Final trágico

Por fin habíamos llegado al hospital. Estaba sentado en la sala de espera. Los minutos pasaban lentamente y yo cada vez iba sintiendo más remordimiento. ¿Y si muere? ¿Y si acaba parapléjico o peor aún... Tetrapléjico? Sería algo que no me podría perdonar. Todos los sentimientos de rencor se convirtieron en arrepentimiento... ¿Y si realmente hablaba en serio con lo de que iba a intentar cambiar por mí? ¿Y si esta vez me ama de verdad? No puedo evitarlo, sé que me va a hacer daño, pero quiero estar con él, lo amo mucho y más después de esto... Si no me quisiese no se habría sacrificado por mí de esa manera... ¿No?

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando vi entrar al padre de Adrien con su secretaria. Se les veía muy angustiados, bueno... ¿Y quién no lo estaría?

–¿Y mi hijo? ¿Cómo está? –me preguntó su padre, agachándose, agarrándome con fuerza de los hombros y mirándome con una cara de preocupación.

–Aún está en el quirófano... Lleva tres horas ahí dentro... –dije, mirando hacia abajo.

–Dios mío... –se incorporó de nuevo–. Por favor, por lo que más quieras en este mundo... Haz que sobreviva... No podría permitirme perder también a Adrien...

Esas últimas palabras me dolieron de verdad. Eso me hizo recordar que Adrien no tenía madre. Pobre hombre, todo esto ha sido por mi culpa... Hubiese preferido que me atropellasen a mí en vez de a él, por la única que lo lamentaría sería por mi madre, pero más allá de eso, no tengo ningún motivo en estos momentos por el que vivir... Me pregunto si Adrien estaría igual que yo si hubiese sido al revés...

Pasaron las horas y nadie nos avisaba de nada. De vez en cuando, su padre conversaba conmigo, sobre Adrien y mi relación con él. Le dije que éramos amigos (le mentí). Pero hubo una cosa que dijo que si me tocó la vena sensible:

–Gracias por haber llamado al hospital, de no ser por ti, mi hijo no hubiese tenido ni la mínima posibilidad de salir con vida... Me alegro mucho de que Adrien tenga a su lado a alguien como tú –dijo llorando, mientras me agarraba la mano, temblando por el llanto y la ansiedad.

–En realidad, todo esto es culpa mía... Fui imprudente y no miré la carretera. Él se sacrificó por mí, sino ahora sería él el que estaría aquí sentado esperando...

<<O al menos, eso me gustaría creer>> –pensé.

Estaba intentando aguantar las ganas de llorar, eso solo provocaría más tristeza en su padre.

–Todo hubiese sido mejor si él no hubiese intervenido... –dije, totalmente apagado y sin emoción alguna.

Yo tenía más ansia de morir que él. De hecho, ya intenté suicidarme una vez y la verdad es que no estaba asustado cuando vino ese camión, más bien, no me importó que fuese a chocar contra mí. A pesar de que estaba intentando evitar la muerte después aquella vez en la que casi salto desde lo más alto del hotel del padre de Chloe, no la llegué a descartar del todo como único recurso por si las cosas se tornaban a peor. Estuve apunto de abrazarla con los brazos abiertos esa vez y temo que no me llegue a importar terminar lo que empecé...

–No te tortures de esa manera, chico –mis pensamientos fueron interrumpidos de nuevo –. Agradece que al menos sobreviviste, la suerte está de tu lado.

¿Eso cree? Yo más bien pienso que es al revés. Cuando no me pasa algo malo a mí, les pasa a los que están cerca mía... Soy un gafe...

–¿Señor Agreste, quiere que le dé una pastilla para la ansiedad? –preguntó Nathalie.

–No... Solo quiero que mi hijo sobreviva.

Después de eso, hubo un gran silencio. Para nuestra fortuna, o nuestra desgracia, fue interrumpido por uno de los médicos que vino para avisarnos.

–¿Puedo ir a verlo? –me anticipé antes de que empezase a hablar.

–Sí, pero no sé si sería muy buena idea... –con solo escuchar el sí, ya hice caso omiso a todo lo demás, yendo a su habitación a toda prisa, sin escuchar si estaba bien o no.

Entré y me puse muy tenso, al verlo ahí con todas esas vendas, el suero inyectado y una máscara puesta para respirar. No pude controlar más mis lágrimas, que salieron como si de una cascada se tratase. Me acerqué rápidamente a él y agarré su mano. Cerré los ojos y respiré profundamente para intentar calmarme, pero no lo conseguía. Mis lágrimas caían en su brazo y no podía detenerlas.

–Adrien... –dije, con una voz muy quebrada.

Seguía sin despertar, quizá debí quedarme a escuchar lo que el médico iba a decir en vez de ser tan impulsivo.

–Adrien... Lo siento mucho...

Estaba temblando, notando un gran vacío en mi interior, sin él me sentía la mayor mierda del mundo. Aunque no hiciese nada más que joderme, engañarme, dañarme... Quería que estuviese con vida y siguiese molestándome como siempre... No me quiero imaginar lo que sería capaz de hacer si él muriese.

