pues me gustaría que le dijeses que si tiene tiempo, que por lo menos fuese a hablar con Marinette, ya que la pobre está muy afectada porque Adrien la trató muy mal ayer.

–¿Me estas vacilando? ¿Quieres que, vaya y le diga a Adrien que le aclare por qué la ha tratado así cuando a mí ella siquiera me dio una explicación de por qué me rechazó?

–Sí.

–Ni de coña, eso sí que no.

–Tienes que hacerlo, por algo te he pagado, ¿no?

–Cierto... Aunque no le diga nada, no voy a cambiar lo que Marinette siente por mí, o sea, asco. Así que vale. Lo haré.

–¡Gracias colega! ¡Te debo una!

–Gracias a ti –le muestra los billetes con una sonrisa.

Intentó levantarse para ir a buscar a Adrien, pero no pudo.

–¡Espera!

–¿Qué ocurre?

–¿Me podrías ayudar a levantarme?

–Claro, no hay problema. –le ayuda a ponerse en pie–. ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

–Sí.  Es solo que ayer... Me caí por las escaleras.

–¡OH DIOS MIO! ¿Seguro que estás bien?

–Seh.

–Te ayudo a subir los escalones.

–Gracias.

–¡Nada hombre!

Una vez que subieron los escalones....

–Creo que a partir de aquí ya si puedo seguir.

–Vale. ¡Ten cuidado!

–Claro.

Nath caminó hasta el baño. Antes de abrir la puerta, suspiró. Y al abrirla, vio a Adrien llorando y con la vista borrosa por las lágrimas, miró hacia donde estaba Nath.

–¿Q-quién eres?

–Tu prima la coja.

Al saber quién era, puso cara de asco.

–Agg, eres tú.

–Sí, yo también me alegro de verte –dijo, con un sarcasmo notable.

–¿Viniste solo a reírte de mí o qué?

–La verdad es que no me importaría, pero no, no vine a eso.

–¿Y entonces a qué mierda viniste?

–He venido para decirte algo que tu amigo me ha dicho que te diga porque no tiene los huevos suficientes para venir él a hablar contigo.

–¿El qué? –dijo enojado, a la vez que lloraba, golpeando el lavabo, apoyando ambas manos en él y mirando hacia abajo.

–Dice que vayas a hablar con Marinette, que estaba muy triste por haberle hablado ayer así y no sé que más cosas.

–No quiero ir a hablar con ella.

–¿Y a mí que me cuentas? Yo solo vine a decirte lo que me dijo.

–¿Seguro que no es algo que te has inventado para venir y que te folle de nuevo? –dijo entre lágrimas con una sonrisa burlona.

–¡No por favor! ¡Aún estoy intentando superar el trauma que me hiciste tener después de aquel polvo de mierda que tuvimos!

–Pues por muy desagradable que te haya parecido, por el hecho de haber venido, sabes lo que te toca, ¿no?

–¿Cómo?

–¿Es que tienes Alzheimer o qué? ¿Acaso se te olvidó tu función? No te preocupes, yo te refresco la memoria. Ahora eres mi puta, ¿recuerdas?

–¿Perdona? Yo no soy ni seré tu puta en la vida.

–Pues accediste a chupármela y tener sexo conmigo, por lo tanto, sí que eres mi puta.

–Puta será tu... –fue interrumpido antes de terminar lo que iba a decir.

–No, ni se te ocurra decirlo o estarás jodido de verdad.

–Está bien, perdona. No quería meter a tu madre en esto. Pero de todos modos no puedo tener sexo contigo, aún me sigue doliendo mucho, de milagro puedo caminar.

Adrien empezó a reír malévolamente.

–¿Qué haces? Sabes que pareces idiota, ¿no?

–Te crees que eso a mí me importa algo? –dijo, ignorando totalmente su respuesta–. ¡Por mí como si te rompes entero! ¡Me da igual!

–Me parece que eres gilipollas. Porque lo tuyo no es normal.

–¿Te pones rebelde? Bien, eso me gusta. Me producirá más satisfacción cuando por fin logre domarte.

Nath se empezó a reír muy fuerte.

–¡Joder, hacía tiempo que no me reía tanto! ¡Lo digo en serio! ¿Pero tú te estás escuchando acaso?

–Tú ríete mucho ahora, que luego esas risas se convertirán en llantos.

–¡Claro que sí, venga, que me voy! Y ya sabes, háblale a Marinette, ¿eh? Que la pobre está muy apenada por ti –dijo con un tono burlón mientras se seguía riendo.

Justo cuando se iba a ir, Adrien le sujetó fuerte del brazo, haciendo que se gire y después lo agarró del cuello, arrinconándolo contra la pared.

–¿A DÓNDE TE CREES QUE VAS, PUTA PASIVA? ¡TÚ HARÁS LO QUE YO TE DIGA! ¡NO PIENSO MORIRME DE DEPRESIÓN!

Nathaniel no pudo hablar, debido a que lo estaba agarrando fuerte del cuello.

–¿ENTENDISTE?

Asustado, asintió.

–¡Bien! –lo suelta.

Cuando lo soltó, tosió tocándose el cuello.

–¡Estás loco! ¡Maldito enfermo!

–¡Estaré loco, pero por lo menos no soy un marginado que no tiene a nadie y tiene una vida miserable!

–¡TE ODIO!

–Yo a tí mucho más. ¡Vamos, métete en el aseo!

Nota: osea, donde está el váter.

Como respuesta, Nathaniel le escupió en toda la cara.

–¡VETE A LA MIERDA! –le levantó el dedo de en medio.

Al ver el comportamiento de su compañero, lo agarró y lo lanzó al aseo con su fuerza. El pelirrojo no se lo esperaba y por el susto y el daño que recibió, empezó a llorar.

–¿Ahora por qué cojones lloras?

–Te odio... –dijo en voz baja, a la vez que se apoyaba en el inodoro para intentar levantarse–. Ojalá te murieses ya.

Por escuchar eso, se acercó rápidamente a él y le agarró de la camiseta con fuerza.

–¿QUÉ ME HAS DICHO?

–¡DÉJAME EN PAZ! –sus manos temblorosas, agarraron el brazo de Adrien para intentar apartarlo, pero estaba demasiado mal para lograrlo.

El verlo tan vulnerable, temblando y llorando, le hizo sentirse un poco mal y lo acabó soltando.

–De acuerdo, hoy te dejaré porque aún estás mal por lo de ayer, pero mañana no te escapas. –tras decir eso, se fue de allí.

El temblor de sus piernas a causa del miedo y el dolor que tenía, hizo que en un intento de volver a ponerse de pie, se cayera de nuevo. Además, empezó a llorar con más fuerza y se escuchaban sus llantos resonar en el baño.

–¿Por qué me acabé metiendo en este lío?

CONTINUARÁ...

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