Hace mucho tiempo existieron dos personas tan distintas pero a la vez tan iguales, ambos eran futuros líderes, una tan dulce como un algodón de azúcar y el otro tan frío como un helado en pleno invierno pero sin importar esas diferencias ambos se amaron sin límites, no había nada en el mundo que el no pudiera hacer por ella y ella estaba dispuesta a darle todo su corazón, pero solo un segundo bastó para que el mundo de ella se derrumbara.

—intentaré llegar lo más pronto que pueda para llevarte al baile, te lo prometo—como un símbolo de su promesa entregó el anillo de su familia

—¡te estaré esperando!—estaba tan feliz, las cosas iban a salir perfectas en su primer baile.

Nada salió como se esperaba, ¿por qué le tenía que pasar eso a ella?, una broma tan cruel no debería pasarle a nadie. Mientras todos en la preparatoria seguían platicando sobre la broma a la de cabellos rosados esta se encontraba en su habitación llorando, no era justo.

—Ella, ¿donde esta mi reina?—

—yo no lo se, salí con encantador—el pelirrojo no dudo en salir a buscar a su reina, algo le había pasado a su muñequita, lo sentía en el corazón, la busco en el primer lugar que pensó, la habitación de su algodón de azúcar

Toco la puerta, no escucho respuesta así que intento abrirla, no tenía seguro así que paso a la habitación.

—amor—dijo despacio mientras entraba al cuarto

—¡vete, no me mires!—grito cubriéndose con su sábana, el más alto suspiro antes de prender la luz, sabía que era su Bri, le habían hecho algo claramente

—yo solo veo a mi pequeña Bri, igual de linda que siempre—con cuidado tomo sus manos

—soy horrenda, lo que tanto quería salió mal—

—vamos, aún tenemos un baile pendiente—tomo a su reina entre sus brazos, le iba a dar su primer baile

—¿siempre vas a estar junto a mi?—pregunto, el pelirrojo le dio una vuelta y un brillo se hizo presente

—siempre—su pequeño algodón de azúcar ya era ella de nuevo.