–Por favor... ¡Tienes que vivir y seguir dándome el coñazo! ¡Maldita sea! ¡Despierta ya, idiota! –dije, mientras abrazaba su mano con fuerza.

Ya no era capaz de continuar mirándole, solo de llorar sin parar.

–¡Te amo! ¡No te atrevas a morirte!

En ese instante noto como su brazo empieza a moverse, provocando que levantase rápidamente la cabeza para verle abrir los ojos. Acto seguido, me agarra con fuerza del cuello, lleno de ira.

–¡MALDITA ZORRA! ¡CASI MUERO POR TU CULPA Y SEGURO QUE TE IMPORTA UNA MIERDA!

–No... Yo no... –era incapaz de hablar.

–¡QUERÍAS QUE ME MURIERA! ES ESO, ¿NO? HA TENIDO QUE PASAR ESTO PARA QUE VENGAS DE NUEVO A MIS BRAZOS, ¿EH? ¿POR QUÉ TIENES QUE HACERLO TODO TAN DIFÍCIL?

–No... Quería... Volver... Por esto –dije, como pude.

De repente, entró el padre de Adrien con su secretaria y el médico nos separó.

–¿QUÉ LE HAS HECHO A MI HIJO? POR QUÉ ESTÁ ASÍ?

–Yo –tosí– no le hice nada –tosí de nuevo.

–¡ALÉJATE DE MI HIJO!

Al ver que la cosa estaba muy tensa, me fui de allí corriendo a más no poder, no sin antes escuchar a Adrien decir: ¡PODRÁS IRTE, PERO TE ENCONTRARÉ! ¡NO VOLVERÁS A ESCAPAR NUNCA DE MÍ!

Definitivamente el accidente le había empeorado el cerebro mucho más de lo que ya estaba. Empecé a retirar de mi cabeza todos mis pensamientos de querer estar con él para seguir manteniendo firme mi idea de antes. Ahora sí que tenía miedo de verdad. Temía por si lo que me llegaba a hacer era mucho peor que todo lo anterior... Necesitaba huir del país.

Cuando llegué a casa, esta vez sí le conté todo a mi madre y le sugerí irnos a Alemania con papá y dejar atrás todo esto. Mi madre comprendió la situación y reservamos un vuelo, preparamos las maletas y nos íbamos directos para allá.

Sé que íbamos a abandonar muchas cosas aquí, pero ya no podía aguantar más, y mi vida importaba más que nada. Ya dije en su momento que no volvería con él ni loco y mucho menos ahora, que lo poco que tenía de cuerdo se le fue totalmente.

Creo que ir a Alemania fue la mejor idea. Nos quedamos en el piso alquilado que tenía mi padre aparte porque prácticamente vivía allí y le contamos toda la situación. Pensaba que se lo iba a tomar a mal, pero fue justo al contrario, sintió un gran alivio al tenernos cerca de él. Salió en las noticias que Adrien Agreste, el hijo del famoso diseñador Gabriel Agreste, había sido ingresado en un asilo por tener un estado grave de demencia. Aún así, no pude evitar tener la guardia alta los primeros días por si acaso.

Pero fui acomodándome más cuando vi que pasaban los días y todo iba a mejor. Fui a un instituto nuevo, fui perfeccionando mi alemán, iba a casi todos los sitios con mi madre (con ella me sentía más protegido), fui mejorando la relación con mi padre, etcétera.

Pasados unos meses, logré hacer amigos. Eran artistas como yo, entendían mi concepto del arte y la belleza, ya no me sentía solo.

Unos días después, me invitaron a una fiesta en el piso de uno de ellos. Estaba muy emocionado porque hacía tiempo que no me divertía de verdad, sin presiones ni ataduras. Me puse mi mejor traje, me arreglé el pelo, y fui para allá.

Lo estábamos pasando muy bien, bebimos, fumamos, bailamos, subimos fotos, me lié con alguna que otra persona de ahí... Fue una locura.

La fiesta terminó a las 4 de la mañana porque el hermano mayor del chico del piso vino y no quería ver a nadie allí. Se supone que me iba a ir con una amiga, pero estaba tan borracha que se fue y me dejó ahí solo. Lo mismo el resto. Hasta yo estaba muy borracho y drogado, no quería volver a mi casa aún, quería más fiesta.

De repente, vi a un chico, con media melena morena y unos ojos marrones llevando un traje de fiesta. Se acercó a mí y me dijo que si quería seguir divirtiéndome que fuese con él. Yo estaba tan mal que no lo pensé demasiado y lo hice.

Estábamos en un bar, y el chico pidió dos copas.

–¿Cuál es tu nombre? –me preguntó.

–Nathaniel... O eso creo –dije, sin parar de reírme.

–Qué nombre tan bonito, no me esperaba menos...

No le estaba haciendo mucho caso y empecé a beber de la copa sin parar.

–¡Qué bueno! ¿Qué es?

–Brandy de Coco Mendis.

–¡OOOH! ¡ESO TE VA A COSTAR UN PASTÓN! –dije tambaleándome.

–Descuida, para mí esto no es nada –me dijo, con total confianza.

El caso es que su voz me resultaba muy familiar, pero no le hice mucho caso.

De repente, me empecé a sentir mucho más mareado que antes. Empecé a ver borroso y poco a poco iba perdiendo la consciencia. Antes de desmayarme solo escuché:

–Qué bien poder tenerte de vuelta, Nath.

... Mierda.

Desperté atado en una silla, bastante mareado, no recordaba nada de lo que pasó a partir del momento en el que caí inconsciente, pero sabía que no era algo bueno. Por lo que podía ver, estaba en una casa de madera. También podía escuchar un río. No tenía ni puta idea de dónde estaba. En ese momento, vi una silueta saliendo a través de la oscuridad. Maldición. Era quien menos quería que fuese.

–¿ADRIEN? ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AQUÍ? ¿NO ESTABAS EN UN MANICOMIO?

–Se podría decir que sí... –me respondió–. Pero me escapé. El cómo no es muy importante.

Intenté forcejear, pero no servía de nada. Estaba atado de manos y pies.

–¿No viste las noticias? –añadió.

–No... Me arrepiento de no haberlo hecho.

–Qué confiado eres siempre, Nath. Ese es tu punto débil. Siempre crees que estás a salvo, pero la vida te sorprende, ¿no crees?

–¿Y el hombre que estaba conmigo? ¿Qué has hecho con él?

–¿Ese hombre? Aquí está. –me enseña una peluca y dos lentillas.

–Mierda.

–Siempre voy dos pasos por encima de ti, lo sabes de sobra. ¿Creías que ibas a poder librarte de mí tan fácilmente? Recuerda que soy alguien con dinero.

–Tú no. Tu padre.

–Bueno sí, pero no fue muy difícil robar el código de su tarjeta de crédito –se echa a reír.

–¿Sabes que te va a encontrar, verdad?

–No. Hice la transferencia a otra tarjeta que me creé. ¿Y quién le niega a alguien con dinero? El dinero lo puede todo.

–¿Qué quieres de mí?

–¿Que qué quiero de ti? –hizo una pausa antes de responder–. Todo. Quiero tus labios, tu cuerpo, tus partes más delicadas, tu devoción y dependecia total a mi persona... Todas esas cosas.

–¿Por qué no eres capaz de dejarme en paz? –empecé a llorar–. Busca a otra persona.

–¿Es que aún no lo entiendes? Solo te quiero a ti. Quiero que seas mi perra, quiero alimentarme de tu sumisión y humillación. Lo busco en ti, no en otra persona. Y puesto que no aceptaste estar conmigo por las buenas, lo he tenido que hacer por las malas.

–Me prometiste que ibas a cambiar.

–¡Y he cambiado! ¡Ahora estoy totalmente entregado a ti! Al igual que acabarás haciendo tú cuando te adiestre.

–¡NO SOY UN PUTO ANIMAL, ADRIEN! ¡NO QUIERO ESTAR CONTIGO!

Se acercó a mí y me dio una gran bofetada.

–Ahora estás así, pero no pasa nada... Con mis castigos aprenderás como Dios manda.

–Yo no pedí esto... Solo quiero volver a casa y tener la vida feliz que siempre quise –dije en voz baja.

–¡Y LA TENDRÁS! –me escuchó–. ¡LA TENDRÁS JUNTO A MÍ! –me agarra del mentón con fuerza y me empieza a besar a la fuerza, provocando que le mordiese y me volviese a dar otra bofetada en la otra mejilla.

–¡AH! ¡HIJO DE PUTA! –después de eso, se echó a reír como un loco.

–Tengo miedo... –dije entre sollozos–. ¡AYUDA! ¡AYUDA POR FAVOR!

–Grita lo que quieras, pequeña mierda, nadie nos escuchará. Estamos en medio de la nada. No hay ayuda, no hay escapatoria. Solo nosotros dos y la madre naturaleza.

–Adrien... Tienes un gran problema...

–¡YO NO TENGO NINGÚN PROBLEMA!  ¡ESTOY PERFECTAMENTE! ¡TÚ ERES EL QUE TIENE UN PROBLEMA!

Tragué saliva con algo de temor. Adrien normalmente daba mal rollo, pero esta vez era mucho peor todavía.

–Deja que me vaya... Por favor... –dije en vano.

–No va a ser necesario. Ahora tú y yo estaremos juntos por siempre, mi amor. Vamos a ser muy felices aquí.

Sabía que cada día que pasase allí iba a ser una tortura y que la ayuda no vendría. Solo tenía que aguantar y rezar por salir lo antes posible de allí e intentar escapar.

FIN

Bueno, pues con esto termina esta historia. Espero que les haya gustado y que os haya merecido la pena leerla. Gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí y habéis seguido leyendo hasta el final. Sin vosotros dudo que hubiese siquiera intentado terminarla. Os quiero mucho ♥️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top